Nuestra vida está organizada para apropiar y acumular

El consumo desmedido de las fiestas navideñas me llevó a cuestionarme la necesidad que tenemos de acumular cosas. Caminando por los pasillos de los centros comerciales de Bogotá, repletos de personas cargadas con paquetes, me pregunté: ¿por qué en Navidad parece que todo el mundo tiene dinero de sobra? Quizá porque es una época del año adecuada para regalar y para consentirnos. Tenemos que aprovechar algunos pagos extras y no podemos pasar por alto las promociones. Y más con la tentación de las campañas de crédito para llevarnos todo lo que hemos soñado sin cuota inicial. Aunque son razones validas, no justifican el excesivo consumismo que se desata en esta temporada.

Con estas reflexiones y otras parecidas, me detuve a mirar los rostros de angustia de algunas personas en busca del regalo prometido. Todos estaban pálidos, con ojeras marcadas y con la mirada perdida en las vitrinas. Parecían atacados por una repentina ceguera parcial y por una audición selectiva, enfocadas únicamente en las palabras promoción y nuevo. Debo confesar que hasta hace unos años fui una fiel integrante de ese grupo de personas que se enloquecen en diciembre. Yo también aprovechaba la temporada para renovar el armario, aunque lo tuviera repleto de atuendos sin estrenar. Como a mis paisanos, me encantaba destacar en las reuniones familiares con los regalos más costosos y originales. Pasaba mi tarjeta de crédito sin remordimientos y al llegar a casa me preguntaba ¿para qué compré esto?

Hasta cierto punto es normal dejarnos contagiar por la demencia comercial que se esparce en Navidad. Las grandes compañías hacen unos esfuerzos increíbles para lograr que las personas reaccionemos de manera automática a todos los impulsos que nos envían, con sus innovadoras estrategias comerciales. Impulsos que actúan con tanta fuerza porque el insaciable deseo de acumular riqueza forma parte de nuestra condición social. Entonces, la pregunta más importante no es de dónde proviene el dinero que gastamos, sino qué hacemos con las cosas que compramos o que nos regalan.

Al cabo de unos días, unas ya están rotas y arrinconadas esperando ser reparadas, otras están atiborradas de polvo o, simplemente, ya caducaron. Y solo unas pocas están en ese lugar privilegiado donde el uso y el abuso las lleva al desgaste.

¿Por qué algunas cosas siguen ahí, solo ocupando espacio?

La principal razón por la que acumulamos cachivaches es que constituyen un legado sentimental. Los objetos están cargados de emociones, representan a las personas que nos los regalaron nos recuerdan el lugar y el momento en el que los adquirimos. Algunos llegan a pensar que, al deshacernos de ellos, los condenamos al olvido. Hace poco, vi en Youtube un video de una niñita a la que le regalaron un osito que, al apretarle la patita, dejaba oír la voz de su abuelo, fallecido hacía unos años. Me dejé contagiar por sus lágrimas y lloré con ella. Seguramente sería algo que esa niña atesoraría de por vida.

Tuve emociones encontradas. Aunque el regalo era especial y tenía una intención maravillosa, me resultaba un poco aterrador. Nosotros, como esa niña, tenemos muchos objetos con un significado muy profundo, pero no todo lo que acumulamos tiene esa carga emocional. Es más, tenemos algunas cosas que forman parte del “después”. Y nos resistimos a abandonarlas, porque pensamos que en algún momento podremos darles uso. Sin embargo, tenemos que ser realistas y reconocer que, para esos objetos, ese momento pocas veces llega.

Acumular, ¿es también una enfermedad?

