Cándida. Los agitados comienzos del feminismo en España

#demibauldelecturas

El viernes, 8 de febrero de 2019,  asistí en Facultad de Educación de Zaragoza al seminario, Las mujeres votan por la paz, que se inscribía en el proyecto europeo Programa Europa de la ciudadanía.

Lo convocaba La liga internacional de las mujeres por la paz y la libertad  (WILPF), con el apoyo del Observatorio de igualdad de la Universidad de Zaragoza.

En una de las sesiones se presentó el libro De Madrid a Ginebra. El feminismo español y el VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer, escrito por Isabel Lizarraga y Juan Aguilera.

En ese mismo acto tuve la oportunidad de presentar Cándida, la novela con la que Isabel da vida a todo el ambiente en el que se gestó el Congreso de Ginebra de 1919

El interés que me despertó la lectura, las palabras de su autora y la buena acogida entre el público me han animado a escribir este artículo con la intención de contagiaros mi entusiasmo.

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Cándida es la historia de una maestra riojana, cuyo periplo vital se teje con los convulsos orígenes del feminismo en España.

De su mano conocemos las trayectorias de la marquesa del Ter, de María Lejárraga, de María Espinosa y otras mujeres famosas entre 1918 y 1921.

Utiliza con gran acierto la ficción literaria para revivir unos entresijos históricos difíciles de contar. Con los trajines de los personajes, reales y ficticios, entendemos los bastidores en los que se fueron urdiendo los movimientos feministas.

Antes de la lectura, ¿quién recordaba a la marquesa del Ter, a María Lejárraga, a Celsia Regis, a María Espinosa, a Carmen de Burgos, a María de Echarri, a María de Lluria, a Magda Donato, a María de Maeztu, a Amparo Cebrián de Zulueta, a Benita Asas Monterola o a las hermanas Ana y Amalia Carvia? ¿Y quién conocía a Paulina Luisi, Mary Sheepshanks, Anna Wicksell, Carrie Chapman Catt, Chrystal MacMillan, importantes mujeres europeas relacionadas con Alianza Internacional por el Sufragio?

Cuando cerramos el libro, nos quedamos pegados a ese elenco de mujeres que brillaron en los salones, en las tertulias y en los despachos de Madrid y que a los pocos años cayeron en el olvido.

El título

Cándida es un título irónico.

Me llamo Cándida, Cándida Sanz Pedriza, se dijo en voz baja. Aún no hace frío en este día 15 de septiembre de 1918 y estoy sola en la estación del tren de Logroño.

Con este arranque novelesco, desde la primera página nos damos cuenta de que esa maestra, que está en la estación de Logroño esperando el tren de Madrid, no es ni ingenua ni inocente. Que abandona al novio y el ambiente provinciano para luchar contra una sociedad que considera injusta con sus escritos, como corresponsal del diario La Rioja, en la sección “Los Jueves de la Mujer”, que mantiene al día a las mujeres riojanas. Pero, a los pocos días de su estancia en Madrid, y de la mano de María Lejárraga, se involucra en las intrigas de los nuevos círculos feministas.

Cándida era el nombre de una abuela de Isabel Lizarraga, pero en la novela funciona como el espejo en el que se desdobla María Lejárraga. De esta forma, el personaje de ficción profundiza e inmortaliza a los personajes reales  Si conocemos estas referencias, la lectura adquiere una nueva dimensión.

Además, este título apunta a una intertextualidad con el de Cándido de Voltaire. En las dos novelas la objetividad histórica, respaldada por los datos documentales, es un potente recurso contra la intolerancia, el fanatismo y los abusos del poder.

El contenido novelesco: el argumento

En una trama simple en torno a las relaciones de Cándida y Beatriz, se engarzan todos los entresijos del naciente feminismo español.

Cándida, a sus veinticuatro años, decide cambiar el rumbo de su vida. Va a Madrid a sustituir a su antigua profesora de Magisterio, Pilar, actual corresponsal del diario La Rioja, que siente que su tiempo se ha acabado y quiere dejar paso a las nuevas generaciones. Cándida lleva en el bolsillo una carta de recomendación del párroco para María Lejárraga, quien la acoge como a una hija: le busca alojamiento y la introduce en los círculos en los que las ideas feministas están en plena efervescencia.

