El poder de las palabras

La narrativa sufre un dilema ontológico: ¿las historias son reales o imaginarias?

Jerome Bruner

Cuando me lancé al mundo de la escritura, empecé a cuestionarme la veracidad de las historias más importantes de todos los tiempos. La narrativa es tan poderosa que puede transformar cualquier mentira en una verdad a medias o en una verdad irrefutable. Y es que los seres humanos tenemos una capacidad increíble para inventar historias en las que, la mayoría de las veces, es imposible diferenciar entre la realidad y la ficción. Además, nuestro cerebro está programado para disfrutar de los relatos porque influyen directamente en nuestras emociones y nos hacen revivir momentos del pasado.

Recuerdo cuando un amigo me comentó que se decía que no merecía la pena ver Birdman, del director mexicano Alejandro González Iñárritu. Yo acababa de verla y le dije: “¡No te la puedes perder, es buenísima!” Y, como no mostraba ninguna intención de verla, se la conté para animarlo. Mi amigo me respondió: “¿Sabes? Voy a ir a verla”. Al día siguiente me llamó y me dijo: “La película, efectivamente, es una completa basura, no me gustó”. Y cerró su intervención diciéndome que la había disfrutado mucho más cuando yo se la había contado. Puse tanta pasión en cada palabra que utilicé para recrearle las escenas, que le generé una expectativa que no logró superar la realidad, porque no todos tenemos los mismos gustos o nos apasionan las mismas cosas. Y la propuesta de Iñárritu no era del corte de mi amigo, así que ver la película solo podía terminar en una decepción para él. Somos muy buenos contando historias y, cuando tenemos argumentos, esas historias adquieren tanto poder que podemos cambiar el mundo con nuestras palabras.

Transporte narrativo

El concepto “transporte narrativo” ha sido propuesto como el principal mecanismo o proceso mediador para explicarnos el impacto persuasivo de la ficción. Es el que nos permite viajar por el tiempo. Imaginar que estamos en el preciso momento en que sucede la historia, involucrarnos con el personaje principal y entender por qué actuó de una forma y no de otra.

Cualquier texto actúa como medio de transporte. En el momento de la narración el lector entra en una especie de trance, que le provoca un impacto en las actitudes y creencias que tiene sobre el mundo. Cuando una persona viaja simbólicamente a otro lugar, cuando lee una novela o ve una película, se transforma algo en su interior que provoca consecuencias cognitivas palpables en su percepción del mundo. Se dice que el lector llega a experimentar el sentimiento de estar perdido en el relato.

En Experiencing Narrative Worlds: On the Psychological Activities of Reading de Richard J. Gerrig, el autor nos plantea cómo los contenidos narrativos inducen estados de inmersión, absorción y transporte narrativo. El lector, al sentirse arrastrado a otros mundos, retorna del mundo imaginario a la vida real con opiniones basadas en lo que, de alguna manera, ha experimentado durante su viaje.

En Persuasión narrativa: el papel de la identificación con los personajes a través de las culturas, Juan José Igartua Perosanz afirma que el transporte narrativo implica un efecto emocional. Las personas que han logrado quedarse absortas en la ficción pueden experimentar un cambio en sus creencias sobre el mundo que las rodea.

Un sujeto transportado en un relato de ficción experimenta una perdida de atención con respecto a la realidad física inmediata y, simultáneamente, una focalización de la atención en el relato y en la realidad que se describe en el mismo. Así, algunos aspectos del mundo de origen se vuelven inaccesibles, de ahí que se utilice en ocasiones el concepto de inmersión. A nivel físico el espectador inmerso en una ficción no será consciente de los cambios que se producen en su entorno cercano porque sus recursos atencionales están concentrados en el relato (P.119)

Para el psicólogo Jerome Bruner, contar es un acto interpretativo del pasado. Porque los recuerdos basados en evidencias visuales o en repentinas iluminaciones están al servicio de muchos patrones, no solo de la verdad. En su libro La fabrica de historias: Derecho, literatura, vida, asegura que nunca narramos con una “mirada desde el Olimpo” sino que lo hacemos desde perspectivas alternativas que nos dan la libertad de crear una visión correctamente pragmática de lo real. El narrador, y en particular el literario, debe tratar con reverencia aquello que le resulta familiar, si quiere ser verosímil: Reverenciar la vida corriente, venerar la vida menuda del día a día, he ahí una condición básica de un buen relato. O según el escritor James Joyce: Hacer de lo ordinario una epifanía de lo posible.

Una narración modela, no solo el mundo, sino también las mentes que intentan darle significado.

