Francisca Soria y Concha Gaudó analizaron «El Frago, 1901»

PRÓLOGO. FERNANDO BERMÚDEZ CRISTÓBAL

“He conseguido, mediante mi librería del barrio, el libro tan deseado El Frago 1901.

Merece la pena molestarse para hacerse con un ejemplar de un libro tan singular, escrito por mi amiga Carmen Romeo, catedrática de lengua y literatura. Y no por el hecho del nomenclátor de su dedicación, no por ser catedrática, otras lo son y escriben regularmente, pero Carmen escribe no solo bien, sino muy peculiar.

Me traslada a mi juventud leyendo a los autores rusos, sobre todo a León Tolstoi, con su redacción directa. Me recuerda a dos obras mundialmente conocidas como Guerra y Paz y Ana Karénina. Bueno,  el tema nada que ver con El Frago 1901. O por ejemplo la conocida novela Cien años de soledad de García Márquez, La cantidad de personajes que salen, tanto en Guerra y Paz, como en Cien años de Soledad, es equiparable a El Frago 1901. La cantidad de personajes que Carmen aplica en su libro y la habilidad para saber enlazarlos haciendo una comunión directa y preciosista para comunicarnos que la mujer al inicio del siglo XX era una vecina de segundo grado. En El Frago a excepción de los varones, que gozaban de maestro; las niñas prácticamente no tenían ni escuela, ni maestra. La lucha titánica de la nueva maestra por conseguir un lugar apropiado para poder dar clases a las niñas, es digna de todo elogio.

Yo soy cincovillés, nacido en Tauste, pero confieso que me he quedado anonadado de la conducta de un pueblo de unos 500 habitantes, que Carmen describe de forma sencilla, correcta, de un acontecer. Hay que pensar que El Frago es una población del pre-Pirineo, muy aferrada a los usos y costumbres, No obstante, Carmen desgrana la verdad de lo cotidiano y el libro tiene una aura de mucho mérito; digno, teniendo por testigo el Arba.

No dejéis de leerlo; una joya que ha escrito mi amiga Carmen Romeo Pemán. ¡Felicidades!»

Fernando Bermúdez es escritor. En 2019 ganó el premio nacional de literatura Bolivia. En 2022, la Pluma de Oro de Chile. Pertenece a la Asociación de Escritores de Aragón y colabora con nosotras en Letras desde Mocade.

LA TERTULIA LITERARIA DEL INSTITUTO GOYA

El día 29 de abril de 2024, la diosa Fortuna me vino a ver en persona a la tertulia del Instituto Goya. Presidida por la directora del Centro y el profesor Javier Aznar, encargado de los programas de la biblioteca, dos catedráticas, amigas y exprofesoras, nos hicieron disfrutar de una intensa velada. Guiados por ellas, desnudamos hasta lo impúdico la novela que ese día nos ocupaba, es decir, mi última novela.

En la tertulia salieron ideas interesantes y sabrosas. Disfrutamos y aprendimos mucho. Concha y Francisca nos ofrecieron el plato fuerte. Sus discursos quedaron recogidos en El hacedor de sueños, el blog del Instituto Goya. Y me gustaron tanto que hoy las reproduzco aquí.

Sus textos originales están publicados en:

http://elhacedordesuenos.blogspot.com/2024/05/el-frago-1901-por-ensenar-las-ninas-de.html?m=1

ESTUDIO LITERARIO DE FRANCISCA SORIA ANDREU

De izquierda a derecha. Ana Íniguez, la directora actual, Pilar Cáncer, Inocencia Torres y Concha Gaudó, todas exprofesoras del Goya

¿QUIÉN ES CARMEN ROMEO PEMÁN?

Nacida en El Frago (1948), a cuya escuela asistió hasta los 13 años, es Licenciada en Filología Románica por la Universidad de Zaragoza, donde ejerció de profesora. Durante más de treinta años ha sido Catedrática en el Instituto “Goya” de esta ciudad.

A lo largo de su desempeño docente ha publicado textos didácticos, guías de lectura y estudios de índole filológica. Y su vocación literaria ha dado como fruto una considerable cantidad de relatos breves que han ido viendo la luz en el Blog Letras desde Mocade.

Una parte de ellos, veintinueve, apareció editada bajo el título De la roca nacidas, en Zaragoza, IFC-CSIC, 2021, que yo misma comenté en este Blogo del Instituto Goya.

Hija de maestros, se ha dedicado al estudio de la escuela rural y ha publicado De las escuelas de El Frago, en Zaragoza, IFC-CSIC, 2014.

También ha participado en el estudio de El callejero de las mujeres y Paseos por la Zaragoza de las mujeres, Zaragoza, Publicaciones del Ayuntamiento de Zaragoza, 2010 y 2019, respectivamente.

Su labor de investigación y de creación literaria ha sido reconocida y galardonada:

En 1977, ganó el Premio Bernardo Zapater Marconell del Ayuntamiento de Albarracín por un trabajo de investigación reflejado posteriormente en su libro Los Mayos en la Sierra de Albarracín, 1981.

VIII Concurso Helvéticas. Tu país de las mujeres por De la roca nacida. 2014.

Pilar Cáncer, Francisca Soria, Carmen Romeo y Javier Áznar.

EL FRAGO, 1901. POR ENSEÑAR A LAS NIÑAS

Hoy presentamos su última obra, una novela que consta de veinte capítulos numerados:

1 La ilusión de Matilde. 2 De camino a El Frago. 3 Las niñas a la herrería vieja. 4 Buscando soluciones. 5 Tomando cartas en el asunto. 6 Con la iglesia hemos topado. 7 A vueltas con el tabardillo. 8 Más casos de tifus. 9 Se desata la epidemia. 10 Notas de prensa. 11 Vientos desfavorables. 12 Amainando el temporal. 13 El nuevo local. 14 Al César lo que es del César. 15 Formas de diversión. 16 Las faltas de asistencia. 17 Acusan a Matilde. 18 Y las niñas en la cocina. 19 Matilde acusa. 20 Multan al Ayuntamiento. Más un Epílogo.

La obra El Frago 1901. Por enseñar a las niñas, desde su doble título, anticipa al lector el marco histórico y el leit motiv del argumento. La acción se ciñe casi exclusivamente a la geografía de esa localidad de las Cinco Villas zaragozanas y transcurre exactamente durante el año 1901, elegido por Carmen Romeo por su especial significado para la escuela en España. Fue el año en que el recién creado Ministerio de Instrucción Pública, dirigido por el conde de Romanones, adoptó las más decisivas medidas para los maestros y para la enseñanza primaria obligatoria.1

El segundo título explicita la convicción de una joven maestra, Matilde, acerca de su trabajo. Ha ganado unas oposiciones para ser maestra de niñas y está determinada a llevar a cabo su cometido sin escatimar esfuerzos.

Es la primera novela de Carmen Romeo, escritora conocida por sus narraciones breves llenas de personajes muy potentes y de situaciones insólitas, con las que ha ido tejiendo una densa red en torno a un núcleo muy pequeño, El Frago. Y finalmente ha dado el salto a la narración extensa, integrando en parte sus anteriores relatos, técnica usada por García Márquez, quien en La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962)fue creando los personajes y los escenarios que, más tarde, tomó como base para Cien años de soledad (1967).

Si García Márquez convirtió su Aracataca nativa en el Macondo literario, Romeo Pemán hace lo propio con su pueblo, aunque conserve el topónimo real. Así los personajes de María del Socarrau o del Canónigo de las Cheblas, las mujeres de los carasoles o los integrantes de la tertulia del bar, entre otros varios, conforman los personajes del pueblo, escenario de El Frago, 1901. 2

La novela gira en torno a dos principales núcleos temáticos de desigual peso en el relato: la llegada de una nueva maestra –dispuesta a luchar por la escuela para las niñas– y la epidemia de tifus. Todo ello narrado con rigor histórico y bien novelado para ser leído con facilidad y gusto.

Al terminar el Epílogo, el lector de hoy ya sabe de los difíciles comienzos de las escuelas para niñas, por todo lo que implicaban: habilitación de un local, presencia de una maestra dependiente del Ministerio y no del Ayuntamiento, una nueva legislación educativa y los innumerables conflictos que hacían necesaria la comparecencia epistolar e, incluso, física de las instituciones educativas.

El segundo núcleo argumental lo aporta la realidad de una epidemia de tifus, que reveló a El Frago sus muchas carencias sanitarias, sólo paliadas por el esfuerzo ímprobo del médico don Valero y la diligente cooperación de Matilde y de los abnegados fragolinos que no vacilaron en arrimar el hombro.

Ambos temas, inevitablemente, se ramifican y, a veces, se cruzan. Así, la cuestión de la escuela de niñas introduce al antagonista de la maestra, mosén Mateo, auténtico vestigio de los viejos curas carlistas, que se resiste a que la Iglesia, encargada hasta entonces de la formación de las niñas, pierda su autoridad y su control. Este personaje será el más duro adversario de Matilde, a cuya presencia atribuye él públicamente todos los males del pueblo.

Asociado a la epidemia de tifus, trae Romeo Pemán el eco de las teorías higienistas de la época, que provocarán roces entre el médico –a cuyo cargo se encuentra la actuación sanitaria durante la epidemia– y la maestra, que parece invadir sus competencias al divulgar entre las mujeres y las alumnas sencillas medidas higiénicas como el lavado de las manos y de la ropa.3

La gravedad de la epidemia traerá, además, la exótica presencia de los médicos de la capital con sus máscaras de pico de ave, enfrentados a los prejuicios de los naturales. Y de nuevo hace acto de presencia la Iglesia con sus rituales de devoción popular para casos de peste, que la autora cuenta y describe con total eficacia incorporando las Letanías de san Sebastián.4

Y alrededor de ambos temas, el caciquismo,que la Real Academia define como “intromisión abusiva de una persona o autoridad en determinados asuntos, valiéndose de su poder o influencia”. El representante de esta “forma” política contra la que luchaba el Regeneracionismo de los gobiernos era don Casiano, que ponía y quitaba alcaldes y sometía a su dictado la forma de vida del pueblo y, como recuerda oportunamente el personaje de la señora María, “esa gente es peligrosa y nunca estará con los pobres”.5

El Frago, recorrido calle a calle con fidelidad de plano, aparece envuelto con una pátina que impregna las casas, los muebles y los muros, que aparecen desconchados, desvencijados, caducos. Lo que acentúa así la sensación de una sociedad decadente, presa de viejas ideas. En tres únicos puntos se desenvuelve su vida social: la iglesia, el café y los carasoles.

Y a ese “macondo” llega Matilde, una joven con su imagen fresca y moderna. Una mujer de ciudad, con estudios, que desea trabajar. Su sola presencia marca el vivo contraste que existía entre la vida urbana y la rural. Y, además, posee la fuerte personalidad y el conocimiento necesarios para llevar a cabo su histórica misión de implantar las novedades educativas del Ministerio.

La autora no duda en vestirla a la última moda y describe a lo largo de toda la obra su vestimenta y calzado, lo que constituye otro de sus aciertos. El siglo XX inició una tendencia de cambio imparable en la moda femenina: las ropas y calzados se adaptaron a una nueva forma de vivir y actuar, que inauguró un nuevo código en las relaciones sociales.

