Doña Gala Cenarro. Maestra de Biel

Introducción

Biel, Zaragoza, 1934. Imagen coloreada por Miguel Casabona. Publicada en Pelaires de Biel.

Biel, 1934. Foto coloreada por Miguel Casabona y publicada en Pelaires de Biel.


Gala Cenarro Córdoba (Ablitas, Navarra, 1842-Orense, 1912) murió cuando estaba pasando las vacaciones de verano con su hijo.

Desde 1880 hasta 1901, pasó más de veinte años de maestra en Biel, Zaragoza, donde se casó y tuvo tres hijos.

Doña Gala fue la maestra de mi abuela Pascuala (1877-1926) y de sus hermanas Elena y Emilia. Convenció a mis bisabuelos y, a más familias de Biel, para que sus hijas estudiaran. Después de casada, ella misma preparó a su marido, que también estudió Magisterio.

Coincidió con don Juan Sampietro (Sallent de Gállego, 1814-Biel, 1890) y don Manuel Marco Bonaluque (El Frago, 1858-Biel, 1927), maestros de maestros, y con otros maestros del desdoble. Don Manuel despertó el gusto por el estudio en mi abuelo Constantino (Biel, 1881-1968). Como su madre, viuda, no podía sacarlo a estudiar, aprovechó los años en que hizo la mili en Barcelona para estudiar, por libre, Magisterio Elemental y Superior. Con el tiempo también fue maestro de Biel.

La escuela de Biel era una unitaria en la que se desdoblaban las aulas en función del número de alumnos. En la época de doña Gala solo estaba desdoblada la de los chicos. Es que no se consideraba importante la educación de las niñas y se las quedaban en casa para que ayudaran a sus madres, sobre todo en la crianza de sus hermanos. Algunas sustituían a los repatanes en el cuidado de los rebaños o ayudando en los telares.

La insistencia de doña Gala en la educación de las niñas tuvo sus efectos y el aula de las niñas se desdobló, provisionalmente, desde 1902 hasta 1935. El desdoble terminó en 1951.

Existen en esta localidad 4 Escuelas Nacionales Unitarias de 1ª Enseñanza: dos de niños, núm. 1 y 2 y otras dos de niñas, también núm. 1 y 2; todas carecen de nombre.  Las escuelas núm. 1 son de creación antigua y las núm 2, de ambos sexos, fueron creadas por desdoblamiento de las ya existentes, el 22 de junio, Gaceta del 1º de julio del año 1935 y definitivamente el 28 de octubre del mismo año. (Cfr. Informe sobre los niños escolarizados en Biel entre 1911 y 1942, del maestro Gregorio Romeo Berges. Biel, 16 de febrero de 1943).

¿Qué sabemos de su familia?

Ablitas, Navarra. Calle en la que nació y vivió Gala Cenarro,

Gala Cenarro Córdoba nació el 17 de octubre de 1842 y fue bautizada al día siguiente. La llamaron Gala, como a la santa romana cuya festividad se celebraba el 5 de octubre.

Era la cuarta, de los once hijos de Francisco Cenarro Marín (1807-1879), alcalde de la villa durante la Revolución Gloriosa de 1868, y de Ciriaca Córdoba Ruiz (1814-1885), los dos vecinos y naturales de la Ablitas. Vivió en la calle Capuchinos, que todavía se conoce como Cuesta de Cenarro, donde su padre, Francisco, tenía un comercio.

Sus abuelos paternos fueron Pedro Cenarro Salillas, natural de El Buste (Zaragoza), y Lamberta Marín Laforga, natural de Alagón (Zaragoza).

Los maternos, Toribio Córdoba Izquierdo, natural de Valdeprado (Soria), y Bernarda Ruiz Ayensa, natural de Ablitas (Navarra).

Tuvo diez hermanos: Manuel (1837), Mariano (1837-1898), Félix (1840), Justa Rufina (1845-1847), Romana (1847), Mª Encarnación (1850-1850), Claudia (1852), Eladia (1854-1904), Cirila (1855) y Juan (1858). (Cfr. Archivo municipal de Ablitas).

En los censos encontramos a algunos de sus hermanos. En 1890, Juan Cenarro Córdoba vivía en Villanueva de Gállego. En 1894, Mariano Cenarro Córdoba estaba domiciliado en Cortes, Navarra, era cabeza de familia y falleció en 1898, el mismo año que el marido de Gala.

En 1862, a los veinte años, Gala aún vivía en Ablitas, cuando fue madrina de su primo Pedro Córdoba Serrano, hijo de su tío Juan Manuel Córdoba Ruiz.

Empezó a estudiar muy tarde, seguramente por el empuje de alguna maestra que desconocemos. Era Maestra Elemental e ingresó en el escalafón, en Navarra, en 1879 (El magisterio español: 1912, julio, 20, p. 15).

1880-1901. Maestra de Biel

En 1880, a los 38 años, se incorporó a la escuela de Biel como maestra propietaria y se fue en 1901.

En 1881, cuando llevaba un año, se casó con Melchor Elízaga Muro (1860-1898).

Año 1881. Libro de matrimonios. Nº 2. 19 de enero de 1881. Melchor Elízaga Muro y doña Gala Cenarro Córdoba.  Tejedor. Soltero de 21 años, hijo de Victoriano y Balbina.  Maestra de niños. De 34 años. Natural de Ablitas (Navarra), diócesis de Tudela. Hijo de Francisco Cenarro y Ciriaca Córdoba, vecinos de Ablitas. (Cfr. Archivo municipal de Biel, Zaragoza).

No sabemos por qué, pero en todos los documentos de Biel le quitan cinco años. Quizá por error o quizá para disminuir la diferencia de edad con su marido: ella era ocho años mayor.  Yo sigo la edad que consta en la partida de nacimiento de Ablitas: 1842.

Su nueva familia de Biel

Cuando se casaron, Melchor y Gala se instalaron en la casa de la esquina, donde la calle mayor se convierte en la la plaza Baja.