De esta forma, entra en contacto con las fundadoras de la Unión de Mujeres de España (UME), con las de la Asociación Nacional de Mujeres de España (ANME), con las de la Liga Española para el Progreso de la Mujer, la primera asociación feminista que se fundó en Valencia, en torno a la revista Redención y con las de la Alianza Internacional para el Sufragio (International Woman Suffrage Alliance), que publicaban la revista Ius Suffragii. Cándida conoce de primera mano a todas las feministas, con sus grandezas y sus miserias, con sus nobles aspiraciones y con las rencillas entre ellas.

En Madrid se hace amiga de Beatriz, la hija de Louisa Grapple de Modeiras, con quien vive momentos felices y atroces. Hasta se la lleva unos meses a Logroño para alejarla de un grave problema familiar.

Este primer regreso a Logroño va precedido de un interludio: el diario de la marquesa del Ter, la fundadora de la UME. Estas memorias son un remanso narrativo que amplía, en olas concéntricas, el contexto histórico, y siembra nuevos datos con los que aumenta la tensión de la trama.

Cuando Beatriz se repone, regresa a Madrid con Cándida, y se reencuentra con su novio Fermín, que le cuenta el verdadero motivo por el que se truncaron sus relaciones. Después, las dos amigas asisten al congreso de Ginebra. Al acabar, Beatriz se va a Londres y Cándida regresa a Logroño, donde sigue trabajando como maestra.

La acción narrativa termina en 1921, con una manifestación feminista organizada por María Lejárraga y la marquesa del Ter.

Y todo se acaba en un epílogo. Lo cuenta una cuidadora de Cándida, después de su muerte a los ciento cuatro años. Sintetiza el rumbo posterior de los acontecimientos, cierra las vidas de los personajes principales y explica las claves narrativas de todo el relato.

El feminismo

Es el tema central de la novela. Así se lo explicaba Isabel Lizarraga a Pilar Laura Mateo en una entrevista para el “Club de lectura Palabra de Mujer”, cuando publicó La canción de mi añoranza. Isabel Oyarzábal. Embajadora de la República:

Pilar Laura Mateo. Tus dos novelas son una exhaustiva investigación sobre la vida de mujeres intelectuales poco o nada reconocidas por la historia oficial. ¿Piensas que queda mucha historia por recuperar de las mujeres de este periodo?

Isabel Lizarraga. Indudablemente. Todas ellas han sido silenciadas por un doble motivo: por ser mujeres y por ser las perdedoras de una guerra que les arrebató todo aquello por lo que habían luchado. La historia oficial las ha ignorado tanto por motivos políticos (la gran mayoría tuvo que exiliarse) como por la secular negación y ocultamiento de la mujer a lo largo del tiempo.

P. LM. Las asociaciones de mujeres de principios del XX desplegaron mucha actividad pero obtuvieron pocos resultados. ¿Cuál crees que fue su error?

I. L. Las mujeres de principios del siglo XX hicieron todo lo que pudieron, pero tenían muchas cosas en su contra: las leyes, la costumbre, la falta de educación en relación con el hombre… El principal error que cometieron fue el de no ser capaces de aunar sus fuerzas en una asociación común a todas las mujeres que deseaban lo mismo.

P. LM. una cosa que quizá puede chocar a las lectoras/es de hoy, y es que casi todas estas mujeres pertenecían a las clases acomodadas, algunas incluso tenían título nobiliario, ¿cómo valoras esta cuestión?

I. L. Me parece normal que las pioneras pertenecieran a las clases acomodadas. Las mujeres pobres tenían suficiente con sobrevivir.

Para reclamar algunos derechos hace falta saber que existen (o que existen en otros lugares), saber leer, saber escribir, y tener tiempo y fuerzas como para luchar por ellos. El hecho simple de fundar una asociación donde reunirse requiere tener dinero para alquilar el local, para editar una simple hoja reivindicativa o revista o para prever cualquier actividad, y no hay que olvidar que en esa época las mujeres casadas ni siquiera tenían la potestad de gestionar su propio dinero.

