En junio de 2019, como otros años, me paseaba por la Feria del Libro en la plaza del Pilar de Zaragoza. De repente, vi a una chica, para mi joven, que corría y daba vueltas de una caseta a otra. Me la quedé mirando. Sí era ella, Eva Pardos. La misma que corría de un aula a otra en las clases del Pabellón Sur del Instituto Goya, cuando yo hacía todas las guardias allí. Aquel año de mis guardias, ella estaba en primero de BUP. Era dicharachera, alegre y contagiaba con su risa.

Eva Pardos en Amsterdam, en el museo de Van Gogh.
Seguí viéndola dos años por los pasillos del instituto. Era amiga de algunos de mis alumnos.
En tercero fuimos juntas al Viaje de Estudios a los Países Bajos. En Amsterdam visitamos una exposición monográfica de Van Gogh. Volví a verla correr por los pasillos. No se quería perder ni una sola obra. Yo la miraba cómo se relamía y cómo sentía la adicción que produce el sabor de la belleza estética.
No la tuve en el aula hasta COU. Ese año la disfruté. Que eso es lo que le sucede a un profesor cuando contagia el amor de su asignatura a un alumno. Eva fue una de esas alumnas que nunca pasan desapercibidas. Tenía la misma mirada inquisitiva con la que también ella me reconoció en la plaza del Pilar.
—Hola, Carmen, ¿te acuerdas de mí?
—¿Cómo te voy a olvidar, Eva Pardos Viartola? —El nombre y los dos apellidos de mis alumnos se me salen de golpe. Se me quedaron grabados a fuerza de pasar lista todos los días—. ¿Qué haces por aquí con esas carreras?
—Pues que firmo dos libros. En dos casetas.
—¿Cómo?¿Dos?
—Sí. Un libro de relatos, Sabor metálico. Y participo en una antología: Mujeres a la orilla del Ebro.
La acompañé a las dos casetas. Compré sus dos libros y comenzamos a charlar del pasado, del paso del tiempo, del presente y de sus ilusiones de futuro. Y a partir de ese día hemos mantenido una relación fluida.
Me invitó a que le presentara Sabor metálico en Madrid, pero me resultó imposible. Y le prometí que se lo presentaría aquí, en Letras desde Mocade.
Eva, espero no defraudarte.

En Sabor metálico reúne diecisiete relatos, diecisiete ventanas abiertas a mundos nuevos. El afán de novedad en temas y técnicas le da un toque de juventud. Pero su prosa ya es madura y experimentada.
El sabor de cada relato
En una especie del cuaderno de bitácora saboreé cada uno de los relatos, acompañada por su autora, que de vez en cuando me apostillaba para aclarar mis dudas.
Estas notas se pueden leer de forma parcelada. Antes o después de cada relato. Son pequeñas contraportadas que pretenden ayudar a desentrañar el sentido profundo de los textos y animar a su lectura.
No están pensadas para leerlas de tirón, sino para acompañar a una lectura pausada, como se suelen leer los libros de relatos y de poemas.

Vanesa y los juguetes
Aquel día salió al jardín, apiló sus juguetes y los quemó. Mientras ardían pensó: “Ya sé por qué el hombre necesita medir el tiempo”.
El tic-tac y los juguetes evocan algo muy profundo. Con historia de Vanesa, con un tránsito a la vida adulta y su decisión de quemar la nostalgia, Eva recrea el ubi sunt de Manrique y la obsesión machadiana del tiempo. Ese tiempo garcilasista que seguirá cambiándolo todo, “por no hacer mudanza en su costumbre”.
La incertidumbre del tiempo está muy bien reflejada en el final abierto del relato.
Cuando Eva me dijo:
—Carmen, es el primer relato que escribí.
No pude por menos que contestarle:
—Yo no te contagié el amor por la literatura. Solo te ayudé a reconocer unos instintos que llevabas dentro y que tardaron unos años en despertar. En este relato ya está todo tú mundo, así que es un buen comienzo. Me atrevería a llamarlo un relato-prólogo.
