Las comparaciones son odiosas

Tengo días tontitos en los que no me entiendo ni yo misma. Y otros días inspirados, en los que todo me sale genial. Y, de vez en cuando, dificultades para saber en cuál de esos días me encuentro, como me ocurre hoy. Todo porque mi cerebro se ha puesto a echar humo y me ha dado por pensar en los tipos de relación que pueden darse entre un autor y su obra.

¿Qué es en realidad un libro, un artículo, un relato, un poema, o cualquier obra para su autor? ¿Cómo vivimos cada paso desde que se nos ocurre hasta que la escribimos y, con suerte, otros la leen? Y, lo que no es menos importante, ¿en qué medida depende la obra del autor?, ¿qué tipo de relación, sentimental o no, se establece entre ellos? A ver, es evidente que, sin autor, no hay obra. Hasta ahí, llego. Es algo parecido a lo de tener hijos. A veces sales del paritorio y cuando cumplen cuarenta años siguen pegados a tus faldas. Y otras veces a los quince ya están locos por alcanzar la mayoría de edad para volar fuera del nido. Y puede que tengas un hijo de cada clase, y te plantees cómo es posible que sean tan distintos si a los dos los has educado igual. Pero, si invierto la situación y la aplico a la escritura, me pregunto si el futuro de una novela podría haber sido otro en caso de haber tenido un autor diferente. Y mi cerebro, olvidando que las comparaciones son odiosas, se ha entretenido en establecer ciertas semejanzas con personajes de película y en poner apodos a algunos tipos de escritor.

Escritor Norman

Por Norman Bates, el de Psicosis, ya sabéis. Vive al servicio de su obra, que es como su madre y lo tiene dominado por completo. Está tan dedicado a obedecerla y a servirla que no se entera de que la pobre se pone añeja y se muere. Y se pasa la vida haciendo viajes al desván y manteniendo la ficción de que su obra sigue viva, porque, sin ella, él no es nadie. Si sois de éstos, mejor buscar un hogar de acogida ¿ok? Esas obras/madres devoradoras nunca os dejarán llegar a ser adultos.

Escritor Mesala

Por el Némesis de Ben-Hur. Sí, elijo al malo de la película porque me resulta más interesante que el protagonista, que es un estereotipo clásico del bueno. Mesala cabalga sobre su obra con el mismo arte que sobre la cuadriga. Se cree el amo del Imperio. Pero, con tanto querer llevar las riendas, no se aparta ni un milímetro de su camino y se olvida de que hay otros carros en el circo. Por no dar su brazo a torcer, se da el piñazo padre y a la hora de saltar a la arena tropieza con otros libros que resultan ser mejores. Y ahí se queda él, con los dedos en plena parálisis productiva y lamiéndose las heridas.

Escritora Cleopatra

Casi no necesita presentación. Guapa, lista, inteligente, manipuladora. Podría confundirse con Mesala, pero tiene otro matiz. Quiere que su obra sea perfecta, pero para dar fe de que ella, la autora y creadora, es igualmente perfecta. Y cuando tropieza con escritores como Octavio, más viejos, más feos, pero que asoman por el horizonte con todas las de ganar, prefiere que la muerda un áspid y abandonar el escenario por la puerta grande. Vamos, como la Martirio, “antes muerta que sencilla”. Claro, esas novelas aspirantes a ser La novela perfecta, acaban como George Clooney en La tormenta perfecta: ahogadas en el fondo del mar. Y es que no se puede o no se debe pretender ser la reina del mambo, que en el mundo de la escritura todo el mundo tiene derecho a ocupar su rinconcito y no es bueno querer sobresalir a toda costa.

Escritora Abeja Maya

Vuela de flor en flor. Crea blogs, hace talleres, comparte todo lo que sabe, pero no despega nunca porque se queda a vivir en la etapa escolar, de aprendizaje, sin dar el paso definitivo. Sin embargo, las que conozco dentro de este grupo, las conozco, precisamente, porque terminaron de avanzar y han publicado. Vamos, que han pasado de ser Abeja Maya a Abeja Reina. Me viene a la mente Ana González Duque. Tal vez porque estoy terminando el segundo libro de Leyendas de la Tierra Límite, y me está demostrando que hay que decidirse a dar el paso y empezar a crear aprovechando todo lo que hemos aprendido y seguimos aprendiendo en ese picoteo por blogs y páginas de consejos y formación. Es un tipo de escritora moderna, y me llama la atención porque dentro de mi campo visual adquiere una dimensión tan grande o más que aquello que escribe.

