Inauguramos hoy nuestra sección «Pido la palabra» con el relato de un amigo, que ha querido compartirlo con nosotras: Ernesto Francisco Valga Amado (Lima, Perú, 1982). Es médico y, desde niño, escribe en su tiempo libre. Ha sido finalista en el «II Concurso del Migrante Peruano en España», organizado por el Consulado General del Perú en Madrid-España (2010) y en el «I Concurso de Relato Corto: Superhéroes” organizado por Ámbito Cultural de El Corte Inglés (2015) con los cuentos “Dialogo en la Barceloneta” y “Los particulares héroes de Emma”, respectivamente. Ha participado en varios talleres de escritura creativa.
LOS PARTICULARES HÉROES DE EMMA
Owlman, el hombre búho, puede volar y ver en la oscuridad. Por lo que dicen no es muy alto y suele trabajar de noche. A diferencia de otros héroes no lucha contra los malos. Pero tiene un poder increíble: su vista le permite descubrir a las personas enfermas y las cura. No tengo muy claro cómo lo hace. Los niños del cole, acostumbrados a las peleas, dicen que Owlman es aburrido: «Emma y sus gustos raros», dicen. Pero yo lo encuentro especial. Los héroes de los niños son importantes cuando hay malos, sin embargo, Owlman podría seguir siendo útil en tiempos de paz.
Dovewoman, la mujer paloma, es mi heroína favorita. A diferencia de Owlman construye y decora casas de madera. A Carla, mi mejor amiga, también le gusta. Los niños, sin embargo, la odian: ellos solo quieren espadas y rayos láser. No saben que construir hogares es divertido. No soy tonta: sé que Dovewoman no duraría cinco segundos contra Batman y sus amigos pero podría hacer de la Batcueva un lugar hermoso para vivir.
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El número siete de “Las aventuras de Dovewoman” es el que más me gusta. Mi madre me lo regaló por mi cumpleaños. En él se cuenta cómo Dovewoman descubre que una de sus casas ha sido ocupada por un extraño. Decide sorprenderlo. Espera pacientemente detrás de un árbol. Siente algo moviéndose deprisa por su costado, ¿será el viento? Finalmente decide entrar, lo hace con miedo pero, sobre todo, con muchísima curiosidad. Sabe que es vulnerable. Así que observa la escena en silencio: hay un hombre cansado y sudoroso, sentado en un sofá. Ella se acerca lentamente y siente cómo su corazón empieza a latir más rápido. El hombre abre y cierra los ojos: parece estar luchando contra sueños terribles. Dovewoman le limpia el rostro y lo recuesta en el sofá, parece enfermo. Piensa que se quedaría con él por siempre, aunque no lo conoce. Desde donde se encuentra puede ver un antifaz sobre la mesa. Decide irse y se dirige hacia la puerta que parece lejana. Se detiene ante ella y la observa. Cuando por fin la abre, una lluvia torrencial la empuja de nuevo hacia el interior. Al volver la vista hacia atrás se da cuenta de que el hombre ha abierto los ojos, la está mirando y le sonríe. Dovewoman no sabe si lo que le impide salir de esa casa es la lluvia o el hombre desconocido. No le importa. Decide quedarse y arriesgarse.
Carla dice que el número ocho de “Las aventuras de Dovewoman” es el que más le gusta: la heroína descubre que el hombre desconocido se llama Owlman y que puede curar a las personas de enfermedades pero no a sí mismo. Como cabría esperar, ambos se enamoran y empiezan a vivir juntos, sin más preámbulos ni dudas. Creo que Carla, al igual que Dovewoman, es la clásica romántica. Tal vez debería ser como Carla y mis amigas, tener diez años y la cabeza llena de historias de amor. Pero a mí me gusta más el número siete porque es cuando se conocen y se abre un mundo de posibilidades. Por ejemplo, me imagino a Dovewoman marchándose de la casa, volando bajo la lluvia, o que Owlman sigue durmiendo y no logra hablar con ella. O quizás Owlman sí que se despierta pero, en vez de quedarse con ella, se coloca su antifaz y se marcha por la ventana. Carla siempre escucha mis historias y se ríe. «Estás loca», me dice con una sonrisa cómplice.
Sin embargo, el número quince también me gusta. Porque después de unas cuantas aventuras juntos, Owlman y Dovewoman tienen una bebé. Es gracioso, Owlman, acostumbrado a lidiar con las peores enfermedades, tiene miedo de cualquier estornudo de su niña y Dovewoman, tan segura en sus decisiones artísticas, no sabe qué carrito de bebé escoger.
Esa niña, mitad búho y mitad paloma, lo ha cambiado todo en la vida de esos superhéroes peculiares. Representa el capítulo final de una decisión que tomó Dovewoman en un día lluvioso. Y aunque a mí me apetezca leer otras aventuras, la sonrisa de la niña en la viñeta final me hace pensar que la historia no pudo ser diferente.
Ernesto Francisco Valga Amado
Foto: Francisco Valga Amado
Gracias, Francisco, por enriquecer con esos superhéroes tan llenos de magia nuestro rincón de Mocade. Esperamos volver a verte por aquí. Un abrazo.
Mónica, Carla, Carmen y Adela
Francisco, muchas gracias por tu aportación. Con tu relato te has convertido en un particular héroe para nosotras cuatro, al ser el primero en romper el fuego de las colaboraciones. ¡No podíamos haber deseado un debut mejor! Un abrazo, amigo.
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Fran, me encantó. Desde la primera línea hasta la última pude sentir todo el amor que hay alrededor de los personajes. Gracias por compartirnos una historia tan maravillosa, cargada de tantas emociones. Me siento muy feliz porque hayas sido tú quien inaugurara esta sesión en Mocade. Un abrazo 🙂
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