La Tierra dejaba de girar
Esta distopía, en la que un suceso extraordinario nos invitar a pensar en la pérdida de la normalidad cotidiana, me ha recordado El año de la inmortalidad de escritora aragonesa Ángeles de Irisarri.
La Tierra que poco a poco va dejando de girar es una señal apocalíptica en la van entrando elementos fantásticos.
El primero un Profeta paradójico, “la premonición del pasado”. Como Mínimo, un personaje de El estrellero de San Juan de la Peña de Ángeles de Irisarri, camina hacia atrás en el tiempo en busca de su pasado.
“La que huye sin saber adónde” personifica un sentido trascendente nihilista.
Y el Grupo, cada vez más numeroso, me hace pensar en una humanidad que ha perdido el norte. Al final se produce el choque inevitable y la Tierra deja de girar.
La gran habilidad de Eva consiste en que dota de acción y movimiento a una fábula trascendente. Nos muestra lo maravilloso y sus efectos sin necesidad de explicarlos.
El sofá
—¿Y este relato tan diferente? Yo veo una serie de acciones casi vertiginosas, pero sin una trama bien definida, como sin nos quedáramos en el regusto de sumar anécdotas sucias —le dije.
—¡Jajaja! Me encanta que lo hayas visto —me contestó—. Es un pequeño homenaje a la “generación beat” y al “realismo sucio americano”. Lo escribí a partir de un relato largo y luego fui quitando hasta dejar el armazón. Si te das cuenta, al final el ritmo frenético, acelerado por las frases cortas, da paso a una situación relajada.
—Pues, Eva, solo puedo rendirme a tus pies. Supongo que será muy del gusto de la gente de tu edad, de los que os pasabais los días escuchando a Barricada en el patio del instituto.
Sol mudo
Como profesora de literatura, antes de entrar en el relato, me fijo en la sinestesia del título, del más puro estilo gongorino. Y antes de comenzar a leer ya me enamora.
En el primer párrafo aparece ese Doscastillos que me lleva a tu pueblo de origen, en el corazón mismo de las Cinco Villas. A Uncastillo, que fue un núcleo importante del republicanismo español:
Aparecieron en el pueblo unos hombres con camisas azules e insignias rojas. Solo recuerdo que mataron a los perros y pasaron a ser ellos quienes se reunían cada mañana en la plaza.
Y me permito el lujo de copiar la descripción inicial del paisaje:
La carretera, angosta, como el cauce seco de un río. Un carro tirado por dos bueyes me llevaba a mi destino.
Y esa síntesis con la que nos sumerges en la España Vacía:
No había ni un alma. Después de mucho tiempo recordaría con tristeza ese pensamiento de aquella primera tarde calurosa, porque nunca encontré ni un alma en Doscastillos.
Con gran habilidad mezcla lo natural con lo fantástico. En un pueblo calcinado, donde los hombres no hablan, nos encontramos con una asamblea de perros que deciden las leyes no escritas. Este momento es uno de los mejores del relato, es como una síntesis en forma de fábula clásica. A partir de aquí el mensaje se extiende a toda la narración en olas concéntricas:
Perros que ni envejecían ni enfermaban, que jamás llegaron a mi consulta. Habían estado siempre allí como si la muerte se hubiera olvidado de ellos.
El simbolismo es como el de la Parábola de un náufrago de Miguel Delibes: una sátira contra la deshumanización que producen los fanatismos. En la obra de Delibes, don Genaro, un funcionario sumiso, se convierte en un perro.
La atmósfera asfixiante y las descripciones escuetas ayudan a crear una sensación de desasosiego en el lector.
Chowder
Chowder, “sopa de pescado” en alemán, es un breve diálogo entre un abuelo y su nieto Samuel. Recrea una situación que inspira mucha ternura y que sirve de contrapunto a la dureza del tema.