Melchor era hijo de Victoriano Elízaga Caudeviela y de Balbina Muro Piteus, casados en 1837, vecinos de Biel y de profesión tejedores, procedentes de Navarra. Sus abuelos paternos, casados en 1819, fueron; Ignacio Elízaga Lanz, de Burgui, Navarra, y Ramona Caudeviela Palacio, de Biel. Los maternos, casados en 1806: Mariano Muro Navarro y María Piteus Mancho.

Me parece interesante resaltar que el apellido Muro lo llevó a Biel Joaquín Muro Rubio, padre de Mariano, procedente de Cintruénigo, Navarra. Y que ese matrimonio, el de Joaquín Muro y Miguela Navarro causó mucho revuelo en Biel. Hubo un juicio de la familia de Miguela contra los desposados y testificó casi todo el pueblo. (Cfr. 1791. Pleito civil, nº2, Biel).

Victoriano y Balbina, los padres de Melchor, según el cumplimiento pascual de 1861, vivían en la Caudevilla y tenían cuatro hijos, los cuatro hermanos Elízaga Muro: María. Ignacio, Petra, y Melchor.

Cuando se casaron Melchor y Gala se fueron a vivir a la calle Mayor 17, pero en casa el Santo, en la Caudevilla, siguieron sus padres con su hermana mayor, María, casada con Modesto Dueñas; y con su otro hermano, Ignacio, que estaba soltero.

Se conserva una fotografía de 1904, en el huerto de Casa el Santo, la casa familiar de los Elízaga, en la que están doña Gala y su hijo, y varios sobrinos y primos, arropando a Modesto y María, cuñados de doña Gala y dueños de la casa, sentados en el centro.

Demasiadas muertes en pocos años

El matrimonio de Melchor y Gala solo duró siete años, pero les dio tiempo a montar un comercio en la calle mayor 17, a que Melchor estudiara Magisterio y a ser padres de tres hijos, Francisco José (1882), Simona Victoriana (1883) y Estanislao Juan (Biel, 1885-Figueras, 1914), de los que sólo sobrevivió Juan.

Al margen: Melchor Elízaga Muro. En la Villa de Biel, a las cinco de la mañana del día veinte y tres de enero de 1898. Ante D. Mauricio Pemán Juez municipal y D. Felipe Coyduras, Secretario; Compareció Ignacio Elízaga, natural y vecino de esta villa, casado, mayor de edad, de oficio Tejedor, y vive en la calle de Gavás número 17. = Manifestando que su hermano Melchor Elizaga Muro falleció el día veintitrés del corriente mes a las cinco de la mañana en su referido domicilio calle Mayor número    a consecuencia de rotura cardiaca, de todo lo cual daba parte en debida forma como hermano del finado. = En vista de esta manifestación y de la certificación facultativa presentadas, el Sr. Juez municipal dispuso que se extendiese la presente acta de inscripción de dicho finado. = Que era hijo legítimo del ya difunto Victoriano Elízaga y de Balbina Muro naturales y vecinos de esta Villa de oficio Tejedores. = Que estaba casado en el acto // de su fallecimiento con Dª. Gala Cenarro natural del pueblo de Ablitas (Navarra), de cuyo matrimonio tuvieron un hijo llamado Juan, que vive en compañía de sus padres. Que no otorgó testamento alguno y que a su cadáver se habrá de dar sepultura en el cementerio de la parroquia de esta villa.  = Fueron testigos presenciales Celedonio Arenaz y Francisco Navarro de este domicilio. = Leída íntegramente esta acta e invitadas las personas que deben suscribirla a que la leyeran por si mismos si así lo creían por conveniente. Se estampó en ella el sello del Juzgado municipal, y la firmaron el Sr. Juez testigos y declarante, de todo ello. Secretario. Certifico-

El Juez municipal             Ignacio Elizaga

  Mauricio Pemán                Celedonio Arenaz

                   Francisco Navarro

             El Secretario:   Felipe Coyduras

A los dos días, el Diario de Zaragoza publicó una sentida necrológica, enviada por el corresponsal de Biel.

Sr. Director del Diario de Zaragoza. Muy señor mío: raras veces, la consternación general causada por el fallecimiento de una persona estimada en un vecindario habrá producido tan honda, penosa y unánime impresión como la muerte repentina de nuestro querido compañero y amigo don Melchor Elízaga Muro, esposo de la digna profesora de primera enseñanza doña Gala Cenarro.

La rotura de un aneurisma en la aorta puso fin a sus días en la madrugada de ayer. Su entierro fue una manifestación de duelo tan numerosa cual no se recuerda en esta villa. Puede decirse que lo acompañó todo el pueblo en masa y que las expresiones de dolor revolaban en todos, pues el finado contaba con una justísima estimación, a la que le hacían acreditación su carácter sumamente bondadoso y sus virtudes cristianas. Su fervor religioso, su afán con todas las obligaciones de buen católico, parece que le anunciaban el inesperado fin de su vida en la plenitud de la salud.

Maestro de primera enseñanza, también, y excelente músico, adornado de potente y hermosa voz, solemnizaba las fiestas religiosas tocando el órgano de la parroquia. La tarde precedente a su fallecimiento, tocó y cantó admirablemente la última salve.

Juan tenía 13 años cuando murió su padre y ya estaba estudiando en el seminario de Jaca, aunque su domicilio seguía en Biel. Pasados dos años, en el cumplimiento pascual de 1900, en la calle Mayor 17, sólo cumplían con parroquia, Gala Cenarro Córdoba y Juan Elizalde Cenarro. Es decir, los dos estaban censados en Biel.

1901-1904. Nueva etapa en Arróniz

1901, viuda y sin la compañía de su hijo, se le apoderó la soledad y decidió marcharse de Biel. Solicitó trasladó y le concedieron Arróniz, Navarra. El 4 de marzo de 1901 cesó como maestra de niñas de Biel. Su plaza salió a traslado, pero no se cubrió hasta 1902.

