Cuando empecé a escribir, hace ya unos cuantos años, decidí que, para aprender, lo mejor era poner mis textos bajo la lupa de otras personas. Al principio, sobre todo, escogía a gente de mi círculo, ninguno de ellos profesional. Algunos me decían en qué cosas creían que fallaba. Otros, en cambio, declaraban que todo lo hacía perfecto. Pronto me convencí de que eran críticos excelentes y me olvidé de ver el amor que empañaban sus ojos: me crecí con esos pequeñísimos tirones de orejas y tantas palmadas en la espalda.
Por fin, sintiéndome empoderada, llegó el día en el que quise salir de mi zona de confort y enviar uno de mis cuentos a un desconocido. He de decir que era un relato extremadamente intenso del que ahora me avergonzaría si pudiera recuperarlo y leerlo de nuevo pero, en ese momento, estaba bastante orgullosa de él. Imaginaos mi cara cuando, poco después, me llegó la crítica de una persona que entendía del tema. No recuerdo exactamente qué palabras usó pero, en resumen, dijo que mi relato era plano, infantil, bastante irrelevante.

Así estaba yo cuando leí aquella crítica. ¿Podéis oír cómo se rompió mi corazón?
Una vez pasada la pesadumbre inicial, me enfadé. Muchísimo. Fue como pasar un duelo y no salir de la fase de la ira. Pensé que quién se creía esa persona para decirme todo eso y que no tenía ni idea así que decidí obviarlo. Me dejé reconfortar por los comentarios positivos y menos críticos de mis amistades y seres queridos.
En aquel tiempo acababa de cumplir 23 años y, como todos los jóvenes descerebrados, estaba segura de que no me quedaba mucho más por aprender. ¡Ah, qué tiempos! Cuando te crees invencible e inmortal y mucho más listo que el mundo que te rodea.
Poco después, sin embargo, me di cuenta de que mi sabiduría no era tal. No pasó nada en particular para que esto sucediera, en realidad. Creo que, simplemente, maduré. Abrí los ojos de verdad, miré a mi alrededor y descubrí que no había leído lo suficiente, que no había escrito lo suficiente y que, aquella persona que criticó mi escrito sin piedad, pero con educación, sabía perfectamente lo que decía.
Escuchar las críticas
Desde entonces, y han llovido más de los que me gustaría, no he dejado de poner mi prosa bajo los ojos de todo el que quiera echarme una mano. He pedido opinión a escritores consagrados, catedráticos de literatura y lengua castellana, periodistas, escritores independientes y lectores. He aceptado cada crítica y he profundizado en aquellas que no entendía o con las que no estaba de acuerdo. Pero siempre desde la modestia porque, seamos sinceros, aún estoy lejos de mi mejor yo. Y aunque tuviera un Nobel de literatura, seguiría mostrándome humilde porque con la soberbia por bandera es imposible aprender de los demás.
Por eso hablo de escuchar las críticas. Como todo lo que hace el ser humano, una valoración de un texto es subjetiva y, por tanto, está abierta a interpretaciones. Eso significa que no tenemos por qué aceptar el cien por cien de las críticas que se nos hagan porque pueden estar equivocadas, ya sean buenas o malas. Sin embargo, debemos escucharlas.
¿Por qué digo esto? Llevo un tiempo, más del que me gustaría, encontrándome con otros escritores mentando hasta a la tatarabuela de un lector, únicamente porque no le ha gustado el libro. También, hinchando el pecho ante reseñas positivas escritas con faltas ortográficas básicas.
Y ya está bien. Es muy difícil, sobre todo si el escritor está empezando, hacer una obra maestra que guste a todo el mundo y que no tenga ni un solo fallo, menos aún si la ponemos bajo la atenta mirada de un lector avezado o un profesional literario (uno que no sea él mismo o su mejor amigo). Pero vayamos por partes.
No todas las críticas son valiosas
No todas las personas están capacitadas para analizar una obra de la misma manera, ya sea por su formación, por su profesión o por su capacidad de lectura crítica. Tal como nos cuentan desde Sinjania en “El peligro del entusiasmo en la crítica literaria”, quien critica una obra o hace una reseña puede caer en dos vicios: el entusiasmo ciego y la crueldad.
