#relatoscovid
Redondo, picudo, una veces rojo, otras verde y otras blanco como un vilano que sale de la nada. Nadie lo ha visto. Pero inunda las calles y lleva armas letales. Mata sin cuchillos ni navajas. No tiene bombas ni arsenales de armas. Tampoco señales de alarma. Basta con un suspiro de la persona que tengo sentada a mi lado en un banco del parque para que empiece una guerra cuerpo a cuerpo. Pero, ¿una guerra?, ¿contra quién? Nadie lo sabe y todos lo sabemos. Me aparto de la gente, me cubro la cara con una máscara y busco con desespero un grifo donde lavarme las manos. Como si hubiera cometido un crimen. Cuando alguien se acerca, me sube un sofoco que me impide respirar. Huyo corriendo. Me acerco al banco más solitario del parque, en un rincón oculto por el ramaje. Miro en los alrededores. No veo nada. No lo encuentro. Pero puede estar agazapado en cualquier grieta. A lo mejor entre las hojas de los árboles. Decido no sentarme y volver a mi casa.
Nadie lo conoce ni sabe cómo se mueve entre nosotros. No es un ninja ni un gnomo. Tampoco tiene efectos mágicos, aunque lo parece.
Aún es pronto para comer. Enciendo la televisión y veo a un mago que dibuja curvas y habla del número de muertos. Entonces empiezo con las llamadas de teléfono.
—¿Qué hago? ¿Qué vas a hacer? —le pregunto a mi hermana
—Nada. Yo me quedo en casa. Y tú quédate en la tuya. ¡Ah!, y no abras a nadie —me contesta con un temblor en la voz.
Doy vueltas por las habitaciones. Miro los vasos. Nada. Entonces me pregunto: “¿Nos estaremos volviendo locos?” Pero no. Los muertos son reales. Se apilan en bolsas de plástico negro en un palacio de hielo, como si estuvieran dispuestos a patinar. Nadie se atreve a enterrarlos.
Cierro las ventanas. Coloco mantas y toallas enrolladas en las rendijas. Convierto mi casa en un fuerte, como los refugios antiaéreos. Entonces empuño la antigua máquina de Flit, pero está vacía. Ya no venden Flit ni DDT. Cojo una palangana y voy rociando la casa con gotas de lejía, como hago en Semana Santa con el agua bendita: Asperges me, Domine. No sé por qué pienso que el olor de la lavandina ahuyentará a mi enemigo para siempre. Entonces, con calma disuelvo jabón en un tarro y comienzo a hacer pompas detrás de los cristales. Son mi bandera contra el miedo.
Por la tarde me coloco un yelmo con barbuta y, como don Quijote, salgo a buscar aventuras en las calles vacías. Acaricio las estatuas. Me tumbo junto a la Mujer dormida de una avenida y pierdo el conocimiento. Sin saber cómo, unos extraterrestres me cogen y me meten en una nave espacial que lleva puesto el ¡uuuuh, uuuuh! ensordecedor de una sirena. Al final del túnel, me despiertan los borboringos de mis entrañas. ¡Puajj!, ¡puajj! Los tubos que me atraviesan la garganta solo dejan escapar algún ¡bzzz!, como si me hubieran metido mosquitos molestos. Unas luces de colores se encienden y apagan como en un festival de cabaret. Cuando se encienden todas a la vez se me acercan unos ojos gatunos que me miran desde dentro de una máscara de carnaval. Poco a poco voy entrando en un sopor. De momento la partida se queda en tablas. Y yo me siento encapsulada por un vilano invisible, por un vilano de la primavera cuyas plumas vuelan hacia la nada.
Carmen Romeo Pemán
Fotografía principal, la que encabeza el artículo: VILANO DE SENECIO. Del blog de Montse. Botanic Serrat. Propiedad de la autora. Disponible en: https://letrasdesdemocade.files.wordpress.com/2022/01/6ed0b-botanic2bserrat2bvilano2bsenecio1.jpg
Muy bonito , Carmen y muy sentido , que llega al corazón y perfecto para hoy día primero del año 2022 , me has hecho vivir con tu relato , todo lo que he vivido en esta pandemia y quizá lo que queda por vivir . Muchas gracias . Lo había guardado para olvidarlo , pero me has hecho revisarlo y unirme a tantas personas que sienten igual . Un abrazo y mucha admiración .
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¡Gracias, María José! Esto no se nos puede olvidar nunca. Han sido demasiados muertos. Un abrazo solidario y feliz Año Nuevo.
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Que nada nos encapsule en este nuevo año recién estrenado. Ojalá.
Feliz 2022, Carmen
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¡Feliz Año Nuevo, Margarita! ¡Goyoso Cabo d’Año! Bonnée Année ! And a Happy New Year !
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Ojalá nos volvamos más empáticos, respetuosos y fraternales. Feliz 2022 Carmen
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Yolanda, lo concebí cuando estaba infectada de covid. Ya me han dado de alta. Pero nunca olvidaré esta experiencia. Mi empatía y mi sororidad contigo. Un beso.
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Ya sabía yo que la musa te visitaría en estos días de encierro y nos traerías un regalico de reyes!
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¡Gracias, Chesus! Alguien tiene que contar, y seguir contando este horror colectivo. Cuando lo estás pasando es miedo es más vivo. Afortunadamente, superado sin secuelas.
¡Goyoso Cabo d’Anyo!
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Muchas gracias por tu lectura y por el párrafo seleccionado.
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