12 de febrero
No sé por dónde empezar. Bueno, supongo que por lo que ha pasado hoy, lo que ha hecho que tenga que escribir en esta mierda de diario.
Me he peleado en el colegio. Con Rubén. Ha venido el profe de gimnasia y nos ha separado. A mí me ha agarrado del hombro y me ha llevado al despacho de mi tutor. Rubén se ha quedado ahí, riéndose, rodeado del resto de la clase y presumiendo de haberme pegado cuando era yo quien le estaba metiendo una paliza.
Pablo ha querido saber por qué nos peleábamos. Si no fuera un imbécil me daría ternura por creer que se lo iba a contar a él. Me he quedado callado y cuando por fin se ha dado cuenta de que no iba a decir nada, ha tirado sobre la mesa esta liberta y me ha soltado: “pues lo vas a contar aquí”. Le he contestado que no me da la gana, pero me ha dicho que si quiero ir a la excursión del Barça tengo que escribir en esta mierda de diario cómo me siento o al menos qué ha ido pasando. Que no sea tonto y que aproveche esta oportunidad.
Es un hijo de puta. Según él, no va a leer lo que escriba. Pero espero que lo haga. Así que esto es para ti, Pablo: eres un hijo de la gran puta sarnosa y ojalá venga tu padre y te reviente la puta cara de gilipollas que tienes.
Lo de Rubén es lo de siempre. Lo hace para joderme. Me busca. Hoy le he dicho que la próxima vez no me quedaré solo en romperle la cara.
6 de marzo
Hoy he vuelto al despacho del tutor. Me ha preguntado si estaba escribiendo en el diario. Me ha recordado que si no lo ve en junio con al menos diez entradas, no voy al Barça.
Pablo, eres un cabrón.
Me he vuelto a pelear. Esta vez ha sido con Oriol, un chaval un par de años mayor que yo. Está acabando el bachillerato social. Sí, hace ese porque no llega a más. Dicen que si no lo suspenden ni repite es porque su padre ha pagado la renovación del laboratorio.
Como decía, es tan tonto que me ha pillado fumando en el baño y, en vez de callarse o pedirme un piti, me ha amenazado con contárselo a los profes. Si en casa se enteran de que me han pillado fumando… No, no, ni de coña, así que he hecho que se comiera el váter. Pablo me ha preguntado si lo volvería a hacer. Le he mentido y le he dicho que no.
Pero ahora tengo que concentrarme en mi misión. Diez entradas en este diario. Solo me quedan ocho. No le voy a dar una excusa a ese cabrón para dejarme sin visitar el Camp Nou.
10 de marzo
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Tiene que haber diez entradas y se supone que ese gilipollas no lo va a leer, ¿no? Pues bien que va a valer esto.
27 de marzo
Hace un huevo que no escribo. No es que no haya visitado el despacho de Pablo o que no me haya peleado, es que no me he acordado de escribirlo en el diario. Pero hoy lo he encontrado al abrir la caja del costo y me he dado cuenta de que el tiempo pasa, y no quiero que me jodan.
Me estoy empezando a alegrar de que Oriol sea tonto del culo y de que su padre haya palmado pasta en el colegio renovando las instalaciones. La primera práctica de Química ha molado un montón. Y he visto a Montse sorprendida de que supiera hacer el experimento. Menuda profe de mierda, qué manera de mostrar los favoritismos que tiene. La muy zorra no se ha separado de mi lado, supongo que pensando que la iba a cagar en cualquier momento, y al final me ha tenido que felicitar por haberlo hecho bien y a la primera. Y eso que solo he seguido las instrucciones. Eso sí, que solo me haya salido a mí y no al resto de la clase me demuestra que los demás son imbéciles, porque mira que es fácil. Si hasta yo lo puedo hacer, joder.
10 de Abril
Ya llevamos tres prácticas de Química en el laboratorio y esto mola cada vez más. Montse me ha dicho que si quiero apuntarme al grupo de las tardes. Hasta ahora pensaba que eran clases de refuerzo así que me han entrado ganas de pegarle una hostia al ofrecérmelo. Pero pegar a una profe significaría la expulsión del colegio, aunque me estuviera llamando tonto, así que me he contenido, y entonces me ha explicado que no, que es para las personas que tienen un don con la ciencia. Un don. En fin.