En el fondo, nuestras lecturas son diálogos con el texto y con otros textos que nos trae a la memoria. Pues bien, desde sus primeras líneas, este relato me reenviaba a La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro. Tanto que tuve que interrumpir y releer a Sampedro. No tienen nada que ver en el contenido, pero sí en el punto de vista y en el tratamiento del narrador.
El abuelo, un emigrante checo, en 1934 era un cocinero de un restaurante de moda en Berlín. Después de ganarse el favor de Hitler, los nazis descubrieron su verdadera identidad. Al final, la historia se cierra con una vuelta a los orígenes.
Cuando le comenté que había sentido el cierre un poco precipitado, me respondió con ojillos de complicidad.
—Quería hacer algo histórico con los alemanes y la Segunda Guerra Mundial. Este relato fue la primera chispa, pero creo que será más largo. O quién sabe, igual lo incluyo en una novela.
—Pues ya que me has revelado un secreto, esperaré con impaciencia esa novela. Y ahora, si te parece, pasamos al siguiente.
Lágrimas en los abetos
Cuenta la reacción que el suicidio de Anelka provoca en su hermano Mijail Novikov. El narrador nos lleva de la mano y, poco a poco, acabamos aceptando cómo el dinero disuelve los deseos de venganza.
—¿Y este giro en tu narrativa? —le pregunté.
—Pues es que soy una enamorada de la literatura rusa y de Chejov. Es un cuento muy clásico, lo sé. Pero me gusta experimentar.
—En el fondo es una denuncia irónica del maltrato de las mujeres.
Eva sonrió. Pero yo sabía que aprovechaba sus gustos literarios para reivindicar los derechos de las mujeres.
Por cierto, Lágrimas en los abetos me hizo pensar en Lágrimas en los tejados de Sandra Araguás, otra joven escritora aragonesa.
Canícula
Un relato de apariencia sencilla en el que las palabras tejen con delicadeza una historia castellana, en la línea de las de los noventayochistas, Delibes o Cela.
El viajero que abandona el pueblo quiere guardar en su pupila todo lo que alcanza su vista:
A la izquierda, el campo de mi abuelo, terreno baldío, ya no hay nada que pueda hacer allí, demasiado joven para quedarse. A la derecha los melocotoneros de su padre, su padre que ya no está. La agonía ha venido y recorrerá el camino que no tendrá retorno.
En estos relatos, con mucha frecuencia, nos encontramos con el fantasma de la España Vacía que tan bien definió Sergio del Molino: un camino sin retorno que solo vive en la nostalgia.
La casa se llenará de risas
Es una historia muy valiente, el negativo del mito del príncipe destronado. Los celos pueden convertir a un niño en un gran malvado. El buen tono de Amelia, la narradora-niña, me recuerda al tono de El príncipe destronado de Miguel Delibes.
Lo novedoso es el juego irónico de contrastes: entre el título y el tema que articula la trama, entre los paisajes soleados y lo sórdido de la historia. Un relato que no nos deja indiferentes.
¡Fuera de aquí todas!
Es uno de los relatos que más me ha impactado. Un texto metaliterario que dialoga con la obra de la que pretende ser un apéndice.
Es una forma ingeniosa de dar salida a Pepe el Romano, el novio de Angustias en La casa de Bernarda Alba de Lorca.
—Eva, ¿cómo se te ocurrió esta genialidad?
—Pues muy fácil, Carmen. Desde la primera vez que leí La casa de Bernarda Alba, se me quedó rondando una pregunta: ¿Qué pasó con Pepe el Romano, un personaje tan grande y tan pequeño en la obra?
Efectivamente, este relato da vida a lo que sucede cuando Bernarda dispara. En ese momento el gran ausente toma la palabra.

Ciénaga de ceniza
Cuando comencé a leerlo, me vi traspuesta al mundo de El perseguidor de Julio Cortázar. A esas noches insomnes a ritmo de jazz.
Pero las técnicas y el contexto son muy modernos. Aquí nos vemos involucrados en “la ciénaga del cenicero que teníamos debajo de la cama”.
Como un enfant terrible, la narradora con un ritmo poético trepidante nos conduce a la locura de las noches de saxo y sexo.
