Los libros son para el verano

El verano es para leer. Y para ir a la playa, o a la montaña. Visitar ciudades o quedarse en casa. Incluso jugar a Pokemon Go. Sin embargo, con eso de que tenemos vacaciones, nos convencemos a nosotros mismos de que, con más tiempo, también tendremos más ganas de hundir la cabeza en alguno de nuestros libros.

 Os confieso que tengo ganas de leer todo el año. Pero no dispongo del tiempo libre que me gustaría, así que el verano es mi pequeño oasis de felicidad entre el sol, el agua, los mojitos de melón y los libros. Por lo general, leo todo aquello que no me ha dado tiempo durante el resto del curso. Y así, pensando en que el verano me sirve para ponerme al día, me pregunté si a todo el mundo le pasaba como a mi. Y, ¿por qué no preguntarlo? ¿cómo?, pensaréis. Pues a través de mi cuenta de Twitter.

Encuesta

Cincuenta y una personas respondieron. ¡Cincuenta y una! Algunos creerán que es poco, pero pensad en todas esas empresas de cosmética que lanzan productos, con los que ganan millones de euros, que están testados por unas veinte personas como mucho. Así pues, creedme, la mía es una buena muestra.

Como veis, Twitter solo me dejaba poner cuatro opciones. Mi intención es aconsejaros algunos libros de cada categoría para lo que queda de agosto. Y que os guardéis el resto para las próximas vacaciones. O para el resto del año. No penséis que voy a sacar el látigo si decidís leéroslos en otoño.

Además, mi gente maja de Twitter me ha hecho recomendaciones, así que las he añadido en el apartado ídem.

Este es un post largo. Os doy permiso para que leáis solo lo que corresponde a vuestra categoría. Así de magnánima soy.

Leer en verano lo mismo de siempre

Hay quien, durante todo el año, mantiene el ritmo sin despeinarse. No en vano, Leydhen me preguntó qué diferenciaba una lectura de junio de una de otra época. Y supongo que la clave está en el lector, no en la lectura: las necesidades no tienen por qué cambiar en verano. Eso sí, quienes han escogido esta opción son pocos: únicamente el 10% de los encuestados mantienen el ritmo.

Así pues, ¿qué le puedo aconsejar a quienes leen lo mismo todas las épocas del año?

Recomendación

No necesitáis ninguna. Es más, quien necesita vuestro consejo soy yo, que no sé cómo lo hacéis. Solo os puedo decir que leáis lo que os salga de las narices, pero que si buscáis salir fuera de vuestra zona de confort, aquí tenéis tres títulos que igual os pueden llamar la atención.

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Dioses menores – Terry Pratchett

Quienes conocen mis gustos saben que no podría haber empezado por ningún otro autor. Mi querido y adorado Terry, que el año pasado decidió ir al paraíso de los orangutanes y dejarnos huérfanos, era un autor inglés de fantasía con un cerebro increíblemente dotado que alguna fuerza miserable decidió robárselo con un Alzheimer muy jodido y peleón.

Es uno de mis libros favoritos y trata sobre Om, un dios que descubre que, aún existiendo toda una estructura eclesiástica encargada de velar por su fe, solo le queda un único creyente. El dios sabe que, cuando ese monje torpe y bonachón muera, su fe y, por tanto, él, morirán. Así, le ayuda a sobrevivir en un escenario peligroso a la vez que intenta recuperar la fe de sus creyentes y el poder que algún día tuvo.

Encontraréis un ensayo sobre religión camuflado entre carcajadas, personajes adorables y una crítica feroz a la jerarquía eclesiástica, entre otras cosas. En mi escala personal tiene un 5 sobre 5, y porque no puede ser un 6 sobre 5. ¡Ah, no!, esperad. Que esta escala es mía. Pues tiene un 6 sobre 5 en mi escala personal. Porque yo lo valgo, pero Terry más.

Guía del autoestopista galáctico – Douglas Adams

Recuerdo que leí esta serie de libros en el 2001, en la Semana Santa del primer año de facultad. Días después, Adams murió y me sentí miserable por no haberlo conocido antes. Bueno, es evidente que no puedo presentároslo antes de su muerte, pero al menos perpetuaremos su nombre para que nunca muera de verdad.

