Tanto tienes, tanto vales

Siempre me han gustado los refranes. Algunos los interpreto sin dificultad y no se me ocurre que tengan más de un sentido. Pero el otro día pensé que hay otros que merece la pena analizar porque encierran más sabiduría de la que parece a primera vista. Y la riqueza a la que alude el refrán “Tanto tienes, tanto vales” ha dado mucho de qué hablar y es protagonista de bastantes escritos, como se ve en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

Según el Diccionario de la RAE, un refrán no es más que un dicho agudo y sentencioso de uso común. La primera lectura de este refrán es de un significado evidente. Supongamos que se acerca una persona a cualquiera de nosotros para pedir ayuda. Posiblemente le hagamos más caso si es alguien bien vestido y aseado que si es un mendigo desharrapado y con barba de varios días. Experimentos como el del diario The Washington Post lo demuestran sin lugar a dudas. La apariencia es uno de los criterios que más pesa a la hora de establecer el valor que le atribuimos a una persona.

Pero si me paro a pensar sobre eso, en especial sobre la primera parte del refrán que nos ocupa, me pregunto si hemos ido recortando el criterio de lo que es realmente valioso para dejarlo al final en el dinero. Podemos ser titulares de una cuenta corriente con muchos ceros y sentirnos desgraciados, o sudar tinta para llegar a fin de mes y considerarnos personas bastante felices. Y creo que eso ocurre porque en ocasiones se le puede dar la vuelta al refrán y pensar que tanto valgo, tanto tengo. Entonces, en esos casos, si fijo mi atención en mis valores más que en mis posesiones, mi actitud ante la vida puede dar un giro.

Nuestro bagaje material, nuestra “base imponible”, por decirlo así, es la que es. Salvo que nos toque la primitiva, todos somos conscientes de los recursos que tenemos. Podemos analizarlos cuantas veces queramos. Habrá cosas con las que nos sentiremos satisfechos y otras que nos gustaría suprimir. Cosas que podremos modificar y otras que, por mucho que nos empeñemos, no estará en nuestra mano cambiar o eliminar. Y entonces descubriremos que, como ya manifesté en un artículo hace tiempo, saber eso no basta.

Creo que a todos nos iría mejor si aprendiéramos a gestionar nuestras posesiones y nuestras emociones por igual. Y también seríamos más felices si aplicáramos ciertos matices a la forma en la que juzgamos a los demás o a nosotros mismos. Porque si usamos otras varas de medir, ese “Tanto tienes, tanto vales” sigue manteniendo su vigencia, pero el resultado final será distinto al modificar la primera frase de esa ecuación.

Porque no es lo mismo aceptar algo que tolerarlo. Hoy se habla mucho de tolerancia, y no es que me parezca mal. Pero opino que la tolerancia es mucho más pobre que la aceptación. Por eso la RAE, en su definición de tolerar, emplea frases como “llevar con paciencia”, “resistir, soportar” o “permitir algo sin aprobarlo expresamente”. No quiero decir con eso que la tolerancia no sea necesaria. Claro que la necesitamos. Pero ante un problema deberíamos plantearnos si no es mejor aceptarlo que tolerarlo, si tenemos esa alternativa. Y hablo por experiencia. Conozco a personas que tienen un hijo con autismo, como yo. Y me sangra el corazón cuando veo que solo tienen fuerza para tolerarlo. Por supuesto que ese primer paso es necesario, yo también pasé por ahí y sé de lo que hablo. Pero mi vida cambió cuando conseguí aceptar el hecho de que el autismo iba a ser un miembro más de mi familia me gustara o no. Aceptar algo implica recibir ese algo sin oposición, aprobarlo, darlo por bueno. También la RAE pone la gota de hiel cuando dice que aceptar es “Asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación”, no nos engañemos. Pero al pasar de tolerarlo a asumirlo puedes conseguir que lo que era un obstáculo se convierta en una ventaja. Y si aceptas eso te das cuenta de que avanzas mucho más cuando en lugar de luchar contra ello, luchas con ello.

Y si dejo que mis pensamientos sigan en esa línea, empiezo a pensar que lo que tengo, aparte de mi casa, mi trabajo y mi familia, son también mis propios valores, mis actitudes, mi libre albedrío para decidir escribir o apuntarme a un curso de cocina, para gobernar mi vida, en resumen.