Matilde, una extraña en aquel pueblo, se siente, de principio a fin, muy sola. Pero el personaje de María del Socarrau que, en principio, parecía que no tenía más papel que hospedar en su casa a la maestra, crece a lo largo del relato hasta convertirse en su confidente y su apoyo. Se trata así con total realismo la situación de aquellas maestras pioneras que tuvieron que afrontar muchas situaciones insólitas sin contar con el amparo familiar.

En esas circunstancias, la aparición del amor podía mitigar la soledad de estas jóvenes y Carmen Romeo no niega a la protagonista el derecho a enamorarse del médico don Valero, aunque se pasa de puntillas por el asunto y se deja a la imaginación del lector, en el final abierto, el desenlace de este asunto.

Aunque se alude constantemente a viejas costumbres y a viejos utensilios nombrados especialmente en el ajuar de las casas, no se trata en absoluto de un relato costumbrista. La novela se mueve entre la literatura verité y la novela histórica, y en su misma indefinición encuentra su propio lugar. Y una muestra de ello, entre otras, es la naturalidad con la que se hacen convivir el lenguaje administrativo traído por la maestra y el inspector, los latines del cura y la lengua coloquial sin marcas locales.

Es una narración rigurosa hasta el extremo en los datos históricos, inserta en un marco ficticio pero a la vez verosímil. Aunque es muy rica en técnica, en referencias literarias, en el uso de registros lingüístico y en recursos narrativos, logra dar la sensación al lector de haber leído una obra muy accesible, porque el lenguaje es siempre claro y los personajes atrapan desde las primeras páginas. Tiene la marca de Carmen Romeo Pemán».

De izquierda a derecha. Inmaculada Martín, Lola Gómez, Vanesa Álvaro (jueza) y Mercedes Asensio. Profesoras del Goya.

NOTAS DEL TEXTO DE FRANCISCA SORIA

1Un Real Decreto de abril de 1900 separa la educación del Ministerio de Fomento y lo crea con el nombre de Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes (1900-1937). El conde Romanones, a sazón ministro de la nueva cartera, promulgó la remuneración de los maestros con cargo a los presupuestos del Estado, así como la reforma de la enseñanza primaria. Su plan de estudios se mantuvo vigente hasta 1937.

2Estos nombres protagonizaron narraciones como María del Socarrau, 2019; Un canónigo de Las Cheblas, etc. publicados en el Blog Letras desde Mocade.

3 Teorías higienistas iniciadas en 1790 en Austria y ya muy desarrolladas en España desde la segunda mitad del siglo XIX por el prolífico autor José Monlau, que publicó con éxito Elementos de higiene pública Monlau, J., Elementos de higiene pública, s.a. dos tomos. Este autor en los años 1856 publicó una extensa obra de divulgación, Diccionario etimológico de la lengua castellana (ensayo), precedido de unos rudimentos de etimología, 1856, con el que provocó una intensa polémica.

4 Capítulo 7. “A vueltas con el tabardillo”, páginas 82-85.

5 Capítulo 12. “Amainando el temporal”, página 149.

TEXTO DE CONCHA GAUDÓ GAUDÓ

De izquierda a derecha, José Ramón Reyes Luna, alcalde de El Frago, Felipe Diaz Cano, vicepresidente de la Comarca, Carmen Romeo Pemán y Concha Gaudó Gaudó, leyendo.

Para esta segunda parte elegimos la segunda de las críticas de Concha. La primera tuvo lugar en Zaragoza, en la Diputación de Provincial de Zaragoza y Letras desde Mocade ya la publicó en su día.

https://letrasdesdemocade.com/2024/03/08/el-frago-1901-por-ensenar-a-las-ninas/

La segunda, la que publicó en el Hacedor de sueños, la pronunció en la sede de la Comarca de las Ciclo Villas, en Ejea de los Caballeros, es la que reproduzco hoy.

«Cuando yo era pequeña, en los albores de la televisión en España, había un programa titulado “Tengo un libro en las manos”. Este título se convirtió en un eslogan y muchas personas lo hemos adoptado como modo de vida.

Venir hoy a Ejea, a presentar un libro de Carmen Romeo Pemán, cumple dos de mis pasiones, el arte medieval, el románico en particular, y los libros, mejor si son de historia. Gracias, Carmen, y gracias a quienes lo han permitido y hecho posible, Felipe Díaz, vicepresidente de la Comarca de las Cinco Villas y José Ramón Reyes, alcalde de El Frago.

Mi presencia aquí es el regalo de una amiga. Pero no se preocupen, la amistad no me ciega para ser crítica y objetiva en mis valoraciones.

Seguramente, ya conocen a Carmen Romeo, vecina de una cercana localidad cincovillesa, El Frago, donde nació en 1948 y de donde, como ella dice, nunca se ha ido, pues ese es el lugar donde mora, aunque sus muchas actividades la hayan obligado a residir en otro lugares. En El Frago dio sus primeros pasos, aprendió las primeras letras en su escuela, de la mano de una buena maestra, y sólo salió de allí para seguir estudiando, mejor dicho, para titularse, porque su estudio, su conocimiento, tiene sus raíces en este lugar, donde, desde muy pequeña, iba de casa en casa para que gentes diversas le contasen historias, sus cosas, su vida… y ella iba almacenando narraciones, leyendas, construyendo su saber y, sobre todo, aprendiendo a amar sus orígenes y a su gente. Porque sin amor, sin pasión, no se pueden construir los hermosos relatos y la sabiduría que nos entrega.

Carmen estudió el bachillerato en el Colegio de Santa Ana de Zaragoza, en un internado que permitió a muchas chicas de los pueblos de Aragón acceder a una educación superior. Un lugar difícil por el que tuvieron que pasar las chicas jóvenes de pueblo que querían estudiar más.

Estudió Magisterio y Filología Románica en la Universidad de Zaragoza y, para no desaprovechar los veranos, perfeccionó idiomas en Francia y Bélgica. Su expediente académico la llevó a entrar, nada más acabar la carrera, en el Colegio Universitario de Teruel como profesora de Literatura e investigadora en el ámbito lingüístico y también, muy pronto, en historia de la educación.

Cambió la docencia universitaria por la enseñanza secundaria, donde ha ejercido su vocación docente en los Institutos Francés de Aranda de Teruel y Goya de Zaragoza durante más de 40 años, como Catedrática de Lengua y Literatura. Y digo “vocación” y no actividad docente, porque sólo desde la vocación se puede llevar una actividad profesional a la excelencia, como ella lo ha hecho.

A pesar de que los tiempos en la enseñanza secundaria están muy dominados por las clases, la docencia, Carmen nunca abandonó la investigación, ampliando sus temas de interés a la didáctica, la pedagogía y la coeducación.

Un trabajo intenso, eficaz y reconocido. Emociona ver cómo la valoran sus alumnas y alumnos, cómo la abrazan, cómo la citan. Cómo la quieren. Sus publicaciones, premios y reconocimientos, los pueden ver fácilmente en la red. Pero estas citas no recogen el día a día. Yo quiero contar aquí un ejemplo, visto con mis propios ojos, pues, además de tener el privilegio de ser su amiga, he tenido la suerte de ser su compañera de trabajo.

Carmen asumió por decisión personal el Aula de español para alumnado extranjero del Instituto Goya. No era lo habitual, en su condición de Jefa de Departamento. En un accidente doméstico se rompió una pierna y tuvo que estar de baja. Sus alumnas y alumnos, con los que se comunicaba por correo electrónico, en los primeros pasos de la informática, para hacerles practicar la lengua, se enteraron enseguida. No querían otra profesora y nos propusieron la solución. Se enteraron de que en la Seguridad Social prestaban sillas de ruedas. Ellos mismos irían a pedir una silla y, cada día, por turno, ellos o ellas irían a buscar a Carmen a su casa y la devolverían a su domicilio. Todo arreglado. Varios de estos alumnos que pasaron por las clases de español de Carmen llegaron a la universidad y son hoy excelentes profesionales.

El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. Ya he dicho que me gustan los libros de historia. Pues aquí tenemos uno, un libro de historia, historia política de España (la regencia, los ministros, el carlismo y la influencia de la Iglesia, el caciquismo, las tímidas reformas regeneracionistas) de historia de la educación (el recién nacido ministerio, los decretos, las exigencias en educación, las nuevas corrientes pedagógicas), de historia de las mujeres (acceso al trabajo, a la educación, primeros pasos de la emancipación y también la violencia, la opresión, el dolor), de historia de una comunidad, historia del pensamiento (nuevas y viejas ideas), historia de la cultura. Y una novela, novela social (las relaciones, las diferencias, la relativa riqueza y la relativa pobreza, el trabajo, el progreso, el ocio, la amistad), novela protesta, novela reivindicativa, novela utópica. Utópica, sí, porque nos invita a mejorar, a crear ese lugar que todavía no existe. Y una novela homenaje.

La autora es, en primer lugar, una investigadora. Todos y cada uno de los aspectos tratados en la obra están documentados e investigados. Son muchas las horas pasadas en los archivos históricos y es muy profundo el conocimiento que Carmen tiene de la Historia de la Educación. Con esos mimbres teje, de forma magistral, el largo camino de la educación de las mujeres. ¡Cuántos escollos por superar, cuántas ideas que rebatir, cuántas piedras en el camino, malentendidos y malas intenciones, y cuántos sufrimientos para las niñas y las maestras!, algunos conocidos por experiencia propia, incluso mucho tiempo después. El final feliz ha llegado después de un largo camino de espinas, un calvario, en lenguaje de don Mateo, aunque él diría algo peor.

Pero no sólo aborda la historia de la educación. Préstenle mucha atención al tema de la moda incluido en la novela. Las diferentes formas de vestir, las prendas tradicionales y sus usos, los cambios introducidos con el nuevo siglo, tejidos, prendas, modas… (Carmen descubrió a Pilar Lana, la primera mujer empresaria en el s. XIX en Zaragoza, propietaria de una fábrica de corsés).

Historia de la medicina y de la higiene. Las enfermedades, los tratamientos y los nuevos usos higiénicos…. También en este campo tiene la autora un profundo conocimiento a través de sus estudios sobre las Damas de la Cruz Roja.

Por último, pero tan destacado o más que el primer punto, la historia de la comunidad. Este aspecto es un auténtico tratado de etnografía. ¿Cómo es la vida cotidiana de una comunidad pequeña, rural, de montaña media, las Altas Cinco Villas, en la época del cambio de siglo, del XIX al XX, y del cambio de era, de la tradición a la modernización? ¿Cómo convive lo nuevo y lo viejo, cómo se superan las resistencias al cambio? Reconozco que, a mí, los otros temas me interesan y me gustan mucho, pero este me ha dejado abducida. Cómo cuenta la vida diaria, las necesidades, las relaciones, cómo recupera los usos, la tradición.

Carmen había escrito muchas obras de investigación; ahora nos ofrece una obra literaria, una novela, su primera novela publicada (siempre lo digo, que ha tardado en publicar literatura, pero que lleva muchos años escribiendo. Si no, no se puede hacer tan bien). ¿Qué aporta la novela a esta historia? Pues le aporta el alma. Porque todo lo que sucede es la vida misma de las personas que hacen o sufren los acontecimientos. Y sólo de esta forma conocemos la auténtica verdad histórica. No es lo mismo escribir que hubo muchas dificultades para escolarizar a las chicas que mostrar que recibían clase en un lugar lleno de boñigas en el suelo. Y así, todo.