Nota del rectorado. La escuela de niñas de Biel se queda vacante. En la lista de propuestas para cubrir escuelas de niñas, no se realizan propuestas para la Escuela de Niñas de Biel, por no haber aspirantes que la soliciten. Se advierte que el presente concurso se resuelve conforme a las disposiciones contenidas en el reglamento vigente de 6 de Julio de 1900, porque el anuncio correspondiente fue remitido a Madrid, para su inserción en la Gaceta, con anterioridad al Real decreto de 26 de octubre de 1901. Zaragoza 28 de enero de 1902 —E1 Rector, Mariano Ripollés y Baranda.

Durante muchos años, el rector de la Universidad se ocupó de las plazas de la enseñanza primaria.

 Maestra de maestras

En 1903, el Eco de Navarra elogiaba cómo enseñaba doña Gala en Arroniz. Pero no era una forma nueva. Esta maestra de maestras despertó pasiones en Biel, logró que la escuela de niñas se desdoblara y que las familias empezaran a sacar a estudiar a sus hijas.

Con grandísima y selecta concurrencia se celebraron ayer los exámenes en la escuela elemental de niñas, dirigida por la distinguida profesora doña Gala Cenarro Córdoba, en cuyo acto demostraron las alumnas un grado de instrucción poco común en todas las asignaturas del programa, así como en labores muy bonitas y sobre todo muy necesarias. Demostrando con todo esto, una vez más, el celo desplegado por dicha señora en difundir la enseñanza. Terminado el examen, con los discursos de rúbrica, la junta local felicitó a la referida señora. (Cfr. El Eco de Navarra: 01/07/1903).

1904-19012: en Pedrola

Gala Cenarro. En esta foto. de 1904 tenía 62 años y estaba destinada en Pedrola.

En 1904 solicitó dos destinos: Ondárroa, Vizcaya, y Pedrola, Zaragoza. Fue excluida de la solicitud de Ondárroa, por falta de reintegro en la instancia. Sintió una decepción, ya que esta escuela estaba muy solicitada por su excelente dotación: 1.100 pesetas al año. En cambio, el 20 de noviembre de 1904, fue nombrada maestra de Pedrola (Cfr. La Educación, 1904, noviembre, 20, p. 2).

En Pedrola, siguió demostrando sus dotes de atracción y persuasión entre las niñas y siguió destacando por su excelente formación y por su vocación docente. Pero no todo fue un camino fácil. Como muchas maestras de la época tuvo que luchar con denuedo para conseguir un local para la escuela.

La maestra de Pedrola, doña Gala Cenarro, comunica que, al posesionarse de la escuela, se encuentra con que no tiene local escolar ni menaje para el mismo. La Juna acuerda ordenar a Alcalde que provea de todo lo necesario a la enseñanza. (Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza: 1905, agosto, 17)

En 1908 seguía, con determinación y firmeza, reclamando la vivienda que le correspondía como maestra.

A la Junta de Primera Enseñanza de Pedrola se ha remitido, para que informe, la reclamación de casa formulada por doña Gala Cenarro. (El Noticiero, 19 de enero de 1908, p. 1).

Doña Gala murió en Orense, a punto de cumplir los setenta años

Durante las vacaciones de verano anteriores a su jubilación, fue a visitar a su hijo, que era el capellán de la cárcel de Orense, y falleció de manera imprevista. Así lo comunicaba el Magisterio Español:

Gala Cenarro, maestra de Pedrola, falleció en Orense, donde se encontraba accidentalmente. (El Magisterio Español: 1912, julio, 20, p. 15).

Esta calle de Ablitas estaba dedicada a su padre, Aquí vivió la joven Gala con su familia.

Juan Elízaga Cenarro (1885-1914)

El tercer hijo de Melchor Elízaga y Gala Cenarro. El único que sobrevivió, los dos anteriores fallecieron al poco de nacer.

 AÑO 1895. Al margen: ESTANISLAO JUAN ELIZAGA CENARRO.  En la villa de Biel. a las seis de la tarde del día seis de mayo de mil ochocientos ochenta y cinco. ante Don José Navarro Carte Juez Municipal y Don Felipe Coyduras Secretario: Compareció Melchor Elízaga natural y vecino de esta villa casado mayor de edad y de oficio Comerciante y vive en calle Mayor número 17. Presentando con objeto de que se inscriba en el registro civil un niño y al efecto, padre del mismo declaró: Que dicho niño nació en la casa del declarante el día seis del corriente a las seis de la tarde. Que es hijo legítimo del declarante y de su mujer Gala Cenarro, ésta de Ablitas, Navarra, Maestra de niñas de esta villa. Que es nieto por línea paterna del ya difunto Victorino Elízaga y Balbina Muro naturales y vecinos de esta villa, de oficio tejedores de lienzos; y por línea materna de Francisco Cenarro y Ciriaca Córdoba, de Ablitas. Que al expresado niño se le había puesto el nombre de Estanislao Juan sin que haya expresado otras circunstancias Todo lo cual presenciaron como testigos Don Celedonio Arenaz y Don Francisco Navarro de este domicilio. (Cfr. Archivo municipal de Biel).

Años de seminarista

En 1898, cuando murió su padre, ya estaba en el Seminario de Jaca, donde destacaría en la oratoria gracias a sus dotes y la influencia de su profesor, don José Castán Aguas (Biel, 1850-Jaca, 1905). En 1905, el joven Juan debió sentir la muerte de don José, quinto de su padre en Biel, y quien, como él, murió repentinamente de un aneurisma.