La historia empieza cuando Arthur Dent descubre que van a demoler su casa para construir una autopista. Al enfrentarse a los constructores, que le dicen que el aviso estaba en un sótano del ayuntamiento y que era culpa suya no haberlo visto, aparece su amigo Ford Perfect que lo arrastra lejos de su casa y de su destrucción. Porque Ford es un extraterrestre que recorre mundos para la empresa “Guía del autoestopista galáctico” y que se dedica a escribir reseñas sobre los planetas que visita. Ford sabe que la Tierra también va a ser demolida para construir una autopista galáctica, y en el último minuto consigue ponerlos a salvo a los dos.

Encontraréis humor, toallas, pensamientos profundos y unos personajes que se anclan en el corazón. Y cuatro libros más, que esto es una pentalogía. En mi escala personal tiene un 5 sobre 5. Ya estáis tardando.

Hatshepsut, la Reina misteriosa – Christiane Desroches Noblecourt

Tengo un problema, y es que la Historia me encanta. Especialmente las sociedades clásicas, empezando por el Antiguo Egipto. Y, sin duda, Hatshepsut, como mujer faraón, es un personaje que siempre me ha llamado la atención.

Desroches Noblecourt es una historiadora que, con su libro, hace honor a esta reina-faraón novelando su vida, desde que es una niña hasta que muere, pasando por el momento en el que se inventa que su padre es el propio Dios Amón y, por tanto, merece ser reina por encima de todas las cosas.

Encontraréis historia, pasiones desatadas y ambición. En mi escala personal tiene un 4 sobre 5.

Leer en verano algo ligero

Ay, amigos. Cómo os entiendo a los que habéis escogido esta opción. Hay junios en los que tengo el cerebro tan frito que lo único que puedo hacer es leer algo que no me haga pensar. Una lectura rápida, amena, ágil. Que bastante sufrimos durante el año como para tener, encima, que hacerlo en verano.

Recomendación

Os traigo tres libros ligeros, fáciles de leer, de diferentes temáticas y géneros.

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La Reina Roja – Victoria Aveyard

Una opción socorrida es tirar de YA, es decir, el género Young Adult o Adulto joven, que suele ser lo suficiente fácil de leer como para dejar el cerebro en stand by y seguir la historia sin problemas. Pero no siempre es sencillo, sobre todo si se ha dejado la adolescencia lejos, encontrar un libro que no haga que queramos abofetear al protagonista.

En este caso, La Reina Roja es una novela escrita en primera persona que mezcla distopía, ciencia ficción y fantasía en una misma novela. En un futuro que no sabemos cómo de lejano es, la sociedad se divide en rojos y plateados, estos últimos dotados por una magia que viene dada por el color plata de su sangre. Así, los pobres rojos que son normales y corrientes, viven en semi esclavitud por la élite plateada.

Encontraréis magia, amor y conspiraciones políticas, y en mi escala personal le he puesto un 3 sobre 5.

Contrato con Dios – Juan Gómez-Jurado

Juan Gómez-Jurado me cae bien. No es que me vaya a tomar cafés con él asiduamente, ojalá, pero me gusta lo que leo de él en su Twitter. Por eso me lancé con Contrato con Dios, una novela de 2010, a cuyo protagonista, Anthony Fowler, ya conocen los fans del autor porque es el cura-espía que protagonizó Espía de Dios. Y yo, como soy así, me leí el segundo antes de leerme el primero, pero es que no hace falta leerlos en orden que son autoconclusivos.

Así pues, en Contrato con Dios, este agente doble de la CIA y la Santa Alianza busca una pieza de un mapa que le puede llevar a conseguir el Arca de la Alianza. En el tesoro no solo está interesada la CIA, sino también un millonario estadounidense que crea una expedición en la que se cuelan agentes de la Mosad, terroristas islámicos e, incluso, una periodista española.

Encontraréis tiros, acción, un poco de roce entre sábanas y muchas conspiraciones. En mi escala personal le he puesto un 4 sobre 5, que me entretuvo mucho.

Yo antes de ti – Jojo Moyes

Bueno, a ver. Podéis perseguirme con una campana y decirme con voz firme y calmada “¡vergüenza!” entre tañido y tañido porque, no, no me he leído este libro. Pero se ha hecho la película este año con la guapísima Emilia Clarke (Daenerys de la Tormenta, La que no arde, Rompedora de Cadenas, Madre de Dragones), que también me cae fantásticamente bien porque nadie que mueva las cejas como lo hace ella puede ser mala persona, así que, ¿por qué no?

