Sentencia

No hace falta que me sujetéis por los codos, desgraciaos, no me van a flojear los remos. Tampoco hacían falta las esposas, pero sois funcionarios, qué sabréis vosotros de la vida. Sé de sobra adónde vamos, pero los tengo bien puestos. Seguro que a ti, payo, sí que te tiemblan ahora mismo las piernas. Te preguntaría si es la primera ejecución que vas a ver, pero, total, para qué. Debes de ser nuevo, os conozco a todos y a ti no te he visto en ningún turno de vigilancia.


¿Cómo coño llamarán al cuarto? ¿Sala de ejecuciones? ¿Habitación de la silla? ¿Y qué más me da cómo lo llamen?


¿Y por qué se me ocurren esas gilipolleces? ¿Será que no tengo cerebro para pensar en otra cosa en un momento así?


¿Habrán venido todos? ¿Y los otros?


Venga, Manuel, respira hondo, que ya estamos aquí.
Me cago en to. Este cuarto es lo más feo que he visto en mi puta vida. Y la silla es más fea todavía que el cuarto. Y las luces… ¿es que no había de más vatios? Joder, igual lo hacen para deslumbrar a posta. No distingo nada. Si no fuera por lo que es, me echaría a reír, pero mejor que no lo haga, vayan a creerse que soy un cagado.


Ahí están los guardias, joder, desde aquí huelo su miedo, que parece que saltan chispas en el pasillo. Funcionarios de mierda, os jiñáis solo de pensar que cualquiera de los que están ahí saque una faca.


Mierda, ya veo a los demás. Están todos. Mis Matagallos a la izquierda, mi gente, mi sangre. Cómo los quiero, está todo el clan, no llores, Manuel, por lo que más quieras, no llores. Mantén el tipo igual que están haciendo ellos. Y mira, ahí están también los cabrones de los Picapiedras, a la derecha. Venga, Manuel, aprieta los dientes, cojones, y pálmala como un hombre. No les regales a esos hijos de puta un espectáculo.


Ahí está mi Juanillo. Olé mi niño. Dieciséis años son pocos para convertirse en jefe del clan, que cuando yo me puse al frente acababa de cumplir los dieciocho y fui el más joven de la historia. Pero mi Juanillo, no, mi Juan, ahora ya es Juan, tiene los mismos cojones que yo. Di que sí, hijo, sujeta a tu madre del codo, igual que estos pringados me sujetan a mí, aunque a ella tampoco le haga falta. Mi Mercedes es mucha mujer. No les dará el gusto a esos hijos de puta Picapiedras de venirse abajo. Que su llanto es del de verdad, de agua y sal, y va por dentro, no como el vinagre que chorrea por los ojos de la cabrona de la Picapiedra esa, la Marcela, lágrimas de cocodrilo por su Rafa, que le dolerá, no digo que no le duela, que un hijo es un hijo, aunque su madre sea una puta, si sabré yo lo que duele un hijo, que no sé si mi Luci saldrá del coma o se morirá sin llegar a abrir los ojos… Hija puta, Marcela, tendrías que estar enseñando los dientes de rabia y de alegría al verme, al saber que voy a palmarla por haberme llevado por delante a ese cabrón de tu Rafa, que lo volvería a hacer una y mil veces por lo que le hizo a mi hija.


Debería haber aprovechado la oportunidad de la última visita. Debería haberme despedido. Pero eso hubiera matado a mi Mercedes, que no sé ni cómo le quedan lágrimas después de llorar tanto por la niña, Dios mío, que la Luci salga del coma, que se despierte, joder, aunque yo no lo vea. Si es verdad que estás ahí arriba, por lo menos haz eso. Me lo debes. Que yo ya voy a pagar con mi vida por haber hecho justicia, así que estamos en paz. Y te juro que si lo volviera a ver lo volvería a matar. ¿Sabes qué? Que ojalá me lo encuentre en el infierno y pueda volver a coserlo otra vez a puñaladas por lo que le hizo a mi Luci. Y tampoco te costaba tanto haber hecho el milagro de que mi niña se despertara, aunque fuera nada más que para poder restregárselo al Rafa por la puta boca cuando los dos nos estemos quemando vivos allí abajo.


Igual hubiera parado de apuñalarlo si se hubiera quedado callado. Pero es igual de bocazas que su padre. Míralo, Manuel, míralo. El Anselmo se ha echado de golpe veinte años encima. Me alegro. Me alegro de que haya venido, de verlo así. Ahora que se joda, que como la Marcela solo le dio un macho a ver quién va a mandar cuando él la espiche. Porque, además, mira que es fea la única hembra que tienen, igual de fea y de poca cosa que su madre, no como mi Luci, la niña de mis ojos, la alegría de mi casa, de mi Mercedes, de mi Juan, de mi Pedro y de mi Paco. Yo sí que dejo abonada mi tierra, malnacío, que eres un malnacío, Anselmo, y tenías que haber espabilado más al capullo de tu hijo, haberle enseñado que un hombre no abusa nunca en la vida de una mujer que no quiera abrirle las piernas. Que eso no es ser hombre, sino todo lo contrario. Y cuando yo di con él, cuando se meó por las patas abajo al ver que yo lo sabía todo, le perdió la boca. Porque cuando yo iba por la tercera puñalada tuvo que decir aquello de “¡Ojalá Lucía se muera de una puta vez!” Y ahí me cegué. Y ya no me bastaba con rajarlo y cortarle los huevos.