En Jaca era compañero de su amigo Celedonio Pemán Navarro (Biel, 1884-Argentina, ¿?), de casa Mauricio. De niños los dos jugaron juntos en la plaza Baja y a los dos los subió al seminario don José Castán, el canónigo de casa Machín, que había estado de párroco en Biel. En 1907, el obispo de Huesca, en la misma ceremonia, nombró diácono a Celedonio y subdiácono a Juan. (El Noticiero 22/12/1907, p. 2). Los dos cantaron misa en 1908: Celedonio el 23 de abril, en Biel y Juan el 1 de julio, en Pedrola. Y los dos eligieron destinos poco frecuentes: Celedonio en Argentina y Juan capellán de prisiones.

Aún estaba en Jaca, cuando Juan conoció a la duquesa de Villahermosa en Pedrola, en una de las muchas visitas que le hacía a su madre. Y la duquesa, conocedora de sus habilidades como fotógrafo, le encargó reportajes de recepciones en su palacio

A la salida del palacio que da a los jardines, el joven presbítero, Juan Elízaga, sacó varias fotografías de la familia y palacio. (El Noticiero 26/08/1908, p. 2)

Su primera misa. 1908

Desde Pedrola. 1 de julio de 1908. Hoy ha tenido lugar en esta villa el acto de la celebración de la primera misa por el joven y virtuoso mosén Juan Elizaga Cenarro, hijo de la señora profesora de niñas doña Gala Cenarro, en la iglesia parroquial. A las nueve un repique general de campanas ha anunciado a los fieles la celebración de la misa, concurriendo la mayoría de los habitantes con la asistencia de las autoridades administrativas y judicial, dando principio la misa del maestro Gulimant.

La oratoria sagrada a cargo de mosén Francisco Javier Córdoba, el cual de fácil palabra y sirviéndose del tema la palabra Orden, ha pronunciado un elocuente discurso. Terminada la misa, se ha cantado por los señores antes citados el Te Deum del maestro Calahorra, habiendo sido felicitado el nuevo sacerdote por las autoridades, clero parroquial y fieles que han asistido a dicho acto.

A las doce ha tenido lugar en el domicilio de la señora profesora doña Gala Cenarro un banquete, al que fueron invitadas las autoridades, el clero y muchos amigos de la familia.

No terminaré esta carta sin dar un voto de gracias a nuestro párroco don Paulino Luna, por el acierto demostrado en la misa y decoración de la iglesia, oyendo decir a muchos fieles que jamás se habían celebrado festividades religiosas con tanta pompa y suntuosidad como las celebradas en este día.

Dios le dé al nuevo y joven sacerdote mucho acierto y felicidades en su nueva carrera. A su paso por las calles desde la iglesia a su domicilio ha sido felicitado por la mayoría de los vecinos. Firmado por Joaquín Binués. (El Noticiero, 3/ 07/1908).

Los sermones de Juan se hicieron famosos

La prensa de la época daba a conocer su fama como orador, tal y como El Pirineo Aragonés había hecho unos años antes con don José Castán. Mosén Juan se trasladó de Jaca a Casacante, Navarra, a celebrar y predicar en la fiesta de San Isidoro. Allí tenía vivían unos parientes maternos.

Desde Cascante. La fiesta de San Isidro. La nota culminante de tan grato acto fue la oración sagrada que tan admirablemente supo desarrollar el joven e ilustrado presbítero D. Juan Elizaga y Cenarro, descendiente de distinguida familia de ésta y prestigioso párroco de la diócesis de laca, que con suma sencillez y claridad de conceptos y ardiente unción evangélica, terminó su brillante tarea impetrando del glorioso San Isidro gracias y bendiciones sobre todas las clases de la sociedad, pero especialmente para la nunca bien considerada y respetada como se debe la clase de labranza. Luego fue obsequiado espléndidamente por la familia con él emparentada. Quedamos gratamente impresionados cuantos tuvimos la satisfacción de oír su discurso. (Heraldo de Aragón 18/ 05/1909)

1910-1914. Capellán de prisiones

En 1910 era sacerdote de Jaca, pero se trasladó a Madrid a opositar al recién creado cuerpo de capellanes de prisiones.

Han sido aprobados en las oposiciones a capellanes de prisiones, los siguientes aspirantes. Juan Elízaga figuraba antes de la mitad de una lista de unos cincuenta. (La Correspondencia de España: 28/04/1910).

Aunque era capellán de la cárcel, salía a predicar a los pueblos.

Almodóvar del Campo. Semana Santa. El sermón de Pasión que tuvo lugar el Jueves Santo a las ocho de la tarde, lo predicó el joven capellán de la cárcel, Juan Elízaga Cenarro, quien, con elocuentes palabras, nos recordó las más trágicas escenas de la Pasión de Nuestro Señor Redentor, terminando su discurso con una tierna y viva exhortación a los fieles para que todos cumpliesen como buenos hijos del Padre y Redentor, diciendo acto seguido el acto de contrición que sus feligreses, puestos de rodillas y emocionados, repitieron con religiosidad edificante. (El pueblo manchego: 20/04/1911).

De su trabajo en la cárcel de Orense, como de sus otras actividades, tenemos noticias por la prensa local y nacional.

Orense. Tuvo lugar en la cárcel correccional de esta ciudad, la solemne ceremonia de la bendición de la nueva capilla costeada por el excelentísima Diputación provincial. A tan solemne acto asistieron todos los empleados del citado centro, siendo bendecida por el ilustrado y virtuoso capellán del establecimiento don Juan Elízaga, quien trabajó con mucho cielo e interés hasta ver convertido en realidad el proyecto que desde hace tiempo acariciaba. (El Progreso: 07/03/1912).

Orense. Tuvo lugar en la cárcel correccional de esta ciudad, la solemne ceremonia de la bendición de la nueva capilla costeada por el excelentísima Diputación provincial. A tan solemne acto asistieron todos los empleados del citado centro, siendo bendecida por el ilustrado y virtuoso capellán del establecimiento don Juan Elízaga, quien trabajó con mucho cielo e interés hasta ver convertido en realidad el proyecto que desde hace tiempo acariciaba. (El Progreso: 07/03/1912).