Jerome Bruner

No se puede verbalizar la experiencia sin asumir una perspectiva. Los seres humanos jugamos con las posibilidades, hacemos apuestas y, al hacerlo, nos guía la capacidad de narrar historias posibles. Porque contar historias nos prepara para imaginarnos qué podría ocurrir de esa manera. En Realidad mental y mundos posibles, Bruner plantea cómo el lenguaje impone una perspectiva en la cual se ven las cosas y una actitud hacia lo que miramos. Porque el mensaje en sí puede crear la realidad que encarna y predisponer a quienes lo oyen a pensar de un modo en particular. Todas las historias se crean para generar una reacción especifica en las personas. Algunas solo buscan entretener y otras pueden llegar a limitar el análisis racional y crítico para apelar a las emociones básicas con la intención de persuadir.

La persuasión se define como un proceso en el que un comunicador intenta inducir un cambio en las creencias, actitudes o conductas de otras personas, a través de la transmisión de un mensaje y en un contexto en el que los receptores del mismo tienen la posibilidad de aceptar o rechazar. Las teorías más actualizadas sobre persuasión intentan comprender a través de qué procesos se produce el cambio de actitudes. Según las teorías del procesamiento sistemático, el cambio de actitud está determinado por el grado de reflexión o elaboración cognitiva consciente que se realice de la información y la evaluación que se haga de ella. La probabilidad de que se produzca dicha elaboración depende de la motivación y de la capacidad del receptor para procesar el mensaje.

Cuando las personas consideran que los argumentos del mensaje son inverosímiles no se ven persuadidas por él. La persona trasladada a un mundo de ficción no efectuará una reflexión profunda, sistemática o exhaustiva sobre los argumentos del relato. El transporte narrativo hace posible la influencia persuasiva incidental. Y esta es la causa del impacto persuasivo.

Manipulación mediática

Según Noam Chomsky, hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para disminuir el sentido crítico de las personas y permite implantar ideas o inducir comportamientos. Los medios de comunicación son muy eficientes para moldear la opinión pública hasta el punto de que incentivan unas corrientes ideológicas sobre otras. La manipulación mediática surge del interés de ciertos grupos por conformar una conciencia colectiva.

La función de los medios de comunicación es entretener e informar, actúan como un transmisor de mensajes para la comunidad. El cumplimiento de este papel requiere de filtros que permitan clasificar la información que es apta para cierto tipo de audiencia. Según Chomsky, las noticias que se difunden en los diferentes medios son “cuidadosamente seleccionadas” atendiendo a los intereses de ciertas élites y acallan cualquier tipo de información que vaya en contra de sus intereses particulares, siendo realmente su principal tarea, realimentar las ideologías y pensamientos de estos grupos en la población.

Como decía en el inicio de este artículo, cuando empecé a escribir me cuestioné la veracidad de las historias más importantes de todos los tiempos. Y la verdad, es imposible no cuestionarme, porque ya tengo consciencia del poder que pueden ejercer las palabras. La forma en que se narran los acontecimientos puede cambiar radicalmente la opinión de un grupo de personas respecto a un tema, justificar guerras e incluso incentivar la estupidez.

Mónica Solano

Imagen de Michael Schwarzenberger 

Enciende el hábito de la escritura

Adoramos escribir. Cuando nos sentamos frente a la hoja en blanco, algunos con más sufrimiento que otros, y vemos emerger las palabras que hasta entonces solo estaban en nuestra cabeza, nos recorre un cosquilleo que da tanto gustito como el primer baño del verano.

Sin embargo, ponerse a escribir no es fácil. Igual piensas, tú que me lees, que solo a ti te cuesta ponerte a escribir. Pues no. A todos nos pasa, especialmente si no es nuestro medio de sustento. El día a día con el trabajo, los niños y la cervecita en la terraza nos absorbe, y no encontramos el momento para dedicarnos a este bello oficio que quizá en un futuro podría pagarnos el yate de tres pisos y piscina.

Entonces, ¿cómo lo hacemos para escribir? Pues aquí quiero explicaros algunas cosas que pueden empujarnos a dejar de jugar al Candy Crush y coger el boli, metafórico o no.

Compromiso y falta de tiempo

No nos engañemos. La escritura es un compromiso, un compromiso contigo mismo. Igual que hay que tener una enorme fuerza de voluntad para no picar patatas fritas del plato del vecino cuando estás a dieta, hay que tenerla para enfrentarnos a la hoja en blanco. Escribir es satisfactorio pero requiere un esfuerzo que, después de un día lleno de jefes y/o clientes molestos, atascos y demás molestias de la vida moderna, no nos apetece hacer.

