Hace unas semanas la vida, los lectores, y este blog, me hicieron un regalo sorpresa: mi artículo, “Pablo Ráez. Gracias a la vida”, arrasó. Eso hizo que me planteara un par de preguntas. Y la respuesta a una de ellas es el contenido de este artículo.
Lo primero que me cuestioné fue cuál era el motivo por el que algo, un artículo, un video, una imagen, se vuelve viral. Empecé a buscar información para documentarme, pero no me encontraba a gusto manejando datos ni con el texto del artículo que me iba saliendo, y tuve la sensación de estar bloqueada en un punto muerto. Y eso me llevó a la segunda cuestión: ¿Qué ha ocurrido en mi vida para que términos como “fenómeno viral”, “bloqueo del escritor” y otros similares hayan entrado en ella? La respuesta a esta pregunta me pareció mucho más interesante que entrar en la metafísica del fenómeno viral, y es sobre lo que quiero escribir hoy.
La vida puede tener tres dimensiones
Hay personas cuya vida es plana. O momentos en la vida de las personas que son planos. La historia de cada uno no es una foto fija, sino una película donde las escenas pueden, y deben, diría yo, ir cambiando. ¿Quién no ha pasado por una época en la que el trabajo le asfixia y la rutina es un agujero negro cada vez más grande? ¿Quién no ha sentido alguna vez que la palabra “ilusión” había escapado de su diccionario privado para huir a otro universo? ¿Quién no conoce a alguna persona de la que casi todo el mundo dice, con escasa o nula compasión y demasiada ligereza, aquello de “¿Fulanito? ¡Uf! ¡Menudo plasta!”?
Tomar conciencia de eso es dar el primer paso para avanzar hacia una segunda dimensión. Porque si ya es triste tener una vida plana, más triste es estar inmerso en ella y no notarlo. El inmovilismo puede ser más agresivo que la peor de las batallas. Y habrá personas que quieran quedarse en su caparazón porque es más seguro estar dentro, a oscuras, que sacar la cabeza para enfrentarse al mundo. Respeto la libertad de elección de cada cuál, pero, en lo que a mí respecta, no me gustaría quedarme ahí.
La vida también puede ser redonda. ¡Ah, vale! La cosa cambia, me diréis. Pues sí, claro que cambia. Posiblemente para mejor. Pero no nos engañemos. Que, lo mismo que la Tierra gira una y otra vez sobre su eje, podemos estar dando vueltas en círculos y tener una falsa sensación de avance. Empezamos algún proyecto, arrancamos con algo, y cuando nos venimos a dar cuenta, estamos otra vez en el punto de partida. Algo así como dejar de fumar durante un tiempo para recaer luego una y otra vez. Y vuelta a empezar.
Un buen ejemplo para ilustrar la tercera dimensión es el famoso cubo de Rubik. Porque llegar hasta aquí es ir más allá para descubrir una especie de “comodín” de las dimensiones. Si nos paramos a pensarlo, la vida se nos ofrece en trozos, se nos presenta en pequeños cubos que nosotros podemos armar según sepamos, queramos o podamos. Y no es lo mismo hacerlo con uno u otro de los tres verbos.
Cuando nos regalan un puzzle, puede venir en la caja montado o desmontado, pero lo cierto es que, para jugar con él, partimos siempre de las piezas sueltas. A nadie le gustaría encontrarlo hecho para limitarse a contemplarlo ¿verdad? La diversión está en armarlo, en investigar, en pasar el rato tratando de reconstruirlo para lograr una imagen final que nos guste y a la que encontremos sentido. Recuerdo uno de los primeros archivos adjuntos que recibí cuando empecé a hacer mis pinitos con los ordenadores. Creo que era una presentación de power point, de esas que algunos igual miran por encima del hombro por blanditas, pero a mí me gustó. Mostraba a un padre que necesitaba terminar un documento, y para que su hijo no lo distrajera tanto cogió una foto de un anuncio que mostraba un mapamundi, lo recortó, y se lo dio al pequeño para que se entretuviera en rehacerlo. Su sorpresa fue que el niño vino a llamarlo al poco rato, y le mostró la imagen sin un solo error. El padre, sorprendido, le preguntó cómo había podido hacerlo, y el niño le respondió: “muy sencillo, papá. Le di la vuelta a los papeles, y cuando arreglé al hombre, se arregló el mundo”. El padre dio la vuelta a la hoja, que su hijo había pegado con fixo, y comprobó que, por detrás, había una foto de un hombre, que era la que su hijo había usado para hacer la reconstrucción.
