Viendo el suceso en retrospectiva, sé que podría haber evitado todo aquello. Sin embargo, en aquel momento, el hangar de la nave aduanera me aterraba demasiado como para encontrar mi voz e imponerme a mi superior. Cuando bajé por la escalerilla del carguero con la tableta de registro en la mano y vi todos aquellos navíos interestelares rodeándonos, a tantos seres de cientos de lugares diferentes de la galaxia discutiendo con los burócratas y, aún peor, a los guardias armados hasta los dientes, solo fui capaz de esconderme detrás de mi capitán.
También tenéis que entender que el Capitan Riuk era un hombre peculiar. Criado en los bajos fondos de la Tierra, su intelecto pronto despuntó. Entró en el Cuerpo del Aire, donde tuvo que demostrar cada día que sus orígenes humildes no influían en su valía. En ese momento yo no lo sabía pero, con el tiempo, me explicó que aprendió a esconder sus debilidades y descubrí que, cuando se sentía inseguro o no sabía hacer algo, lo disimulaba con una determinación feroz, casi violenta.
Por eso, cuando lo vi al final de la escalerilla con la espalda recta, el traje azul de capitán tirante en la zona de la barriga y la cabeza plateada bien alta, pensé que parecía vivir aquel trámite cada día. La verdad, sin embargo, era que solo llevaba unos meses como capitán civil y nunca se le había dado bien el idioma de los comerciantes.
Y por eso estaba yo allí.
—El problema, señor, es que este idioma no está hecho para nosotros —le había dicho en una de nuestras primeras clases particulares de lengua. Con un puntero, señalé la laringe y la estructura del pico de los nusitanos, la raza que controlaba los vuelos interestelares comerciales. Ellos descubrieron y aseguraron los agujeros de gusano que permitían viajar con rapidez de una galaxia a otra y, al surgir la Mancomunidad de Mercados Galácticos y la necesidad de abarcar grandes distancias para el comercio, su lengua y su burocracia se impusieron sobre el resto—. Latiguean con la lengua contra los dientes, el pico y la garganta. Nosotros no la tenemos tan larga y afilada por lo que nos limitamos a imitarlos lo mejor que podamos.
Cinco horas de clase cada día durante tres meses habían dado para mucho, pero no suficiente. Yo, que he pasado estudiándolo toda mi vida, lo sabía. Y él también, pero no parecía importarle. Cuando se le acercó el agente nusitano, Riuk inclinó la cabeza a modo de saludo y le dedicó una sonrisa confiada.
El burócrata sacó un ala de debajo de la capa gruesa y pesada que cubría todo su cuerpo. De entre las plumas pequeñas y puntiagudas de color petróleo surgió una extremidad delgada y nervuda que acababa en cuatro garras prensiles. Sostenía una tableta electrónica.
Respiré hondo. Empezaba el interrogatorio.
El burócrata dejó que su lengua repiqueteara contra el pico y, con una frase plagada de ces, jotas y erres, preguntó por la nave y el número de registro. “Vamos bien”, pensé. El capitán estaba contestando correctamente. Yo ya estaba descorchando mentalmente la botella de Hidrovodka cuando oí al capitán explicar cuál era nuestro cargamento y nuestro destino.
El nusitano levantó la cabeza, miró fijamente a Riuk con una expresión imposible de identificar y apuntó con agilidad en su tableta lo que acababa de oír. Yo, que me había quedado paralizada con la última respuesta de mi capitán, conseguí salir de mi estado y me acerqué a él.
—Señor, se ha equiv…
—Chiyo, calla —me interrumpió.
—Pero es que…
—No. Me. Desautorices.
Ahí. En ese momento. Habría sido todo tan fácil si hubiera vencido mi miedo a los enfrentamientos… Solo tendría que haber llamado la atención del nusitano y haberle dicho que mi capitán se había equivocado. Que nuestro destino era Khsmilo, el nombre por el que el resto de la galaxia conocía a Encélado, una de las lunas de Saturno. Khsmilo, no Khxmul, que en boca del capitán sonaba demasiado parecido.
Pero no pude, así que me limité a coger con fuerza la tableta de registro con manos temblorosas y ver cómo, en el formulario de registro, aparecía la información que el nusitano acaba de introducir y aprobar:
Mercancía: 1.800 humanos.
Destino: Khxmul, planta incineradora de residuos comerciales.
Itinerario aconsejado: Agujero de gusano 53.
Otros comentarios: La Mancomunidad de Mercados Galácticos le agradece su compromiso con el reciclaje.
Carla Campos
Imagen de Torley
¡Fantástico! Ay amiga qué imaginario tienes. Me encantó tu relato 🙂 Pude sentir en carne propia la angustia de tu protagonista. Felicidades por una historia tan original. Adoro leerte. Besos.
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