P. LMEllas fundaron el Comité Nacional de Mujeres contra la guerra y el fascismo en vísperas de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué opinas de esto?

A mí me conmueve el hecho de que las mujeres de esa época se proclamasen pacifistas. Estaban horrorizadas por los efectos de la Primera Guerra Mundial y suponían ingenuamente que, si las mujeres llegaban a gobernar, serían capaces de evitar las guerras, ya que, siendo madres, no consentirían que sus hijos murieran en ellas.

El tempo lento

Hay novelas que respiran como gacelas y otras como ballenas, o como elefantes. (Umberto Eco, Apostillas al Nombre de la rosa).

Isabel, interesada por el trasfondo histórico, escribe una novela de respiración lenta. El lector se va recreando en el ambiente y en las noticias de los periódicos que la autora intercala con gran acierto y oportunidad en la trama. Nosotros, como don Ramón Cabrera, el marido de la marquesa del Ter, leemos sin prisa. De vez en cuando, volvemos a releer en voz alta y lo comentamos. Porque, en esta novela hay encerradas muchas horas con la prensa de principios de siglo. Y la prensa se comenta con los cercanos.

Este tempo lento se refleja en la estructura y en la aparente falta de proporción entre las partes narrativas. Pero todo está en función de la historia y de la trama, de las vivencias y de los acontecimientos

La disposición cronológica

Ocupa tres años de la larga vida de Cándida (San Millán, 1894-Logroño, 1998). Justo el tiempo en el que Beatriz entró en la vida de Cándida. La acción avanza en tres bloques temporales, pero no se corresponden exactamente con los años.

1919-1919. Crónica de un amanecer. Un amanecer lleno de anhelos y deseos, de titubeos y frustraciones. El nacimiento de la amistad entre las protagonistas coincide con el de los movimientos feministas y con la ruptura con sus novios.

1918-1920. El diario olvidado de la marquesa del Ter. Completa los acontecimientos de 1920 desde un nuevo punto de vista. Y progresa con una información muy detallada sobre el octavo Congreso de la Alianza, celebrado en Ginebra del 8 al 12 de junio de 1920.

1920. Fulgor opaco de mediodía. (marzo-junio). Es el desenlace novelesco, en tres tiempos y en tres lugares.

Las dos amigas se refugian en Logroño, después del desastre de la familia de Beatriz. Cuando Beatriz cumple veintitrés años se convierte en mayor de edad y vuelven a Madrid para arreglar los asuntos que quedaron pendientes. Finalmente,  llega la semana del Congreso de Ginebra y la separación de las amigas. Beatriz se va a Londres. La marquesa del Ter desaparece y se deja el diario en el hotel. María Lejárraga y Cándida regresan juntas a Madrid.

1921. La sonrisa triste. Encontramos a Cándida en el tren que va a Logroño donde de nuevo ejerce de maestra. Vuelve de Madrid, de una manifestación feminista que han organizado la marquesa de Ter y María Lejárraga. Sus aventuras madrileñas le han dejado un poso de tristeza.

1984-1998. Epílogo nocturno: cola de cometa. Los últimos años de Cándida en una residencia en Logroño.

El juego de narradoras

Todo lo ha contado una narradora omnisciente que conoció los hechos a través de los documentos que encontró y de lo que la propia Cándida le contó.

Día a día, con mi insistencia, conseguí rescatar una parte de ese pasado, y así he sabido que la Marquesa del Ter murió en Madrid en abril de 1936 y que su esposo, arruinado, la sobrevivió hasta 1940.

Que María Lejárraga fue abandonando paulatinamente su labor de escritora para comprometerse cada vez más en la vida política.

Que Carmen de Burgos conservó su carácter combativo y resuelto durante toda su vida: murió en octubre de 1932, mientras pronunciaba una conferencia en el Círculo Radical Socialista.

Que Clara Campoamor, después de distintos trabajos y oposiciones, comenzó los estudios de Derecho y se licenció a los 36 años.

De Consuelo González, la Celsia Regis de los años veinte, Cándida no sabía nada, y tampoco de Magda Donato.

Cándida apenas me quiso hablar de Beatriz, pero entre sus papeles leí que marchó a Londres, se casó y tuvo cuatro hijos. Nunca volvió a España. (P. 199 y ss.)