Yo he sido un buen ejemplo de falta de compromiso con la escritura, y tengo matrícula de honor en buscar y encontrar excusas. Durante mucho tiempo, mi charla interna para disculparme el no escribir ha sido la siguiente:

“Debería coger el portátil. Pero qué pereza, ¿no? Si es que lo acabo de cerrar, que me han dado las mil haciendo esa práctica tan chunga. Uy, y Valeria se está moviendo en la cuna, seguro que va a echarse a llorar de un momento a otro. Y aún tengo que cenar, y después planear las llamadas de mañana.

Anda, alguien me está hablando por WhatsApp. Bueno, pues lo miro un segundito y me pongo a escribir, que así voy descansada mentalmente.»

Error.

Oblígate, o búscate algo que te obligue

Está claro que no puedo dejar de trabajar, porque tengo que comer. Tampoco puedo dejar de estar con mi hija, porque es ella la que tiene que comer. Ni parar de estudiar, porque quiero que comamos mejor el día de mañana. Y por eso, durante mucho tiempo, he dejado de lado lo único que, en mi cabeza, no suponía una obligación: la escritura. Hasta que he buscado algo que me ayude a abrir el Word o, si no tengo el ordenador a mano, la libreta que siempre llevo en el bolso. ¿Queréis saber qué es?

IMG_6085

Mi libreta y los bolis del Muji van conmigo a todas partes. Y por eso llevo bolsos tan grandes.

Obligación interna: Créate un hábito con seis pasos

Ahora parece que vengo a hacer un Cristóbal Colón y decir que he descubierto algo que ya conocen montones de personas, pero no. Es decir, esto no es nada nuevo pero no está de más recordarlo.

Y es que dicen que solo necesitas seis pasos para crear un hábito. Así que, tengas o no algo que te mueva a escribir (luego veremos eso), solo tienes que seguir estos seis pasos para tatuarlo en tu rutina:

  1. Busca el momento

¿Cuándo tendrás calma suficiente para coger el boli? ¿Después de cenar, al ir y volver al trabajo en transporte público? Igual llegas antes que el resto a la oficina y ese momento de calma es idóneo para escribir. O en la cama, media hora antes de dormir. Tú conoces mejor tus horarios. Revísalos, y cuando encuentres ese momento en el que te echas en el sofá a jugar con el móvil, igual es el momento de ponerse a escribir.

  1. Empieza con calma

Esto es básico. No pretendas escribir mil palabras por sesión o acabarás harto a los dos días y decidiendo que mirar cómo crecen las pelusas del sofá es más divertido. En Internet hablan de escribir 500 palabras: si te va bien, adelante. Si no, escribe menos. Lo importante es crear el hábito, no la cantidad.

  1. Ritualízalo

Es que el ser humano es místico y hay que ver lo que nos gusta ponerle florituras a las cosas. Pero igual te va bien un pequeño ritual que te haga sentir que es un momento de calma y bienestar que te anime a repetirlo cada día: sírvete un buen café, ponte música relajante… Lo que te haga sentir en tu oasis personal.

  1. Apúntatelo o ponte alarmas

No sirve de nada que tu cita con la escritura esté en tu cabeza, porque te puedes despistar. Apúntatelo y, si puede ser, en el móvil, con un pitido bien fuerte y un aviso que diga: “¡A escribir! ¡No te escaquees!”.

  1. Enséñalo

No lo guardes en un cajón, que es una pena, hombre. Además, como verás más adelante, seguro que encuentras a alguien que, a) disfrute y te anime a continuar, cosa que te dará un subidón y, b) que te aporte correcciones o ideas que a ti no se te han ocurrido.

No temas por enseñarlo y pensar que alguien te va a robar la idea. Se ha publicado sobre cualquier idea que se te ocurra, y lo importante no es el tema, sino cómo está escrito. Y la forma de escribir es propia de cada cual, así que nada puede igualarlo. Como las huellas dactilares, oye.

  1. Ponte metas y prémiate

Solo o con gente, brinda cada vez que llegues a donde quieres. No se trata de convertirlo en un juego de beber (¡chupito de Tequila por cada cien palabras!) que quiero que tus neuronas sigan funcionando después del primer capítulo de tu novela. También puedes dejar de lado el alcohol, pero lo importante es que lo celebres, que te premies, porque has hecho algo importante y lo mereces..

Yo me voy de tiendas. Pero shhh.

Obligación externa: búscate una comunidad que te exija

No sé qué dice exactamente la RAE sobre la palabra Comunidad (aunque yo soy más de María Moliner), pero cuando hablo de ello, me refiero a dos o más personas que quieran leer lo que tú escribes. Puede ser tu madre, tu mejor amigo y la loca de los gatos del quinto: da igual. Lo importante es que alguien espere y te dé feedback de tus textos. ¿Por qué? Porque, que alguien te lea, anima. Si encima te dedica un puñado de palabras amables, te dará cosquillitas en el estómago y te entrarán ganas de escribir otra vez para volver a sentirlo. Si tienes suerte, te querrá tanto o le gustará tanto lo que escribes, que se convertirá en una fan y estará deseando leer todo lo que sale de tu pluma.