Desde mi punto de vista, el entusiasmo ciego suele obedecer a dos motivos:
Porque le caigamos bien al lector
Hoy en día somos tantos los que nos dedicamos a las letras que no es difícil contar con un puñado de escritores entre nuestros amigos y conocidos. El cariño puede nublar el sentido crítico del lector y, por eso, es tan importante que el autor sea consciente de ello y matice las apreciaciones que aparecen en la reseña. Además, si conocemos al lector mínimamente, sabremos cuáles son sus gustos, sus lecturas y su aptitud para analizar la obra que lee. Y aquí viene el segundo punto.
Porque no sea capaz de hacer una lectura crítica
Un lector al que le gusta todo lo que lee, o sabe elegir muy bien los libros para que no le defrauden o no se fija mucho en lo que está leyendo. Lo más probable es que sea lo segundo porque acertar siempre con nuestras lecturas es muy difícil. Así pues, para tomarnos en serio una crítica muy positiva debemos conocer al lector a través del resto de reseñas para saber qué credibilidad tiene. Si no es capaz de sacarle ningún pero a obras como, qué sé yo, Cincuenta sombras de Grey, igual no es buena idea que nos emocionemos porque le guste la nuestra. ¿Acaso hay algo que le desagrade?
En cuanto a la crueldad en las críticas, veo dos posibles motivos:
Que piense que así es más profesional
Muchas personas relacionan la severidad con la profesionalidad. Hasta cierto punto está bien, pero criticar con ferocidad un texto no es ser riguroso, es ir a hacer sangre. La persona que hace una reseña debe ser ecuánime y valorarlo por partes y en su conjunto, señalando cosas buenas o malas. Es como el Homer (sí, el de Los Simpsons) crítico de cocina que, por presiones del resto de críticos del diario, empieza a poner a caldo a todos los restaurantes en los que antes disfrutaba. Ridículo, ¿no? Pues eso.
Que se crea mejor que el autor
No sé dónde leí que detrás de un crítico literario hay un autor frustrado, pero parece que es algo que se ha comentado desde hace tiempo ya que he encontrado referencias en “Criticar al crítico», un artículo de El País escrito en 1989. No creo que la frustración y la envidia tengan que ver, pero no me sorprendería que muchos de los que hagan este tipo de reseñas mordaces se imaginen a sí mismos divagando desde una cátedra, con una copa de coñac y un monóculo. En estos casos, se suele notar la chulería y el desprecio y ese tufillo a “yo lo haría mejor” que desprende cada una de las líneas de la reseña.
Cuándo aceptar una reseña positiva o negativa
Igual que toda crítica es subjetiva, la aceptación de la reseña también lo es. Por eso, me he atrevido a crear un par de guías para saber si aceptar o no una crítica, ya sea buena o mala.
Diagrama para saber si aceptar una reseña positiva
Diagrama para saber si aceptar una reseña negativa
La mejor reseña: el término medio
En las imágenes anteriores hablo de reseñas positivas o negativas en su totalidad pero, después de muchos años leyendo y reseñando así como consultando las críticas de los demás, me doy cuenta de que las mejores son aquellas que dan una de cal y otra de arena al lector. Por ejemplo: una joven lectora se enfrenta por primera vez a El señor de los anillos. Pronto es consciente, y así lo hace saber en su reseña, de que es una obra muy bien escrita, con una prosa magnífica, unos personajes interesantes y un trasfondo, o Worldbuiling, único, precursor de todo un género. Pero también comenta que las descripciones se hacen pesadas porque no son dinámicas sino un compendio de datos como en una enciclopedia.
Una crítica así es fantástica. Es consciente de los puntos fuertes y débiles del libro y, como tal, lo indica. Por supuesto, las descripciones detalladas y profundas eran necesarias en aquella época porque, por aquel entonces, no había lugares comunes en la literatura fantástica sobre los cuales trabajar. Si Tolkien hubiera puesto, simplemente, que unos elfos altos y morenos recibieron a la Compañía del anillo, sus contemporáneos no hubieran visto en sus cabezas a esos hombres y mujeres espigados, de pelo lacio y largo, con orejas puntiagudas y piel tersa y sin imperfecciones, casi como la de una estatua de Rodin o Miguel Ángel.
