Escribir no tiene edad

       

                                                                                       Para ser escritor solamente hacen falta dos cosas,  tener algo que decir, y decirlo (Oscar Wilde)

He empezado a escribir más en serio cuando he rebasado la frontera del medio siglo. Pero llegar tarde a la escritura no es peyorativo. Al menos eso pensaba hasta que leí un artículo, cuyo enlace prefiero no recordar, que ensalzaba a los jóvenes talentos y castigaba a “yayas” escritoras, como yo, con el cruel látigo de la indiferencia.

Hacía una clasificación, y buena, de los pros y los contras de las edades de inicio en el arte de las letras, pero se detenía al llegar a los cuarenta. No me sentó nada bien, ¡de verdad!, y me limité a ignorar lo que decía, o, mejor dicho, lo que no decía. Sin embargo, la espinita me quedó clavada y, pensando en mi artículo para Mocade, me pregunté: ¿por qué no decir aquello que eché en falta?

Y dicho y hecho. Me he querido plantear algunas preguntas y compartir en este espacio mis propias respuestas.

¿Es acertado creer que a partir de cierta edad ya es tarde para empezar a escribir? ¿Hay una edad idónea de comienzo? ¿De qué modo influye la edad de inicio en un escritor? ¿Empezar joven tiene el peligro de quedarse en un mero aficionado? ¿Es más difícil adquirir solidez como autor si se llega a la escritura a edades más avanzadas?

La edad puede ser determinante para algunas cosas. Por mucha ilusión que tenga un hombre de llegar a ser estrella mundial del futbol, si empieza a entrenar y a prepararse a los cuarenta años, y con una barriga cervecera, tiene escasas probabilidades de que su sueño se haga realidad. Y digo “escasas” porque la palabra “nulas” tiene unas connotaciones de negatividad absoluta que no deben presuponerse. La vida nos demuestra que casi todo es posible si uno lo desea y se esfuerza en conseguirlo.

¿Cuál es la mejor edad para empezar a escribir?

De forma simplista, respondería con una sola palabra: cualquiera. Pero, si lo dejo ahí, me quedo sin artículo, de modo que voy a mojarme un poco más. La mejor edad es aquella en la que a uno le apetezca. O, como dice Oscar Wilde en la cita que encabeza mi artículo, cuando uno tenga algo que decir y quiera hacerlo.

La edad no debería ser nunca ni una excusa ni una justificación para iniciarse en la escritura. Por ejemplo, si uno empieza a escribir en la juventud, puede adolecer de un vocabulario más pobre, o una mayor presencia de tópicos y frases hechas, aunque no tenga por qué ser así en todos los casos. Y posponer la decisión, pensando que el simple paso del tiempo corregirá esos aspectos, es una equivocación. Esos primeros escritos habrán servido de entrenamiento, de campo de pruebas. Podría ocurrir que, al cabo de los años, el autor los rescatara y se reencontrara con ideas olvidadas que en un imaginario infantil son naturales y surgen de manera espontánea. Ideas que con el tiempo se vuelven más esquivas porque la razón y la madurez las van arrinconando en el baúl de la sensatez. Entonces, si un buen día, haciendo limpieza, descubrimos algunos folios manuscritos, podremos reescribir historias olvidadas que se enriquecerán con la experiencia acumulada con el paso de los años.

¿Y qué pasa si vamos aplazando aquello de “tengo que escribir algún día” y, cuando llega ese día, resulta que ya peinamos canas? ¿Por qué se ignora tantas veces a estos escritores debutantes en la tercera edad? Quizás porque el tema me toca de cerca, quiero resaltar la parte positiva. Cuando se llega a la línea de salida, a la edad en la que otros ya están casi rozando la de meta, hay que poner en la mochila un ingrediente fundamental: el optimismo. No importa salir tarde, ni el tiempo que nos cueste llegar. Tampoco importa tanto alcanzar o no la meta. Lo que importa es disfrutar de la ruta, del camino. Es probable que vayamos más despacio, pero si nos frena el peso de la experiencia, habrá que usarla como combustible. Y, si damos bien los pasos, nunca será demasiado tarde.

He intentado enfrentar los dos extremos en la horquilla de la edad y dejar caer un argumento bastante elemental en cada caso. Si decidimos tomarnos en serio eso de convertirnos en escritores, debemos tener clara una premisa: creérnoslo. Porque, independientemente de la edad, si tenemos el gusto por la escritura pero pensamos que no estamos preparados estaremos destinados al fracaso.

