#soñandoconvirus
Los altavoces de las calles pedían que todos nos cubriéramos las caras con trapos. Que nos dejásemos dos agujeros en lugar de los ojos. Una especie de burka, pero solo de cabeza. Los amantes que en ese momento se estaban besando en un rincón oculto del jardín se apresuraron a quitarse las caras. Las guardaron en una maceta y las cubrieron con pétalos de rosa. Entonces sus cabezas no tenían ni derecho ni revés. Bueno, se notaba lo que había sido la nuca porque les creció el pelo hasta la cintura y se les enredó con las hojas del emparrado. Por delante era medio balón color carne. Cuando ella dejó su cara en la maceta, se le metieron semillas entre las uñas y, al rascarse los ojos con las manos, le cayeron las semillas dentro de las cuencas vacías. En menos de dos horas unas tupidas madreselvas le ocultaron la cara.
Una hiedra abundante les cubrió la espalda y les enredó los brazos. Estaban paralizados e integrados en la naturaleza cuando una rama de madroño comenzó a lanzar bolas rojas y pinchudas que con el aire se volvían invisibles. Intentaron atraparlas con las manos, pero se les clavaban y los dejaban inútiles.
Las rosas perdieron los pétalos y los girasoles miraron al suelo. Las bolas atacaron a las azucenas y les perforaron las hojas blancas, como cuando caen grandes bolas de granizo.
Las gentes corrían despavoridas. Aquella lluvia invisible que se calaba hasta los huesos les hacía tiritar. Intentaron entrar en sus casas. Todas estaban cubiertas por un musgo blanco, agarrado con ganchos. Se montó una gran algarabía. Nadie reconocía a sus padres ni a sus hijos. Y los que eran atrapados por las bolas se volvían invisibles. Los niños mordían las manos de los abuelos, los jóvenes escupían en las caras de los viejos.
En plena batalla, se hizo de noche y una cara con barba de chivo y dos ojos achinados brillaron en el cielo. Poco a poco volvió la oscuridad y una lluvia de bolas pinchudas de colores cayó sobre nuestro árbol de Navidad cuando estábamos cantando villancicos.
Carmen Romeo Pemán
Qué gran imaginación, Carmen, y qué terrible pesadilla.
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Es que estamos viviendo una pesadilla de dimensiones dantescas.
Muchas gracias, Josefina, por pasarte a comentar. Un abrazo.
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Muy bueno. Carmen como todo lo que escribes un beso y gracias
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Gracias, Pilar! Eres una de mis lectoras más asiduas y muy generosa conmigo.
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Me ha impresionado sobre todo nuestra fragilidad y con qué facilidad desaparecen nuestros rasgos y todo es terror, deseo d salvarnos y destrucción colectiva.
Espero q lo nuestro se quede en miedo y lo podamos vencer….
Y me encanta q con toques certeros y breves, subes el nivel de impotencia y terror, desbordando con imaginación el lado humano más vulnerable…
Gracias, Carmen, y un abrazo…
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Merche, qué buenos son tus comentarios. Mejoran mucho mis textos. Y no sabes cuánto te lo agradezco. Un abrazo grande. También para Martín.
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