El libro va sobre una muchacha que entra al cuidado de un chaval rico y guapo y, también, un poco malandrín, que en un accidente se queda en una silla de ruedas. Tenéis la película en el cine, o la habéis tenido, no lo sé. Desgraciadamente, desde que tengo un bebé en casa, el cine ya no es una opción así que estoy desconectada. Pero ya me entendéis.

Encontraréis amor y muchas lágrimas, y no os puedo decir nada sobre mi escala personal porque no lo he leído. Así que si os lo leéis o alguien ya lo ha hecho, por favor, ponedle una nota por mí y decídmela.

Leer en verano lo que tengo pendiente

Esta es la opción ganadora y, además, la mía. Un 65% de los encuestados intenta ponerse al día en verano. Qué queréis que os diga, me hace sentir un poco mejor ver que no soy la única que es un poco desastre durante el año. No, no os estoy llamando desastres. Bueno, un poco sí, pero es que aceptarlo es el primer paso para cambiarlo, ¿no?

Recomendación

En este caso, os voy a poner mis pendientes de años anteriores, a ver si os descubro algo nuevo. Aunque de nuevos, sinceramente, tienen poco.

Pendiente

Cuentos de Chéjov – Anton Chekhov

Chekhov (o Chéjov) tiene una cita sobre narrativa que repite todo el mundo, la entiendan o no, y viene a decir que, cuando escribes, lo importante no es contar sino mostrar. Es decir: mejor que un narrador cuente que el protagonista tiene los dientes carcomidos y la ropa hecha jirones a que ponga, literalmente, que es pobre. Y en el arte de mostrar, no hay mejor ejecutor que Chéjov. Por eso disfruté tanto sus cuentos, y creo que aprendí bastante de él.

Es difícil definir la temática porque, al ser cuentos, cada uno son de su padre y de su madre, pero básicamente nos muestra la cotidianidad de la Rusia del XIX de ricos, pobres, habitantes rurales y de ciudades. Lo único que es permanente, lo único que aparece en todos sus relatos, es el samovar (para que no os pase como a mi y no lo tengáis que buscar: una tetera rusa) y su capacidad de describir el carácter complejo de un personaje con una sola frase.

Encontraréis tristeza, pasiones, vodka, maravillas y decadencia, y en mi escala personal le he puesto un 5 sobre 5.

El último deseo – Andrzej Sapkowski

Si hay aquí algún friki de Juego de tronos, que sepáis que nuestro querido Andrzej lleva tantos años escribiendo como R. R. Martin y que, además, tiene a sus espaldas una legión de fans capaz de despellejar a cualquiera que critique a su famosísimo Geralt de Rivia.

En este libro, el primero de siete, el autor recoge una serie de cuentos cortos de las aventuras de Geralt, un brujo que se gana la vida combatiendo monstruos que podrían poblar las pesadillas de Stephen King. La dinámica del libro es amena, y la narración rápida y llena de detalles que te llevan al mundo fantástico de Sapkowski en un abrir y cerrar de ojos. Las batallas son una delicia y los personajes no están idealizados, algo bastante común en el género.

Encontraréis monstruos, prostitutas, magia y batallas, pero también humor y personajes muy redondos, muchos de ellos mujeres, cosa que personalmente agradezco. En mi escala personal tiene un 4 sobre 5.

Ubik – Philip K. Dick

Por supuesto, no podía faltar la ciencia ficción en este post. Ya sabéis que es uno de los géneros que más me gustan y con el que tonteo de vez en cuando, y qué mejor lectura que Philip K. Dick.

La única que me quedaba por leer del autor, y que también cayó el verano pasado, es Ubik, una novela escrita en 1969 y ambientada en 1992, cuando el viaje a la luna es algo común, hay telépatas hasta debajo de las piedras y se mantiene a los muertos en estado de semivida para poder contactar con sus conciencias. Joe, el protagonista, viaja a la Luna con su jefe porque tienen un problema de espías telepáticos infiltrados en la empresa. Ahí, ocurre un accidente del que sobrevive junto con el resto de la expedición pero su jefe desaparece. Una vez en la tierra, recibe mensajes en lugares extraños de su jefe y la realidad empieza a tambalearse. Lo único seguro, aquello que es estable, es un producto llamado Ubik y que da una pista a Joe de qué se puede encontrar.