Hay casos más complejos. Se sabe que algunas personas padecen el Síndrome de Acumulación Compulsiva o Trastorno por Acumulación. Es un desorden psiquiátrico que se caracteriza por la imposibilidad de deshacerse de las posesiones. Las personas con este trastorno atribuyen su incapacidad de desprenderse de las cosas a su utilidad, a su valor estético, a su valor sentimental o a una combinación de todos estos factores. El departamento de psiquiatría del Hospital de Bellvitge, con la colaboración del Institute of Psychiatry de Londres, publicó un estudio en la revista científica American Journal of Psychiatry en el que afirmaban que todos podemos sentir la necesidad de guardar objetos con un determinado valor sentimental, pero el problema se produce cuando esta necesidad dificulta nuestro vivir cotidiano. Uno de los criterios de diagnóstico es la angustia que provoca la idea de desprenderse de los objetos almacenados. El resultado es una acumulación desorganizada de cosas que afectan el espacio donde se vive, y que impide la permanencia en ese lugar. Se diferencia del afán por coleccionar, en que este es un proceso bien estructurado, planeado y muy selectivo. Los coleccionistas adquieren objetos de su interés y sienten apego por los mismos, pero no presentan el desorden ni la angustia o los impedimentos funcionales, como ocurre con las personas afectadas por el Trastorno de Acumulación. Aunque no hay unos criterios de diagnóstico establecidos y es un área poco conocida, el departamento de psiquiatría afirma que un 4% de la población mundial lo padece.

¿Qué nos produce acumular cosas materiales?

No quiero centrar esta reflexión en la acumulación como patología, sino en la sensación que nos produce el hecho de acumular. La devoción a los objetos nos ancla y hace más lento nuestro camino por la vida. Cuando les damos más importancia de la que tienen, se frena nuestro crecimiento como seres humanos libres. Teodoro Pérez, sociólogo y magister en desarrollo educativo y social en Colombia, afirma: “Deseamos un mundo más equitativo y con menos pobreza, pero organizamos nuestra vida para apropiar y acumular riqueza. Somos tiernos, amorosos y acogedores, pero también agresivos y violentos, entre otras contradicciones”. Siempre me ha fascinado la complejidad del ser humano y estoy de acuerdo en que estamos llenos de contradicciones. Muchos soñamos con recorrer el mundo, visitar zonas inexploradas y hasta vivir en lugares paradisíacos, pero el temor a abandonar lo que hemos conseguido durante lo que llevamos de vida nos lo impide. Pensamos que, como ya compramos una casa, tenemos un carro y algunos enseres de valor, no podemos abandonar nuestras preciadas posesiones por el simple capricho de perseguir un sueño. Salir de la zona de confort siempre será un reto que pocos se atreven a afrontar.

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Mientras seguía observando a las personas perdidas entre los paquetes, con prisa para obtener los mejores descuentos, ansiosas por adquirir más cosas y llenar a los demás con objetos, pensé que el mejor regalo que podían obsequiarme en esas fechas era tiempo de calidad. Sin embargo, no puedo negar que hay momentos en que, como a todo el mundo, me resulta irresistible seguir acaparando cosas materiales, como si fuera a vivir eternamente y algún día fuera a usarlas.

Mónica Solano

Imagen de Vigan HajdariHarry Strauss

3 comentarios en “Nuestra vida está organizada para apropiar y acumular

  1. ladoncelladelaola dijo:

    Conozco a una persona que tuvo ese síndrome. Era imposible entrar en su casa que estaba llena de pilas y pilas de bolsas, cajas y cestas de mimbre para ir acumulándolo todo.
    Nunca quería desprenderse de nada y cuando se le señalaba que aquello no era normal atajaba diciendo que era su casa y que cada uno vivía como quería.
    Ignoro como estará ahora pero leyendo tu entrada comprendí que mis suposiciones eran ciertas y que realmente tenía un trastorno psicológico.
    Muy buena entrada, saludos 🙂

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    • Mónica Solano dijo:

      Gracias por compartirnos esta historia 🙂 Es una realidad que muchas personas acostumbran acumular de manera compulsiva y esto los limita, viven con apegos y les cuesta soltar para avanzar. Excelente comentario. Besos.

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  2. Carmen Romeo Pemán dijo:

    Mónica, me has dejado muy pensativa. Yo sí que almaceno objetos que me evocan relaciones con las personas. Creo que, cuando regalamos algún objeto, con él entregamos una parte de nuestro afecto.

    Enhorabuena por este artículo tan certero, tan bien razonado y tan bien escrito.

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