Esta narradora, encontró en el armario una caja en cuyo interior había:

Recortes de periódico apilados en un escrupuloso orden cronológico, cartas con fechas antiguas, un viejo diario de tapas gastadas con la letra de Cándida, un cuaderno de la Marquesa del Ter y, al fondo del todo, en testimonio nebuloso de lo que no pudo ser, una fotografía con la firma de un amigo. (P. 198).

Y de forma abierta confiesa cómo ha construido la novela.

La historia que antecede a estas páginas ha nacido de la revisión de los documentos que Cándida guardaba en su caja escondida, que muchas veces recojo en su forma textual, a partir de las noticias de los periódicos de la época y, especialmente, a partir de los manuscritos de su propio diario y del texto de la Marquesa del Ter. (P. 198).

Isabel ha bebido en fuentes clásicas para construir esta novela: ha reescrito desde un nuevo punto de vista el viejo tópico del manuscrito encontrado que tan famoso se hizo con El Quijote.

Una novela histórica

Está contada como una historia de vida y enmarcada con abundantes digresiones documentales. La atmósfera feminista es el cañamazo sobre el que se teje la vida de Cándida, el alter ego de María Lejárraga. Y todo sembrado con abundantes detalles del vivir cotidiano que le confieren la impresión de historia verdadera.

María Espinosa de los Monteros y Díaz de Santiago. Todo el mundo sabe que es la representante de la Casa Yost en España desde hace veinte años y que el Consejo de Instrucción Pública le concedió la Cruz de Alfonso XII. … con su traje negro ceñido con una banda en la cintura y la famosa Cruz en el pecho. También llevaba un collar de perlas y un moño bastante discreto. (P. 12).

Las páginas están salpicadas de juicios hechos desde una cercanía y un conocimiento profundo de los personajes.

La cocinera, adusta, miraba a Anita, con la toca de doncellita prendida sobre su pelo moreno, pensaba en la dueña de la casa, la Marquesa feminista, y en el fondo no comprendía nada de la vida moderna. (P. 19).

Para terminar

Isabel Lizarraga combina con acierto la documentación histórica con los elementos narrativos. En esta novela prima el docere, enseñar, sobre el delectare, deleitar, pero en ningún momento descuida los elementos literarios. Cándida cuenta los orígenes del feminismo en España de una manera hermosa y didáctica y se convierte en una referencia imprescindible para los estudios de los movimientos anteriores a 1921. Aquí están los moldes y patrones de comportamientos posteriores.

Antes de esta novela escribió un ensayo pensado para un público especializado. Con Cándida divulgó esas ideas y consiguió que muchos lectores vibraran con las aspiraciones de unos ideales feministas que todavía no se han cumplido.

Isabel Lizarraga es una escritora que se documenta exhaustivamente. Es una ávida lectora de periódicos de la época para reconstruir con fidelidad los hechos, los ambientes y los escenarios. En fin, es una escritora a la que le rebosa el saber por los poros de cada letra.

20190208. Isabel Lizarraga. Al iniciar la biografía

Isabel Lizarraga y Carmen Romeo visitando la exposición «Cien años de feminismo pacifista». Zaragoza, Facultad de Educación, 8 de febrero de 2019.

Isabel Lizarraga (Tudela, 1958). Profesora, investigadora y escritora. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y en Derecho por la Universidad de La Rioja. Ha sido profesora del instituto de Teror, Gran Canaria, en el de Lodosa y en el Escultor Daniel de Logroño. Es autora de un gran número de publicaciones académicas, de abundantes relatos literarios y de cinco novelas. Su nombre va indisolublemente unido al de María Lejárraga a quien descubrió en varios estudios y a la que quiso inmortalizar en la novela Cándida. Esta unión viene reforzada por la paronomasia de los apellidos: Lejárraga-Lizárraga.

De su extensa producción destacaré algunas obras representativas.

Investigaciones académicas

María Lejárraga, pedagoga. Cuentos breves y otros textos, IER, Logroño, 2004. En colaboración con Juan Aguilera Sastre.

De Madrid a Ginebra. El feminismo español y el VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer, Icaria, Barcelona, 2010. En colaboración con Juan Aguilera Sastre.