Este libro tiene unas cuentas interpretaciones, pero no voy a ser yo quien os las explique porque creo que es indispensable que os lo leáis. Solo os digo que es una distopía en la que se habla, sobre todo, de la vida después de la muerte.

Encontraréis multiversos, muertos que se comunican y Ubik, mucho Ubik. En mi escala personal le he puesto un 5 sobre 5.

Leer en verano recomendaciones

Curiosamente, este es el apartado menos votado. Me sorprendió porque yo me dejo aconsejar bastante. Es que, si me dejas suelta en una librería, empiezo a ver tomos y tomos y, si no tengo una guía, me empiezo agobiar porque no sé cuál escoger. Así, o salgo habiéndome gastado medio sueldo o sin un solo libro y llorando de pena.

Como ya os he hecho muchas recomendaciones, aproveché que la gente en Twitter es super maja y pregunté qué me recomendaban. Aquí tenéis unos cuantos.

Paula Jarrin nos recomienda Dos amigas, la tetralogía de la Elena Ferrante. Trata la historia de dos mujeres, una contrapuesta a la otra, que empieza en los años 50 del siglo pasado hasta la actualidad. Tiene un marcado aire feminista* y, por las críticas que he leído en Internet, no se corta en detalles bellos y brutales que impactan a sus lectores.

Samarkanda nos recomienda Cosecha Roja de Dashiell Hammet, o cualquiera de este autor. En el caso de Cosecha Roja, encontramos a un detective sin ningún tipo de atractivo físico pero con gran audacia para resolver crímenes. Eso sí, tiene que currárselo pateándose las calles y manchándose las manos. Desde luego, una buena recomendación.

[a] [low@hell #] nos recomienda La isla, de Aldous Huxley. Si sois como yo, os habréis leído su imprescindible Un Mundo feliz, ¿verdad? Pues, según Wikipedia, La isla es su contrapunto. Trata de un periodista que llega a una isla donde el amor por la vida está por encima de todo lo demás. Qué, llama la atención, ¿eh? También nos recomienda cualquier libro de Preston & Child que tenga a Pendergast como protagonista.

Malapata nos recomienda dos libros: Desgracia, de J. M. Coetzee que, según él es deprimente pero es un favorito así que seguro que vale la pena. El protagonista, después de enamorarse y perder de vista a una prostituta al que era asiduo, se lía con una alumna de la universidad en la que da clase. Cuando se destapa el affaire, antes de pedir perdón decide abandonar su puesto e irse a casa de su hija, donde se destruirán todas sus creencias.

Además nos recomienda una colección de relatos fantásticos de Tim Pratt, Hic Sunt dracones (“Aquí hay dragones”, en latín), un título que referencia a los mapas antiguos pero, también, al increíble imaginario de Pratt.

Joan melenchón nos recomienda El bosque de los zorros, de Arto Paasilinna. Me cuesta situar esta novela en algún género, así que os dejo su sinopsis: un gánster debe esconderse en la tundra noruega para protegerse de unos esbirros que van en busca de un botín por el que fueron encarcelados. Ahí se encuentra con un comandante alcoholizado y una nonagenaria que se ha escapado de un asilo. Es una historia de huida e, imagino, también de encuentro.

Y, por último pero no por eso menos importante, CartDestr nos recomienda Teo va de vacaciones. Si es que no me digáis que no es amor. Sin embargo, además de ser un amor es un chico con muy buen gusto, y nos cuenta que le encantó El curioso incidente del perro a medianoche. Esta novela nos presenta a Christopher, un adolescente con Asperger que decide investigar la muerte del perro de su vecina. Este hecho hace que se enfrente a situaciones impensables para él y, así, demostrarse que es capaz de cualquier cosa.

Espero que os acordéis de este post cuando estéis decidiendo qué libro os va a acompañar en vuestras vacaciones. Eso sí, no olvidéis dejar vuestras propias recomendaciones en los comentarios o en nuestro Facebook, que así me ayudáis a hacer el post del verano que viene.

