Carta a los Reyes Magos

Si este fuera un cuento tradicional, tendría como protagonista a un niño. Pero no lo es, así que vamos a imaginar a una mujer que ya ha dejado atrás la juventud. Sabe que las hojas del almanaque no pueden volver a atrás. Lo asume y lo acepta. El problema no es ese. No le pesan los años. Pero echa de menos la ilusión de la infancia, ese desear algo con una intensidad que casi, casi, hace que el corazón parezca de mayor tamaño que el pecho. Se siente afortunada. Lo tiene todo: salud, trabajo y unos hijos maravillosos. Pero quiere recuperar aquellas mariposas que todo el mundo conoce cuando llega el primer amor. Y escribe esa carta a los Reyes pidiendo eso: algo que ponga en su vida un aliciente nuevo, diferente, cualquier cosa que sus majestades crean que la puede sorprender, pero no es capaz de poner nombre a su deseo.

Los Reyes reciben la misiva. Se reúnen los tres para hablar. Es un caso diferente de los que suelen tenerlos atareados todos los eneros. Desde su país pueden ver el mundo entero. Se asoman al corazón de esa mujer, y allí encuentran lo que ella pide, tan escondido que ni la propia interesada lo ve. Ahora tienen que lograr que ella lo descubra. Y, como son magos, se les ocurre la solución. Buscarán en la Tierra pajes que les ayuden a dar respuesta a esa carta.

Melchor, el portador de la luz y del oro, es el primero en encontrar una aliada. No vive cerca de la mujer de la carta; ni siquiera se conocen, pero eso no es problema. Una noche, convertido en una mota de mágico polvo dorado, siembra una semilla en el corazón de otra mujer, un poco mayor que la de la carta. Esa mujer, que ha dedicado su vida a llenar de conocimiento las vidas de otras personas, empieza a sentir un gusanillo diferente. Le apetece probar otras cosas, ponerse al otro lado del pupitre. De pronto, tiene más preguntas que respuestas. Y una idea empieza a rondarle por la mente.

Gaspar también se decide pronto. Su elegida tampoco conoce a las otras dos. Pero sabe, igual que Melchor, que eso no es problema. Este Rey pelirrojo escoge a una mujer joven. Comprende que Melchor, más anciano y sesudo, tiene buenas intenciones. Pero piensa que un poco de sangre joven dará color al cuadro que está dibujando con sus dos reales colegas. Para que ese equipo que están formando no sea efímero, busca una mente inquieta. Melchor no acaba de estar de acuerdo. “Gaspar, hijo, ¿tú crees que nuestra remitente y mi paje van a poder seguir el ritmo de esta jovenzana que estás proponiendo?”. Gaspar ríe con ganas y se muestra decidido al contestarle. “Mira, Melchor, que esta conversación la hemos tenido otras veces. Fíate de mí, que yo sé lo que hago”. Melchor se encoge de hombros, y lo deja hacer. Gaspar elige una noche, se convierte en un soplo de incienso, y se cuela por la nariz de una joven que duerme. Una joven a la que le gusta innovar, que se mueve como pez en el agua por las tecnologías del siglo XXI, y que sueña con dar forma a un montón de proyectos.

Baltasar es el último en aportar su granito de arena. Quizá porque, como viene de tan lejos, se ha ido a buscar a su paje particular al otro lado del océano. Pero la espera ha valido la pena. Ha viajado hasta un lejano país y allí, convertido en una gota de mirra, se ha deslizado a través de la piel de otra joven que también duerme. Llega hasta su corazón y siembra allí su particular semilla. Esa joven, un buen día, decide que va a hacer algo distinto en su vida y empieza a navegar por internet, aunque no sabe bien qué es lo que debe buscar. De pronto siente que necesita compartir su gran imaginario interior. Y por la mañana, después de la visita de Baltasar, aparece en la pantalla de su ordenador lo que estaba anhelando.

Los Magos ven crecer sus semillas en los corazones de las elegidas. Y sonríen al ver sus primeros frutos.

El paje de Melchor, la mayor de las tres, se matricula en un curso de escritura on line.