Federico García Lorca y el teatro clásico. La versión escénica de la dama boba. Universidad de La Rioja, Logroño, 2009.

El derecho de rectificación, Aranzadi, Pamplona, 2005.

Textos de creación literaria

“Estos últimos tiempos he abandonado los estudios enjundiosos para probar con algo que me resulta mucho más divertido y me devuelve a los primeros años de amor sencillo por las letras: he comenzado a componer literatura de ficción”. (Autobiografía del blog literario de Isabel Lizarraga)

Novelas

  1. Escrito está en mi alma. Finalista del VII Concurso de Narrativa Femenina “Princesa Galiana”, del Ayuntamiento de Toledo.
  2. Cándida. Finalista del V “Premi Delta de narrativa escrita per dones”, en 2009. Publicada en Buscarini, Logroño, 2012. Reeditada en 2018.
  3. La canción de mi añoranza. Isabel Oyarzábal. Embajadora de la República. Siníndice, Logroño.
  4. La tierra era esto. Las aventuras de Austin y Amalíss. Ciencia ficción. Editorial Atlantis, Aranjuez.
  5. La escuela de la vida. Siníndice, Logroño.
  6. Pájaros de cuenta. La Cabaña del Loco, Zaragoza-Logroño,

Cuentos

Corazón loco, Asamblea de Mujeres y Ayuntamiento de Estella-Lizarra, 28 de noviembre de 2008 (edición no venal).

Escorzo en el aire, en La inauguración, Ayuntamiento de Logroño y Fundación Caja Rioja, Logroño, 2009.

Imago hominis, Ayuntamiento de Zaragoza, 2010 (edición no venal).

Había una vez…, en Cuentos con el mismo papel, Ayuntamiento de Logroño, 2010.

Venturoso viaje de vuelta, De Buena Fuente, 15 de julio de 2011,

Las letras y las voces, en Miradas y letras II en el Camino de la Lengua castellana, Fundación Camino de la Lengua Castellana, Logroño, 2011.

La rosa de los tiempos, en Antología de Ciencia Ficción 2099, edición de Miguel Ángel de Rus y Félix Díaz González, Madrid, Ediciones Irreverentes, 2012.

Mitad y mitad, igual a medio, en Cuando quieras mirar a las nubes, Miami USA, La Pereza Ediciones, 2013.

“El viejo factor”, en Turia, revista cultural, núm. 113-114, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, marzo-mayo de 2015, pp.72-79.

Premios Literarios

Este nuevo camino no le ha ido mal. Desde el año 2008 ha cosechado numerosos premios.

Premio del XII Certamen Literario “María de Maeztu” de Estella, en 2008. Con el cuento Corazón loco.

Premio del XIV concurso de Relatos “8 de marzo Día Internacional de la Mujer”, Ayuntamiento de Zaragoza, en 2010. Con Imago hominis.

Premio en el XXIV Premio de Narración Breve “De Buena Fuente” de Logroño, en 2011. Con Venturoso viaje de vuelta.

Carmen Romeo Pemán

La artillera. La lucha de España por la libertad

Homenaje a las heroínas de los Sitios de Zaragoza

De mi baúl de lecturas

Hoy os traigo mi primera entrega sobre una novela de Ángeles de Irisarri (Zaragoza, 1947), mi amiga y compañera de pupitre. En un futuro vendrán más.

Sus novelas históricas cuentan los orígenes de varios reinos: del de Aragón, en El estrellero de San Juan de la Peña, del de Navarra en Toda reina de Navarra, y del Condado de Cataluña en Ermessenda condesa de Barcelona. Su gusto por el arte de contar y el rigor de su documentación, muy propio de una buena medievalista, son la clave de sus éxitos. Y los lectores nos regocijamos con su mirada irónica, que nos ayuda  a reinterpretar la historia en clave de humor. Nunca olvidaremos la huelga de hambre de la Condesa de Barcelona metida en un baúl ni a la reina Toda viajando hasta Andalucía con su nieto Sancho el Gordo para que los médicos árabes lo sometieran a una purga de adelgazamiento.