En El País del 7 de abril último, Irene Vallejo publicó un artículo titulado “El ombligo de los sueños”. Allí recoge unas frases de la primera novela conocida, del s. XI, Genji Monogatari de Murasaki Shikibu: “Las crónicas históricas muestran sólo una parte de la verdad, y es en los relatos de ficción donde descubrimos las causas profundas de lo que sucede”.

Eso es, precisamente, lo que logra Carmen con esta novela. Contar la verdad de la historia, la historia total, la intrahistoria.

Por cierto, Carmen Romeo fue profesora de Irene Vallejo. Ella la presentó al primer concurso literario, que ganó, por supuesto, y la animó en sus primeros pasos de escritora. Irene nunca olvida citarla en sus charlas, en sus obras –ahí está en El Infinito en un junco–, y de reconocerle, con todo su cariño, todo el conocimiento que le trasmitió y le trasmite, en presente.

También dice Irene que, al leer una novela, intervienen todos los sentidos y se activan las áreas cerebrales relacionadas con el significado de las palabras. Olerán el aroma del falso café de achicoria recién hecho, sentirán el estómago ardiente con el trago de pacharán. Y temblarán ante la idea de los manejos de la Feria de Ayerbe y les dolerán las manos, como a las lavanderas cuando bajaban a lavar la ropa a las frías aguas del Arba.

Ya termino, pero no sin hablar del lenguaje. Culto y popular, en una sinergia especial, en una transición imperceptible, pero clara y lógica. No es fácil manejar con tal seguridad ambos registros.

Recordemos que la lengua, las lenguas, incluidos los latines, y la literatura son las dos aficiones y especialidades de la autora. La descripción precisa, los topónimos, el vocabulario específico y las citas literarias, elegidas a su gusto. Todo, todo está perfectamente integrado.

Pero la razón de la novela es otra. El objetivo final es la reivindicación de la EDUCACIÓN como fuente de sabiduría, como llave del conocimiento, del progreso, de la libertad. Como clave de la emancipación de las mujeres. “Otro gallo nos habría cantado a nosotras” con una maestra así, dice Dominica del Corronchal (cap. 6). “Es usted muy valiente. Al final cederán. No les quedará más remedio”, dice una voz de mujer desde la ventana (cap. 5). “Esas manicas, pronto bordarán sus ajuares con primor” (cap. 5), y aprenderán a coser la ropa interior y aprenderán higiene y, quién sabe, algunas de ellas saldrán a estudiar y se harán maestras para enseñar a las niñas.

Todas esas maestras, que Carmen tiene biografiadas en su blog Letras desde MOCADE, doña Inés, doña Simona, doña Angelita, doña Asunción, doña Nieves, todas, todas son doña Matilde. Todas ellas “entregaron su vida a las niñas de un pueblo perdido entre los montes”. Un homenaje al magisterio femenino.

Carmen ha reconocido, en varios de sus escritos y, sobre todo, en el gran libro sobre la escuela rural De las escuelas de El Frago, la gran importancia que ha tenido la escuela –las maestras y los maestros– para el gran número de fragolinos que andan por el mundo ejerciendo, de forma destacada, sus profesiones. En El Frago construyeron “a vecinal” las primeras escuelas y “a vecinal” del siglo XXI, aunque ahora usaríamos otro término, se han reabierto las escuelas hace un par de años. Tienen un gran futuro.

A don Gregorio y doña Asunción, maestros de El Frago, sus maestros, sus padres, dedica Carmen esta primera novela. Y destinó los beneficios de la primera edición a la reabierta escuela de El Frago.

Tengo un libro, una joya, en las manos: el libro de Carmen Romeo El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. Léanlo, aprendan y disfruten».

Concha Gaudó con ejeanos y fragolinos juntos.

MI PRESENTACIÓN EN EJEA

Fernando Ciudad Lacima, Concha Gaudó y Carmen Romeo, firmando.

¡Buenos tardes!

Es mi momento de acción de gracias. Y quiero que sean unas gracias de corazón. Antes de comenzar por lo menudo, gracias a todos los que habéis venido a arroparme.

En primer lugar gracias a Felipe Díaz Cano, vicepresidente de la Comarca Cinco Villas, por acoger esta presentación, precisamente aquí, en Ejea. Tengo motivos personales para decirle que me hace mucha ilusión estar en Ejea,

En 1943 vinieron mis padres de maestros a las Escuelas Graduadas. Aquí, en el paseo del Muro nació mi hermana Maruja Romeo. Y mi hijo mayor se casó con una ejeana. Así pues, tengo una extensa familia, una nuera y un nieto ejeanos

Además, el Centro de Estudios Cinco Villas, dirigido por Fernando Pellicer me publicó dos libros sobre El Frago: En 2014, De las Escuelas de El Frago, y, en 2021, De la roca nacidas, un libro de relatos ilustrado con acuarelas por la fragolina María Aguirre Romeo. Hoy, en su pueblo, quiero agradecer a Carlos Pellejero, su empeño para que esos libros vieran la luz con mucho éxito.

En torno a los años sesenta del siglo pasado, muchos fragolinos, unos muy amigos y otros de mi familia, vinieron a vivir a Ejea y a los pueblos de alrededor.

Para mí son motivos suficientes para estar realmente emocionada.

Aunque, por cuestiones de agenda, no ha podido asistir ningún representante de la editorial Comuniter, quiero darles las gracias por acoger mi manuscrito y publicar el libro con tanta rapidez.

Gracias con mayúscula a Concha Gaudó, por estar siempre a mi lado, unas veces de forma visible, como ahora, y otras entre bambalinas.

Concha además de amiga y compañera, es una excelente crítica literaria, aunque venga de historias. Es una enamorada de las lenguas. Habla alemán, inglés, francés y, está estudiando árabe. Su permanente contacto con otras lenguas la dota de una sensibilidad lingüística poco común que se refleja en su forma de leer y hacer crítica literaria. ¡Gracias, Concha!

Y, ¿cómo no? Gracias especiales al Ayuntamiento de El Frago, al que preside José Ramón Reyes Luna. José Ramón, desde la legislatura anterior me venía dando la lata para que escribiera algo nuevo sobre El Frago y sobre la escuela. Esta vez le he hecho caso y no ha sido un ensayo histórico, como fue el libro De las escuelas de El Frago. Esta vez me he atrevido con una novela. ¡Gracias, José Ramón, por tanto! Estas palabras son sólo un pequeño reconocimiento a lo mucho que te mereces.

Para acabar con los agradecimientos, nunca me olvidaré del Ayuntamiento que presidió Javier Romeo Berges. Además de apadrinarme los libros De las escuelas de El Frago y De la roca nacidas, me animó a involucrarme en conferencias y en escritos fragolinos. Y me facilitó la tarea abriéndome lasb puertas del Archivo.

Me gustaría que este acto, además de la presentación de una novela, fuera una celebración y una reivindicación por la recuperación de nuestras escuelas. Llevaban 32 años cerradas y, como por arte de magia, los fragolinos, con José Ramón en el timón, hemos logrado lo que parecía imposible. Os confieso que el día que me comunicaron su reapertura lloré. Eran lágrimas de mucha emoción.

Abrir unas escuelas es siempre un proyecto de futuro. Un proyecto de larga duración. Los fragolinos sabemos mucho de eso. Y las vamos a mimar, os lo aseguro. Pero necesitamos el apoyo de las instituciones. Sé que en la Comarca de las Cinco Villas nos apoyáis, pero no está de más recordar que necesitamos mucho fuelle para un proyecto tan ambicioso. Tener unas escuelas abiertas supone acoger a nuevas familias, prepararles casas y conseguirles contratos de trabajo. Y eso solo se consigue con el compromiso de todo el pueblo, yendo todos a una. Pero en El Frago no reblaremos, que en 1926 nuestros abuelos y bisabuelos nos dieron un ejemplo digno de figurar en los libros de los guinness. El pueblo unido apostó por la enseñanza de sus hijos y de sus descendientes. Nuestros abuelos y abuelas se unieron para construir a vecinal, crowdfunding diríamos hoy, un edificio escolar que acogiera a sus hijos y a los maestros de entonces y a los que llegaran en el futuro.

Como muchos ya habéis leído la novela y Concha ha hecho una excelente presentación, yo solo os contaré algunos secretillos.

La novela lleva un doble título. Es que no sabía cuál elegir. Los dos responden a dos regalos de mis padres. Me hicieron nacer en el Frago y me contagiaron el amor por el pueblo, por sus gentes y por su historia. Y de los dos me viene la pasión por enseñar. De ellos aprendí que la enseñanza crece y se hace más digna cuando nos entregamos a los alumnos con menos oportunidades. Sin olvidar a ninguno, claro. Tampoco a los de altas capacidades.

Mientras escribía esta novela, desplegaba las alas que ellos me dieron. Esas alas que me ayudaron a documentarme y a recrear todos los conflictos de 1901, un año muy difícil en la historia de la Educación y en la de El Frago en particular.

Repartidas por las páginas encontraréis muchas claves fragolinas. Pasaréis algún rato en el Carasol de Vicenta. En el Café de Rosendo podréis charlar con Mosén Mateo Echevería, el cura que bautizó a muchos de nuestros abuelos y bisabuelos. O escucharéis la voz dulce de Matilde, convertida en mi doña Matilde.

Es que yo he puesto a funcionar elementos en el contexto histórico de España en Aragón y en El Frago, porque es lo que mejor conozco.

He ejercido cuarenta años de profesora en Aragón y fui alumna de la escuela de El Frago hasta los trece años. Allí viví situaciones que se parecían más a las de las escuelas del XIX que a las del XX. El tesón y la lucha de mi maestra, mi madre, por defender la educación de las niñas era muy parecido al que reflejaban las maestras del siglo XIX en las memorias que publicaban en la prensa nacional.

Como en todas las novelas históricas la realidad anda  mezclada con la ficción. Y juntas forman un universo verdadero.

Para satisfacer la curiosidad de algunos lectores, al final he puesto una relación de acontecimientos y personajes que he ficcionalizado a partir de la realidad.

Espero que disfrutéis leyéndola tanto como yo escribiendo. Poque esta novela me salió de las entrañas. Y, de nuevo, gracias a todos.

PARA TERMINAR

Sivia Gómez Bosque, autora de las Primeras maestras de Zuera y compañera de Editorial, con la que compartí espacio de firmas en el Paseo de la Independencia el día del libro, me escribe lo.siguiente:

«Espero que está novela tenga muchos éxitos no sólo por lo bien que está escrita y lo a gusto que se lee, sino porque el relato aporta mucha información, poco conocida, en un momento de transición educativa y tan importante para las mujeres.

Debería leerse en las carreras de Magisterio para tener un referente histórico de las dificultades que entrañaba nuestra profesión además de la escasez de posibilidades de desempeñarla.
Me alegro mucho de que hayas escrito una novela tan especial.

Espero que sea muy leída pues daría una visión más cercana de la historia de esta profesión. Lo creo de verdad. Ojalá se lea mucho. Me parece que es un trabajo muy bonito aunar realidad y ficción para narrar en una novela ciertos hechos y que resulte tan entretenida y tenga ese gancho que te pide seguir y seguir».

Sivia Gómez. Pseudónimo: «Sivia Silviae».

Gracias, Silvia, por tus palabras y por tu gran aportación a los albores de la Educación Pública aragonesa con «Las primeras maestras de Zuera», editorial Comuniter, Zaragoza, 2024.