—Este cuento fue una auténtica prueba de estilo. Yo lo llamo un relato circular. Cuando lo releo me da la sensación de dar giros. Es el relato más “loco” de todo el libro. Me inspiré en el colombiano Rafael Chaparro —Eva dixit.
Sabor metálico
Este relato da título a todo el libro. Está contado con una verosimilitud a prueba de fuego. Está tejido con la misma minuciosidad con la que el oficinista, que está de baja por ansiedad, reconstruye la vida de Julia, su nueva vecina. Todo encaja como en una gran labor de orfebrería. Una historia de tomo y lomo: con mucha intriga y con una gran sorpresa final.
El sabor metálico de estas páginas es una metonimia de sabor ácido que impregna todo el libro. No entro en análisis más profundos, diré simplemente que es magistral.
Quince días para la jubilación
Los quince días marcan la edad de la narradora, Eva Dospar, un heterónimo de la autora. Una trama limpia y clásica encierra un mundo musical moderno para hacerlo eterno.
En las dos partes que sirven de marco, la primera y la tercera, la narradora decide escribir un artículo sobre el recién fallecido Paco de Lucía. Y la segunda parte, el recuerdo de sus tiempos universitarios gira en torno a la música de Led Zeppelin: “El grupo que escuché mientras lo escribía”, me comentó Eva.
Curso de escritura
La narradora parece un alter ego de la autora y el texto un ejemplo de autoficción. Pero, a medida que avanza su conversación con el profesor de escritura, va ganando el punto de vista ficcional. Al final, di un respingo en el sillón. El amable profesor resultó ser un coleccionista de amantes asesinadas.
Me quedé sin respiración. Todo me sabía a poco. La historia solo estaba esbozada, sugerida.
Hotel Miguel Ángel
La maleta se convierte en una metáfora de situación que tensa el ambiente. Mi imaginación, como la de la narradora, iba al cien por hora. Al final, como en el soneto con estrambote de Cervantes: “caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada”. Y me entró la risa. ¡Qué humor tan fino!
Vecinas
Muy buena historia. Después de acabarla me seguí desternillando un buen rato. Cuando hablé con Eva de todos y cada uno de sus relatos le dije:
—¡Eres la bomba! No cambiarás nunca. Pero me encanta le aire fresco de tus páginas.
—Pues esta historia me sucedió de verdad. Es una de esas veces en las que la realidad supera la ficción. En las que lo más real parece inverosímil.
Cafetería
La narradora, de un aspecto normal, parte de un aquí y un ahora: la cafetería de la plaza del Pilar de Zaragoza donde se está tomando un café. Y, de repente, le pica la cicatriz del brazo. Esa anécdota, también normal, la convierte en un personaje extremadamente sensible.
A partir de ese momento el relato avanza en dos planos. El real y el evocado. La madurez se contrapone a la infancia.
Cuando el lector funde los dos planos, adivina todo lo extraordinario que evocan nuestros rituales. El resultado es un relato entrañable, con una prosa madura.
De una a dos
El relato más complejo del libro. Como la maquinaria de un reloj de precisión y a la manera de H.P. Lovecraft, el maestro de terror, va desarrollando una compleja historia sucedida en Zaragoza. En lugar de hacer spoiler, dejaré hablar a su autora.
—Es uno de mis favoritos. Ante de sentarme a escribir me leí los cuentos completos de H.P. Lovecraft y muchas crónicas de los periódicos de los años 60. Y después le dediqué mucho tiempo al diseño de la estructura. Quería sintetizar las vidas de cuatro personajes y de tres generaciones. Me encantó escribirlo cuando ya lo tenía el puzle montado.
Para terminar
Sabor metálico, como la mente inquieta de Eva Pardos, es un libro poliédrico. Es un libro joven, que juega con la experimentación. Cada relato apunta hacia un camino literario diferente.
Y eso requiere una lectura en tiempos diferentes. Esa concepción nos obliga a leer y a sentarnos al borde del camino antes de pasar al siguiente. Nos obliga a reflexionar y a releer.