Precisamente, estando en Orense recibió la visita de su madre. Y allí murió doña Gala, inesperadamente, a principios de julio.

El 30 de abril de 1913 fue nombrado capellán de la cárcel de Figueras. Y al mes siguiente, el 25 de mayo fue a las fiestas de Biel y, en la ermita de la Virgen de la Sierra, predicó un sermón del que se habló mucho en Biel. El Heraldo de Aragón recogió esa visita con bastantes detalles y muchos elogios al que había sido profesor de oratoria en el Seminario de Jaca.

Biel. Las fiestas. Por nuestro corresponsal. Han terminado sin el más leve incidente perturbador del sosiego habitual de este vecindario las fiestas que anualmente se dedican a la Santísima Virgen de la Sierra, imagen venerada en su ermita distante cinco kilómetros de la población. Con gran concurrencia de devotos de su villa y de pueblos comarcanos, se celebró la festividad religiosa, cantándose por la capilla infantil y su digno director don Miguel Sangorrin la misa a cuatro voces del maestro Gorrittí, interpretada de modo admirable, acompañada al armonium por el inteligente presbítero de la villa de Uncastillo D, Pascual Pérez.

La oración sagrada, a cargo del joven D. Juan Elizaga Cenarro, natural de esta villa, resultó muy de lleno dentro de una oratoria sublime y encantadora, más propia de la elocuencia característica de orador dedicado con especialidad a la cátedra sagrada que de jóvenes principiantes en el sacerdocio. Terminada la misa, el Ayuntamiento, por su parte, se mostró muy obsequioso, sentando a su mesa a las personas de más viso de la localidad y de los pueblos limítrofes. Y todos los asistentes, a su vez, formaron sus corrillos en las planicies, devorando con gusto las viandas de que iba provistos, despidiéndose todos pronto, con sentimiento, de tan encantador sitio y recreo en que estaban envueltos, por amenazar fuertes chubascos que hicieron dispersarse y regresar a la población, del éxodo más veloz, a cada pueblo. (Heraldo de Aragón, 25/05/1913).

El 6 de septiembre de 1914, a los 29 años, falleció en Figueras, donde solo ejerció un poco más de un año.

Ha fallecido en Figueras el virtuoso y joven capellán de aquel penal, nuestro particular amigo don Juan Elízaga. (El norte: 08/09/1914).

Con la muerte de mosén Juan Elizaga Cenarro se acabó una rama de los tejedores de Biel. Y después, poco a poco, fueron cayendo en el olvido Melchor, Gala y el propio Juan, que un día habían sido personas importantes en la vida del pueblo. Y ahora todos siguen envueltos en esa capa de polvo del olvido que seremos.

1904. En el huerto de Casa el Santo

  1. Gala Cenarro Córdoba. 2. Modesto Dueñas Pemán. 3. María Elízaga Muro. 4. Tesesa Elízaga Ferrández. 5. Tomás Solana Castán. 6. Vicenta Solana Elízaga. 7. María Jesús Solana Elízaga. 8. Pilar Solana Elízaga. 9. Ángela Dueñas Elízaga. 10. Esteban López Les. 11. Victorina López Dueñas. 12. María Dueñas Palacio. 13. María Alvarado Elízaga. 14. Jerónimo o Ángel Dueñas Palacio. 15. Juan Elízaga Córdoba.

1/ Gala Cenarro Córdoba

(Ablitas, Navarra, 1842-Orense, 1912), maestra de niñas, en la foto tenía de 62 años. Era viuda de Melchor Elízaga Muro (Biel, 1850-1898) y cuñada de los Elízaga Muro: una familia de tejedores, procedentes de Navarra, que habían acudido a los telares de lienzos de Biel. Seguramente, los telares se encontraban en la Caudevilla, entre casa Fardollas y el horno de Fardollas. Por eso los Elízaga buscaron casas en la Portaza y en la Caudevilla, cerca de su trabajo.

Doña Gala se incorporó a la escuela de Biel en 1880 y en 1901 se trasladó a Arroniz. En 1904, también por traslado, se incorporó en la escuela de Pedrola. Ese mismo año, volvió a Biel a visitar a su cuñado Modesto, enfermo de cáncer.  La acompañaba su hijo Juan, estudiante del seminario de Jaca y un buen fotógrafo. Con esta foto, Juan inmortalizó el encuentro familiar en el huerto de la casa el Santo, la casa de los Elízaga en la Caudevilla.

2/ Modesto Dueñas Pemán

(1830-1906), de 74 años, tejedor de lienzos. Sus padres, vecinos de Farasdués, acudieron a la fábrica de lienzos de Biel en un momento que se buscaban tejedores.

Modesto era hijo de Juan Antonio Dueñas, natural de Farasdués, y de María Pemán, natural de Biel. En 1856 se casó con María Elízaga Muro, también hija de tejedores. Fueron los padres: Victorino, Ángela y Águeda.

Víctorino (1858-1896), casado con Isabel Palacio (Salinas, 1864-Biel, 1936), tuvieron cuatro hijos: Domingo, María, Ángel y Jerónimo. En la foto vemos a María y a uno de sus hermanos, no sabemos si es Ángel o Jerónimo. Ángela (1876-¿?), casada con Esteban López Les (1877-1944): en el momento de esta foto solo había nacido Victorina, su primera hija. Águeda (1881-¿?), casada con Lorenzo Muñoz (1875-¿?): sus hijos nacieron después.

3/ María Elízaga Muro

(1839-1918), bautizada como Ángela María de la Concepción. En la foto, de 65 años, estaba sentada junto a su marido. En su regazo sostiene a María Alvarado Elízaga, una sobrina nieta, es decir, una nieta de su hermano Ignacio.

María era la mayor de los cuatro hermanos: Ignacio Elízaga Muro (1846-1905), casado con Jerónima Ferrández Pérez (Agüero, 1846-Biel, 1924). Petra Elízaga Muro (1849-1915), en 1870, se casó con Blas Vives Ena.  Y Melchor Elízaga Muro (1850-1898), tejedor. En 1881, se casó con Gala Cenarro Córdoba (Ablitas, Navarra, 1842-Orense, 1912), una maestra ocho años mayor que él.

