Algo ha cambiado.
No puedo abrir los ojos, pero sé que ya amaneció. Me muevo un poco. Lenta, silenciosa. Me siento más liviana, como si no estuviera aquí, en este momento. Como si me encontrara levitando y no sobre la cama en la que me quedé dormida.
Después de un bostezo pausado abro los ojos. No estoy en la misma habitación. El aliento suspendido enfrente de mí ha formado una ráfaga de colores que ha invadido todo mi campo de visión. Soplo y las partículas de corriente que emanan de mi interior se dispersan e iluminan la parte del universo que está a una mayor distancia.
¿Qué soy? ¿Quién soy?
No tengo el mismo cuerpo físico y ahora estoy dando vueltas en el sistema solar, fuera del planeta Tierra.
¡Soy como Gregor Samsa! Ya no soy una humana. Después de todo, La Metamorfosis resultó no ser solo una historia en el imaginario de Kafka, sino el testimonio de alguien que, como yo, trascendió las leyes de lo imposible.
Me miro las manos y ahora son como codos de los que salen unas pequeñas antenitas que se agitan a cámara lenta. No sé de qué color tengo la piel, aunque se parece mucho al pardo de mis ojos cuando no me da el sol de frente en el rostro.
Hago un esfuerzo por incorporarme, pero mi nuevo cuerpo es pesado. Mis movimientos son torpes. Aún no tengo control de esta nueva forma. ¡Pero ya sé que soy! No soy un escarabajo, ni un insecto. Soy un oso de agua, ¡un tardígrado! Uno de los seres más minúsculos del mundo que tienen la capacidad de vivir sin importar la adversidad del entorno.
Ya lo entiendo. El otro cuerpo no me servía para cumplir con mis propósitos. ¡Qué ironía! Después de todo, para viajar a través del universo no necesitaba tanto equipaje.
¿Estaré en un sueño? ¿En uno de esos sueños que te roban el aliento, de los que nunca desearías salir y quisieras vivir ahí siempre? ¿Será uno de esos? O, ¿será que esta es mi nueva realidad? Y, ¿si no es un sueño?, entonces, ¿qué es?
Demasiadas preguntas sin respuesta. No puedo perderme la grandiosidad que tengo enfrente mientras debato por qué estoy aquí y ahora. Tengo que avanzar. Puedo hacerlo. Lentamente, sin prisa.
Utilizo mis patas como remos y viajo hacia la aurora boreal más cercana.
He llegado.
¿Tan pronto?
Creo que tardé unos segundos o quizás fue una eternidad. No lo sé.
Hago una pausa.
¿Y dónde está el tiempo? ¿Cómo sé cuántos minutos, horas o años llevo aquí? No parecen demasiados, aunque tampoco parecen pocos.
¡Pero qué cosas pienso! ¡Estoy en el espacio! ¿Qué me importa el tiempo?
Me volteo y quedo de espaldas. Me tomo unos instantes para mirar desde otra perspectiva hacia la nada. Una estrella pasa con prisa y me hace girar varias veces. Tardo unos instantes en atemperar los giros. No me siento mareada. Me gusta girar.
Por fin me detengo.
Ahora puedo ver el planeta que me cobijó en mi otro cuerpo. Se ve muy azul desde esta distancia. Parece una gran canica suspendida que juega a no dejarse atrapar por otra más pequeña y opaca.
Desde aquí todo se ve en calma. Sereno. Como si en el interior no habitaran el miedo, la culpa, la duda. Me gusta estar aquí. Me gusta ver la realidad desde aquí.
Estoy sola.
Miro a mi alrededor y es ahora el vasto universo el que me arropa. No, no estoy sola. Nunca había estado tan acompañada.
Cierro los ojos e inhalo. Huele a las galletas de mantequilla que me hacía mi madre. ¿Por qué huele a galletas en el espacio?
Exhalo y es como si mi aliento estuviera formado por chispas de chocolate que esparcen un aroma dulzón. Podría jurar que estoy dentro de una repostería mientras hornean la masa. ¡Pero no! Estoy en el espacio. Es perfecto.
Estiro las manos y sigo navegando. Le doy una última mirada a la Tierra y me despido de mi viejo hogar. De mi antigua vida.
Trazo otro curso en mi bitácora interna y doy inicio oficial a un nuevo viaje. Un viaje a través del universo.
Mónica Solano
Imagen de Jonny Lindner
Oh! mi niña. Qué fascinante es el mundo que has construido para ti. La felicidad, es lo único que deseo que te acompañe siempre!
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Querida Mónica: contigo pasear por el universo es tan fácil como hacerlo por el jardín de una casa. No hay distancia con la que no pueda tu increíble imaginario. Enhorabuena, amiga. Un abrazo grande.
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