Carla

@CarlaCamposBlog

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Imagen de Davide Ragusa

*Aprovecho para recordar, que el otro día vi que se suele confundir el término, que el feminismo busca la equiparación en derechos y obligaciones de hombres y mujeres, no la supremacía de la mujer sobre el hombre.

La magia del lápiz y el papel

Hace poco me lancé a la aventura y emprendí un viaje en busca de inspiración. Tengo la loca idea de escribir una novela, pero cuando tenía los dedos sobre las teclas, listos para empezar a darle forma, me di cuenta de que me hacía falta material. Necesitaba empaparme de otras formas, olores, colores y sabores. En resumen, vivir nuevas experiencias en lugares desconocidos. Un viaje, sin duda, me ayudaría. Así que busqué en Internet y compré los tiquetes. Con el itinerario en la mano, mi travesía era una realidad. Estaba muy emocionada. Viajar es una de las cosas que más me gustan, pero nunca lo había hecho con el único objetivo de obtener inspiración.

Con la maleta a medio hacer, me enfrenté a un dilema: llevar o no llevar el portátil. Es mi amigo inseparable desde que escribo, pero, si pensamos en el equipaje de un viaje estilo mochilero, el portátil es bastante pesado y tendría que cargarlo todo el tiempo. El dolor de espalda sería insufrible o, peor aún, mi amigo fiel se quedaría encerrado en alguna habitación de hotel y no podría tomar nota ni de los lugares ni de las personas, ni de todo lo que experimentas en un viaje que puede ayudarte a alimentar tu imaginario. ¿Qué hacer? Lo necesitaba, pero si era sincera, no iba a escribir todo el tiempo. No conocía ninguno de los destinos elegidos, así que en mi bitácora figurarían largas caminatas y algún plan turístico.

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Pronto encontré la solución. La tenía justo al lado del portátil: ¡mi libreta! La pequeña libreta café que me acompaña desde hace unos meses y que siempre está a mi lado, lista para apuntar alguna idea que me llega de repente, palabra desconocida o frase icónica que no quiero olvidar. Me sentí como una tonta por el lío de dimensiones astronómicas que había creado en mi cabeza al empeñarme en llevar el portátil a mi viaje.

Sé que estarán pensando: “¿pero acaso no tienes un iPad o una tableta?”. Y sí que lo tengo, pero no es lo mismo. Aunque me considero una friki de la tecnología y me encanta tener todos los cacharros nuevos que salen al mercado, cuando se trata de escribir, mis ideas no nacen en ningún dispositivo electrónico. Nacen del papel porque tiene una magia especial. Su olor, su textura, la variedad de formas, los colores y, sobre todo, el sonido del lápiz deslizándose por la hoja ¡son sublimes!. Crean un momento perfecto para que las ideas fluyan sin restricción. Para mí no hay mejor manera de empezar a escribir una historia. Y doy gracias a quien se le ocurrió la gran idea de reciclar el papel porque, si no fuera así, me sentiría fatal pensando en todos los árboles talados para dar vida a las hojas que he usado desde que tengo memoria. Escribir algunas líneas a la vieja usanza y después releer, tachar o adicionar, y luego pasarme horas y horas acariciando el callo del dedo índice, con su uña torcida, es todo un ritual para dar forma a mis ideas.

Dejando de lado por un momento mi experiencia, está comprobado que escribir a mano tiene muchos beneficios para el cerebro. Pone a trabajar las neuronas y aumenta las capacidades visuales, motoras y cognitivas. También mejora el aprendizaje, porque estimula una parte del cerebro, que actúa como filtro, dando prioridad a las cosas en las que estamos concentrados. Pero lo que más me gusta es que potencia la imaginación y permite que los pensamientos sean más claros. Algunos escritores, antes de dar vida a sus novelas, escriben notas a mano para poder tachar, reflexionar y volver una y otra vez sobre ellas. Hace poco leí un artículo de El Cultural, en el que se relatan las costumbres de algunos escritores famosos:

A mano, y casi siempre en bibliotecas, escribe Mario Vargas Llosa: «Me gusta el papel, la tinta -declaró en una entrevista-. Así comencé, y todavía hoy creo que el ritmo de mi mano es el ritmo de mi pensamiento». Pere Gimferrer, que escribe su poesía a mano, en rojo y en una letra que, como Goytisolo, solo él entiende, dice que todo empieza en su cabeza: «Cuando me dispongo a escribir es porque tengo tanto escrito en la mente que es ya imposible retenerlo. Luego, al coger papel y lápiz y empezar a transcribir te van viniendo los siguientes versos, porque el pensamiento es mucho más rápido que la mano y ésta más veloz que el ordenador».