Los Elízaga Muro eran hijos de Victoriano Elízaga Caudeviela (1820-¿?), un tejedor de origen navarro que, en 1837, se casó con Balbina Muro Piteus (1817-1900), en Biel. Sus abuelos paternos fueron: Ignacio Elizaga Lanz, tejedor de Burgui, Navarra, que en 1819 se casó en Biel con Ramona Caudeviela Palacio. Los maternos, Mariano Muro Navarro y María Piteus Mancho (1780-1864) que se casaron en 1806.

En 1861, una casa de la La Portaza, muy cerca de los telares, bullía de gente. Allí vivían María Piteus (1783-1864), con su hija Balbina y su segundo marido, Camilo Pérez Pérez (1806-1877), también tejedor, hijo de tejedores. Y, con ellos, los cuatro hijos de Balbina, es decir, con los cuatro Elízaga Muro. En esa fecha María ya estaba casada con Modesto y tenían un niño, Victorino (1858-1896), que sería tejedor como todos sus antepasados.

4/ Teresa Elízaga Ferrández

(1874-1956), hija de Ignacio Elízaga Muro (1846-1905) y de Jerónima Ferrández Pérez (Agüero, 1846-Biel, 1924). Sobrina de Modesto y María. Teresa era hermana de: Pilar (1876-1949), casada con Mariano Alvarado Pemán (1873-¿?) y de Petra (1881-1958). A Teresa Elízaga la llamaban Teresa de Morales, por su hija María Jesús, que se casó con Mariano Morales Samper, de Orés.

5/ Tomás Solana Castán

(1864-1940), el marido de Teresa Elízaga, con quien se había casado en 1893. Llevaba boina y asomaba la cabeza por detrás de su mujer. Era hijo de Narciso Solana Vives y de Pascuala Castán Luna, de casa Machín.

6/ Vicenta Solana Elízaga

(1904-¿?), hija de Tomás y Teresa, de pocos meses, en brazos de su madre. En 1934 se casó en Biel con Manuel Balaguer Aguilar natural de Villarluengo, Teruel, de profesión platero. Hijo de Manuel Balaguer Herrera y Francisca Aguilar Cortés.

7/ María Jesús Solana Elízaga

(1900-Zaragoza, 1986), hija de Tomás y Teresa, de 4 años, delante de su madre. En 1932 se casó en Biel con Mariano Morales Samper, un comerciante de La Almolda domiciliado en Orés.

6/ Pilar Solana Elízaga

(1898-¿?), hija de Tomás y Teresa, de  6 años, sentada en el suelo, delante de las piernas de Modesto. También se casó en Biel con José Pemán Ena, un “practicante de cirugía menor” (sic) natural de Fuencalderas.

9/ Ángela Dueñas Elízaga

(1877-¿?), hija de Modesto y María, se quedó a vivir con sus padres en casa el Santo.

10/ Esteban López Les

(1877-1944), el marido de Ángela Dueñas, descendiente de Salinas por línea paterna. En el censo de 1915, en la calle Gabás 18, casa el Santo, vivían María Elízaga, viuda, Ángela y Esteban con sus cuatro hijos: Victorina, de 12, Antonio de 8, Modesto de 5 y Francisca de 1.

11/ Victorina López Dueñas

(1903-¿?), nieta de Modesto y María, la niña que lleva su madre en los brazos. En 1930 se casó con Juan Muñoz Palacio (1901-¿?), hijo de Santos Muñoz Pueyo (1869-1915) y Valera Palacio Bernués, de Agüero. Santos Muñoz descendía de los Muñoz Callau, emparentados con casa Narcisa y casa Loy a través de María Callau.

Ángel Muñoz López (1942), uno de los cinco hijos de Juan y Victorina, es el propietario de esta foto y el que ha identificado a la mayoría de las personas. ¡Gracias, Ángel!

12/. María Dueñas Palacio

(1888-1918), de 16 años, falleció el año de la gripe. Era hija del difunto Victorino Dueñas Elízaga (1858-1896) y de Isabel Palacio Visús (Salinas, 1864-Biel, 1936). Nieta de Modesto y María.

13/ María Alvarado Elízaga

(1893-¿?), de 1 año. Hija de Mariano Alvarado Pemán (1873-¿?) y de Pilar Elízaga Ferrández (1871-1949) y nieta de Ignacio Elízaga Muro y Jerónima Ferrández.

14/ Jerónimo Dueñas Palacio

(1895-¿?), de 9 años. Hijo del difunto Victorino Dueñas Elízaga (1858-1896) y de Isabel Palacio Visús (Salinas, 1864-Biel, 1936). Nieto de Modesto y María.

O su hermano:

14/ Ángel Dueñas Palacio

(1893-Zaragoza, 1963) tenía dos años más que Jerónimo. No sabemos si el niño de la foto es Jerónimo o Ángel.

Ángel, de oficio bastero, en 1918 se casó con Marcelina Bueno Campos y se fueron a vivir a la calle La Torre, a la casa que acaban de dejar libre mis abuelos, Constantino y Pascuala, que trasladaron con sus hijos a casa Machín. Desde que Ángel se estableció allí, se conoce como casa el Bastero.

15/ Juan Elízaga Cenarro

(Biel, 1885-Figueras, 1914). El fotógrafo, hijo de doña Gala. En 1904 estudiaba en el seminario bbb, donde tenía de profesor al canónigo penitenciario, José Castán Aguas (Biel, 1850-Jaca, 1905) y de compañero a Celedonio Pemán Navarro (Biel, 1877-¿?). bDesde que su madre llegó a Pedrola, entró en contacto con la Duquesa de Villahermosa que, por sus dotes extraordinarias, lo eligió como fotógrafo de algunos actos importantes de su palacio. Además, tuvo fama de un gran orador y sus sermones se hicieron famosos, como el que predicó en 1903 en la Virgen de la Sierra de Biel. En 1908, cantó misa en Pedrola. Estuvo dos años en Jaca, de sacerdote y profesor del seminario. Después entró en el cuerpo de capellanes de prisiones y tuvo varios destinos. Falleció en Figueras, Gerona, a los 29 años.