El paje de Gaspar, sin tener ni idea de en qué puede acabar eso, se matricula en un curso de escritura on line.

El paje de Baltasar, aunque vive al otro lado del mundo, piensa que en internet los kilómetros no existen, y se matricula en un curso de escritura on line.

Y la mujer de la historia, sin acordarse de que escribió una carta a los Reyes Magos que no llegó más allá de la papelera, decide que los Reyes no existen y se autorregala un curso de escritura on line.

Y las cuatro, ¡qué casualidad! eligen el mismo curso. Y se conocen. Y, después del primer curso, se matriculan en otro. Y en otro. Y en un tercero. Y, un buen día, a una de ellas se le ocurre dar un paso más, porque los cursos tienen la palabra “fin”, y esa palabra no tiene cabida en la relación que han establecido entre las cuatro.

Y los Reyes Magos, que estaban cada vez más contentos en Oriente, se dan las manos y se felicitan por haber hecho bien su trabajo. Dejan a sus cuatro personajes en la Tierra, mucho más felices de lo que estaban antes de conocerse, y les regalan una estrella. Pero, como Belén queda muy lejos y allí ya va mucha gente, esta estrella las lleva a otro maravilloso portal: el portal de un mundo lleno de posibilidades, donde las cuatro verán cómo se hace realidad su ilusión de escribir. Y eligen un nombre para ese nuevo mundo: Mocade.

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¡Historias como esta hacen creer que existe la magia!

Adela Castañón

Fotos: PhotoPin. Aaron Burden

20 comentarios en “Carta a los Reyes Magos

    • Adela dijo:

      ¡Jeje…! Pues, sí. El cuarteto tuvo la gran suerte de conocerse en persona hace unos meses. Y la reunión valió la pena porque ahí se alumbró realmente nuestro Mocade. ¡Que la magia existe…! ¡Gracias por tu comentario y feliz año nuevo !
      (Y que se alivie ese dolor de cabeza 😊)

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  1. Carmen Romeo Pemán dijo:

    ¡Gracias, Adela, por este regalo de reyes!

    A mí, ser paje del rey Melchor me gusta mucho. Y verás por qué.

    Sé que no lo sabías y por eso te lo voy a explicar. Soy de un pueblo aragonés en el que todos pertenecemos a una casa con nombre. La mía es «casa Melchor».
    -¿Azar, casualidad o magia?
    -Magia, sí. ¡Que la magia existe!

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  2. Mónica Solano dijo:

    Ay Adela, qué hermoso regalo nos has dado. Es una historia maravillosa y llena de magia como tú 🙂 Me siento muy afortunada por haber sido escogida para darle vida a nuestro Mocade. Espero que sean más y más años de compartir historias y de caminar juntas en este fantástico mundo de la escritura. Te quiero amiga :*

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    • Adela dijo:

      Querida Mónica: yo me siento igual de afortunada al haberos conocido a las tres. Tenemos algo precioso, que aún es más valioso por compartirlo: el amor por escribir. Millones de besos. ¡Os quiero!

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  3. Curro Jimenez dijo:

    Querida ADela, voy a decirte aquí lo que te he dicho en privado: Maravilloso relato cuento. Supe que era tuyo casi desde las primeras líneas. Defines a tus amigas compañeras de una manera que ya me gustaría a mí que lo hicieran conmigo. El relato me ha parecido encantador y tus compañeras no sabrán donde ponerte. Muy, muy bien. Me ha encantado.
    Curro Jiménez

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    • Adela dijo:

      Mis compañeras y yo no nos habríamos conocido si no me hubieras dado tanto la vara con eso de que escribiera. Así que, si ellas han sido mis Reyes Magos, tú llegaste antes y fuiste Papá Noel (aunque sea un invento de los americanos…) Muchos besos, amigo del alma!!!

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    • Adela dijo:

      ¡Muchas gracias, Cristina! No pierdas tú esa estrella recién nacida que es tu blog. Te he dejado algún comentario porque me ha gustado mucho. ¡Espero que nos encontremos en otro curso de escritura! Un besote. 🙂

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