Si sospechas que la opinión de tu madre no es muy objetiva y ya no te sirve, tienes herramientas a tu alcance para ampliar esa comunidad. Internet es la clave. Puedes crearte un blog con tres amigas (ejem, ejem), publicar tus textos en Facebook (pero ten en cuenta que, lo que dejes en tu muro, deja de ser tuyo aunque pongas un aviso diciendo que lo que tú publicas es tuyo) o apuntarte a plataformas de escritores. Ahora vamos a ello.

Cursos de escritura

No solo de amigos y familiares vive el escritor vago, también puede encontrar su comunidad en la infinidad de cursos de escritura que hay en Internet. Entérate bien, y escoge uno en cuya dinámica esté la de comentar a los compañeros. De esa manera, encontrarás a personas que se interesan por lo mismo que tú y que no solo te leerán sino que te ayudarán a crecer con sus aportaciones.

Redes sociales para escritores

No hablo de Facebook o Twitter que, aunque se utilizan (y bastante, por cierto) para promocionar libros, su finalidad no es esa. Me refiero a webs como Megustaescribir, de la editorial Penguin Random House, o Falsaria. Pero, sin duda, una de las más grandes es Wattpad. Que merecería un capítulo a parte.

Ya sabéis que Internet es como ese mercado sucio y desordenado donde puedes encontrar un puesto de grillos fritos junto a otro que expone las joyas del último Zar. Con Wattpad pasa lo mismo: para encontrar algo que esté fuera de las categorías fanfiction y literatura juvenil hay que rebuscar con tesón. Pero también hay adolescentes con ganas de gritarte a la cara lo mucho que te quieren por haber escrito esa historia de amor con la que tienen sueños húmedos y gente que disfruta de la literatura y te comenta y anima a escribir porque quiere que sigas haciéndolo.

Y si la petición de un fan no hace que escribas cuando tengas un rato es que, en vez de corazón, tienes un gran y arisco trozo de hielo. O que eres aún más vago que yo.

Además, en este link tenéis un listado de 47 redes sociales, por si con 3 no tienes suficientes.

Bonus: Nanowrimo

Ahora me diréis que sí, que todo eso está muy bien, pero que si no dejas de dormir no hay tiempo para nada. Y lo entiendo, no en vano se me conoce como la mujer con las ojeras más oscuras del mundo. Por eso os traigo este reto: escribir un proyecto literario en un mes. Gana quien lo acaba, y se considera que debería de tener unas 50.000 palabras.

Suele celebrarse en Noviembre, y este año voy a intentarlo. Si te apuntas conmigo dímelo que lloraremos juntos de desesperación y falta de descanso.

Mi obligación: E. Y. P. Daruma

Daruma_doll,_cut_out,_03

Cuando mi amiga Anna (¡hola!) fue a Japón me trajo un souvenir precioso: mi pequeño Daruma, esa bola blanca tuerta que veis en la cabecera de este post. Es el símbolo de un monje budista al que, de tanto meditar sentado, se le cayeron las piernas y los brazos. Era tan perseverante este buen señor que hicieron, a su imagen y semejanza, este amuleto representa los propósitos: cuando decides tomar uno, le pintas un ojo y no rellenas el otro hasta que lo cumples. Así, su mirada desigual es un recordatorio eterno de que no estás cumpliendo con tu propósito. Y de que eres una persona malísima si pierdes el tiempo en vez de devolverle la vista.

Cuando me lo regaló, le pinté un ojo con el propósito de acabar una de mis novelas y le puse nombre: E. Y. P. Daruma, que significa “Escribre Ya, Perra” Daruma. Como veis, tenemos una bonita relación pasivo agresiva. Pero a mí me funciona.

Dicen que después de 21 días haciendo una cosa, se vuelve un hábito y ya no se deja. Mis incontables matrículas del gimnasio son la prueba de que esto no es siempre cierto. Así que igual hay que echarle un poco más de ganas a esa práctica, y si la vida abruma y nos cuesta encontrar motivos internos que nos empujen a escribir, quizá hay que buscarse alguna que otra excusa que lo haga.

Y si lo hacéis me lo contáis, no vaya a ser que E. Y. P. Daruma pierda su autoridad moral sobre mi y deje de darme pena que me mire con un solo ojito.

Carla

@CarlaCamposBlog

tumblr_inline_nlrm2cmZco1scgxmd_250-2

Imágenes propias de cabecera e imagen de la libreta.

Imagen del Daruma rojo, de aquí.