Hay ocasiones en nuestra vida en las que no tenemos claro el modelo de nuestros propios rompecabezas. El resultado es que muchas veces no nos gusta lo que vemos, y perdemos más tiempo en lamentarlo que en intentar arreglarlo. O tenemos huecos que nos gustaría llenar, pero no salimos al mundo en busca de las piezas que encajarían allí. Si no nos gusta la imagen que tenemos de nuestro propio puzzle, si hay algo que distorsiona el resultado final, deberíamos ordenar las piezas con la esperanza y el convencimiento de que, si las buscamos, daremos con las herramientas necesarias para lograr al final la más bella imagen. Solo tenemos que pararnos a observar, y pensar qué sería lo que tendríamos que cambiar. Eso le da mucho más aliciente al juego. Y para eso tenemos que saber, querer y poder. Y no siempre será fácil, pero seguro que sí que será emocionante.
He hablado de las dimensiones de la vida haciendo referencia a personas y a momentos, porque no es lo mismo en cada caso. He tenido experiencias en las tres dimensiones, y la tercera es la responsable de que esté escribiendo estas palabras. Mi vida es ahora un precioso cubo, y lo es porque son mis manos las que mueven sus piezas. Y es precioso descubrir que, al moverlas, puedo construir montones de imágenes distintas. Supongo que es lo que se llama autodeterminación, y me gusta. La escritura me ha ayudado a que los engranajes sean fáciles de mover, me ha dado soltura, y me ha hecho ponerme unas gafas especiales con las que miro en mi interior, en lugar de mirar hacia fuera, y descubro cosas que estaban ahí, pero de las que no era, tal vez, demasiado consciente.
Vivamos, si podemos, en relieve, en color, en movimiento. Porque quedarnos con un mundo plano, inmóvil, y dibujado en blanco y negro, creo que sabría a poco.
En mi caso, desde luego, escribir me ha dado alas. Y volando alto, no cabe duda, se ven las cosas con mucha más perspectiva. El paisaje es más extenso. Llego más lejos. Y esta reflexión usando como ejemplo la escritura, podría generalizarse a cualquier otro aspecto de la vida. Eso depende ya de las esperanzas y expectativas de cada persona. Yo me limito a dejar caer la idea, pero el modelo a seguir es ya una decisión personal de cada uno.
¿Quién se apunta?
Adela Castañón
Adela, tus artículos siempre me provocan profundas reflexiones y me invitan a seguir los caminos que abres. A mí, como a ti, también escribir me ha dado alas para vivir en relieve, en color y en movimiento.
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Querida Carmen: escribir nos da todo eso. Y escribir con amigas como Carla, Mónica y tú, nos lo multiplica por mil. Un beso.
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Querida Adela: Los que te conocemos sabemos que, en esta reflexión, está tu vida.Que hablas con autoridad. Que conoces el paño. Que sabes que las negruras se pueden convertir en una luz cegadora por su brillo. Y que has aprendido a disfrutar de todos tus momentos. Y que hay que vivir con esperanza. Y que la ilusión trae consigo nuevas ilusiones. Y que mientras más generoso eres con los demás, más generosos son contigo. Y que hay que vivir sin miedos y con alegría. Y tú eres un ejemplo de todo ello. Y convences. Y todo el que te lea y me lea debe convencerse, también de ello. Muy bien, mi querida amiga. Un beso grande
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Mi querido Curro: además de saber todo eso, no sé si llegarás a saber también lo mucho, muchísimo, que te agradezco todo lo que has hecho por mí. Que si no llegas a empujarme y a tenderme la mano en tantas cosas, ni ese artículo ni nada de lo que comparto en Mocade habría llegado a existir. Gracias por ser como eres. Otro beso enorme para ti. 🙂
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Adela, me ha encantado tu explicación de la vida a través de las dimensiones. Es una invitación a la reflexión. Creo que, en algunos aspectos, me encuentro en uno de esos momentos «planos», en dos dimensiones, en el que a veces buscamos refugio, quizá por comodidad, y del que después cuesta trabajo salir. Estoy de acuerdo, la escritura puede darte alas para desplazarte en otra dimensión, pero, ¿por qué limitarse a tres? Las posibilidades son infinitas. Desde luego, tu manejas con maestría las palabras y te mueves con soltura en el espacio tridimensional. Un abrazo amiga.
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Querida Eva: con tu comentario has puesto una guinda preciosa a mi artículo. Tienes toda la razón: las posibilidades son infinitas y ojalá nos movamos mucho y bien por todo ese universo con millones de mundos y dimensiones por explorar. Y no olvidemos nunca que los momentos pueden ser «planos», pero la personas vamos mucho más allá. Y eso es lo que importa. Que los momentos pasan, pero nosotros seguimos. Otro abrazo grande para ti, amiga mía.
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¡Yo me apunto! Me encantó tu artículo amiga, es una reflexión hermosa, cargada de emotividad y con un punto de vista muy objetivo y personal. Es genial 🙂
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¡Gracias, Moni! Porque creo que mi «genialidad» crece y se estimula al formar parte de nuestro equipo mocadiano. ¡Muchos besos!
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