Hay cadáveres,
hay pies de pegajosa losa fría,
hay la muerte en los huesos,
como un sonido puro,
como un ladrido sin perro,
saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,
creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.
“Sólo la muerte”. Pablo Neruda
Hoy es el día en que las brujas, los fantasmas y todas las criaturas siniestras deambulan por las calles silenciosas, los pasadizos secretos y los callejones oscuros. Acechan a los mortales, les roban la cordura y les arrancan gritos desgarradores.
Escribir sobre seres sobrenaturales, en medio de la oscuridad, no es muy sensato. Las sombras que se forman en la ventana, como si se asomaran tímidas a saludarme, presumen de ser mis acompañantes. Una leve brisa trae consigo una voz que me susurra al oído mientras unas manos huesudas intentan acariciarme. Se me erizan los vellos y el corazón se me sube hasta la garganta en cada roce. Todos los ruidos me hacen sospechar y mi pulso se acelera. La boca se me seca y pienso en salir corriendo. Quiero acurrucarme en la cama con la luz encendida y rezar unos cuantos padrenuestros. Cuando comienzo a relajarme y el vacío del estómago se me va convirtiendo en risa, me doy cuenta de que es la Víspera del día de Todos los Santos.
La celebración de Halloween está cargada de elementos tradicionales que hunden sus raíces en leyendas y mitos celtas muy antiguos. La palabra Halloween, una contracción de All Hallow’s Eve o Víspera de Todos los Santos, se empezó a utilizar en el siglo XVI, pero se ha hecho muy famosa en Estados Unidos. Se cree que esta tradición atravesó el Atlántico en los barcos de los inmigrantes irlandeses.
Una de las leyendas cuenta que, la noche del 31 de octubre, la línea que une a nuestro mundo con el más allá se estrecha tanto que permite pasar a los espíritus al mundo de los vivos. Esa noche los buenos espíritus festejan su reencuentro con los seres queridos. En ese paso se cuelan algunos espíritus malignos, de esos que aterrorizan a la humanidad. Y los vivos se escabullen como pueden. Se visten con trajes y máscaras como ellos.
Esta noche, tienes que tomar precauciones. Los buenos espíritus agradecen encontrar linternas encendidas que guíen su camino a casa. Pero, sobre todo, no dejes de ponerte un buen disfraz que te haga pasar desapercibido.
Narrativa “gore”
Prefiero a los zombies, mis personajes humanos son los peores en mis películas; ellos no mienten, no tienen agendas ocultas, tú sabes lo que son, puedes respetarlos al menos por eso. Los humanos trabajan con recovecos, marchando al son que les toquen, nunca sabes lo que están pensando, los malos siempre son los humanos. George A. Romero
La palabra gore hace referencia a la estética de lo desagradable. Herschell Gordon Lewis, un director de cine norteamericano, la usaba para provocar fuertes sensaciones en los espectadores y engancharlos de tal manera que tuvieran que volver a pasar por la taquilla.
La mayoría de los seres humanos rechazamos la violencia. Nos produce asco, miedo o tristeza. Hemos aprendido estas emociones mediante procesos de culturización y socialización. Para Freud lo siniestro era algo reprimido que retornaba a la conciencia. En el psicoanálisis, la represión es el proceso por el cual un impulso relega una idea inaceptable al subconsciente. Lo reprimido es lo que se refrena u oculta, sobre todo, sentimientos o deseos.
Las pesadillas son indicadores del inconsciente, que actúa como un depósito de ideas o fantasías. Estas ideas inconscientes son muy poderosas y se alojan fuera de la conciencia porque de lo contrario resultarían insoportables. Según Freud, entre las causas del miedo está el temor a la mutilación. Este miedo infantil se va superando, pero retorna de manera simbólica a través de ciertos relatos. Otra causa del miedo es la omnipotencia del pensamiento. Consiste en la convicción de que con la mente se puede modificar el mundo exterior. Y ese poder de modificación se atribuye a las fuerzas mágicas que poseen algunas personas y objetos.
Uno de los personajes que más miedo me ha producido en la vida es Pinhead, líder de los cenobitas en la novela de terror Hellraiser, escrita por Clive Barker, todo un hito del horror. Barker afirma que la ficción, en general, examina los estratos del mundo con un criterio realista, mientras que la ficción de horror arremete contra ellos, como si fuera una sierra eléctrica que cortara la realidad en pedacitos y le pidiera al lector que volviera a armarla. Es una forma agresiva de redefinir nuestro pensamiento sobre el mundo. Y esa es la causa de que a menudo la rechacen los críticos y los lectores, porque puede maltratar brutalmente nuestra visión del mundo.