Solo tengo que conseguir la pasta para pagar las clases extra, pero no creo que tenga problema.
12 de abril
Estoy hasta las pelotas de todo. Cuando cumpla los dieciocho se acabará el colegio, me piraré de esta puta casa y los mandaré a todos a tomar por culo.
14 de Abril
Mi madre ha ido hoy al colegio. Con lo que me había costado interceptar la carta del tutor pidiendo la reunión… Pero no pensé en que Pablo llamaría ayer a casa para concertar la cita, así que al final solo he conseguido retrasarlo un mes y medio. Quería estar con ella para controlar qué decía de mí o de mi padre, pero no me han dejado estar dentro. Cuando ha salido, lo ha hecho lloriqueando como una mocosa.
—¿Por qué no me habías dicho que se te daba tan bien la Química? —me ha preguntado.
Yo me he limitado a encogerme de hombros.
—¿Y lo de las peleas?
Ahí sí que me la he quedado mirando sin poder creerme lo que estaba diciendo y ha debido notar que me estaba conteniendo porque el resto del camino hasta casa lo ha hecho en silencio.
Me había prometido que no se lo contaría a mi padre, pero él nos ha visto llegar juntos y la ha presionado hasta que se ha derrumbado. Al final se lo ha acabado explicando todo.
La odio.
20 de Abril
Ana me ha pedido que le dé clases. Al principio pensaba que se estaba riendo de mí y me he puesto a la defensiva, pero no. Dice que quiere hacer el bachillerato científico, como yo, pero que no lo conseguirá si no saca una notaza en Química, y que yo soy el mejor de la clase. La verdad es que me he quedado un poco cortado y se ha pensado que me había enfadado, pero por fin he reaccionado y le he dicho que sí. Hasta final de curso haremos tres clases a la semana.
Quería hacerlas en mi casa pero me he negado. Que mejor en el colegio, que en mi casa no estaremos cómodos. No sabe hasta qué punto no lo estaremos. Esto cada día es peor.
23 de Abril
Hoy me he vuelto a pelear. De verdad que esta vez lo quería evitar, pero el gilipollas de Nacho me ha llamado hijo de puta y ha empezado a gritar que mi padre es un borracho. Ha dicho que el suyo lo ve cada día bebiendo en el bar hasta la hora de cenar. Joder, como si yo no lo supiera.
Pero lo peor no ha sido eso. Lo peor es que Ana estaba por ahí y me ha mirado con cara de pena al oír a Nacho. He perdido la cabeza. Me he ido directo a él y le he dado tan fuerte que le he roto un diente.
Pablo nos ha llamado a su despacho. Nos ha pegado la bronca a los dos, y después ha querido quedarse solo conmigo. Me ha dicho que llevaba mucho tiempo sin meterme en líos y que se sentía muy orgulloso de mí, especialmente por mis progresos en todas las asignaturas, no solo en Química. Me ha dolido verle tan decepcionado.
Me han expulsado tres días, y a Nacho uno.
Mierda, son las ocho y media. Debería de irme de casa antes de que llegue mi padre. Con suerte, cuando vuelva, él ya estará durmiendo la mona.
29 de abril
Nacho me ha pedido perdón. Ha venido a la hora del patio, con la cabeza gacha y arrastrando los pies. Yo, la verdad, ni siquiera tenía ganas de ponerme en guardia, tengo el cuerpo completamente magullado y dolorido, especialmente la espalda. Así que me he sentado en el suelo con la cabeza apoyada en el muro y él me ha imitado. Me ha dicho que si su padre había visto al mío es porque beben juntos. Por eso lo sabía. Y que, cuando se metió conmigo, estaba muy enfadado porque su padre le había dado una paliza la noche anterior estando muy borracho y necesitaba pagarlo con alguien.
Se ha puesto a llorar y, asegurándome de que no me veía nadie, le he pasado un brazo por los hombros. Joder, cómo no iba a hacerlo.
Igual nos vamos a tomar algo una tarde de estas nosotros también, como nuestros padres.
2 de Mayo
Ayer, Nacho y yo nos encontramos a Ana al salir del bar. Es un gran tío, Nacho. Estuvimos hablando durante horas, y solo bebimos una birra cada uno. Llegamos a la conclusión de que nuestros padres deberían aprender de nosotros.
