Sakkara de Teresa Garbi. Un viaje hacia el conocimiento y la trascendencia

Teresa Garbi es una de esas personas que tienen gran capacidad para sorprendernos. A pesar de que hace muchos años que la conozco, cada uno de sus libros es una grata sorpresa. ¡Y ya llevo leídos quince títulos suyos!

Teresa empezó a escribir pronto, pero no publicó hasta 1981. Como muchas escritoras, no quiso dar a conocer sus escritos hasta que no estuvo segura de ofrecer frutos maduros.

Hoy voy a hablar de Sakkara, su último libro, en el que reúne diecisiete relatos. Cada uno tiene su brillo propio, como las facetas de un diamante. Y entre todos contribuyen al esplendor del conjunto. Sakkara no es un libro fácil de leer por dos razones fundamentales. Una, por su gran complejidad narrativa. Y otra, por la gran profundidad filosófica.

En cada relato, Teresa ensaya una forma de contar. Precisamente, por esa riqueza narrativa, podemos perder el hilo que engarza los diecisiete relatos. Pero, si leemos con atención, apreciamos cómo la autora va diseminando los indicios que nos permiten ver la totalidad.

Los más importantes son los símbolos que se repiten. Desde el principio hasta el final nos encontramos con la sombra, la arena y la rutina, que todo lo igualan. Y estos tres símbolos básicos vienen acompañados por unos temas recurrentes, como por ejemplo: el frustrado deseo de eternidad o el destructivo paso del tiempo.

A mí la luz me vino leyendo el relato La vía. La narradora ve a un hombre atropellado en un trozo de una vía antigua por la que ya no pasa ninguno. Al principio el suceso me pareció absurdo, incluso pensé en el realismo mágico. Pero ¡no! Con este relato, es decir, con la palabra escrita, intenta recuperar una escena que fue cotidiana en el pasado y que ya ha dejado de suceder. Es una escena que solo pueden conocerla bien los que han vivido junto a una vía de tren. En La vía, se sirve de un recuerdo para reconstruir lo que era habitual en el pasado. La literatura nos devuelve lo que habíamos olvidado por el efecto demoledor de la rutina. En la página 127 leemos: Siempre deberían dejar un recuerdo de lo que hemos sido de niños. Y yo he nacido oyendo el ruido del tren. He visto muchos accidentes como este. Son todos iguales. Tal vez nos hayamos encontrado allí, en uno de ellos. Y en la 128: ¿Qué más da que nos haya ocurrido si mañana lo habremos olvidado?

Líneas en la puerta es otro relato que nos ayuda a entender el resto del libro. Las líneas de la puerta se convierten en una nueva metáfora del pasado que queremos recuperar. Esas líneas son las marcas que hizo una madre para comprobar cómo crecía su hijo. En realidad, son las huellas que quedan en el alma de la madre. Funcionan como el clavo de Rosalía de Castro o la espina de Antonio Machado, como metáforas del dolor de la ausencia que da sentido a la vida posterior.

En Sakkara encontramos un conjunto de relatos con mucha anécdota. Son historias muy bien contadas, en espacios reconocibles para el lector. Por ejemplo: el primer relato, el que da nombre al libro, transcurre en Egipto, Pobreza sucede en Colombia y Acoso en el Pirineo. Otros reescriben la historia: Caín y Abel está ambientado en la Guerra Civil, con un punto de vista muy original. Estos relatos con anécdota tienen las tramas muy elaboradas, como sucede en: Tortura, Villamediana y El color de las grosellas. Son un puñado de historias de denuncia y de protesta que podrían ser el anticipo de futuras novelas. Algunos parecen el resultado de viajes de la autora, en los que lo exótico nos lleva a temas transcendentes. Estos viajes funcionan como metáforas del gran viaje que es el libro y del viaje de la vida.

Los relatos de mucha trama van alternando con otros sin anécdota. Son verdaderos momentos poéticos, cuyas claves están en los relatos con anécdota. Parada en blanco es una reflexión sobre el tiempo detenido. En La masa gris, acompañamos a la narradora, una especie de muerta viva, como las voces de los mejores poemas de Juan Ramón. Palabras para una piedra, Sombras y Al otro lado más que relatos son poemas en prosa que sintetizan la esencia del libro.

Este breve recorrido por el mundo de Teresa Garbi nos lleva a una reflexión sobre la sombra. En el primer relato, Alí, el niño protagonista, dice que la pirámide Sakkara se está cayendo, cuando ve que los escalones se borran, derrumbados unos sobre otros. Entonces el amo le señala un montículo de arena, sombra de lo que pudo ser otra pirámide. El penúltimo se llama Sombras y carece de anécdota narrativa. Pero nos aclara el símbolo que nos ha venido persiguiendo en las 142 páginas anteriores. Estas sombras de Teresa me han asombrado como la negra sombra que asombraba a Rosalía de Castro. Hasta aquí el libro es un anhelo de eternidad que ve frustrado con las sombras y con el dolor de este lado de la vida.

Pero el libro se cierra con Al otro lado, un relato de luz y color. Al acabar su lectura, nos damos cuenta de que, como en San Juan, las sombras se han quedado en esta ladera, en el trajinar de la vida cotidiana. Y en la otra ladera, al otro lado, nos espera la luz.

Cuando llegamos al final, intuimos que los relatos han sido diecisiete escalones en un viaje hacia el conocimiento del ser humano y de su trascendencia.

Sakkara me ha llevado a releer Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, otro viaje hacia el conocimiento y la trascendencia. Y al juntar estas voces, con otras que vienen de la tradición literaria, todo cobra un nuevo significado.

Carmen Romeo Pemán

Presentación de Sakkara en el Paraninfo. 2 de junio de 2016

Teresa Garbí y Carmen Romeo. Presentación de Sakkara en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, dentro de los actos de la Feria del Libro. Zaragoza, 2/06/2016.

4 comentarios en “Sakkara de Teresa Garbi. Un viaje hacia el conocimiento y la trascendencia

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