Cristina Berges Casabona y Carmen Romeo Pemán.

Cristina Berges Casabona, una de mis fans fragolinas, el día 23 de abril, acudió a la Feria del Libro, en el paseo de la Independencia de Zaragoza, a hacerse fotos conmigo. Un abrazo para ella y para todos mis lectores.

Carmen Romeo Pemán

El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas

En la mesa. De izquierda a derecha. Aurelio Esteban, Concha Gaudó, Carmen Romeo, José Manuel Latorre y Ramón Reyes.

El miércoles, 6 de marzo de 2024, invitada por la Diputación Provincial y por el Ayuntamiento de El Frago, presenté la segunda edición de mi novela El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. La asistencia sobrepasó todas nuestras expectativas. Un público cercano que cargó el acto de emotividad.

El próximo domingo, día 10 de marzo, en El Frago, como cierre a un programa de actos en torno al 8M, las mujeres del pueblo leerán y teatralizarán alguno de mis relatos de la serie, «Las fragolinas de mis ayeres». Al final os dejo el programa.

José Manuel Latorre Martínez, «Seve». Diputado provincial por la Chunta Aragonesista

Agradeció la presencia a todos los asistentes. Se mostró gratamente sorprendido, por la cantidad de gente que acudió al acto. Me felicitó por el libro, que había leído con placer. Lo calificó de fácil lectura y de buena calidad literaria. Confesó que había invitado a los escritores de su pueblo a que escribieran un libro como este, en el que el verdadero protagonista fuera el pueblo. Y no lo había conseguido.

Le llamó la atención la validez universal de lo particular. Y la lectura invitó 5a dar un paseo virtual por cualquier pueblo de España. Antes de cerrar la mesa, abrió un coloquio sobre la novela en el que él mismo planteó cuestiones muy interesantes.

Moderó muy bien la mesa y dinamizó la participación de la gente. Un ejemplo de cómo se lleva eficazmente una mesa, con aparente sencillez y normalidad. Y todo gracias a su buen hacer y a sus habilidades sociales.

José Ramón Reyes Luna. Alcalde de El Frago.

José Ramón me dejó unas notas. Qué se oiga su voz.

Al final del curso 2021-22, recibimos una llamada del Ministerio. Nos comunicaban que teníamos concedida la escuela. En ese momento estaba interviniendo la Consejera de Educación en televisión. Iñaki Carasa, el empleado del Ayuntamiento, y yo estuvimos hora y media pegados al televisor esperando la noticia. Con tan mala suerte que se fue la luz y no pudimos escuchar el final. Al rato vimos los informativos de Aragón: comenzaban con la noticia de que El Frago y Botorrita abrían las puertas de sus escuelas. La gente salió corriendo a la calle con champagne. Las mujeres hicieron chocolate para todo el pueblo. Fue un momento muy grande, lleno de euforia. La gente recordaba anécdotas de la escuela y se revivieron situaciones muy bonitas.

Pasé la noche en blanco. Me di cuenta de la complejidad que supone abrir una escuela. Pero desde el primer instante, contamos con el apoyo de Isabel Arbués, Directora Provincial de Educación, descendiente de casa Perico Reina de El Frago.

En este acto solicité un aplauso para ella. Su madre, una fragolina, que también nos acompañó, se emocionó y se echó a llorar.

Isabel fue una de las artífices de que la locura de un loco alcalde dejara de ser locura y se convirtiera en una apoteósica realidad.

En la escuela hay 12 niños. En estos momentos estamos esperando una niña más. Es una escuela abierta al pueblo en la que participan todos los habitantes. Se ha proyectado un huerto escolar, en la misma escuela se han impartido clases de español para adultos ucranianos y ahora se están impartiendo cursos de aragonés para todo el pueblo, a las que voluntariamente asisten algunos niños ucranianos. Hace poco, Bogdam, un ucraniano de 10 años, apareció un día y exclamó: «Ya os vale. Una año para saber qué era una ardilla y ahora es un equiruelo». La escuela ha devuelto la alegría a las calles. La gente ha vuelto a poner huertos. La plaza y los alrededores del pueblo se han convertido en campos de juego y travesuras de estos críos.

En El Frago, tenemos un gran patrimonio románico muy apreciado, pero es más grande el patrimonio que tenemos con Carmen, tan grande como el patrimonio monumental e igual de vieja.

Para despedirme, había pensado en unas palabras, pero, esta mañana, al leer el artículo de Pilar de la Vega he cambiado de idea. Con su permiso, me permito el lujo de acabar mi intervención con sus palabras, las referidas a El Frago y a Carmen.

«Esperanza en el futuro tienen los habitantes de El Frago que celebran la reapertura de su escuela. Decidir el cierre de una escuela siempre ma ha parecido el comienzo de la muerte de un pueblo. Una de las que más me entristeció fue la de El Frago, dado que conocía el papel que habían desempeñado los maestros, en posiblititar a muchos alumnos y alumnas poder estudiar. Su alcalde está feliz cuando nos recuerda que en 2017 eran 27 vecinos y ahora son 73. Han logrado reabrir la escuela 32 años después. Nos lo cuenta Carmen Romeo, fiel a su historia y su tierra, en la presentación de su libro, «El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas«. Hoy se presenta en el Palacio de Sástago.

En estos tiempos de agotamiento del interés común, de la crisis de la polis democrática y de la aún constante discriminación y violencia de género, es un ejemplo transformador y esperanzador», (Pilar de la Vega, «Esperanza en el Futuro», Heraldo de Aragón, 6 de marzo de 2024-

Aurelio Esteban Carazo. Médico escritor. Reprentó al editor de Comuniter.

Presentó a la editorial. alabó el libro y volvió a abrirme sus puertas para seguir publicando con ellos. Para justificar su presencia en la editorial, me permito recomendar dos de sus libros: El doce y El caminante de los tejados

El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. Por Concha Gaudó Gaudó.

Catedrática de Historia con abundantes publicaciones y una sensibilidad especial para los análisis lingüísticos. Habla alemán, inglés, francés y está estudiando árabe. Con este bagaje y con sus conocimientos exhaustivos de mi obra y mi persona, era la persona más indicada para hacerme la presentación. Además, como una buena amiga, me dio mucha seguridad estar a su lado.

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Presentar un libro es siempre una alegría, y más en este foro, en este hermoso escenario. Presentarle  un libro de Carmen Romeo es un regalo que ella me hace desde su inestimable amistad. Gracias Carmen, muchas gracias,  y gracias también al Ayuntamiento de El Frago y su alcalde José Ramón Reyes, a esta Institución que nos acoge y al diputado José Manuel Latorre  y a la Editorial Comuniter y su representante, Aurelio Esteban,  por aceptarme y ofrecerme esta “predicadera”.

Carmen Romeo Pemán  nació en El Frago (Zaragoza), en 1948. Es maestra y licenciada en Filología Hispánica y  empezó su carrera profesional en la enseñanza universitaria, en el Colegio Universitario de Teruel.  Muy pronto pasó a la Enseñanza Secundaria, en el Instituto Francés de Aranda de Teruel, primero y, luego, en el  Instituto Goya de Zaragoza, donde ha sido catedrática de Lengua y Literatura durante más de 40 años.   Dar clase (enseñar) ha sido su dedicación y su vocación. Y no sin recompensa,  pues es larga, muy larga, la lista de alumnas y alumnos que la reconocen, en la calle, en los libros, en todos los foros, como su gran maestra, sean del ámbito profesional que sean. El suyo es uno de los nombres propios que Irene Vallejo escribe en el hermoso papiro ”El infinito en un junco”. Desde el aula, Carmen la animó en sus primeros pasos como escritora, ¡buen ojo! Y su recuerdo está en los cientos de alumnos y alumnas, rumanas, chinos, africanos…  a quienes acogió en sus clases de español para extranjeros y llevó hasta la Universidad.

La docencia ha sido su preocupación y actividad principal, con especial atención hacia la renovación científica, pedagógica y a la coeducación, con numerosas publicaciones en estos ámbitos. Pero ella nunca abandonó el ámbito de la investigación, lingüística y literaria, además de pedagógica y didáctica (no voy a citar sus publicaciones, la podéis encontrar fácilmente), y a un campo muy especial, la investigación en historia de la educación sobre todo la Educación Primaria y la educación de las mujeres. Aquí sí cito su libro “De las escuelas de El Frago”, un estudio de referencia sobre la historia del magisterio español, junto a numerosos artículos publicados en su blog “Letras desde MOCADE”, o en diversas revistas.

Cuando el tiempo lo ha permitido, cuando ha llegado su jubilosa situación, Carmen ha sacado del cajón su producción literaria y nos la ha dado a conocer. Por eso parece que es una escritora tardía. Pero todos estos textos ya estaban preparados e incluso escritos, hace mucho tiempo. El mismo rigor y calidad demostrada en la docencia y la investigación la encontramos en su producción literaria.

Trabajar con ella durante muchos años, en infinidad de asuntos, ha sido una fuente de conocimiento, un auténtico placer y “el origen de una gran amistad”.

¡Vamos a la obra!, la novela “El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas”. La novela cuenta las vicisitudes de una maestra principiante en una pequeña localidad de montaña media, las Altas Cinco Villas.

Se trata de una novela, sí, pero alguna cosa más. “El Frago, 1901” es para mí, en primer lugar, un trabajo de investigación. Un gran trabajo de archivo que documenta, con sistémica precisión y referencias, toda la historia de la educación en los primeros años del s. XX, entre la crisis del 98 y la esperanza del Regeneracionismo. El funcionamiento escolar y académico, las nuevas disposiciones políticas, los políticos y los personajes destacados, las innovaciones, los Boletines oficiales, artículos de revistas, …, todo, todo está perfectamente reseñado. Un buen resumen de las novedades y los cambios educativos de la época, descritos, eso sí, de otra forma.

La historia, la historia política, contada en breves y oportunas pinceladas, sirve de marco referencial de los tiempos cambiantes y la dinámica del país.

Y es un trabajo de investigación también en otros campos, con el mismo rigor. La moda, por ejemplo. Un tema que le gusta a Carmen, descubridora de Pilar Lana, la primera empresaria, una mujer propietaria de una fábrica de corsés en Zaragoza. La moda, los cambios en el vestuario, nuevas prendas, nuevos tejidos, están estudiados con rigor y total veracidad. Y los mismo otras cuestiones, la salud y la difusión de la higiene, las nuevas tecnologías, el comercio… Nada en la novela es una fantasiosa invención.

En segundo lugar, esta novela es un tratado de etnografía. Aquí el archivo se complementa con la entrevista, la observación, el conocimiento personal, sobre todo del pueblo y de la zona. Cuenta la vida de una aldea rural, con fidelidad y claridad. Los grupos sociales, las relaciones, las afinidades, las riñas y diputas, los trabajos y los ocios, comidas, costumbres, sentimientos, duelos y alegrías, instituciones, el caciquismo, la influencia de la iglesia, los grupos políticos, las casas y sus usos.…. La vida. Les aseguro que en 1901, en El Frago, había un piano Steinway y una gramola La voz de su amo, comprada en Casa Coiduras de Ayerbe.

Pero el libro es una novela, con su estructura, su protagonista, sus personajes, su narración y sus capítulos, incluidos los amoríos, muy bien acoplados en las relaciones sociales de la época, con un final que ya descubrirán. Muy bien articulada, desarrollada y contada. También se incluyen los gustos de la autora, los latines, la literatura, Mio Cid, Cervantes, Quevedo, Espronceda, los cantes populares.