Pero volvamos a la reseña. Si Tolkien la hubiera leído y no se hubiera puesto como un escritor de ego henchido, quizá habría excluido las descripciones estáticas y habría hecho su obra más ligera y dinámica. Sin embargo, él no tuvo la suerte que tenemos nosotros, el poder hablar con nuestros lectores y que nos expliquen cuáles han sido los puntos fuertes y débiles de nuestra novela. ¿Lo vamos a desaprovechar?
Controlar el ego, lo más importante al enfrentarse a una reseña
Como os podéis imaginar, los dos cuadros de arriba son guías planteadas desde el humor. Pero hay algo importante que me gustaría destacar, y que tiene que ver con el ego del escritor y con el aprecio o desprecio que profese a la persona que hace la reseña.
El ego del escritor debe estar equilibrado entre la confianza absoluta y la inseguridad. Un ego demasiado inflado hará que no prestemos atención a nuestros fallos ni a los consejos bienintencionados de quien puede ayudarnos. Por el contrario, uno demasiado débil puede paralizarnos y empujarnos a abandonar la escritura.
Por otro lado, es importante que valoremos al crítico en su justa medida y que no nos dejemos llevar por falacias. Me refiero, por ejemplo, a la falacia de autoridad, que da por hecho que todo aquel que tiene una formación reglada en literatura será mejor escritor o crítico que quien no la tenga. En ocasiones, hay personas con un instinto o sensibilidad especial para juzgar una obra, bien porque haya leído mucho, bien porque haya aprendido de otras fuentes. Si nos rigiéramos por la titulitis o un ego mal dimensionado, podríamos desaprovechar la oportunidad de aprender que nos ofrecen.
Así pues, lo que necesitamos como escritores es tener la mente abierta, analizar de dónde viene la crítica y aceptarla sin que nada nos afecte en exceso, ni para bien ni para mal. Y, sobre todo, tener en cuenta que una obra no puede gustarle a todo el mundo así que, en algún momento, nos tocará lidar con cosas que nos duelan. Que también somos humanos.
Tampoco es normal que una obra le guste a todo el mundo. Si es así, algo raro está pasando y, probablemente, la razón sea el autor.
Qué hacer cuando recibimos una crítica, sea como sea
Aquí aparece mi lado de relaciones públicas. Si tenemos costumbre de responder a las reseñas positivas que nos hacen, debemos hacerlo también con las negativas. No es necesario dejar claro que nuestra opinión es diferente a la del crítico porque es evidente. Si no, no habríamos escrito la novela tal como lo hemos hecho. Solo daremos las gracias por su tiempo y, si ha hecho una crítica educada, podemos desear sorprenderle con nuestra próxima obra.
Ante las críticas, además, tenemos la oportunidad de comprobar si se repite la misma queja o elogio. ¿Dicen que la prosa es simple? ¿Que los personajes son planos? Sea lo que sea, si más de una persona lo ha detectado, igual tienen razón. Por otro lado, si la gran mayoría de reseñas alaban la trama o el desenlace, nos lo apuntaremos como uno de nuestros fuertes y nos preguntaremos si destaca porque es muy bueno o si sobresale porque el resto de elementos de la novela son anodinos.
Sea como sea, no dejemos que las reseñas únicamente alimenten o dañen nuestro ego. Son muy valiosas para conocer cómo encandilar a nuestro público objetivo y cómo conseguirlo. No las desperdiciemos.
Carla Campos
Imagen de Tim Bogdanov on Unsplash
Las peores críticas para mi, son las de otros escritores. Aunque sean buenas siempre hay un «pero», siempre. Supongo que es inevitable, yo por eso procuro no hacer criticas a autores que empiezan, como yo :-))
Esas y las de lectores «especializados» que solo leen cosas de su género (aunque ninguno te confesará eso). Tarde o temprano dirán aquello de «ya lo he leído en otra ocasión» o «no es enteramente original». La literatura es muy amplia y por eso se habla tanto en el mundo editorial de identificar a tu tipo de lector.
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¡Muchas gracias, Nicholas! A mí sí que me gustan las críticas de otros escritores, sobre todo si son personas que han trabajado mucho en sus libros y se han formado para tener una lectura crítica. Ellos pueden ver cosas que yo no he visto así que, ¿qué mejor consejo? Por supuesto, no tengo por qué estar 100% de acuerdo. Sin embargo, siempre pondrán el punto de vista de un profesional.
