En el horizonte se podía ver cómo el día se escondía entre las montañas. El césped se oscureció y las flores cerraron sus pétalos cuando la sombra de la noche se posó sobre ellas. La oscuridad duró solo unos segundos. De repente, el cielo se llenó de cocuyos que iluminaron el jardín.
Valeria daba saltos alrededor del árbol de las hadas. Hacia giros infinitos con sus brazos extendidos y sonreía sin parar. Corría de un lado para otro en busca de los capullos que traerían a las nuevas hadas. Su figura mediana destacaba por todo el jardín y la gracia de su danza hacía más cálida la noche. Estaba lista para recitar las palabras y rociar sobre los capullos el polvo mágico. Recostada sobre un árbol, su madre la miraba con una sonrisa serena y el corazón hinchado de amor. Su pequeña, de ojos castaños y pelo lacio hasta la cintura, le robaba el aliento.
–1, 2, 3, 4… –recitaba Valeria mientras movía sus dedos.
–¿Qué haces, hija? –preguntó Amatista mientras se acercaba a ella.
–Contar.
–Y, ¿qué estás contando?
–Cuantas hadas van a nacer esta noche.
–Y, ¿por qué las cuentas? –le preguntó su madre respingando la nariz.
–Por favor, mamá, sabes que puedo pedir un deseo por cada hada que nazca esta noche. Así que quiero saber cuántos deseos me van a conceder.
Amatista le acarició el cabello y la apretó entre sus brazos. El aullido de los lobos despertó a las aves que descansaban en las copas de los árboles y el revoloteo de sus alas agitó las hojas, que danzaron en el cielo. Una densa bruma flotaba sobre el jardín. Había llegado el momento.
Valeria cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio inferior. Se sacudió el vestido y se arrodilló frente al árbol de los capullos. Amatista tarareo una canción que alertó a todos los seres mágicos del jardín. En un instante, estaban rodeadas de toda clase de criaturas.
–Puedes empezar, hija –dijo Amatista, mientras le ponía la mano en el hombro para animarla.
Valeria miró a su madre y le regaló una sonrisa. Inhaló y exhaló el aire con fuerza y el corazón se agitó dentro de su pecho. Estaba emocionada y, al mismo tiempo, se sentía asustada. Era la primera vez que tenía a cargo la noche de las hadas. La bruma fue adquiriendo un tono violáceo y Valeria suspiró. Abrió sus brazos en posición de oración y pronunció las palabras.
–Una vida en esta tierra, una tierra para esta vida. Nacimos en la oscuridad, descansaremos en la luz. Universo, espacio, tiempo; vivimos para servir.
Valeria esparció el polvo mágico sobre los capullos y se fueron abriendo uno a uno ante los ojos de las criaturas. De cada brote floreció un hada y todas volaban en el jardín agitando sus alas multicolores. La noche se volvió día y el rocío de la mañana trajo consigo un nuevo amanecer.
Doce hadas abrieron sus ojos a la vida. Después de recorrer todos los rincones del jardín, se pararon enfrente de Valeria y, con una reverencia, se pusieron en fila para concederle sus deseos. Cuando la última de las hadas chasqueo sus dedos, Valeria sintió cómo unos labios tibios y húmedos se acercaban a su mejilla.
–Abre los ojos, dormilona, es hora de ir a estudiar –dijo Amatista mientras le daba un beso a Valeria.
–Mamá, acabas de arruinarme un sueño maravilloso.
–¿Estás segura de que fue un sueño?
Mónica Solano
Imagen. Alejandro Uribe
Hermoso y con un gran guiño fina.
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Qué bien te haya gustado 🙂 Es una historia inspirada en una pequeña niña que nos llena de alegrías. Es un placer haberla compartido contigo. Besos.
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Mónica, no te imaginas las ganas que tengo de que mi Valeria pueda entender los cuentos que le leo y, sobre todo, el cariño con el que está escrito este. Me emociona muchísimo.
Bueno, creo que hay un ninja pelando cebollas debajo de mi nariz… jejeje
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Es la integrante más especial de Mocade, fue un placer dejar volar mi imaginación para regalarle este relato. Besos.
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Carla, te entiendo muy bien, a mí también me ha emocionado este cuento.
Es un bellísimo y está muy bien escrito. Enhorabuena, Mónica.
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Que lindo y magico.
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Mónica, si existen las hadas en la escritura, tú formas parte de ese grupo. Tus escritos tienen magia por los cuatro costados. ¡Precioso relato, amiga! Enhorabuena y muchos besos 😉
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