¿Qué os creíais, Picapiedras de mierda? ¿Qué no me iba a enterar?


Vuestro Rafa, vuestro asesino, sí, porque él sí que ha sido un asesino, ni siquiera supo terminar bien su faena. ¡Creerse que mi Luci ya estaba muerta y dejarla allí tirada, en el vertedero! ¡Cabronazo! ¡Hijo de puta! ¡Me cago en sus muertos!


Pero mi Luci es como su madre, es mucha Luci. No sé de dónde sacó las fuerzas para arrastrarse, ni sé cómo la encontró mi Juan medio muerta cuando trataba de llegar a casa. Antes de entrar en coma le dio tiempo de contarle a su hermano la verdad, Picapiedras cabrones. Lo único que mi niña quería era decirle al Rafa que la había dejado preñada el día que la violó. No quería más que eso. Escupirle en la cara.


¡Si mi Luci no se hubiera quedado en coma después de la paliza de ese desgraciado! ¡Si nos hubiera dicho, a su madre o a mí, lo que había pasado…! Aunque creo que hubiera dado lo mismo. Por más que estemos en el siglo XXI, la honra es la honra y hay cosas que solo se pagan con la sangre y con la vida.


¿Qué hubieras hecho, mi niña? Te habríamos apoyado en to, se hubiera hecho lo que tú quisieras, que no hay deshonra en lo que te hicieron nada más que para ese malnacido. Tú eres inocente, corazón mío, como inocente hubiera sido el niño o la niña que ese hijo de puta te sacó de la barriga a patadas. Pero eso sí que te dio tiempo de decírselo a tu hermano. Y menos mal que vi a Juan coger la faca, que, si no lo llego a ver, sería él el que estaría ahora aquí sentado, y tu madre no puede perder otro trozo de su vida, que igual tu hermana está ya con Dios y yo no he podido ni enterarme, y enterrar a dos hijos hubiera sido como enterrarse ella en vida.


¡Mi madre! ¿Cómo no te he visto, mama? ¡El alma del clan, y te has sentado al fondo! Que escucho desde aquí tu corazón a la par que el mío, que no sé cómo te han dejado venir. O sí, que les habrás dicho que tú fuiste la que me trajo al mundo y que tienes que estar conmigo cuando me vaya de él. Como si te oyera. ¡Mamá! Ayuda a la Mercedes, cuida de tus nietos, qué digo, si no hace falta que te lo pida, si lo estoy viendo en tus ojos desde aquí.


¿Y ahora qué coño pasa? ¿Quién es el tío que acaba de entrar? ¿Qué pinta aquí con un papel en la mano?


¡Guardias cabrones, sacad las pipas, imbéciles, que los Picapiedra se están levantando! ¿Qué?… ¿Qué hace ese otro tío corriendo por el pasillo? ¡Suelta a mi mujer, gilipollas, suéltala te digo!


¡Mercedes! ¡Mercedes! ¡Mierda! No puedo gritar, tengo la garganta llena de polvo, ¡Mercedes! ¡Mercedes!


—Manuel, ¡Manuel!


¡Suéltame, guardia cabrón! ¡Dile al cabrón de tu compañero que suelte a mi mujer! ¡Que no saquen las facas los Picapiedra! ¡Mercedes!


—¡Manuel! ¡Escúcheme, Manuel! El juez ha ordenado detener la ejecución. Van a revisar su caso.


¿Qué?


—Manuel, que no hay ejecución, ¡quédese quieto, coño!


¿Qué no hay ejecución? Pero ¿cómo es posible? ¿Por qué la han suspendío? Tié que haber pasao algo, pero el abogao no tenía más defensa pa mí, no había más testigos de toa la historia. La única que hubiera podío decir algo hubiera sío…


Mama, te lo juro, mama, no vuelvo a ponerte cara larga cuando reces el rosario. Que vas a tener razón en que hay un Dios. Que la única que podía decir algo más está en coma, pero ¿y si se ha despertao?


Dios, haz que me sujeten los guardias, por lo que más quieras, que ahora sí que las piernas no me sostienen más.


Que me maten o me enchironen otra vez, pero, por Dios, que me alguien me diga que mi Luci está despierta.

Adela Castañón


Imagen de rsossat en Pixabay

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