6 de Mayo
He convencido a Montse de que le ofrezca a Ana acudir a las clases de Biología de las tardes. Ella aprende rápido, realmente solo necesitaba que le explicaran las cosas de otra manera. Creo que podría sacarle provecho a las lecciones, y así compartiríamos algo más. Espero que diga que sí, aunque el padre de Ana trabaja en la misma fábrica que el mío así que supongo que no le sobrará el dinero. Y yo ya no puedo mangarle más a mi madre porque cada vez que lo hago ella sufre las consecuencias.
Y mamá no es tonta, así que debe saber que no es ella la que lo pierde sino que soy yo, que se lo cojo del monedero. Pero no se lo dice a papá. A veces me da la sensación de que me quiere más de lo que creo, pero no puedo olvidar todo lo demás y se me pasa.
21 de Mayo
Ya hace dos semanas que Ana viene conmigo a la extraescolar. Siempre somos los primeros en acabar los experimentos, así que Montse nos envía antes a casa. Y hoy me he ofrecido a acompañarla a la suya. Nos hemos despedido del profe de gimnasia, que también es el que vigila la puerta, y ha deslizado su mano dentro de la mía. La tiene tan pequeña… Toda ella lo es. Creo que no llega ni al metro sesenta, y yo supero de largo el metro ochenta. Su mano es cálida y estaba seca. Yo temía que la mía se pusiera a sudar, pero aún así he entrelazado mis dedos con los suyos y nos hemos quedado un rato en silencio, caminando muy despacio. Creo que ninguno de los dos tenía ganas de llegar a casa. Pero hemos llegado, y no sé cómo, después de una charla un poco estúpida, nos hemos despedido. Me ha ido a dar un beso en la mejilla pero la he cogido de la cintura para acercarla más a mí y la he besado en la boca. Sin lengua, claro. Es pronto, y quiero que vaya despacio porque con Rebeca o con Núria me lié demasiado rápido y la cosa no acabó bien. Claro que ella es… No sé, Ana es dulce e inteligente. Y guapa. Me recuerda a un elfo, con ese pelo rubio y los ojos grandes y rasgados.
Sabe muy bien, aún sin abrir la boca. Y cuando me he separado ella estaba súper roja, pero se ha reído, me ha dicho adiós con la mano y ha entrado en el rellano de su casa.
Joder, esto se lo tengo que contar a Nacho. Ese hijoputa no se lo va a creer.
13 de junio
Mañana es la excursión al Camp Nou y Pablo me ha llamado a su despacho. La conversación ha ido más o menos así:
—Ya sabes lo que pasa mañana.
Yo callado. Hasta ahora, que las he contado antes de ponerme a escribir, no sabía cuántas entradas tenía el diario. Y no sé cuándo ha dejado de hacerme gracia la idea de que lo lea. Prometió que no lo haría pero nunca te puedes fiar de los adultos. “Prometer hasta meter”, que dice mi madre.
—¿Sabes por qué te pedí que lo escribieras?
“Para tocarme los cojones”, he pensado. Pero en vez de eso he dicho:
—No sé.
Entonces se ha levantado de la mesa y se ha puesto a mirar por la ventana con las manos en la espalda.
—Este tema es recurrente entre nosotros desde que soy tu tutor, e incluso antes. La violencia es tu válvula de escape, y necesitaba que tuvieras otra manera de desfogarte. No te puedo obligar a que me cuentes lo que te pasa y, como no sé qué relación tienes con tus amigos, pensé que lo mejor sería que te lo contaras a ti mismo. Que sacaras algunas cosas de tu subconsciente. ¿Sabes lo que es el subconsciente?
—Coño, claro.
—Ya lo suponía. ¿Y crees que ha funcionado?
Me he encogido de hombros. La verdad es que no he sabido qué contestarle. Está claro que me he ido acostumbrando a escribir aquí y que en parte es agradable.
—Yo creo que sí. ¿Has escrito las diez entradas que te pedí?
También me he quedado callado, pero entonces me ha empezado a entrar un calor tremendo desde la barriga hasta la punta del pelo. No sé cuándo dejó de ser un deber para convertirse en algo que quería hacer y, sobre todo, cuándo dejé de pensar en el diario como una obligación. Además, me daría mogollón de vergüenza que Pablo leyera lo que he escrito. No es mal tío, pero joder, son cosas personales.