Mis pinitos con estas publicaciones son ensayos para dar ese salto, así que este último tipo de escritora me crea una dualidad que resulta amargamente dulce, o dulcemente amarga. Vamos, aquello tan tópico de una envidia sana. Pero me quedo con la faceta positiva, y me quito el sombrero ante esas reinas de las sopas de letras con sentido.

Y para ir practicando, a ver si logro llegar a su altura, he querido poneros hoy estos ejemplos en clave de humor. Medio en serio y medio en broma he intentado haceros reflexionar sobre cómo nos sentimos o cómo nos comportamos a la hora de escribir. ¿Cómo enfocamos nuestra escritura? ¿Qué vida queremos darle a nuestros textos después de terminarlos? ¿Hasta qué punto nos comprometemos con ellos? Hay artículos excelentes, como el publicado por Gabriella Literaria sobre los tipos de escritores, que profundizan muy bien en el tema. Pero mi idea ha sido dar una visión más íntima, más de andar por casa, donde todavía el público no tiene el peso que tendrá después.

Se me ocurre ahora un quinto ejemplo, el de los escritores de artículos parecidos a este, sin grandes aspiraciones a transmitir verdades universales. Pero tampoco está mal arriesgarse a la hora de escribir lo que se nos ocurra, si se intenta hacer de modo correcto y digno. Lo bueno de exponerte a las críticas es que, cuando las lees con la sonrisa en la boca, acabas aprendiendo un montón. Así que os animo a que me arranquéis la piel a tiras y, ¿por qué no?, a que os divirtáis ampliando esta especie de retratos robots de los escritores, en función de sus relaciones de amor/odio con su escritura.  Lo mismo nos acaba saliendo un artículo a varias voces que valga la pena.

Y si no es así, si habéis llegado hasta aquí, espero que por lo menos estéis sonriendo igual que hago yo.

Adela Castañón

Foto: Pixabay. Agnali

7 comentarios en “Las comparaciones son odiosas

  1. Carmen Romeo Pemán dijo:

    Querida Adela: me he divertido mucho leyendo este artículo tan original y sugerente.

    Eso de poner apodos a los escritores es de nota. Cuando he acabado de leer me han venido a la cabeza una serie de autores y me decía: “¡Anda! A este puedo ponerle tal mote. Y a ese otro”. De repente me he imaginado las carcajadas de los alumnos en una clase de literatura, inventando apodos para los autores clásicos.

    Detrás de ese aspecto desenfadado se esconde una tipología muy acertada de esa relación tan particular que se establece entre el escritor y su obra.

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  2. Israel dijo:

    Yo vengo a ser un willy, es decir, tipo Abeja Maya pero en versión masculina y bastante zángano. Inmerso en un eterno aprendizaje, que la vida no es otra cosa al fin y el cabo, e incapaz de dar ciertos saltos aunque tengo pensados bastantes trampolines y algunos a medio hacer. Me reconozco en ese perfil, sin duda, y no lo considero negativo siempre que no se convierta en algo permanente. Pienso que con tiempo y…

    ¡Joder! ¿Qué hago hablando tanto de mí mismo? ¡Esto es un comentario!

    Disculpa, Adela, me quedé atrapado en un tus ideas y las hice mías por un rato… Aunque, pensándolo bien, ¿no es ese precisamente el mejor halago que se le puede hacer a un escrito?

    Le gusta a 2 personas

    • Adela dijo:

      ¡Ay, Israel! Me encanta lo de Willy, ¡es genial! Gracias por leernos y por escribir; lo cierto es que yo soy más Maya que otra cosa, porque ni de lejos llego a abeja reina, pero me lo paso pipa mientras hago prácticas escribiendo cositas como este análisis tan casero que se me ocurrió esta semana para nuestro Mocade.
      Y, sí. El mejor halago, sin lugar a dudas, me lo has regalado al comentarme. ¡Gracias y un abrazo!

      Le gusta a 2 personas

  3. Mónica Solano dijo:

    Qué buen artículo amiga. Pensaba encasillarme en alguna de tus descripciones, pero he llegado a la conclusión de que tengo un poco de todos, jajajaj. A ratos la obra me domina y encajo perfectamente en el tipo de «escritor Norman», y estoy lista para el hogar de acogida. Pero en otras, soy esa «escritora Cleopatra», obsesionada con la perfección. Aunque, la mayoría de las veces soy una «abejita Maya» que va de un lado para otro. Ay amiga, cómo me has divertido con este artículo. Me encantó. Besos.

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