En una entrevista de Publishers Weekly, Barker declaró: Casi toda la ficción de horror empieza con una vida rutinaria que es desquiciada por la aparición del monstruo. Una vez eliminado el monstruo, todo vuelve a la normalidad. No creo que eso sea válido para el mundo. No podemos destruir al monstruo porque el monstruo somos nosotros. No hay peores monstruos que las personas con quienes nos casamos, o con quienes trabajamos, o que nos han engendrado.
Los seres humanos actuamos de forma diferente ante el miedo, al menos ante el que nos provoca la ficción. Hay verdaderos amantes del horror que disfrutan cuando una ruidosa motosierra salpica de sangre las paredes. Mientras que a otros esto mismo les puede causar un trauma, o como mínimo, una noche en vela. Se podría pensar que son unos sádicos que disfrutan viendo tripas, cuchillos afilados, cadáveres descuartizados y sangre a borbotones. La realidad es que ver nuestra anatomía degradada y el espíritu humano reducido a un montón de trozos de carne nos causa altos niveles de ansiedad. Y, a la vez, una curiosidad que nos hace sentir culpables. Aunque algunas historias pueden resultarnos repulsivas y espantosas, cuando tenemos conciencia de que son ficticias, la repulsión puede convertirse en fascinación. Según Aristóteles, la finalidad de la ficción es la catarsis, es decir, la purificación de nuestras emociones negativas. Stephen King dijo que inventamos horrores propios para ayudarnos a lidiar con los horrores reales.
-Siempre se le ve sonriendo, ¿qué lo hace tan feliz?
-Supongo que mis pesadillas se las dejo a ustedes.
George A. Romero
Psicología del miedo
Los relatos fantásticos ubican al lector en un mundo que le resulta familiar: personajes comunes, lugares conocidos, una época identificable. Pero, cuando menos lo esperamos, aparece un elemento sobrenatural de forma inexplicable. Todo lo familiar y lógico se convierte en extraño. Los relatos de terror provocan un sentimiento de temor en los lectores, por lo tanto, es recomendable enriquecer esta clase de literatura con buenas dosis de psicología.
La parte más primitiva de nuestro cerebro es el llamado “cerebro reptiliano”, y se encarga de los instintos básicos de la supervivencia. Gran parte del comportamiento humano se origina en estas zonas, profundamente enterradas del cerebro, las mismas que en un tiempo dirigieron los actos vitales de nuestros antepasados.
Por otra parte en el sistema límbico o cerebro emocional, también llamado “cerebro medio”, está el centro de la afectividad y el asiento de movimientos emocionales como el temor o la agresión. Allí se procesan las emociones. La amígdala es un conjunto de núcleos neuronales que revisa la información que llega al cerebro a través de distintos sentidos. Detecta las cosas que pueden influir en nuestra supervivencia e instrumenta el miedo.
El neurobiólogo David J. Anderson y el profesor Andreas Lüthi han comprobado la existencia de dos tipos de células neuronales en la amígdala, que se turnan para abrir y cerrar las puertas del miedo. Según ellos, en la amígdala, el miedo está controlado por un microcircuito de dos poblaciones antagonistas de neuronas que se inhiben entre ellas. Sólo una de las dos poblaciones puede estar activa a la vez. La corteza prefrontal, que está encima de los ojos, tiene un papel clave en el miedo. Se cree que es más importante que el de la amígdala. Se ha demostrado que, aunque se extirpe o se lesione la amígdala, la corteza prefrontal sigue dando una respuesta al miedo.
El miedo es una emoción individual que resulta contagiosa, es decir, social. Existen tres factores que pueden predisponernos al miedo: la estimulación a la que se ve sometido el individuo, su historia individual basada en respuestas aprendidas y la historia evolutiva de su especie basada en respuestas innatas. El psicólogo John B. Watson determinó tres tipos básicos de estimulación atemorizantes: los ruidos, la pérdida súbita de soporte y el dolor. Según el autor, estos estímulos condicionan nuestra respuesta al miedo.
El miedo es un lenguaje universal que nuestro cerebro reconoce de manera inmediata. Forma parte de la naturaleza humana y no conoce fronteras. Por eso las historias de terror apuntan directamente a los instintos. Y le hablan al cerebro primitivo. Crean una vulnerabilidad previa y una predisposición psíquica y cognitiva en el individuo.
Mónica Solano
Imagen de Simon Wijers
Querida Mónica: después de este artículo, tendré otra mirada para la literatura de terror. Has hecho un excelente análisis de los mecanismos del miedo y de su forma de operar en la fantasía. Me he quedado prendada de tu capacidad de análisis y de reflexión.
Hoy, Víspera de Todos los Santos, me voy a disfrazar. Ya no les tengo miedo a los malos espíritus, pero, ¡por si acaso!
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Querida Mónica, has hecho un trabajo increíble, amiga. ¡Qué buen estudio, y qué elección tan acertada para estas fechas! Me ha encantado leerte. ¡No dejas de sorprenderme! Felicidades, y un abrazo muy grande!
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