Con mi obsesión desmedida y todas las ventajas de escribir a mano, no es de extrañar que en mi estudio tenga un estante en el que almaceno una amplia colección de agendas, cuadernos y libretas. Unas cuantas han logrado pasar al lugar de honor y guardar en sus hojas secretos, ideas y material de alto valor para mis historias. Las demás, siguen aguardando pacientes ese momento.

Y bien, llegó el día del viaje. El equipaje estaba listo. En el bolso de mano, junto al pasaporte, la billetera, el libro que estaba en mi mesita de noche y unas mentas, coloqué la libreta, iluminada como el tesoro de un pirata. Fue el elemento más útil en mi viaje, puedo afirmar que todo un artículo de primera necesidad. Con un vuelo de nueve horas y casi dos más en la sala de espera, las ideas llegaron en avalancha; saqué del bolso a mi compañera de viaje y me dejé llevar.

Cada lugar que visité quedó plasmado en sus hojas. Logré mi objetivo, conseguí un material invaluable para mi novela. La libreta fue la mejor opción. El dolor en la espalda y las ampollas en los pies no dejaban lugar a dudas; el portátil habría sido todo un lastre. Pasados unos días de mi regreso a la realidad, como suelo decir después de un viaje, estaba lista para una nueva aventura, organizar el material y disponerme a escribir las primeras líneas de la novela.

Mónica Solano

Imagen. Formentera, Islas Baleares. Foto de Mónica Solano.

Enciende el hábito de la escritura

Adoramos escribir. Cuando nos sentamos frente a la hoja en blanco, algunos con más sufrimiento que otros, y vemos emerger las palabras que hasta entonces solo estaban en nuestra cabeza, nos recorre un cosquilleo que da tanto gustito como el primer baño del verano.

Sin embargo, ponerse a escribir no es fácil. Igual piensas, tú que me lees, que solo a ti te cuesta ponerte a escribir. Pues no. A todos nos pasa, especialmente si no es nuestro medio de sustento. El día a día con el trabajo, los niños y la cervecita en la terraza nos absorbe, y no encontramos el momento para dedicarnos a este bello oficio que quizá en un futuro podría pagarnos el yate de tres pisos y piscina.

Entonces, ¿cómo lo hacemos para escribir? Pues aquí quiero explicaros algunas cosas que pueden empujarnos a dejar de jugar al Candy Crush y coger el boli, metafórico o no.

Compromiso y falta de tiempo

No nos engañemos. La escritura es un compromiso, un compromiso contigo mismo. Igual que hay que tener una enorme fuerza de voluntad para no picar patatas fritas del plato del vecino cuando estás a dieta, hay que tenerla para enfrentarnos a la hoja en blanco. Escribir es satisfactorio pero requiere un esfuerzo que, después de un día lleno de jefes y/o clientes molestos, atascos y demás molestias de la vida moderna, no nos apetece hacer.

Yo he sido un buen ejemplo de falta de compromiso con la escritura, y tengo matrícula de honor en buscar y encontrar excusas. Durante mucho tiempo, mi charla interna para disculparme el no escribir ha sido la siguiente:

“Debería coger el portátil. Pero qué pereza, ¿no? Si es que lo acabo de cerrar, que me han dado las mil haciendo esa práctica tan chunga. Uy, y Valeria se está moviendo en la cuna, seguro que va a echarse a llorar de un momento a otro. Y aún tengo que cenar, y después planear las llamadas de mañana.

Anda, alguien me está hablando por WhatsApp. Bueno, pues lo miro un segundito y me pongo a escribir, que así voy descansada mentalmente.»

Error.