Por otro lado, lo de la originalidad… En fin, ¿qué hay original hoy en día? Todas las historias ya están escritas y es muy difícil no inspirarnos, aunque sea inconscientemente, en obras que hemos leído. Para mí, lo importante para que un libro me guste no es el tema sino la forma de narrarlo y el punto de vista ^__^
¡Un abrazo!
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Totalmente de acuerdo en lo que dices que la unica forma de ser original es en la forma de narrar. Todas las historias se han contado ya de una forma u otra, al menos si miramos en lo que realmente importa.
Yo solo critico obras de escritores cuando me lo piden explícitamente y como dices, como un ejercicio mutuo de aprendizaje y siempre, siempre en privado (salvo alguna excepción)
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Gran entrada, Carla.
Creo que no se puede ser crítico sin ser autocrítico, como tampoco escritor si no estás dispuesto a recibir críticas… pero, esos son ideales difíciles de poner en práctica.
Un saludo.
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Muchas gracias, Paula.
Tienes toda la razón: la autocrítica es importante, siempre y cuando no haga que te pongas piedras en el camino. Llegar al equilibrio y conseguir mantenerlo en todos los ámbitos del escritor es lo más complicado. Pero oye, para eso estamos por aquí: para apoyarnos e intentar aprender y mejorar cada día, que nadie es perfecto ^__^
¡Un abrazo! Y gracias por tu comentario ^__^
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A mí me influye mucho mi propio estado de ánimo. Hay veces que saco partido de cualquier crítica que escucho sobre mis escritos, otras que hasta lo bueno me parece exagerado o sin fundamento. Que hablen de tu novela puede parecerse a que hablen de tu hijo, puedes estar viendo alguna cosilla que podrías mejorar pero no te gusta que los demás te lo digan. Y siempre depende de las palabras que se usen. Hay gente que solo quiere hacer daño y ya. Gracias por el artículo.
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¡Gracias a ti por comentar!
Te entiendo perfectamente. Dejar de lado nuestro ánimo y ser fríos y metódicos ante una crítica es realmente difícil. No siempre vamos a tener el cuerpo para poner la mejor de nuestras sonrisas. Y no había caído en eso mientras escribía el post. Supongo que, si no tenemos el cuerpo para fiestas, es mejor intentar olvidarnos de la crítica para tomarla cuando estemos de mejor humor y podamos aprovecharla.
Y es cierto que hay gente que solo va a joder. Y perdón por la expresión. Es una pena que haya personas con tanto tiempo libre y tantísima mala leche.
¡Un abrazo!
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A mí me cuesta horrores conseguir críticas. O más bien, profundizar en ellas. Termino deduciendo que al «crítico» en cuestión en realidad no le parece que merezca la pena hablar más de ello. Es como si no hubiera conversación posible, como si las críticas no fueran material de interacción y solo cupiera leerlas u oírlas, como si cualquier comentario por mi parte supusiera ¡una crítica negativa a la crítica!
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Creo que depende mucho de la plataforma que se haya usado para la crítica. Por lo general, el que comenta en Amazon no espera que el autor le conteste. De hecho, nadie ha contestado nunca a una crítica mía desde la plataforma así que no sé si nos llega un aviso o no (aún tengo que averiguarlo). Quizá, cuando preguntas por ahí, la gente no se entera de que lo estás haciendo.
Por otro lado, hay que tener mano izquierda para que no parezca una crítica negativa a una crítica. Pero es muy complicado, jeje. De todas formas, te contesto en tu siguiente comentario ^__^
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Hay cosas que son habilidades que cada uno desarrolla mejor o peor, y que se van aprendiendo a golpe de ensayo y error. Debo confesar que sé manejar mejor las críticas negativas que las positivas, en lo que a la interacción con la persona que hace la crítica se refiere, excepto por un punto: parece ser que nunca hago las preguntas correctas para profundizar en la crítica. Alguna vez he tenido la sensación de que la persona que hacía la crítica no consideraba adecuado que yo hiciera comentarios o preguntas de vuelta. Si no es mucho preguntar, ¿puedes explicar un poco cómo maneja esta fase la relaciones públicas que hay en ti?