Un buen ejemplo de que la escritura no tiene edad lo tenemos aquí, en Mocade. Porque las cuatro amigas que vamos levantando nuestro rinconcito piedra a piedra, relato a relato, artículo a artículo, somos de edades muy dispares. Sin embargo Mocade es lo que es porque nosotras somos las que somos, aunque haya dos “mocadianas” en la treintena, y otras dos que casi les doblemos la edad. Nuestros escritos se enriquecen con las aportaciones que nos hacemos las unas a las otras. La novedad de la juventud y la experiencia de los años se nutren entre sí, y dan como resultado este Letras desde Mocade donde, cada día, las cuatro nos encontramos mejor en nuestra casa literaria.

Visto así, la edad no es un elemento coyuntural. Pero sí que hay algunos matices importantes que se consiguen con el tiempo. Y el tiempo es edad. Así que el problema, en el fondo, podría ser otro: ¿la edad o la experiencia? Puede que a los veinticinco años una persona no sepa mucho de la vida, pero si se graduó a los dieciséis y se matriculó pronto en la Universidad, podría ser Licenciado en Lengua y Literatura con un cuarto de siglo. Y su prosa sería muy distinta a la de una persona con diez años más, que hubiera estudiado Económicas y que tuviera un hijo adolescente. Quizá esa persona sabría un poco más de la vida o tendría más experiencias en su imaginario. Pero, pese a eso, la técnica, la sintaxis o la gramática podrían dejar mucho que desear. En esta vida, todo es cuestión de perspectiva.

Si alguien piensa que no soy objetiva al poner a nuestro Letras desde Mocade como ejemplo (y haría bien en pensarlo, porque es cierto), os dejo aquí unos datos interesantes sobre la edad de comienzo de escritores famosos. Como podéis comprobar tengo razón cuando defiendo que, para escribir, no importa la edad.

Adela Castañón

Imagen: Johanna Kosinska

13 comentarios en “Escribir no tiene edad

  1. Carmen Romeo Pemán dijo:

    Adela, me has dejado sin palabras. Así que para comentarte usaré las tuyas: «La novedad de la juventud y la experiencia de los años se nutren entre sí, y dan como resultado este Letras desde Mocade donde, cada día, las cuatro nos encontramos mejor en nuestra casa literaria»

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  2. musasensutinta dijo:

    Una entrada muy interesante y con la que estoy de acuerdo 100%. Creo que «cualquiera» es la mejor edad para empezar a escribir o retomar la escritura. Me he sentido identificada con mucho de lo que has escrito, como le pasará a mucha gente que te lea. A veces la edad nos bloquea. «Es demasiado tarde para X…», «a tu edad ya no deberías …» . No es tan fácil como parece, desprenderse de los «deberías» (tanto los de la sociedad como los que nos autoimponemos); pero qué bien sienta cuando das un golpe en la mesa y decides que te vas a poner a teclear todo lo que bulle en la mente, sin mayor pretensión que la de pasar un agradable rato entre tu mente y tu talento.

    En mi caso abandoné la escritura con 18 años y no la retomé hasta los 35. Casi 20 años, se dice pronto, eh? Jejeje. En esos años he vivido, he experimentado y he aprendido y desde luego mi escritura (tanto en su fondo como en su forma) no serían lo mismo de no ser por esos 20 años. Podría ser peor, podría seguir siendo la chica que abandonó definitivamente una de las cosas que la hace más feliz.

    A mí me encanta leeros porque vuestras distintas voces forman un coro estupendo.

    Vaya comentario más extenso jejeje.

    Saludos,

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    • Adela dijo:

      ¡Pues será extenso tu comentario, pero me ha encantado! Gracias por disfrutar de nuestro coro «mocadiano». Yo admito con toda sinceridad que, de no ser por nuestro «Letras desde Mocade», posiblemente habría aparcado antes o después la escritura. Ahora, sin embargo, no concibo mi vida diaria sin dedicarle un rato más o menos prolongado. Moriría de hambre si no escribiera. Gracias, de verdad, por seguirnos y comentarnos con tanto cariño 🙂

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  3. Mª Yolanda Gracia López dijo:

    Comparto tus reflexiones. Yo comencé muy joven, antes incluso de hacer Filología Hispánica. Estos estudios me ayudaron, sin duda, nutriéndome de las herramientas necesarias, regalando a mi imaginación lecturas increíbles que me hicieron amar la lectura. Nunca he dejado de escribir, sobre todo poesía y es ahora, precisamente, con 51 años cuando me atrevo a enseñarla a los demás, a sacarla de una vez. Y creo que en esta «apertura» sí que ha influido la edad, la experiencia. Creo que escribo mejor que entonces, sin renunciar ni renegar de aquellos tímidos comienzos. Cada uno tiene que escribir cuando necesite hacerlo, cuando la escritura sea una prolongación inevitable de su persona. Las aspiraciones, ya son otra historia.
    Saludos y enhorabuena.

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