Oblígate, o búscate algo que te obligue

Está claro que no puedo dejar de trabajar, porque tengo que comer. Tampoco puedo dejar de estar con mi hija, porque es ella la que tiene que comer. Ni parar de estudiar, porque quiero que comamos mejor el día de mañana. Y por eso, durante mucho tiempo, he dejado de lado lo único que, en mi cabeza, no suponía una obligación: la escritura. Hasta que he buscado algo que me ayude a abrir el Word o, si no tengo el ordenador a mano, la libreta que siempre llevo en el bolso. ¿Queréis saber qué es?

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Mi libreta y los bolis del Muji van conmigo a todas partes. Y por eso llevo bolsos tan grandes.

Obligación interna: Créate un hábito con seis pasos

Ahora parece que vengo a hacer un Cristóbal Colón y decir que he descubierto algo que ya conocen montones de personas, pero no. Es decir, esto no es nada nuevo pero no está de más recordarlo.

Y es que dicen que solo necesitas seis pasos para crear un hábito. Así que, tengas o no algo que te mueva a escribir (luego veremos eso), solo tienes que seguir estos seis pasos para tatuarlo en tu rutina:

  1. Busca el momento

¿Cuándo tendrás calma suficiente para coger el boli? ¿Después de cenar, al ir y volver al trabajo en transporte público? Igual llegas antes que el resto a la oficina y ese momento de calma es idóneo para escribir. O en la cama, media hora antes de dormir. Tú conoces mejor tus horarios. Revísalos, y cuando encuentres ese momento en el que te echas en el sofá a jugar con el móvil, igual es el momento de ponerse a escribir.

  1. Empieza con calma

Esto es básico. No pretendas escribir mil palabras por sesión o acabarás harto a los dos días y decidiendo que mirar cómo crecen las pelusas del sofá es más divertido. En Internet hablan de escribir 500 palabras: si te va bien, adelante. Si no, escribe menos. Lo importante es crear el hábito, no la cantidad.

  1. Ritualízalo

Es que el ser humano es místico y hay que ver lo que nos gusta ponerle florituras a las cosas. Pero igual te va bien un pequeño ritual que te haga sentir que es un momento de calma y bienestar que te anime a repetirlo cada día: sírvete un buen café, ponte música relajante… Lo que te haga sentir en tu oasis personal.

  1. Apúntatelo o ponte alarmas

No sirve de nada que tu cita con la escritura esté en tu cabeza, porque te puedes despistar. Apúntatelo y, si puede ser, en el móvil, con un pitido bien fuerte y un aviso que diga: “¡A escribir! ¡No te escaquees!”.

  1. Enséñalo

No lo guardes en un cajón, que es una pena, hombre. Además, como verás más adelante, seguro que encuentras a alguien que, a) disfrute y te anime a continuar, cosa que te dará un subidón y, b) que te aporte correcciones o ideas que a ti no se te han ocurrido.

No temas por enseñarlo y pensar que alguien te va a robar la idea. Se ha publicado sobre cualquier idea que se te ocurra, y lo importante no es el tema, sino cómo está escrito. Y la forma de escribir es propia de cada cual, así que nada puede igualarlo. Como las huellas dactilares, oye.

  1. Ponte metas y prémiate

Solo o con gente, brinda cada vez que llegues a donde quieres. No se trata de convertirlo en un juego de beber (¡chupito de Tequila por cada cien palabras!) que quiero que tus neuronas sigan funcionando después del primer capítulo de tu novela. También puedes dejar de lado el alcohol, pero lo importante es que lo celebres, que te premies, porque has hecho algo importante y lo mereces..

Yo me voy de tiendas. Pero shhh.

Obligación externa: búscate una comunidad que te exija

No sé qué dice exactamente la RAE sobre la palabra Comunidad (aunque yo soy más de María Moliner), pero cuando hablo de ello, me refiero a dos o más personas que quieran leer lo que tú escribes. Puede ser tu madre, tu mejor amigo y la loca de los gatos del quinto: da igual. Lo importante es que alguien espere y te dé feedback de tus textos. ¿Por qué? Porque, que alguien te lea, anima. Si encima te dedica un puñado de palabras amables, te dará cosquillitas en el estómago y te entrarán ganas de escribir otra vez para volver a sentirlo. Si tienes suerte, te querrá tanto o le gustará tanto lo que escribes, que se convertirá en una fan y estará deseando leer todo lo que sale de tu pluma.