Gran entrada.
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Vamos allá. Como te decía antes, puede ser complicado comentar una crítica negativa y que no parezca que te ha sentado mal o que estés atacando al lector.
Creo que lo más fácil es ser sincero y explicar las razones por las cuales quiere profundizar un poco más en la crítica. En la gran mayoría de ocasiones, si expones de forma educada y amable qué es lo que has querido conseguir con tu novela, relato o artículo y qué dudas te surgen a raíz de leer la crítica negativa, acompañado de una petición de ayuda, la gente valorará positivamente tus palabras y no le importará ayudarte. Es más: a todos nos encanta que nos pidan la opinión. Más aún en Internet. Si das la oportunidad de darla, sin que suene a «explícame bien esto, listilla/o» cuando lo haces (o lo hacemos), seguramente te la darán.
Pero vaya, que aquí cada uno es un mundo y por muy bien que lo hagas, te encontrarás con gente que pase olímpicamente. Si quieres, la próxima vez que te pase, avísame e intento echarte un cable. Ya sea por aquí o en http://www.carlacampos.blog, donde tienes un formulario de contacto y todo.
¡Un abrazo! Y gracias por tus comentarios.
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Mira por dónde, al final el navegador no se había colgado y sí mandó el primer comentario 🙂 Perdón por hacerte trabajar el doble.
Gracias por tu(s) pronta(s) respuestas. La plataforma de feedback en la que suelo buscar reacciones es la presencial. A pesar de haber tenido que escribir mi comentario dos veces, no me di cuenta de que no estaba mencionando que, en mi caso, no se trata de escritura. Escribo, pero como complemento de otros procesos creativos que no terminan nunca en internet. Pero tu artículo es estupendo porque es perfectamente aplicable a las críticas artísticas en general.
Deberían enseñar mano izquierda en los colegios jajaja. Entiendo lo que me comentas, a ver si poco a poco voy encontrando la manera de concretar las razones que me impulsan a pedir que extiendan las explicaciones sin parecer que les estoy haciendo un examen. Porque sí es verdad que al final cuando se trata con personas que no son cercanas hay cierta reserva natural, y cuando es gente de confianza puede ser como exigirles que se salgan de su rol cotidiano, y en los dos casos es fácil que las cosas suenen a eso, a «explícame bien esto, listo».
Muchísimas gracias por tu oferta, muchas muchas. Desde luego, aprovecharé para ver tu web, no sabía de su existencia.
Gracias de nuevo y cordiales saludos con inclinación de cabeza.
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Muy buena entrada Carla. Es cierto que el ego hay que dejarlo un poco aparcado y ser más humildes. Particularmente me encantan las críticas constructivas que son las que te hacen crecer. En cuanto a lo que dices de Tolkien y el dinamismo de las redes de ahora, tienen su aspecto positivo y negativo, nunca llueve a gusto de todos. Por eso en algún momento hay que dejar el escrito según está. Habrá a quien le guste y a quien no siempre.
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Toda la razón, Bego. Reconozco que, cuando pienso en las críticas constructivas, las relaciono directamente con la escritura más que con la obra en sí. Por ejemplo, me refiero a esas críticas que hablan de diálogos forzados o prosa emperifollada… Cosas que están ligadas a la forma de escribir y que afectarán a todas las novelas del autor.
De todas formas, nunca está de más hacer revisiones de novelas cada cierto tiempo. O quizá sí, depende de cada uno en realidad.
Y sí, no todas las obras gustarán a todos los públicos. Y así ha de ser que, sino, ¡menudo aburrimiento!
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Carla, te estás convirtiendo en mi «guru» de cabecera. Me encanta tu entrada. Y la prueba de que no es pasión de amiga, son los comentarios tan juiciosos y atinados que has generado. Admiro esa claridad que sale de cada artículo tuyo, en el sentido de que tienes muy claro por donde caminar en este mundo de letras. Yo (lo sabes, y sin embargo me quieres, jejee) todavía ando en la etapa de afonía cuando pienso en encontrar mi famosa «voz» literaria. Por eso me apasiona compartir parte de tu ruta, y que compartamos casita en nuestro Mocade. ¡Enhorabuena, artistazaaaaa!
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