Hoy solo os dejo palabras. Porque la historia la vais a saber escribir vosotros.
A mi hijo.
Mi infancia. La infancia con mis amigas. Cuentos de hadas en los que todas, por turnos o a la vez, somos las protagonistas. Nosotras, de princesas. Los niños, de vaqueros y de indios. Bicicletas para ellos. Futbol. Barbies para nosotras. Jugar a las casitas. El colegio. Algodón rosa en la feria.
Las manillas del reloj. El tiempo medido en segundos.
La universidad. Las muñecas olvidadas. Las bicicletas oxidadas. Maquillajes. Barras de labios compartidas. Fiestas de pijama. La pandilla, numerosa y divertida. Excursiones con los chicos. Los bailes. La pandilla, cada vez más reducida. Las primeras parejas. Los cuentos transformados en novelas rosas. Algodón blanco para desmaquillarse.
Amaneceres y anocheceres. El tiempo medido en días.
Las primeras bodas. Mis amigas, de blanco. Yo, de blanco. Casas propias. Mi casa. Sus casas. Barbacoas compartidas. Mi marido. Sus maridos. Coches. Trabajos. Peluquería. Recetas de cocina de una casa a otra. Sábanas de algodón.
Las hojas del almanaque. El tiempo medido en meses.
El embarazo de la primera. La emoción del resto de nosotras. Sus embarazos. Mi propio embarazo. Tiendas de ropita de bebé. Ecografías. Lista de nombres. Unas, de niña. Otras, de niño, igual que yo. Preparar las canastillas. Partos. Cesáreas. Visitas, regalos. Cajas de bombones. Pañales. Amor. Amor a raudales. Cuentos más olvidados. Novelas llenas de polvo. La vida. La película de la vida. Mil veces mejor que mil cuentos y novelas.
Paseos por el parque con niños abrigados en sus cochecitos en invierno. Primavera. Cochecitos guardados. Sillitas de paseo. Pequeños que empiezan a dar sus primeros pasos. Mi pequeño sentado en el césped. Ropa que se queda pequeña. Niños que se acercan a otros niños para jugar. Niños que sonríen a los niños que se les acercan. Niños acercándose al mío. Mi niño, que llora cuando llegan los otros. Niños que corren. Un niño sentado en el césped. Mi niño. Niños que ríen. Un niño que grita. Mi niño. Las mismas mujeres. Amigas de antes. Vecinas de ahora. Miradas de reojo. Sonrisas forzadas. Palabras amables. Mentiras amables.
Las cuatro estaciones. El tiempo medido en años.
Calendarios en la pared de las cocinas. Fiestas de cumpleaños marcadas en rosa en los suyos. Citas médicas en el mío. Padres que llevan a sus hijos al fútbol. El padre de mi hijo. Partidos en el televisor, con auriculares. La puerta del salón cerrada. Mi casa, que cada vez parece más pequeña. El mundo exterior, que cada vez parece más grande.
Niños de otras llorando por heridas en las rodillas. Peleas y reconciliaciones de chiquillos que duran lo que un suspiro. Mi niño con heridas. Rabietas. Autoagresiones. Vigilar las uñas, que siempre estén cortas. Arañazos. Noches de insomnio. Aullidos a la luna.
Niños comiendo helados. Niños gorditos. Niños inquietos. Niños sudorosos. Mi niño. Percentil bajo de peso. Preocupaciones del pediatra. Soluciones que no lo son.
Supermercado. Carrito de la compra. Madres llenándolos de compresas, de lazos para el pelo, de cuchillas de afeitar. Mi propio carrito. Pañales de bebé. Talla extra grande. Tiritas. Betadine. Farmacia después del supermercado. Vitaminas solubles. Batallas a la hora de comer. Impotencia frente a la báscula. Sus kilos, cada vez menos. Mis kilos, cada vez más. Su ayuno. Su anorexia. Mi gula desesperada.
Actividades extraescolares de los hijos de otras. Clases de inglés. Baile. Kárate. Mis actividades y las de mi niño. Logopeda. Psicólogo. Estimulación. Fisioterapia. Regar las plantas del jardín, aunque no crezcan. Cambiar la hora de la compra. Ir al súper después de comer. Dinero justo. Sin tarjetas de crédito.
Primavera en el barrio. Invierno en mi hogar.
Casas en las que cada vez hay más habitantes. Nuevos bebés. Madres de otros niños sin tiempo para más cosas. Intercambios de recetas de cocina que no llegan a la mía. Mi casa, ahora más vacía desde que nos quedamos solos los dos. Mirada que nunca me corresponde. Música que escapa por las ventanas de otras casas. Cristales cerrados en la mía para mantener presos los gritos, los llantos, las rabietas, las autolesiones. Ambulancias en la puerta de mi casa. Hospitales. Ida y vuelta.
Mujeres del barrio que ahora ven su vida a través de sus hijos. Niños que vuelven a protagonizar cuentos de hadas como los nuestros. Que van al colegio. A la universidad. Mi niño. Internet. Búsquedas. Programas de modificación de conducta. Dietas. Logopeda. Psicólogo. Siempre. Seguir regando las macetas.