Mi criterio para juzgar lo que tienen los demás ha ido cambiando. Y lo mismo para juzgarme a mí misma.

Quizá por eso pienso que vivo en un mundo muy rico, porque tengo mucho, y valoro en mucho lo que tienen los demás, independientemente de sus posesiones materiales. Aunque me equivoque muchas veces y pase de lado ante un violinista magistral sin darme cuenta. Pero el primer paso es ir con los ojos y los oídos abiertos, y en eso estoy.

Adela Castañón

Imagen: Pixabay

4 comentarios en “Tanto tienes, tanto vales

  1. Adela Castañón dijo:

    Querido Curro: mi mayor riqueza, mi mejor capital aparte de mi familia, es tener amigos como tú. Que, entre otras muchas cosas, eres el responsable de que mis predicamentos sean tan públicos al haberme dado el empujón que necesitaba para lanzarme al mundo rico y maravilloso de la escritura. Gracias y millones de besos.

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  2. Mia Pemán dijo:

    Muy buena estructura constructiva de ese refrán, que nada más verle, ya me ha llamado la atención.
    En sí, por qué, muchas personas a parte de ver cómo puedas vestir, que le dan demasiada importancia y si no cumples con unos cánones esenciales, ya te han puesto las etiquetas, sin antes ver cómo eres realmente… y, es algo impropio realmente, ver a la gente que tienes a tu lado, de esa forma siempre, y no cómo realmente son en su vida personal y de alrededor.
    ¡!¡Me admira cómo sabes descifrar su contenido y la forma que tienes de ser, pocas personas hay en este endiablado mundo cómo tu Adela… Mis felicitaciones!¡!
    Pero refiriéndose al refrán, siempre van por él mismo y la primera lectura. Sin sacarle otras conclusiones más importantes.
    La pena, es qué siempre piensan las gentes de esa manera, porqué se ponen a adivinar demasiado pronto, y si la conclusión que tienen en sus cabezas parcas, les ha servido, ahí es donde ya te han metido en un saco, para poder sacar unas sustancias, cómo lo suelen llamar, demasiado lustrosas para sus consabidos partidos y si es mucho, eso que se pueden ganar sin haber dado palo al agua, pero… hete aquí, qué algunas veces se llevan el gran sopapazo increíble.
    Siempre creen tener razones aparentes para dar a cada persona que se agencian al lado, una misión especial, no cómo amistades, si no, cómo servidores fieles y a los que les pueden sisar todo lo que su imaginación va maquinando. ¡Solo ocurre en parte, porque a la que los alguienes se da cuenta de dónde han ido a caer… ya ponen pies en polvorosa, en cuanto ven sus arcas, que van mermando considerablemente, bastante a lo tonto, y después… de haber quizás realizado algún regalo y aquellas personas mostrar el desencanto por no ver más allá, si no, tan solo el material que se hayan podido gastar en ell@s y no la esencia principal y más primordial!
    Ciertamente, todo tiene un valor a la hora de qué se les acepte en algunos círculos, si pasan sin pena ni gloria, es qué son imprescindibles de algún modo, no les utilizan previamente, si no, que les dejan, de gancho, qué es súper desagradable poder llegar apreciar algo así, y no hacen ni pizca de gracia esas formas de utilizar a las gentes que ya tienen en sus grupos. Lamentablemente, se convierten en moneda de cambio, sin verlo ellos así.
    Es algo de lo más increíble, cómo ven a las personas, y cómo observan su forma de moverse, siempre, dando las vueltas a todo y fijándose mayormente en su ámbito material, más que en lo humano.
    Resulta decepcionante y a la vez, si puedes salir de esos grupos, uno a uno, que se han ido acercando, es de lo más intrépido poder llegar a ser libres al final.
    En todo ello, la pobreza, les sobresale en todos los sentidos, nunca fueron ricos en nada de nada, porqué, sólo saben medir a las personas por lo que puedan tener y no por cómo puedan ser realmente. Lo cual, es muy lamentable.
    Un saludo,

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  3. Adela Castañón dijo:

    Muchas gracias, Mia. En efecto, a veces las escalas de valores de las personas no coinciden por culpa de una especie de ceguera selectiva que hace que se dé más valor a unas cosas que a otras, cuando si se piensa bien puede ocurrir que sea justo lo contrario.
    Gracias por pasarte y dejarnos tu opinión y tu comentario. Ha sido un placer leerte.
    Un saludo.

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