Todas las noches se duerme con una libélula de peluche abrazada a su pecho. Sabe que, si lo hace, conseguirá entrar en ese mundo que solo existe entre sus sábanas. La libélula es ella, y ella es la libélula.
Con los ojos cerrados, las dos alzan el vuelo y ella sueña. Inventa historias en sus mundos creados, corre aventuras, vive la vida a tope. Y así todas las noches.
Al despuntar el día, cuando el sol entra en su cuarto, la besa y la despierta, y entonces ella llora. Su llanto dura lo que dura un suspiro, lo que tarda en abandonar el lecho para volar a su rincón privado, al escritorio donde sus dos amantes, el papel y la pluma, la esperan impacientes. Coloca frente a ella a la libélula y la escucha. Se sienta, observa los folios y acaricia el papel. Se muerde el labio y escribe frase a frase todo lo que ha soñado, aquello que perdió al abrir los ojos.
Al terminar, sonríe feliz. Una vez más ha ganado la batalla y ha podido atrapar esa vida que de día se le escapa, ha logrado inmortalizarla en el papel y sabe que podrá vivirla una y mil veces, aunque llegue la luz de la mañana.
Adela Castañón
Un relato delicioso. No se puede decir más con menos.
amiga, eres una maga de los sueños y de la palabra.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Eres un amor, amiga. Mil gracias y mil besos.
Me gustaMe gusta