Un lenguaje, cuidado y culto, popular cuando se requiere. Vocabulario exacto y preciso, los topónimos. Aquí, de nuevo, se deja notar la predilección y conocimientos en lingüística de la autora.

¿Y por qué una novela? Pues porque es el formato que le permite a la autora contar lo que quiere contar y de la forma que lo quiere contar. ¿Cómo explicar que, aunque en El Frago no había pobres muy pobres, con el monte y el huerto todos conseguían algo que llevarse a la boca, algunos chavales robaban una vela de la Iglesia, para no ser los únicos que no llevaban cera para encerar las pizarras de la escuela? ¿O cómo denunciar las múltiples formas de opresión y violencia contra las mujeres habituales dentro de la vida cotidiana? Es la forma de contar la intrahistoria e incluso la historia  desde las vivencias personales a la trascendencia social.

Y una novela por más cosas. “El Frago, 1901. Por educar a las niñas” es un libro de agradecimiento, de reconocimiento y elogio a la EDUCACIÓN, con todas las letras en mayúscula. La educación ha sido,  y sigue siendo, desde la Ilustración, como dice hoy Pilar de la Vega en el Heraldo de Aragón, el gran motor del cambio, el cambio social, personal, político y económico del mundo moderno. Pero la educación todavía ha tenido más importancia en el espacio rural, es aquí donde el valor de ese motor de cambio se acrecienta e intensifica. Recupero la voz de Carmen en alguno de sus artículos: No es posible pensar en la larga lista de personas destacadas de El Frago en el ámbito profesional y cultural, sin tener en cuenta el papel de las maestras y los maestros de El Frago, el papel de las maestras y los maestros en las escuelas rurales.

Es también  un libro que testifica, desde lo material y desde lo emocional, el largo y difícil camino de la educación de las niñas. La lejanía y el aislamiento, la indolencia administrativa, la interesada mentalidad atávica…, han hecho todavía más difícil la educación de las chicas. Todavía estamos reivindicando la igualdad.

Es, pues, un libro reivindicativo, con energía y decisión, con implicación y compromiso. Reivindicativo de la educación, la educación rural, la educación de las niñas. Leí el pasado domingo, 3 de marzo, en la contraportada de El País una entrevista a Lola Cabrillana, maestra gitana y maestra de niñas y niños gitanos. Lola decía sobre  la educación: “hay que aferrarse a ella, porque es la llave de nuestro progreso y libertad”. Pues eso.

En mi última lectura, me quedé enganchada en algunas frases: “Pues a ver si consiguen cambiar la mentalidad de nuestros mandamases” (cap. 10), o la defensa de la educación de las hijas  que hace Dominica del Corronchal, “Otro gallo nos habría cantado a nosotras”, con una maestra así (cap. 6), “con la maestra llegaba algo de modernidad al pueblo” (cap. 15).

“El Frago, 1901” es un libro homenaje. Doña Matilde es la quintaesencia de doña Inés, doña Simona, doña Angelita, doña Asunción,  doña Nieves y muchas más. Un homenaje a todas las maestras que Carmen tiene referenciadas y bien biografiadas, en los numerosos pueblos de nuestra geografía. Porque, antes, para ser maestra en una ciudad, había habido que ejercer bastantes años en algún pueblo. Es muy hermoso ver cómo las mujeres nos acordamos, sobre todo, de nuestra maestra.

El libro se presentó en el Frago el 25 de junio de 2023. Ese día se celebraba la fiesta de fin de curso de la escuela de El Frago. El Frago cerró sus escuelas a finales del s. XX. Cerrar una escuela, cito de nuevo  a Pilar de la Vega en el Heraldo de hoy, es empezar a cerrar un pueblo. El Frago ha reabierto su escuela, inaudito, poco frecuente. Esta escuela aún tiene que consolidarse, sé que en ello se está trabajando. Pero un pueblo, que construyó su escuela “a vecinal”, que tiene como libro de referencia la historia de la escuela y como personajes destacados a las maestras y los maestros,  por la educación y por el resurgir del pueblo, lo logrará.  Cambiará, seguro, la mentalidad de los mandamases, en este caso los de más arriba.

Ayer me decía Francisca Soria, sabia y experta en este campo, que estaba disfrutando mucho con doña Matilde. Léanlo, lean “El Frago 1901. Por ensenar a las niñas”,  aprenderán y se lo pasarán muy bien.

El libro está dedicado a Doña Asunción y don Gregorio, maestros. Quien a los suyos parece,….

Gracias, Carmen, MbAESTRA.

Gratias agimo vobis. Por Carmen Romeo Pemán.

¡Buenos tardes! Ha llegado mi momento de acción de gracias. Y lo siento de corazón. No me gustaría que sonara a rito. Antes de comenzar por lo menudo, me voy a saltar el protocolo. No puedo hablar sin dar las gracias a las personas tan queridas que me acompañáis. Todos, y cada una, tenéis una relación personal, de cariño conmigo, por eso me da miedo nombrar, no quiero que nadie se sienta fuera. Aquí toda mi familia, El Frago en pleno, todo el instituto Goya, representantes de instituciones, alumnos de Zaragoza y de Teruel, amigos de muchas andanzas. Todos juntos, y por separado, sois los trocitos de corazón que he ido repartiendo a lo largo de mi vida. Vuestras caras me emocionan hasta la lágrima.

Ahora paso a la mesa. En primer lugar gracias a José Manuel Latorre, diputado provincial de Archivos y Bibliotecas, por la Chunta Aragonesista. Me consta la buena disposición del señor Latorre para acoger este acto desde el primer momento. Para mí es un honor presentar mi obra en esta casa y en este salón de la música. Un lujo. También es un orgullo, saber que el señor Latorre comenzó a amar las lecturas en la Almunia, de la mano de mi querido primo José María Pemán Martínez. Un enseñante de raza donde los haya.

Gracias a Aurelio Esteban Carazo, un médico escritor, que hoy está aquí representando a la Editorial Comuniter. No dejéis de leer sus obras, en especial: El doce, escrita a cuatro manos y publicada en Comuniter.

Gracias a Concha Gaudó, por estar siempre a mi lado, unas veces de forma visible, como ahora; y otras entre bambalinas.

Concha además de amiga y compañera, es una excelente crítica literaria, aunque venga de Historias. Es una enamorada de las lenguas y de las maneras del decir. Su intuición lingüística es un don que quiso darle el cielo. Su tesón en el estudio y el gusto por las lectura son los que complementan el anterior. ¡Gracias, Concha! Por todo, por esto y por mucho más.

Y, ¿cómo no? Gracias especiales al Ayuntamiento de El Frago que preside José Ramón Reyes Luna, José Ramón, desde su legislatura anterior, acompañado por Manolo Romeo Berges como concejal, me venían dando la lata para que escribiera algo más sobre El Frago y sobre la escuela. Y esta vez no ha sido un ensayo histórico, como fue el libro De las escuelas de El Frago. Esta vez me he atrevido ha cambiar de género y me he echado a nadar con una novela. ¡Gracias, José Ramón, por tanto! Estas palabras son un pequeño reconocimiento a lo mucho que te mereces. Y sé que no vas solo. Te has sabido rodear de un buen equipo. Gracias, pues, a Paloma; a Jesús Ángel, «Tachín»; a Jesús Beamonte, «Piquero»: y a Jesús Romeo, «Susti». Con tantos Jesusitos las esquinicas de tu cama están muy bien protegidas..

No quiero dejarme en el tintero al Ayuntamiento que presidió Javier Romeo Berges, además de apadrinarme los libros De las escuelas de El Frago y De la roca nacidas, me animó a involucrarme en escritos fragolinos y me abrió las puertas del Archivo. Allí comenzó esta gran aventura. Y, junto a Javier, no puede faltar mi reconocimiento a su hermana María José Romeo, exquisita correctora de todos mis textos. Solo quedan erratas cuando, como en este caso, por motivos técnicos, no se han incorporado sus correcciones.

Pilar de la Vega, gracias por tu oportuna reivindicación para El Frago en tu artículo de hoy. Me has sacado una sonrisa profunda cuando lo he leído por la mañana. También te doy las gracias de parte de doña Asunción, maestra de la promoción de doña María, tu madre. Una maestra carismática de la Cartuja Baja. Las dos son la quintaesencia de mi doña Matilde.

Me gustaría que este acto, además de la presentación de un libro, fuera una celebración y una reivindicación por la recuperación de nuestras escuelas. Llevaban 32 años cerradas y, como por arte de magia, los fragolinos, con José Ramón en el timón, y Manolo Romeo Berges de concejal, logramos lo que parecía imposible. Os confieso que el día que me comunicaron su reapertura no me lo podía creer. Y lloré de tanta emoción.

Abrir una escuela es un proyecto de futuro. Un proyecto de larga duración. Los fragolinos las vamos a mimar, os lo aseguro. Pero, igual que la maestra de mi novela, necesitamos el apoyo de las instituciones. Un apoyo que me atrevo a pedir esta tarde, aprovechando que estoy en la Diputación Provincial. Los mandamases, como os llamaba doña Matilde, no quedaréis defraudados.

Salón de la música desde la mesa.

Como muchos ya habéis leído la novela y Concha ha hecho una excelente presentación, yo solo os contaré algunos secretillos.

La novela lleva un doble título. Es que no sabía cuál elegir. Los dos responden a dos regalos de mis padres: don Gregorio y doña Asunción, mis maestros. Me hicieron nacer en el Frago y me contagiaron el amor por el pueblo, por sus gentes y por su historia. Mi padre sentía muy vivos sus genes fragolinos, y así nos los contagio a sus dos hijas, Maruja y Carmen. Nuestra madre, de Biel, también colaboró en nuestro amor a la tierra. Una de las pocas salidas que hace doña Matilde es un viaje a Biel a ver a su amiga Gala. ¡Cuántas veces hemos recorrido nosotros ese mismo camino para ver a mi abuelo, mis tíos y mis primos!

De los dos, de mi padre y de mi madre, me viene la pasión por enseñar. Como ellos, no podía dedicar mi vida a otra cosa. De ellos aprendí que la enseñanza se engrandece cuando nos entregamos a los alumnos con menos oportunidades, entonces se decía a los más desfavorecidos. Sin olvidar a ninguno, claro.

Mientras escribía esta novela, desplegaba las alas que ellos me dieron. Esas alas que me ayudaron a documentarme y a recrear un año muy complejo en la historia de la Educación en España y en Aragón. Y en El Frago en particular.

Repartidas por las páginas hay muchas claves fragolinas. Pasaréis algún rato en el Carasol de Vicenta. En el Café de Rosendo podréis charlar con mosén Mateo Echevería, el cura que bautizó a muchos de nuestros abuelos y bisabuelos. O escucharéis la voz de Matilde, convertida en mi doña Matilde. La voz cantarina de una joven con sonrisa permanente que se me quedó grababa para siempre. Muchos me habéis preguntado si doña Matilde realmente existió. Como personaje no. No podía existir. Yo quería que mi doña Matilde fuera un ídolo que diera sentido y transcendencia a la novela. Quería que la pudieran identificar como suya los habitantes de un pueblo perdido del Bierzo o de Andalucía. Y mi sorpresa ha sido que la han identificado como suya muchos lectores de América Latina. Si fuera de carne y hueso, un personaje real de El Frago, moriría a la vez que vamos avanzando en las páginas de la novela.