Si sospechas que la opinión de tu madre no es muy objetiva y ya no te sirve, tienes herramientas a tu alcance para ampliar esa comunidad. Internet es la clave. Puedes crearte un blog con tres amigas (ejem, ejem), publicar tus textos en Facebook (pero ten en cuenta que, lo que dejes en tu muro, deja de ser tuyo aunque pongas un aviso diciendo que lo que tú publicas es tuyo) o apuntarte a plataformas de escritores. Ahora vamos a ello.

Cursos de escritura

No solo de amigos y familiares vive el escritor vago, también puede encontrar su comunidad en la infinidad de cursos de escritura que hay en Internet. Entérate bien, y escoge uno en cuya dinámica esté la de comentar a los compañeros. De esa manera, encontrarás a personas que se interesan por lo mismo que tú y que no solo te leerán sino que te ayudarán a crecer con sus aportaciones.

Redes sociales para escritores

No hablo de Facebook o Twitter que, aunque se utilizan (y bastante, por cierto) para promocionar libros, su finalidad no es esa. Me refiero a webs como Megustaescribir, de la editorial Penguin Random House, o Falsaria. Pero, sin duda, una de las más grandes es Wattpad. Que merecería un capítulo a parte.

Ya sabéis que Internet es como ese mercado sucio y desordenado donde puedes encontrar un puesto de grillos fritos junto a otro que expone las joyas del último Zar. Con Wattpad pasa lo mismo: para encontrar algo que esté fuera de las categorías fanfiction y literatura juvenil hay que rebuscar con tesón. Pero también hay adolescentes con ganas de gritarte a la cara lo mucho que te quieren por haber escrito esa historia de amor con la que tienen sueños húmedos y gente que disfruta de la literatura y te comenta y anima a escribir porque quiere que sigas haciéndolo.

Y si la petición de un fan no hace que escribas cuando tengas un rato es que, en vez de corazón, tienes un gran y arisco trozo de hielo. O que eres aún más vago que yo.

Además, en este link tenéis un listado de 47 redes sociales, por si con 3 no tienes suficientes.

Bonus: Nanowrimo

Ahora me diréis que sí, que todo eso está muy bien, pero que si no dejas de dormir no hay tiempo para nada. Y lo entiendo, no en vano se me conoce como la mujer con las ojeras más oscuras del mundo. Por eso os traigo este reto: escribir un proyecto literario en un mes. Gana quien lo acaba, y se considera que debería de tener unas 50.000 palabras.

Suele celebrarse en Noviembre, y este año voy a intentarlo. Si te apuntas conmigo dímelo que lloraremos juntos de desesperación y falta de descanso.

Mi obligación: E. Y. P. Daruma

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Cuando mi amiga Anna (¡hola!) fue a Japón me trajo un souvenir precioso: mi pequeño Daruma, esa bola blanca tuerta que veis en la cabecera de este post. Es el símbolo de un monje budista al que, de tanto meditar sentado, se le cayeron las piernas y los brazos. Era tan perseverante este buen señor que hicieron, a su imagen y semejanza, este amuleto representa los propósitos: cuando decides tomar uno, le pintas un ojo y no rellenas el otro hasta que lo cumples. Así, su mirada desigual es un recordatorio eterno de que no estás cumpliendo con tu propósito. Y de que eres una persona malísima si pierdes el tiempo en vez de devolverle la vista.

Cuando me lo regaló, le pinté un ojo con el propósito de acabar una de mis novelas y le puse nombre: E. Y. P. Daruma, que significa “Escribre Ya, Perra” Daruma. Como veis, tenemos una bonita relación pasivo agresiva. Pero a mí me funciona.

Dicen que después de 21 días haciendo una cosa, se vuelve un hábito y ya no se deja. Mis incontables matrículas del gimnasio son la prueba de que esto no es siempre cierto. Así que igual hay que echarle un poco más de ganas a esa práctica, y si la vida abruma y nos cuesta encontrar motivos internos que nos empujen a escribir, quizá hay que buscarse alguna que otra excusa que lo haga.

Y si lo hacéis me lo contáis, no vaya a ser que E. Y. P. Daruma pierda su autoridad moral sobre mi y deje de darme pena que me mire con un solo ojito.

Carla

@CarlaCamposBlog

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Imágenes propias de cabecera e imagen de la libreta.

Imagen del Daruma rojo, de aquí.