Los recuerdos son como eslabones en una larga cadena que une el pasado con el presente y tienden un puente de plata por el que gustamos andar hasta confundir las dos orillas.
Bruno Gracia Sieso, Maestro de El Frago (1925-1931), “Recuerdos”
Cuando se edificaron las escuelas, don Bruno convirtió el antiguo Fosal de san Nicolás en un jardín, llamado desde entonces El Fosal, así, a secas, como si de un topónimo ancestral se tratara.
Nuestros padres arrancaron las viejas lápidas, allanaron el terreno con las yuntas y en un rincón apartado cavaron una fosa en la que iban echando los huesos y las calaveras que les iban saliendo. Los niños nos tomamos aquello como un juego y les ayudábamos a cargar las tibias y los cráneos, renegridos por el humus, en los carretillos.
–¿Te imaginas cómo van a crecer los rosales en una tierra tan abonada? –dijo mi madre una noche, mientras estábamos cenando.
–Mejor las acacias –respondió, mi padre–, que crecen muy deprisa. Ya hemos hablado con el alcalde y dice que va a trasplantar unas muy grandes que hay en la partida de La Fuente. Así que, si arraigan bien, este año ya tendrán flores y darán sombra.
–Sí, sí. ¡Qué bien! Podremos comer “pan de cuco” sin tener que ir hasta las arboledas del río –grité alborozado .
Pero, ¿cómo vais a comer un “pan de cuco” alimentado por la podredumbre de los cadáveres?
–¡Qué dice usted, madre! Allí ya no hay podredumbre ni nada. Eso ya no es un cementerio. Hace más de cuarenta años que se entierra en el nuevo. Solo salen trozos de huesos mezclados con grandes terrones de tierra. Además, el maestro nos ha dicho que recojamos los que salgan más enteros que los emplearemos en clase –dije yo, haciéndome el valiente.
– “Pan de cuco”, todo el que queráis, pero hojas y semillas, ni hablar. Muchos de esos que estamos sacando se murieron intoxicados porque en momentos de escasez comían semillas de acacias en lugar de judías –intervino mi padre.
–Padre, ¡no será para tanto! A veces a usted le da por exagerar que no vea. El año pasado probamos las habichuelas de las acacias y solo nos dieron unas cagaleras muy fuertes. ¡Ustedes ni se enteraron!

Tarjeta postal de El Fosal (El Frago, Zaragoza), 1929.
Cuando los hombres habían acabado de preparar la tierra, las mujeres comenzaron a plantar rosales, geranios, petunias, violetas y lirios. Nosotros les traíamos el agua desde la fuente en cántaros y regaderas.
En pocos meses lo convertimos en el lugar más alegre del pueblo. Nuestros gritos reverberaban en los sillares del muro de la iglesia y el eco se propagaba por las dos calles que bajaban hasta El Terrao.
Un año, que ya habían crecido las acacias, íbamos a celebrar san Nicolás, patrón del pueblo y de los chicos de la escuela, por todo lo alto. Nuestras madres iban a guisar tres cazuelas de judías rojas y unos buenos gallos de corral. Iba a ser el seis de diciembre más sonado de toda la historia fragolina.
Un poco antes de mediodía, acudimos endomingados a ultimar los preparativos de la fiesta. Agrupamos los pupitres para hacer un cuadrado que nos sirviera de mesa. Y nos sentamos alrededor, delante de un gran ventanal desde el que se veía el esqueleto de una acacia, cuya sombra se proyectaba sobre la espesa capa de nieve del jardín.
Después de comer, sacamos una calavera de la fosa común y la utilizamos de pelota para hacer una bola de nieve. Aún no habíamos acabado el muñeco, cuando cinco de mis amigos comenzaron a vomitar con grandes espasmos. Las madres pensaron que era un castigo de los muertos por haber profanado su lugar sagrado. El médico pidió que le llevaran las cazuelas con los restos de alubias En una de ellas encontró semillas de acacias. Con sus remedios solo consiguió salvar a dos.
–En una de las cazuelas había una gran dosis de robinina capaz de matar a un rebaño de cabras –nos dijo el maestro al día siguiente.
Y nosotros nos quedamos mudos, con la muerte clavada en las entrañas.

Don Bruno en la Escuela de Niños. El Frago (Zaragoza), 1929.
Fotografías de Bruno Gracia Sieso. Conservadas por la familia Gracia Sieso. Existen copias en varias familias de El Frago.
Nota. En las Altas Cinco Villas, «pan de cuco» hace referencia a las flores dulzonas de las acacias, un manjar para los niños de las escuelas, que se peleaban por él.
Carmen Romeo Pemán