Otros me habéis preguntado por qué me fui a los 13 años de El Frago y que si he vuelto. A ver, este es un error que se deduce de mis semblanzas académicas. A los 13 años mis padres me sacaron a estudiar a un internado. Ya no podía continuar mis estudios en El Frago. Después estudié en la Universidad, comencé a trabajar y me casé. Mientras estuve soltera mi casa era la de El Frago, no tenía otra. Así que no me fui. Y como conservo la casa, aún no me he ido.

El señor diputado me pregunto: ¿por qué era doña Matilde de la parroquia de El Gancho de Zaragoza?

Pues porque la mente tiene sus obsesiones y asociaciones. Hace unos años conocí, por la prensa de 1903, el asesinado de un niño de pocos dias en la catedral de la Seo de Zaragoza. Se encontró el cadáver en la Sala de los Tapices, detrás del tapiz de la matanza de los Inocentes. Fue un caso muy comentado en el Imparcial y en el Sol. Todo había sido fruto de unas relaciones incestuosas de un canónigo de la Seo con una prima suya y con su sobrina maestra. Este caso, muy famoso en toda España, me impresionó tanto que le dedique el relato «Crimen en los tapices de la Seo». Y ahora, sin saber por qué, doña Matilde vuelve a vivir en la parroquia del Gancho y siente en sus carnes la misma amenaza que sintió la sobrina del aquel canonigo de la Seo. Y se apellida Zugasti por exigencias narrativas: tenía que llegar la última, y a tiempo, a las oposiciones de Huesca. El personaje, no, no es de El Frago, pero su nombre sí. Es el de Matilde la hija de la señora Presentación, que, durante muchos años, vino a mi casa todas las tardes a traernos leche de cabra. Con el tiempo se casó con Angelito de Moño, de Biel.

Alguien preguntó por las talas de árboles. Nunca se talaron árboles para las escuelas. La riqueza forestal del Ayuntamiento, la única, se empleaba como hucha y se cortaban los pinos que marcaba la autoridad de montes competente. No sucedió en 1901, pero sí en los anteriores y siguientes. Aprovechando el día del árbol, los maestros con los niños de las escuelas, ayudados por los vecinos, «a vecinal», repoblaron con chopos las riberas del Arba desde el Molino hasta el Sotal. Así se evitaban las mordidas del río en los escasos huertos de la vega.

Otro tema de montes, muy bien documentado en los archivos, es el de los escalios o bancales en las laderas y en los pasos de ganado. Estaban muy reguladoS. Para contextualizar el tema de los montes en la novela, lo consulté con mi primo Jesús Pemán García, un Ingeniero, profesor en la Escuela de Montes, descendiente de Biel y conocedor de esta problemática en la zona. Según él, lo tengo bien orientado, teniendo en cuenta la política de montes en 1901.

Para escribir esta novela, he puesto a funcionar elementos del contexto histórico de España en Aragón y en El Frago, porque es lo que mejor conozco. Siempre he ejercido de profesora en Aragón  y fui alumna de la escuela de El Frago hasta los trece años, donde viví situaciones que se parecían más a las de las escuelas del XIX que a las del XX. El tesón y la lucha de mi maestra, mi madre, por defender la educación de las niñas era muy parecido al que reflejaban las maestras del siglo XIX en las memorias que publicaban en la prensa nacional. Y como alumna, no como hija, recuerdo una frase que nos repetía muchas veces en la escuela: Hijas mías, no sé qué seréis de mayores ni qué ideas tendréis. Pero estéis donde estéis y penséis como penséis, nunca os olvidéis de que sois mujeres. Mientras digo esto veo la cara de asentimiento de Pili Berges, mi compañera de pupitre y amiga inseparable de correrías.

Como en todas las novelas históricas la realidad anda  mezclada con la ficción. Y juntas forman un universo verdadero.

Para satisfacer la curiosidad de algunos lectores, al final he puesto una relación de acontecimientos y personajes que he ficcionalizado a partir de la realidad. Los otros, aunque compartan algún rasgo que vosotros reconocéis es mera casualidad. O fruto de la creación. Cuando una tiene el gusanillo de escribir se fija mucho en las personas que la rodean. Y sin darme cuenta, gestos, formas, colores, voces, olores, posturas, ¡qué se yo!, van pasando al subconsciente y se escapan entre las letras de mis escritos. En los futuros también estaréis vosotros, todos los que me acompañáis esta tarde. La realidad alimenta la ficción.

Espero que disfrutéis leyendo está novela tanto como yo escribiéndola. Y, de nuevo, gracias a todos.

Salón de la música desde atrás.

La presentación de este libro tiene dos objetivos muy marcados. Solicitar apoyo de las instituciones para las recién nacidas escuelas de El Frago y ser el primer acto en torno al Ocho de Marzo. En la novela, doña Matilde se deja la piel por conseguir una enseñanza digna para las niñas. Y esto enlaza con los actos en los que las mujeres de El Frago, jóvenes y no tan jóvenes, seguimos luchando por nuestros derechos.

Cerraremos el ciclo de este año con la lectura y teatralización de unos relatos de mi serie «Las fragolinas de mis ayeres», donde se denuncia la desigualdad y la opresión de nuestras antepasadas. Esas mujeres que sufrían la opresión en sus carnes y no eran conscientes de ser las principales víctimas de un sistema patriarcal. Como decía mi maestra, nunca nos olvidemos de que somos mujeres y tenemos que vivir siempre alertas para defender nuestros derechos.

Carmen Romeo Pemán

Cándida. Los agitados comienzos del feminismo en España

#demibauldelecturas

El viernes, 8 de febrero de 2019,  asistí en Facultad de Educación de Zaragoza al seminario, Las mujeres votan por la paz, que se inscribía en el proyecto europeo Programa Europa de la ciudadanía.

Lo convocaba La liga internacional de las mujeres por la paz y la libertad  (WILPF), con el apoyo del Observatorio de igualdad de la Universidad de Zaragoza.

En una de las sesiones se presentó el libro De Madrid a Ginebra. El feminismo español y el VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer, escrito por Isabel Lizarraga y Juan Aguilera.

En ese mismo acto tuve la oportunidad de presentar Cándida, la novela con la que Isabel da vida a todo el ambiente en el que se gestó el Congreso de Ginebra de 1919

El interés que me despertó la lectura, las palabras de su autora y la buena acogida entre el público me han animado a escribir este artículo con la intención de contagiaros mi entusiasmo.

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Cándida es la historia de una maestra riojana, cuyo periplo vital se teje con los convulsos orígenes del feminismo en España.

De su mano conocemos las trayectorias de la marquesa del Ter, de María Lejárraga, de María Espinosa y otras mujeres famosas entre 1918 y 1921.

Utiliza con gran acierto la ficción literaria para revivir unos entresijos históricos difíciles de contar. Con los trajines de los personajes, reales y ficticios, entendemos los bastidores en los que se fueron urdiendo los movimientos feministas.

Antes de la lectura, ¿quién recordaba a la marquesa del Ter, a María Lejárraga, a Celsia Regis, a María Espinosa, a Carmen de Burgos, a María de Echarri, a María de Lluria, a Magda Donato, a María de Maeztu, a Amparo Cebrián de Zulueta, a Benita Asas Monterola o a las hermanas Ana y Amalia Carvia? ¿Y quién conocía a Paulina Luisi, Mary Sheepshanks, Anna Wicksell, Carrie Chapman Catt, Chrystal MacMillan, importantes mujeres europeas relacionadas con Alianza Internacional por el Sufragio?

Cuando cerramos el libro, nos quedamos pegados a ese elenco de mujeres que brillaron en los salones, en las tertulias y en los despachos de Madrid y que a los pocos años cayeron en el olvido.

El título

Cándida es un título irónico.

Me llamo Cándida, Cándida Sanz Pedriza, se dijo en voz baja. Aún no hace frío en este día 15 de septiembre de 1918 y estoy sola en la estación del tren de Logroño.

Con este arranque novelesco, desde la primera página nos damos cuenta de que esa maestra, que está en la estación de Logroño esperando el tren de Madrid, no es ni ingenua ni inocente. Que abandona al novio y el ambiente provinciano para luchar contra una sociedad que considera injusta con sus escritos, como corresponsal del diario La Rioja, en la sección “Los Jueves de la Mujer”, que mantiene al día a las mujeres riojanas. Pero, a los pocos días de su estancia en Madrid, y de la mano de María Lejárraga, se involucra en las intrigas de los nuevos círculos feministas.

Cándida era el nombre de una abuela de Isabel Lizarraga, pero en la novela funciona como el espejo en el que se desdobla María Lejárraga. De esta forma, el personaje de ficción profundiza e inmortaliza a los personajes reales  Si conocemos estas referencias, la lectura adquiere una nueva dimensión.

Además, este título apunta a una intertextualidad con el de Cándido de Voltaire. En las dos novelas la objetividad histórica, respaldada por los datos documentales, es un potente recurso contra la intolerancia, el fanatismo y los abusos del poder.

El contenido novelesco: el argumento

En una trama simple en torno a las relaciones de Cándida y Beatriz, se engarzan todos los entresijos del naciente feminismo español.

Cándida, a sus veinticuatro años, decide cambiar el rumbo de su vida. Va a Madrid a sustituir a su antigua profesora de Magisterio, Pilar, actual corresponsal del diario La Rioja, que siente que su tiempo se ha acabado y quiere dejar paso a las nuevas generaciones. Cándida lleva en el bolsillo una carta de recomendación del párroco para María Lejárraga, quien la acoge como a una hija: le busca alojamiento y la introduce en los círculos en los que las ideas feministas están en plena efervescencia.

De esta forma, entra en contacto con las fundadoras de la Unión de Mujeres de España (UME), con las de la Asociación Nacional de Mujeres de España (ANME), con las de la Liga Española para el Progreso de la Mujer, la primera asociación feminista que se fundó en Valencia, en torno a la revista Redención y con las de la Alianza Internacional para el Sufragio (International Woman Suffrage Alliance), que publicaban la revista Ius Suffragii. Cándida conoce de primera mano a todas las feministas, con sus grandezas y sus miserias, con sus nobles aspiraciones y con las rencillas entre ellas.

En Madrid se hace amiga de Beatriz, la hija de Louisa Grapple de Modeiras, con quien vive momentos felices y atroces. Hasta se la lleva unos meses a Logroño para alejarla de un grave problema familiar.

Este primer regreso a Logroño va precedido de un interludio: el diario de la marquesa del Ter, la fundadora de la UME. Estas memorias son un remanso narrativo que amplía, en olas concéntricas, el contexto histórico, y siembra nuevos datos con los que aumenta la tensión de la trama.

Cuando Beatriz se repone, regresa a Madrid con Cándida, y se reencuentra con su novio Fermín, que le cuenta el verdadero motivo por el que se truncaron sus relaciones. Después, las dos amigas asisten al congreso de Ginebra. Al acabar, Beatriz se va a Londres y Cándida regresa a Logroño, donde sigue trabajando como maestra.

La acción narrativa termina en 1921, con una manifestación feminista organizada por María Lejárraga y la marquesa del Ter.

Y todo se acaba en un epílogo. Lo cuenta una cuidadora de Cándida, después de su muerte a los ciento cuatro años. Sintetiza el rumbo posterior de los acontecimientos, cierra las vidas de los personajes principales y explica las claves narrativas de todo el relato.