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La primera vez que leí La artillera lo hice de un tirón. No podía dejarla. Y cuando la acabé dije: “¡Impresionante!”

¿De qué trata la novela?

De los días previos al Primer Asedio de Zaragoza, del Primer Sitio, de los meses siguientes y del Segundo Sitio. De la vida zaragozana bajo el mando francés, de la salida de los franceses y de la visita del rey. Y, para terminar, de las últimas noticias de la vida de Agustina de Aragón, hasta su muerte en Ceuta a los 71 años. Trata, pues, de unos hechos históricos muy conocidos. Así que, desde el punto de vista del contenido, el lector espera pocas sorpresas. Por ese motivo, me acerqué a esta novela con cierto recelo. Pero, al comenzar a leer, al romper el silencio narrativo, me di cuenta de que estaba equivocada. Que el asunto es conocido, pero el enfoque resulta muy novedoso.

Los sucesos históricos se cuentan a través de las vidas cotidianas y de las vivencias de diez mujeres, las diez protagonistas: siete históricas y tres inventadas.

Las históricas son cinco mujeres del pueblo: Agustina Zaragoza, conocida como Agustina de Aragón y como la Artillera, María Agustín, María Lostal, Casta Álvarez y Manuela Sancho. Una dama, la condesa de Bureta y una monja, la madre Rafols.

Las inventadas son Matilda López y Marica, dos prostitutas del Rabal, y Quimeta, una hermana que la autora le ha regalado Agustina. Quimeta y Agustina viven juntas, porque sus maridos están luchando en Cataluña. Y así, a través de su estrecha convivencia y de sus permanentes diálogos, llegamos a conocer mejor la vida cotidiana, las estrecheces y los pensamientos de Agustina de Aragón.

En el primer capítulo se juntan estas diez mujeres en la plaza del Mercado. Agustina, Quimeta, las dos Marías, Casta, Manuela y las dos prostitutas están tomando un refresco en el puesto de la tía Paca, justo debajo del balcón de la condesa de Bureta. Y arriba, en el balcón, están la condesa de Bureta y la madre Rafols. Y las diez oyen el bando de declaración de guerra contra los franceses.

Desde las primeras líneas el lector se queda sorprendido cuando ve que Agustina se dirige con prisa al mercado a comprar una mata de borraja para añadirla a la olla que había dejado hirviendo. O cuando Casta Álvarez recorre los tenderetes en busca del mejor precio para el tocino y dos morcillas de arroz con piñones.

La sorpresa procede del enfoque, del nuevo punto de vista y de los detalles cotidianos, que disuelven el sentimiento heroico. En los momentos previos a un gran bombardeo, Casta Álvarez, que cunde por todos los lados, se sube a las murallas y a continuación se va a poner el puchero para la cena y a dar un limpión a la casa.

Y todo sucede así porque no es un libro de historia, porque es una novela en la que se crea, y se recrea, un mundo de ficción a partir de datos de la realidad.

Una novela realista de corte decimonónico

El género histórico se mezcla con las características de las novelas realistas del siglo XIX. Y la clave para esta interpretación la tenemos al final. Porque la novela de Ángeles de Irisarri es una continuación de la que ha escrito Carlota Cobo, la hija de Agustina de Aragón.

La autora, para recrearse y para recrear el siglo XIX, elige un género de la época. Y sigue el modelo de Cecilia Böhl de Faber, conocida como “Fernán Caballero”, una escritora que escribe sobre mujeres.

De la novela del XIX hereda el método de observación, la rigurosa documentación, la tesis, la estructura general, el cierre de los capítulos, los elementos de suspense y una narradora omnisciente que conoce y opina sobre la historia que está escribiendo. Antes de comenzar la novela, cuando leemos el título completo, “La artillera. La lucha de España por la libertad”, ya adivinamos que la segunda parte del título es la tesis.

Al final, el coro de mujeres de la fuente del Portillo va recapitulando y atando todos los cabos que han ido quedando sueltos. Y todo se cierra, menos la vida de Agustina, porque ha sido la heroína por antonomasia y ella, la Artillera, la primera mujer que entró en el ejército, va a ser el símbolo de la lucha de los aragoneses por la libertad.