Foto propiedad de Ángel Muñoz López. Publicada en su dominio de Facebook.

Carmen Romeo Pemán.

Francisca Soria y Concha Gaudó analizaron «El Frago, 1901»

PRÓLOGO. FERNANDO BERMÚDEZ CRISTÓBAL

“He conseguido, mediante mi librería del barrio, el libro tan deseado El Frago 1901.

Merece la pena molestarse para hacerse con un ejemplar de un libro tan singular, escrito por mi amiga Carmen Romeo, catedrática de lengua y literatura. Y no por el hecho del nomenclátor de su dedicación, no por ser catedrática, otras lo son y escriben regularmente, pero Carmen escribe no solo bien, sino muy peculiar.

Me traslada a mi juventud leyendo a los autores rusos, sobre todo a León Tolstoi, con su redacción directa. Me recuerda a dos obras mundialmente conocidas como Guerra y Paz y Ana Karénina. Bueno,  el tema nada que ver con El Frago 1901. O por ejemplo la conocida novela Cien años de soledad de García Márquez, La cantidad de personajes que salen, tanto en Guerra y Paz, como en Cien años de Soledad, es equiparable a El Frago 1901. La cantidad de personajes que Carmen aplica en su libro y la habilidad para saber enlazarlos haciendo una comunión directa y preciosista para comunicarnos que la mujer al inicio del siglo XX era una vecina de segundo grado. En El Frago a excepción de los varones, que gozaban de maestro; las niñas prácticamente no tenían ni escuela, ni maestra. La lucha titánica de la nueva maestra por conseguir un lugar apropiado para poder dar clases a las niñas, es digna de todo elogio.

Yo soy cincovillés, nacido en Tauste, pero confieso que me he quedado anonadado de la conducta de un pueblo de unos 500 habitantes, que Carmen describe de forma sencilla, correcta, de un acontecer. Hay que pensar que El Frago es una población del pre-Pirineo, muy aferrada a los usos y costumbres, No obstante, Carmen desgrana la verdad de lo cotidiano y el libro tiene una aura de mucho mérito; digno, teniendo por testigo el Arba.

No dejéis de leerlo; una joya que ha escrito mi amiga Carmen Romeo Pemán. ¡Felicidades!»

Fernando Bermúdez es escritor. En 2019 ganó el premio nacional de literatura Bolivia. En 2022, la Pluma de Oro de Chile. Pertenece a la Asociación de Escritores de Aragón y colabora con nosotras en Letras desde Mocade.

LA TERTULIA LITERARIA DEL INSTITUTO GOYA

El día 29 de abril de 2024, la diosa Fortuna me vino a ver en persona a la tertulia del Instituto Goya. Presidida por la directora del Centro y el profesor Javier Aznar, encargado de los programas de la biblioteca, dos catedráticas, amigas y exprofesoras, nos hicieron disfrutar de una intensa velada. Guiados por ellas, desnudamos hasta lo impúdico la novela que ese día nos ocupaba, es decir, mi última novela.

En la tertulia salieron ideas interesantes y sabrosas. Disfrutamos y aprendimos mucho. Concha y Francisca nos ofrecieron el plato fuerte. Sus discursos quedaron recogidos en El hacedor de sueños, el blog del Instituto Goya. Y me gustaron tanto que hoy las reproduzco aquí.

Sus textos originales están publicados en:

http://elhacedordesuenos.blogspot.com/2024/05/el-frago-1901-por-ensenar-las-ninas-de.html?m=1

ESTUDIO LITERARIO DE FRANCISCA SORIA ANDREU

De izquierda a derecha. Ana Íniguez, la directora actual, Pilar Cáncer, Inocencia Torres y Concha Gaudó, todas exprofesoras del Goya

¿QUIÉN ES CARMEN ROMEO PEMÁN?

Nacida en El Frago (1948), a cuya escuela asistió hasta los 13 años, es Licenciada en Filología Románica por la Universidad de Zaragoza, donde ejerció de profesora. Durante más de treinta años ha sido Catedrática en el Instituto “Goya” de esta ciudad.

A lo largo de su desempeño docente ha publicado textos didácticos, guías de lectura y estudios de índole filológica. Y su vocación literaria ha dado como fruto una considerable cantidad de relatos breves que han ido viendo la luz en el Blog Letras desde Mocade.

Una parte de ellos, veintinueve, apareció editada bajo el título De la roca nacidas, en Zaragoza, IFC-CSIC, 2021, que yo misma comenté en este Blogo del Instituto Goya.

Hija de maestros, se ha dedicado al estudio de la escuela rural y ha publicado De las escuelas de El Frago, en Zaragoza, IFC-CSIC, 2014.

También ha participado en el estudio de El callejero de las mujeres y Paseos por la Zaragoza de las mujeres, Zaragoza, Publicaciones del Ayuntamiento de Zaragoza, 2010 y 2019, respectivamente.

Su labor de investigación y de creación literaria ha sido reconocida y galardonada:

En 1977, ganó el Premio Bernardo Zapater Marconell del Ayuntamiento de Albarracín por un trabajo de investigación reflejado posteriormente en su libro Los Mayos en la Sierra de Albarracín, 1981.

VIII Concurso Helvéticas. Tu país de las mujeres por De la roca nacida. 2014.

Pilar Cáncer, Francisca Soria, Carmen Romeo y Javier Áznar.