El tiempo se detiene. La primera noche de seis horas de sueño sin interrupciones. Salir de casa. Paseos cortos dando la vuelta a la manzana. Viajes al contenedor de basura con bolsas llenas de objetos inútiles. Decoración de la casa. Pizarras en todas las habitaciones. Fotos clavadas con chinchetas en las pizarras. Rutinas. Seguridad. Apoyo en una asociación. Madres como yo. Nuevas amigas.
Ya no hay reloj, ni almanaques, ni estaciones. El tiempo se mide en objetivos alcanzados.
Adolescentes que llegan de madrugada. Reproches. Chicas bebidas. Madres con arrugas y patas de gallo. Divorcios y heridas nuevas en sus vidas. Cicatrices que ya son historia en la mía. Ya no hay luces naranjas giratorias reflejadas en los cristales de mi casa. A veces, luces azules frente a las casas de otros en mitad de la noche. Policía llevando a adolescentes bamboleantes y despeinados.
Gritos y discusiones que escapan a través de las ventanas de otras casas. Silencio que reina dentro de la mía. Sin música. Sin diálogos. Silencio bendito. Silencio anhelado. Silencio sin gritos, sin llantos. Silencio sin rabietas. Paz. Macetas que empiezan a florecer.
Pasar de largo por los pañales del supermercado. Empezar a comprar verduras. Experimentos en la cocina. Sus kilos, que suben. Mis kilos, que bajan. Natación. Descubrimiento del agua. Juegos en la piscina. Reencuentro con músculos de la cara que creíamos perdidos. Sonrisas frente al espejo. Sonrisas frente a frente. Contacto visual.
Ventanas abiertas. Silencio que escapa. Palabras que entran. “Mamá”. “Agua”. “Pelota”. Palabras que se multiplican. Fotos quitadas de las pizarras. Noches sin pesadillas. Noches blancas.
Verano. Calor. Luz. Aunque en el barrio y en el mundo esté nevando.
Programas específicos. Prácticas adaptadas. Más sonrisas. Más palabras. Un viaje en tren. Felicidad. Riesgo. Un viaje en avión. Campeones. Un viaje en barco. Aprender a montar en bicicleta. Besos. Abrazos. Te quiero. Te quiero.
El mismo barrio. Casas que ahora son nidos vacíos. Mi casa, llena.
Mi vida.
Sus ojos en mis ojos.
Su mano en la mía.
Mi niño.
Te quiero.
Adela Castañón
¡Hola, Adela!
Me encanta tu particular “bajada a los infiernos” en contraste con el ascenso de tus amigas. Mientras tú caes, ellas suben. Pero en tu infierno encuentras a la bella Proserpina-Javi. Y amorosamente vas encontrando la luz, gracias a este niño autista. Él te hace retornar levantando el vuelo. Y tú sales de tu particular infierno con las alas de ese niño al que quieres y te quiere.
Has logrado un relato maravilloso, profundo y emotivo.
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Querida Carmen: gracias por tu cariño y por acompañarme en esta aventura de escribir, amiga. Un beso grande.
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No sé qué decir, así que mejor me callo y me siento a tu lado y te ofrezco un trozo de silencio y toda mi admiración.
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Gracias, Margarita. La admiración es mutua, y la compañía en este amor a las letras un magnífico disfrute. Un abrazo.
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Me gusta mucho tu forma de escribir 🙂
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¡Muchas gracias! Palabras así me animan a seguir escribiendo. 🙂
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Querida Adela: Es lo mejor que has escrito nunca desde todos los puntos de vista, el literario también. Me rindo. Eres única. Eres una extraordinaria escritora. Que eras una extraordinaria madre ya lo sabía. Enhorabuena con toda mi alma y mi corazón. Te sigo queriendo mucho
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Querido Curro:
Pues esta persona que no tiene tantas cosas extraordinarias, sí que presume de una: de tener un extraordinario amigo. Yo también te sigo queriendo, y siempre me quedaré corta al agradecerte que me encarrilaras en esta senda de la escritura. Muchos besos.
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Querida Adela, me has dejado con la boca abierta, que maravilla de mente tienes, no te has dejado nada de tu vida fuera. Además me has hecho revivir cosas del pasado de una madre. Bueno eres unica escribiendo, Dios te conserve ese don que te ha dado. Ya queda menos para tu libro, amiga mia ya te he dicho, que te tengo que querer, y te quiero. Un besazo muy fuerte. Thanks for sharing. 😘💙😘💙🙏
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Querida Pamela:
Gracias a ti siempre por tu cariño y tu apoyo. Amigas y lectoras así son para mí una preciosa razón para seguir escribiendo. Otro beso enorme para ti. 🙂
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¡Gracias!
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Querida Adela:
Es la segunda vez hoy que consigues que me emocione y ahora se trata de
» Vida» . Es de una ternura extraordinaria. Un relato inmenso.
Muchos besos.
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Querida María del Mar, la ternura de la historia nace de nuestros niños. Muchas gracias y un montón de besos.
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Querida María del Mar: no es la primera vez que compartimos emociones, ni será la última. Muchas gracias por tus palabras y un abrazo enorme para ti, para Jesús y para Jesusillo. ¡Animo!
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Relato escrito con el alma y que derrocha amor. Muchas gracias por compartir esos sentimientos .
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Muchas gracias y un abrazo!!
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