El feminismo

Es el tema central de la novela. Así se lo explicaba Isabel Lizarraga a Pilar Laura Mateo en una entrevista para el “Club de lectura Palabra de Mujer”, cuando publicó La canción de mi añoranza. Isabel Oyarzábal. Embajadora de la República:

Pilar Laura Mateo. Tus dos novelas son una exhaustiva investigación sobre la vida de mujeres intelectuales poco o nada reconocidas por la historia oficial. ¿Piensas que queda mucha historia por recuperar de las mujeres de este periodo?

Isabel Lizarraga. Indudablemente. Todas ellas han sido silenciadas por un doble motivo: por ser mujeres y por ser las perdedoras de una guerra que les arrebató todo aquello por lo que habían luchado. La historia oficial las ha ignorado tanto por motivos políticos (la gran mayoría tuvo que exiliarse) como por la secular negación y ocultamiento de la mujer a lo largo del tiempo.

P. LM. Las asociaciones de mujeres de principios del XX desplegaron mucha actividad pero obtuvieron pocos resultados. ¿Cuál crees que fue su error?

I. L. Las mujeres de principios del siglo XX hicieron todo lo que pudieron, pero tenían muchas cosas en su contra: las leyes, la costumbre, la falta de educación en relación con el hombre… El principal error que cometieron fue el de no ser capaces de aunar sus fuerzas en una asociación común a todas las mujeres que deseaban lo mismo.

P. LM. una cosa que quizá puede chocar a las lectoras/es de hoy, y es que casi todas estas mujeres pertenecían a las clases acomodadas, algunas incluso tenían título nobiliario, ¿cómo valoras esta cuestión?

I. L. Me parece normal que las pioneras pertenecieran a las clases acomodadas. Las mujeres pobres tenían suficiente con sobrevivir.

Para reclamar algunos derechos hace falta saber que existen (o que existen en otros lugares), saber leer, saber escribir, y tener tiempo y fuerzas como para luchar por ellos. El hecho simple de fundar una asociación donde reunirse requiere tener dinero para alquilar el local, para editar una simple hoja reivindicativa o revista o para prever cualquier actividad, y no hay que olvidar que en esa época las mujeres casadas ni siquiera tenían la potestad de gestionar su propio dinero.

P. LMEllas fundaron el Comité Nacional de Mujeres contra la guerra y el fascismo en vísperas de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué opinas de esto?

A mí me conmueve el hecho de que las mujeres de esa época se proclamasen pacifistas. Estaban horrorizadas por los efectos de la Primera Guerra Mundial y suponían ingenuamente que, si las mujeres llegaban a gobernar, serían capaces de evitar las guerras, ya que, siendo madres, no consentirían que sus hijos murieran en ellas.

El tempo lento

Hay novelas que respiran como gacelas y otras como ballenas, o como elefantes. (Umberto Eco, Apostillas al Nombre de la rosa).

Isabel, interesada por el trasfondo histórico, escribe una novela de respiración lenta. El lector se va recreando en el ambiente y en las noticias de los periódicos que la autora intercala con gran acierto y oportunidad en la trama. Nosotros, como don Ramón Cabrera, el marido de la marquesa del Ter, leemos sin prisa. De vez en cuando, volvemos a releer en voz alta y lo comentamos. Porque, en esta novela hay encerradas muchas horas con la prensa de principios de siglo. Y la prensa se comenta con los cercanos.

Este tempo lento se refleja en la estructura y en la aparente falta de proporción entre las partes narrativas. Pero todo está en función de la historia y de la trama, de las vivencias y de los acontecimientos

La disposición cronológica

Ocupa tres años de la larga vida de Cándida (San Millán, 1894-Logroño, 1998). Justo el tiempo en el que Beatriz entró en la vida de Cándida. La acción avanza en tres bloques temporales, pero no se corresponden exactamente con los años.

1919-1919. Crónica de un amanecer. Un amanecer lleno de anhelos y deseos, de titubeos y frustraciones. El nacimiento de la amistad entre las protagonistas coincide con el de los movimientos feministas y con la ruptura con sus novios.

1918-1920. El diario olvidado de la marquesa del Ter. Completa los acontecimientos de 1920 desde un nuevo punto de vista. Y progresa con una información muy detallada sobre el octavo Congreso de la Alianza, celebrado en Ginebra del 8 al 12 de junio de 1920.

1920. Fulgor opaco de mediodía. (marzo-junio). Es el desenlace novelesco, en tres tiempos y en tres lugares.

Las dos amigas se refugian en Logroño, después del desastre de la familia de Beatriz. Cuando Beatriz cumple veintitrés años se convierte en mayor de edad y vuelven a Madrid para arreglar los asuntos que quedaron pendientes. Finalmente,  llega la semana del Congreso de Ginebra y la separación de las amigas. Beatriz se va a Londres. La marquesa del Ter desaparece y se deja el diario en el hotel. María Lejárraga y Cándida regresan juntas a Madrid.

1921. La sonrisa triste. Encontramos a Cándida en el tren que va a Logroño donde de nuevo ejerce de maestra. Vuelve de Madrid, de una manifestación feminista que han organizado la marquesa de Ter y María Lejárraga. Sus aventuras madrileñas le han dejado un poso de tristeza.

1984-1998. Epílogo nocturno: cola de cometa. Los últimos años de Cándida en una residencia en Logroño.

El juego de narradoras

Todo lo ha contado una narradora omnisciente que conoció los hechos a través de los documentos que encontró y de lo que la propia Cándida le contó.

Día a día, con mi insistencia, conseguí rescatar una parte de ese pasado, y así he sabido que la Marquesa del Ter murió en Madrid en abril de 1936 y que su esposo, arruinado, la sobrevivió hasta 1940.

Que María Lejárraga fue abandonando paulatinamente su labor de escritora para comprometerse cada vez más en la vida política.

Que Carmen de Burgos conservó su carácter combativo y resuelto durante toda su vida: murió en octubre de 1932, mientras pronunciaba una conferencia en el Círculo Radical Socialista.

Que Clara Campoamor, después de distintos trabajos y oposiciones, comenzó los estudios de Derecho y se licenció a los 36 años.

De Consuelo González, la Celsia Regis de los años veinte, Cándida no sabía nada, y tampoco de Magda Donato.

Cándida apenas me quiso hablar de Beatriz, pero entre sus papeles leí que marchó a Londres, se casó y tuvo cuatro hijos. Nunca volvió a España. (P. 199 y ss.)

Esta narradora, encontró en el armario una caja en cuyo interior había:

Recortes de periódico apilados en un escrupuloso orden cronológico, cartas con fechas antiguas, un viejo diario de tapas gastadas con la letra de Cándida, un cuaderno de la Marquesa del Ter y, al fondo del todo, en testimonio nebuloso de lo que no pudo ser, una fotografía con la firma de un amigo. (P. 198).

Y de forma abierta confiesa cómo ha construido la novela.

La historia que antecede a estas páginas ha nacido de la revisión de los documentos que Cándida guardaba en su caja escondida, que muchas veces recojo en su forma textual, a partir de las noticias de los periódicos de la época y, especialmente, a partir de los manuscritos de su propio diario y del texto de la Marquesa del Ter. (P. 198).

Isabel ha bebido en fuentes clásicas para construir esta novela: ha reescrito desde un nuevo punto de vista el viejo tópico del manuscrito encontrado que tan famoso se hizo con El Quijote.

Una novela histórica

Está contada como una historia de vida y enmarcada con abundantes digresiones documentales. La atmósfera feminista es el cañamazo sobre el que se teje la vida de Cándida, el alter ego de María Lejárraga. Y todo sembrado con abundantes detalles del vivir cotidiano que le confieren la impresión de historia verdadera.

María Espinosa de los Monteros y Díaz de Santiago. Todo el mundo sabe que es la representante de la Casa Yost en España desde hace veinte años y que el Consejo de Instrucción Pública le concedió la Cruz de Alfonso XII. … con su traje negro ceñido con una banda en la cintura y la famosa Cruz en el pecho. También llevaba un collar de perlas y un moño bastante discreto. (P. 12).

Las páginas están salpicadas de juicios hechos desde una cercanía y un conocimiento profundo de los personajes.

La cocinera, adusta, miraba a Anita, con la toca de doncellita prendida sobre su pelo moreno, pensaba en la dueña de la casa, la Marquesa feminista, y en el fondo no comprendía nada de la vida moderna. (P. 19).

Para terminar

Isabel Lizarraga combina con acierto la documentación histórica con los elementos narrativos. En esta novela prima el docere, enseñar, sobre el delectare, deleitar, pero en ningún momento descuida los elementos literarios. Cándida cuenta los orígenes del feminismo en España de una manera hermosa y didáctica y se convierte en una referencia imprescindible para los estudios de los movimientos anteriores a 1921. Aquí están los moldes y patrones de comportamientos posteriores.

Antes de esta novela escribió un ensayo pensado para un público especializado. Con Cándida divulgó esas ideas y consiguió que muchos lectores vibraran con las aspiraciones de unos ideales feministas que todavía no se han cumplido.

Isabel Lizarraga es una escritora que se documenta exhaustivamente. Es una ávida lectora de periódicos de la época para reconstruir con fidelidad los hechos, los ambientes y los escenarios. En fin, es una escritora a la que le rebosa el saber por los poros de cada letra.

20190208. Isabel Lizarraga. Al iniciar la biografía

Isabel Lizarraga y Carmen Romeo visitando la exposición «Cien años de feminismo pacifista». Zaragoza, Facultad de Educación, 8 de febrero de 2019.

Isabel Lizarraga (Tudela, 1958). Profesora, investigadora y escritora. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y en Derecho por la Universidad de La Rioja. Ha sido profesora del instituto de Teror, Gran Canaria, en el de Lodosa y en el Escultor Daniel de Logroño. Es autora de un gran número de publicaciones académicas, de abundantes relatos literarios y de cinco novelas. Su nombre va indisolublemente unido al de María Lejárraga a quien descubrió en varios estudios y a la que quiso inmortalizar en la novela Cándida. Esta unión viene reforzada por la paronomasia de los apellidos: Lejárraga-Lizárraga.

De su extensa producción destacaré algunas obras representativas.

Investigaciones académicas

María Lejárraga, pedagoga. Cuentos breves y otros textos, IER, Logroño, 2004. En colaboración con Juan Aguilera Sastre.

De Madrid a Ginebra. El feminismo español y el VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer, Icaria, Barcelona, 2010. En colaboración con Juan Aguilera Sastre.

Federico García Lorca y el teatro clásico. La versión escénica de la dama boba. Universidad de La Rioja, Logroño, 2009.

El derecho de rectificación, Aranzadi, Pamplona, 2005.

Textos de creación literaria

“Estos últimos tiempos he abandonado los estudios enjundiosos para probar con algo que me resulta mucho más divertido y me devuelve a los primeros años de amor sencillo por las letras: he comenzado a componer literatura de ficción”. (Autobiografía del blog literario de Isabel Lizarraga)

Novelas

  1. Escrito está en mi alma. Finalista del VII Concurso de Narrativa Femenina “Princesa Galiana”, del Ayuntamiento de Toledo.
  2. Cándida. Finalista del V “Premi Delta de narrativa escrita per dones”, en 2009. Publicada en Buscarini, Logroño, 2012. Reeditada en 2018.
  3. La canción de mi añoranza. Isabel Oyarzábal. Embajadora de la República. Siníndice, Logroño.
  4. La tierra era esto. Las aventuras de Austin y Amalíss. Ciencia ficción. Editorial Atlantis, Aranjuez.
  5. La escuela de la vida. Siníndice, Logroño.
  6. Pájaros de cuenta. La Cabaña del Loco, Zaragoza-Logroño,

Cuentos

Corazón loco, Asamblea de Mujeres y Ayuntamiento de Estella-Lizarra, 28 de noviembre de 2008 (edición no venal).

