A veces, solo a veces,
abro de par en par las puertas de mi alma
y dejo que se escapen mis más preciados sueños
que empiezan a volar
con alas que están hechas de esperanzas.

Y entonces, solo entonces,
los fuegos de artificio de mi cuatro de julio
estallan en burbujas de colores.
Explotan los poemas,
mis dedos corren raudos
y dejo que mi corazón, libre y feliz,
se vuelque en el teclado.

Y escribo, siempre escribo.
Pero ya lo que escribo no lo guardo.
Saqué del corazón historias y poemas
y, en su sitio,
dejé a cambio guardados
al miedo y la vergüenza
que tenían a mi verbo amordazado.

Y comparto mis cuentos,
mis sonrisas, mis llantos,
los relatos, poemas,
las historias que a veces he vivido
o las que me he inventado.
Y deja de importarme lo que piensen los otros.
Aunque, espera, quizás me he equivocado,
y sí me importa,
aunque te esté diciendo lo contrario.

¿Cómo no va a importarme? me pregunto.
Si pongo como excusa que escribo para mí,
yo me estaré engañando.
Porque siempre agradezco las respuestas,
el cariño que traen los comentarios,
y que es el combustible que me anima
a dar paso tras paso,
a atreverme, a lanzarme un poco más,
a arriesgar lo que nunca había arriesgado.

Y a veces, solo a veces,
ocurre que un poema
es capaz de volar a lo más alto
y se escapa del resto
y aterriza a tu lado,
y tus ojos se beben mis estrofas
y el alma se te escapa.
Y entonces tú te atreves
y me escribes
tan solo dos palabras…
¡y entonces, solo entonces,
entonces toco el cielo con las manos!

Porque yo no pensaba hallar respuesta.
Porque esas dos palabras
son para mí un regalo inesperado.
Y siento que me muero
cuando mis ojos ven
que has escrito «Te quiero».

Adela Castañón
Imagen: Pixabay
Ni jactancia ni falsa modestia, justo en tu centro, tus manos en el teclado como un noble corcel que no necesita del látigo para obedecer. Admirable, Adela. Gracias.
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Gracias a ti, Miguel. Palabras como las tuyas dan alas al corcel de mi escritura.
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y cuántas veces, por timidez o miedo o, simplemente, porque no valorizarnos, dejamos de expresar lo que sentimos por miedo a no escuchar lo que más deseamos… Un aplauso grande, cariñoso y cargado de emoción.
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¡Otro aplauso para ti, Yolanda, y muchas gracias!
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