—No hace falta que me lo traigas. Pero mañana no te olvides de traer la camiseta del Barça, que si no no te la podrán firmar.
Y me he ido sin decir una palabra. Cuando se lo he contado a Ana me ha dado un beso, contenta de que mañana podamos ir juntos a la excursión.
14 de Junio
Hoy ha sido un día cojonudo. Ha sido muy, muy molón poder darle la mano a Messi. Hijoputa, qué chiquitillo es. No me extraña que se mueva por el campo como una pulga, si es poco más alto que Ana. Ella ha estado todo el rato a mi lado, cogiéndome de la mano. La verdad es que a ella el fútbol le da igual porque es más de waterpolo, pero ha disfrutado de la visita conmigo. Le encanta que le explique cosas. Dice que lo hago muy bien, y me pregunta de todo. Me hace sentir bien. Como que valgo.
Quizá por eso, esta noche, he llegado a casa tan contento, sin preocuparme por tener que ver a mi padre. Mi madre no me ha oído llegar porque estaba concentrada haciendo la cena, así que he caminado en silencio hasta ella para pillarla por sorpresa. La he abrazado por la cintura y la he levantado. Ella ha soltado un gritito agudo. No pesa nada, solo algo más que Ana. Me he dado cuenta de que podría destrozarla solo con apretar un poco más los brazos, así que la he dejado de nuevo en el suelo. Ella se ha dado la vuelta y me ha abrazado.
Mi padre ha llegado poco después y ella y yo ya estábamos a la mesa, cenando. Venía haciendo eses, el muy cabrón. Se ha debido de beber medio sueldo esta tarde a juzgar por su cara y el pestazo a whisky.
No sé qué ha sido esta vez: si que no le habíamos esperado para cenar, que prefería macarrones a espaguetis o, como siempre, que odia mi existencia. En cualquier caso, no ha tardado mucho en quitarse el cinturón e intentar pegarme con él.
Lo mejor ha sido la cara de sorpresa que ha puesto cuando le he cogido por la muñeca. Mi madre también se ha llevado las manos a la boca. Ninguno de los dos se lo esperaba. Ninguno de los tres, en realidad.
Sin levantar la voz, le he mirado a los ojos y le he dicho:
—Pégame otra vez. Pégame otra vez, a mí o a mamá, y te mato.
Le he soltado la mano, pero es tan orgulloso que incluso sabiendo que no estaba en condiciones, ha ido a por mí. Solo he tenido que darle un puñetazo y ha caído al suelo, medio inconsciente. No sé cuándo me he hecho más fuerte que él.
—Mamá, llama a la policía.
Y acabamos de venir de la comisaría. Cuando han llegado los agentes, habíamos encerrado a mi padre en el cuarto y nosotros los esperábamos en el salón. He tenido hasta entonces para convencer a mamá de que debíamos denunciarle y, aunque me ha costado, lo he conseguido. Le he contado a la poli lo que había pasado. Nos han llevado primero al hospital, para que nos revisaran a los dos, y luego a poner la denuncia. Dicen que con el historial de abusos comprobables gracias a nuestras visitas al médico, como mínimo le van a poner una orden de alejamiento.
Aún así, no creo que sea muy difícil que papá se mantenga alejado de nosotros. Desde luego, si intenta acercarse, le daré razones suficientes para que deje de hacerlo.
Qué ganas tengo de contárselo a Ana.
Carla Campos
Imagen de Cynthia del Río en Unsplash
Toda una metamorfosis a plena vista, sis! Saludos!
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¡Muchas gracias, Bro! Le llamé crisálida porque «Metamorfosis» ya estaba pillado :p
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Para crisálidas y metamorfosis, las tuyas, Carla. Estás haciendo a toda velocidad un master en esto de la escritura. Me declaro fan incondicional y pienso seguir disfrutando de lo que va saliendo de tu teclado (que si seguimos con metáforas y sinónimos, tendría que usar la palabra «capullo» y no quiero caer en chistes fáciles. Solo una sonrisilla muy discretita… jejeeee). En serio, preciosa, es un relato magnífico, tierno y totalmente adictivo. Con tu permiso, lo voy a compartir. Muchos besos. 🙂
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