Escorzo en el aire, en La inauguración, Ayuntamiento de Logroño y Fundación Caja Rioja, Logroño, 2009.

Imago hominis, Ayuntamiento de Zaragoza, 2010 (edición no venal).

Había una vez…, en Cuentos con el mismo papel, Ayuntamiento de Logroño, 2010.

Venturoso viaje de vuelta, De Buena Fuente, 15 de julio de 2011,

Las letras y las voces, en Miradas y letras II en el Camino de la Lengua castellana, Fundación Camino de la Lengua Castellana, Logroño, 2011.

La rosa de los tiempos, en Antología de Ciencia Ficción 2099, edición de Miguel Ángel de Rus y Félix Díaz González, Madrid, Ediciones Irreverentes, 2012.

Mitad y mitad, igual a medio, en Cuando quieras mirar a las nubes, Miami USA, La Pereza Ediciones, 2013.

“El viejo factor”, en Turia, revista cultural, núm. 113-114, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, marzo-mayo de 2015, pp.72-79.

Premios Literarios

Este nuevo camino no le ha ido mal. Desde el año 2008 ha cosechado numerosos premios.

Premio del XII Certamen Literario “María de Maeztu” de Estella, en 2008. Con el cuento Corazón loco.

Premio del XIV concurso de Relatos “8 de marzo Día Internacional de la Mujer”, Ayuntamiento de Zaragoza, en 2010. Con Imago hominis.

Premio en el XXIV Premio de Narración Breve “De Buena Fuente” de Logroño, en 2011. Con Venturoso viaje de vuelta.

Carmen Romeo Pemán

La artillera. La lucha de España por la libertad

Homenaje a las heroínas de los Sitios de Zaragoza

De mi baúl de lecturas

Hoy os traigo mi primera entrega sobre una novela de Ángeles de Irisarri (Zaragoza, 1947), mi amiga y compañera de pupitre. En un futuro vendrán más.

Sus novelas históricas cuentan los orígenes de varios reinos: del de Aragón, en El estrellero de San Juan de la Peña, del de Navarra en Toda reina de Navarra, y del Condado de Cataluña en Ermessenda condesa de Barcelona. Su gusto por el arte de contar y el rigor de su documentación, muy propio de una buena medievalista, son la clave de sus éxitos. Y los lectores nos regocijamos con su mirada irónica, que nos ayuda  a reinterpretar la historia en clave de humor. Nunca olvidaremos la huelga de hambre de la Condesa de Barcelona metida en un baúl ni a la reina Toda viajando hasta Andalucía con su nieto Sancho el Gordo para que los médicos árabes lo sometieran a una purga de adelgazamiento.

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La primera vez que leí La artillera lo hice de un tirón. No podía dejarla. Y cuando la acabé dije: “¡Impresionante!”

¿De qué trata la novela?

De los días previos al Primer Asedio de Zaragoza, del Primer Sitio, de los meses siguientes y del Segundo Sitio. De la vida zaragozana bajo el mando francés, de la salida de los franceses y de la visita del rey. Y, para terminar, de las últimas noticias de la vida de Agustina de Aragón, hasta su muerte en Ceuta a los 71 años. Trata, pues, de unos hechos históricos muy conocidos. Así que, desde el punto de vista del contenido, el lector espera pocas sorpresas. Por ese motivo, me acerqué a esta novela con cierto recelo. Pero, al comenzar a leer, al romper el silencio narrativo, me di cuenta de que estaba equivocada. Que el asunto es conocido, pero el enfoque resulta muy novedoso.

Los sucesos históricos se cuentan a través de las vidas cotidianas y de las vivencias de diez mujeres, las diez protagonistas: siete históricas y tres inventadas.

Las históricas son cinco mujeres del pueblo: Agustina Zaragoza, conocida como Agustina de Aragón y como la Artillera, María Agustín, María Lostal, Casta Álvarez y Manuela Sancho. Una dama, la condesa de Bureta y una monja, la madre Rafols.

Las inventadas son Matilda López y Marica, dos prostitutas del Rabal, y Quimeta, una hermana que la autora le ha regalado Agustina. Quimeta y Agustina viven juntas, porque sus maridos están luchando en Cataluña. Y así, a través de su estrecha convivencia y de sus permanentes diálogos, llegamos a conocer mejor la vida cotidiana, las estrecheces y los pensamientos de Agustina de Aragón.

En el primer capítulo se juntan estas diez mujeres en la plaza del Mercado. Agustina, Quimeta, las dos Marías, Casta, Manuela y las dos prostitutas están tomando un refresco en el puesto de la tía Paca, justo debajo del balcón de la condesa de Bureta. Y arriba, en el balcón, están la condesa de Bureta y la madre Rafols. Y las diez oyen el bando de declaración de guerra contra los franceses.

Desde las primeras líneas el lector se queda sorprendido cuando ve que Agustina se dirige con prisa al mercado a comprar una mata de borraja para añadirla a la olla que había dejado hirviendo. O cuando Casta Álvarez recorre los tenderetes en busca del mejor precio para el tocino y dos morcillas de arroz con piñones.

La sorpresa procede del enfoque, del nuevo punto de vista y de los detalles cotidianos, que disuelven el sentimiento heroico. En los momentos previos a un gran bombardeo, Casta Álvarez, que cunde por todos los lados, se sube a las murallas y a continuación se va a poner el puchero para la cena y a dar un limpión a la casa.

Y todo sucede así porque no es un libro de historia, porque es una novela en la que se crea, y se recrea, un mundo de ficción a partir de datos de la realidad.

Una novela realista de corte decimonónico

El género histórico se mezcla con las características de las novelas realistas del siglo XIX. Y la clave para esta interpretación la tenemos al final. Porque la novela de Ángeles de Irisarri es una continuación de la que ha escrito Carlota Cobo, la hija de Agustina de Aragón.

La autora, para recrearse y para recrear el siglo XIX, elige un género de la época. Y sigue el modelo de Cecilia Böhl de Faber, conocida como “Fernán Caballero”, una escritora que escribe sobre mujeres.

De la novela del XIX hereda el método de observación, la rigurosa documentación, la tesis, la estructura general, el cierre de los capítulos, los elementos de suspense y una narradora omnisciente que conoce y opina sobre la historia que está escribiendo. Antes de comenzar la novela, cuando leemos el título completo, “La artillera. La lucha de España por la libertad”, ya adivinamos que la segunda parte del título es la tesis.

Al final, el coro de mujeres de la fuente del Portillo va recapitulando y atando todos los cabos que han ido quedando sueltos. Y todo se cierra, menos la vida de Agustina, porque ha sido la heroína por antonomasia y ella, la Artillera, la primera mujer que entró en el ejército, va a ser el símbolo de la lucha de los aragoneses por la libertad.

El mensaje central de la novela está en el último capítulo, en un vivo y entrecortado diálogo entre Agustina y su hija. Así, al poner el mensaje central, la tesis, en boca de una Agustina cansada y enferma, de una Agustina a la que le falla la memoria, pierde el tono asertivo de las tesis de las novelas del siglo XIX.  “La palabra rendición no entraba en nuestro vocabulario. Allí fue vencer o morir…Para no ser esclavos, para ser libres”.

Una novela moderna de protagonista colectivo

Poco a poco se van incorporando grupos de mujeres que funcionan como los coros de las tragedias griegas. Las costureras de la fuente del Portillo se enteran de todo, porque se pasan el día parloteando y escuchando a las mujeres que se acercan al corro a decirles tal o a contarles cual.

Las comadres lenguaraces del ropero de San Miguel salen a coser a la puerta Quemada para enterarse de los sucesos y comentarios que circulan por la ciudad. Y hacen lo mismo las del lavadero de la acequia del Portillo, las del salón de la condesa de Bureta y las de la tertulia de Josefa Amar y Borbón.

Así, la verdad colectiva se va formando con la suma de las verdades individuales. Por eso son tan importantes los personajes secundarios que pueblan la novela.

Un discurso testimonial

En sus páginas oímos hablar a las protagonistas, y así tiene que ser, porque eran analfabetas. A Agustina de Aragón le enseña a leer doña Josefa Amar, y cuando la viuda María Lostal quiere volver a abrir la tienda de vinos tiene que ir a que la condesa de Bureta le lea las facturas, porque no sabe quiénes eran los suministradores de su marido.

El humor y la comicidad

En esta obra, como en todas las de la autora, se hace  una afirmación del valor y del sentido práctico de las mujeres. Una afirmación que brota de una pluma que es capaz de ironizar y de reírse hasta de su sombra. El lector, entre las pilas de muertos y el olor a cadaverina, se ríe cuando Casta Álvarez, cocinera del Hospital, descubre que las lentejas están agusanadas. “Que no se trataba de un gusano ni de dos, que había más gusanos que lentejas, que los bichos no flotaban en el guiso y que las cocineras no podían quitarlos con la rasera. Entonces, la madre Rafols decide hervirlas hasta convertirlas en una pasta.

Sonreímos complacidos cuando la condesa de Bureta saca los tomos de la Enciclopedia Francesa para construir barricadas. O cuando María Agustín no puede hacer los encargos de costurera ni salir a recibir a Palafox porque le ha venido la regla y se tiene que quedar siete días en casa.

Y cuando Casta Álvarez le dice a María Lostal que su hijo se llama Pablos, y no Pablo, porque cunde por tres, nos damos cuenta de que ese Pablos es un personaje con resonancias del Buscón de Quevedo.

Otras veces, el efecto cómico brota de las exageraciones que disuelven la tragedia. En medio de una ciudad destruida y llena de cadáveres, un grupo de mujeres se lía a navajazos por beberse las lágrimas que la Virgen derramaba. Y el día que se firmó la capitulación de Zaragoza, hubo colas de soldados en el burdel del Rabal porque se temían lo peor.

Para terminar

Está muy bien conseguida la personalidad de las diez protagonistas. Cuando cerramos el libro, sigue resonando en nuestros oídos el susurro de la condesa de Bureta, porque la habían educado para que nunca hablara alto. La voz de mando de la madre Rafols. Las risas y los jolgorios de las dos prostitutas del Rabal. Las alucinaciones de Manuela Sancho, que escucha las voces de los muertos en su interior. Los gritos de Casta Álvarez, cuando distribuye la comida a los soldados y cuando llama a una nueva insurrección porque no acepta la capitulación de la ciudad. La voz lastimera de María Lostal, siempre rodeada de sus tres hijos. Y el tono bondadoso y tierno de María Agustín.

En el fondo, estas heroínas tan bien caracterizadas son el trasunto de la importancia que tuvieron las mujeres zaragozanas en la defensa de la ciudad cuando la sitiaron las tropas francesas.

Carmen Romeo Pemán

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María Ángeles de Irisarre, La artillera. La lucha de España por la libertad. Editorial Suma de Letras, Madrid.

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