El mensaje central de la novela está en el último capítulo, en un vivo y entrecortado diálogo entre Agustina y su hija. Así, al poner el mensaje central, la tesis, en boca de una Agustina cansada y enferma, de una Agustina a la que le falla la memoria, pierde el tono asertivo de las tesis de las novelas del siglo XIX.  “La palabra rendición no entraba en nuestro vocabulario. Allí fue vencer o morir…Para no ser esclavos, para ser libres”.

Una novela moderna de protagonista colectivo

Poco a poco se van incorporando grupos de mujeres que funcionan como los coros de las tragedias griegas. Las costureras de la fuente del Portillo se enteran de todo, porque se pasan el día parloteando y escuchando a las mujeres que se acercan al corro a decirles tal o a contarles cual.

Las comadres lenguaraces del ropero de San Miguel salen a coser a la puerta Quemada para enterarse de los sucesos y comentarios que circulan por la ciudad. Y hacen lo mismo las del lavadero de la acequia del Portillo, las del salón de la condesa de Bureta y las de la tertulia de Josefa Amar y Borbón.

Así, la verdad colectiva se va formando con la suma de las verdades individuales. Por eso son tan importantes los personajes secundarios que pueblan la novela.

Un discurso testimonial

En sus páginas oímos hablar a las protagonistas, y así tiene que ser, porque eran analfabetas. A Agustina de Aragón le enseña a leer doña Josefa Amar, y cuando la viuda María Lostal quiere volver a abrir la tienda de vinos tiene que ir a que la condesa de Bureta le lea las facturas, porque no sabe quiénes eran los suministradores de su marido.

El humor y la comicidad

En esta obra, como en todas las de la autora, se hace  una afirmación del valor y del sentido práctico de las mujeres. Una afirmación que brota de una pluma que es capaz de ironizar y de reírse hasta de su sombra. El lector, entre las pilas de muertos y el olor a cadaverina, se ríe cuando Casta Álvarez, cocinera del Hospital, descubre que las lentejas están agusanadas. “Que no se trataba de un gusano ni de dos, que había más gusanos que lentejas, que los bichos no flotaban en el guiso y que las cocineras no podían quitarlos con la rasera. Entonces, la madre Rafols decide hervirlas hasta convertirlas en una pasta.

Sonreímos complacidos cuando la condesa de Bureta saca los tomos de la Enciclopedia Francesa para construir barricadas. O cuando María Agustín no puede hacer los encargos de costurera ni salir a recibir a Palafox porque le ha venido la regla y se tiene que quedar siete días en casa.

Y cuando Casta Álvarez le dice a María Lostal que su hijo se llama Pablos, y no Pablo, porque cunde por tres, nos damos cuenta de que ese Pablos es un personaje con resonancias del Buscón de Quevedo.

Otras veces, el efecto cómico brota de las exageraciones que disuelven la tragedia. En medio de una ciudad destruida y llena de cadáveres, un grupo de mujeres se lía a navajazos por beberse las lágrimas que la Virgen derramaba. Y el día que se firmó la capitulación de Zaragoza, hubo colas de soldados en el burdel del Rabal porque se temían lo peor.

Para terminar

Está muy bien conseguida la personalidad de las diez protagonistas. Cuando cerramos el libro, sigue resonando en nuestros oídos el susurro de la condesa de Bureta, porque la habían educado para que nunca hablara alto. La voz de mando de la madre Rafols. Las risas y los jolgorios de las dos prostitutas del Rabal. Las alucinaciones de Manuela Sancho, que escucha las voces de los muertos en su interior. Los gritos de Casta Álvarez, cuando distribuye la comida a los soldados y cuando llama a una nueva insurrección porque no acepta la capitulación de la ciudad. La voz lastimera de María Lostal, siempre rodeada de sus tres hijos. Y el tono bondadoso y tierno de María Agustín.

En el fondo, estas heroínas tan bien caracterizadas son el trasunto de la importancia que tuvieron las mujeres zaragozanas en la defensa de la ciudad cuando la sitiaron las tropas francesas.

Carmen Romeo Pemán

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María Ángeles de Irisarre, La artillera. La lucha de España por la libertad. Editorial Suma de Letras, Madrid.

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