Es uno de esos libros en los que el sabor metálico inicial, con las sucesivas lecturas, se va convirtiendo en agridulce. Y en la última nos deja el agradable sabor de una literatura que nos atrapa.
Eva, tú no me has defraudado.

Presentación en Madrid
Eva Pardos Viartola (Zaragoza 1974). En 1993 acabó el Bachillerato, entonces BUP y COU, en el Instituto Goya. En la Universidad de Zaragoza cursó Biblioteconomía y Documentación, estudios que le ayudaron a que su amor por los libros siguiera creciendo. Actualmente ejerce como docente en «MasterD», una empresa de formación. Y combina su trabajo con la dedicación a la escritura. El curso 2018, volvió a la Universidad y realizó el Máster del Profesorado.
De su vocación literaria
En el Instituto Goya, mi profesora Carmen Romeo, me transmitió su pasión por la literatura. Pero mi vocación por la escritura me llegó un poco tarde, cuando ya tenía 40 años. Como todas las cosas importantes de la vida, entró de puntillas, casi por casualidad. Mi pasión literaria me llevó a uno de los talleres de escritura creativa que entonces proliferaban en Zaragoza. Allí comenzó de una forma muy gratificante mi afición por la escritura. Esta afición me llevó a los talleres de Mario de los Santos, Óscar Sipán, Julio Espinosa e Irene Achón. Con los relatos de esos cursos comencé a publicar en las antologías: “Buscando los orígenes de aquello”, “She was so bad” y quedé finalista en un concurso de la Unión Europea.
Compartí mi pasión con otros colegas y formamos el grupo “La Flama”, al que pertenezco desde 2016. Hoy nos dirige Ángel Gracia, escritor y poeta. Allí vamos desarrollando nuestra propia voz y buscamos la manera de seguir mejorando nuestro quehacer literario.
Quiero aprovechar estas charlas para darles las gracias a Reyes y David, de Pregunta Ediciones. Ellos me han apoyado siempre y me animaron a recopilar todos los cuentos y a publicarlos en un volumen. De su empeño nació “Sabor metálico”.

Obras
Buscando los orígenes de aquello. Antología de relatos. Pregunta Ediciones, 2014.
Mujer ni más ni menos. Concurso de micro-relatos, día de la mujer. Quedó finalista con Horizontes. Parlamento Europeo, 2015.
She was so bad. Antología de relatos pulp. Editorial Aloha, 2016.
Salvajes. Relato. En Ecléctica, Revista de fotografía, mayo de 2017.
Mujeres a la orilla del Ebro. Antología de escritoras aragonesas. Coordinación, Ana Vivancos. Prólogo de Julia Duce. Editorial Apache, 2019.
Sabor metálico. Pregunta Ediciones, 2019. Su primer libro de relatos.

Mujeres a la orilla del Ebro
Aunque no es el objetivo principal de este estudio, me gustaría presentaros a las compañeras de Eva en esta antología de voces jóvenes zaragozanas. Para que no se pierda su memoria, voy a nombrarlas: Lucía Arca, Laura Bordonada Plou, Irene Cisneros, Esther García, Sylvia Marx, Teresa Palomo, Pepa Pardos, Eva Pardos Viartola, Rosa Vidal y Ana Vivancos.
Me habría gustado citarlas a todas con el apellido materno, porque nuestras genealogías femeninas son importantes, pero por alguna razón que no alcanzo a adivinar, solo aparecen con el apellido paterno.
Como ellas dicen: “No importa de dónde venimos, pero sí adónde vamos. Los beneficios de este libro son para Armanixer, una asociación que ayuda a mujeres con discapacidad”.
Recomiendo a los lectores que se acerquen a estas páginas llenas de energía y de prosa novedosa. Estas mujeres rompedoras son la voz de nuestro futuro.
Carmen Romeo Pemàn

De izquierda a derecha: Laura Bordonada, Teresa Palomo, Eva Pardos y Ana Vivancos