EL FRAGO, 1901. POR ENSEÑAR A LAS NIÑAS

Hoy presentamos su última obra, una novela que consta de veinte capítulos numerados:

1 La ilusión de Matilde. 2 De camino a El Frago. 3 Las niñas a la herrería vieja. 4 Buscando soluciones. 5 Tomando cartas en el asunto. 6 Con la iglesia hemos topado. 7 A vueltas con el tabardillo. 8 Más casos de tifus. 9 Se desata la epidemia. 10 Notas de prensa. 11 Vientos desfavorables. 12 Amainando el temporal. 13 El nuevo local. 14 Al César lo que es del César. 15 Formas de diversión. 16 Las faltas de asistencia. 17 Acusan a Matilde. 18 Y las niñas en la cocina. 19 Matilde acusa. 20 Multan al Ayuntamiento. Más un Epílogo.

La obra El Frago 1901. Por enseñar a las niñas, desde su doble título, anticipa al lector el marco histórico y el leit motiv del argumento. La acción se ciñe casi exclusivamente a la geografía de esa localidad de las Cinco Villas zaragozanas y transcurre exactamente durante el año 1901, elegido por Carmen Romeo por su especial significado para la escuela en España. Fue el año en que el recién creado Ministerio de Instrucción Pública, dirigido por el conde de Romanones, adoptó las más decisivas medidas para los maestros y para la enseñanza primaria obligatoria.1

El segundo título explicita la convicción de una joven maestra, Matilde, acerca de su trabajo. Ha ganado unas oposiciones para ser maestra de niñas y está determinada a llevar a cabo su cometido sin escatimar esfuerzos.

Es la primera novela de Carmen Romeo, escritora conocida por sus narraciones breves llenas de personajes muy potentes y de situaciones insólitas, con las que ha ido tejiendo una densa red en torno a un núcleo muy pequeño, El Frago. Y finalmente ha dado el salto a la narración extensa, integrando en parte sus anteriores relatos, técnica usada por García Márquez, quien en La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962)fue creando los personajes y los escenarios que, más tarde, tomó como base para Cien años de soledad (1967).

Si García Márquez convirtió su Aracataca nativa en el Macondo literario, Romeo Pemán hace lo propio con su pueblo, aunque conserve el topónimo real. Así los personajes de María del Socarrau o del Canónigo de las Cheblas, las mujeres de los carasoles o los integrantes de la tertulia del bar, entre otros varios, conforman los personajes del pueblo, escenario de El Frago, 1901. 2

La novela gira en torno a dos principales núcleos temáticos de desigual peso en el relato: la llegada de una nueva maestra –dispuesta a luchar por la escuela para las niñas– y la epidemia de tifus. Todo ello narrado con rigor histórico y bien novelado para ser leído con facilidad y gusto.

Al terminar el Epílogo, el lector de hoy ya sabe de los difíciles comienzos de las escuelas para niñas, por todo lo que implicaban: habilitación de un local, presencia de una maestra dependiente del Ministerio y no del Ayuntamiento, una nueva legislación educativa y los innumerables conflictos que hacían necesaria la comparecencia epistolar e, incluso, física de las instituciones educativas.

El segundo núcleo argumental lo aporta la realidad de una epidemia de tifus, que reveló a El Frago sus muchas carencias sanitarias, sólo paliadas por el esfuerzo ímprobo del médico don Valero y la diligente cooperación de Matilde y de los abnegados fragolinos que no vacilaron en arrimar el hombro.

Ambos temas, inevitablemente, se ramifican y, a veces, se cruzan. Así, la cuestión de la escuela de niñas introduce al antagonista de la maestra, mosén Mateo, auténtico vestigio de los viejos curas carlistas, que se resiste a que la Iglesia, encargada hasta entonces de la formación de las niñas, pierda su autoridad y su control. Este personaje será el más duro adversario de Matilde, a cuya presencia atribuye él públicamente todos los males del pueblo.

Asociado a la epidemia de tifus, trae Romeo Pemán el eco de las teorías higienistas de la época, que provocarán roces entre el médico –a cuyo cargo se encuentra la actuación sanitaria durante la epidemia– y la maestra, que parece invadir sus competencias al divulgar entre las mujeres y las alumnas sencillas medidas higiénicas como el lavado de las manos y de la ropa.3

La gravedad de la epidemia traerá, además, la exótica presencia de los médicos de la capital con sus máscaras de pico de ave, enfrentados a los prejuicios de los naturales. Y de nuevo hace acto de presencia la Iglesia con sus rituales de devoción popular para casos de peste, que la autora cuenta y describe con total eficacia incorporando las Letanías de san Sebastián.4

Y alrededor de ambos temas, el caciquismo,que la Real Academia define como “intromisión abusiva de una persona o autoridad en determinados asuntos, valiéndose de su poder o influencia”. El representante de esta “forma” política contra la que luchaba el Regeneracionismo de los gobiernos era don Casiano, que ponía y quitaba alcaldes y sometía a su dictado la forma de vida del pueblo y, como recuerda oportunamente el personaje de la señora María, “esa gente es peligrosa y nunca estará con los pobres”.5

El Frago, recorrido calle a calle con fidelidad de plano, aparece envuelto con una pátina que impregna las casas, los muebles y los muros, que aparecen desconchados, desvencijados, caducos. Lo que acentúa así la sensación de una sociedad decadente, presa de viejas ideas. En tres únicos puntos se desenvuelve su vida social: la iglesia, el café y los carasoles.

Y a ese “macondo” llega Matilde, una joven con su imagen fresca y moderna. Una mujer de ciudad, con estudios, que desea trabajar. Su sola presencia marca el vivo contraste que existía entre la vida urbana y la rural. Y, además, posee la fuerte personalidad y el conocimiento necesarios para llevar a cabo su histórica misión de implantar las novedades educativas del Ministerio.

La autora no duda en vestirla a la última moda y describe a lo largo de toda la obra su vestimenta y calzado, lo que constituye otro de sus aciertos. El siglo XX inició una tendencia de cambio imparable en la moda femenina: las ropas y calzados se adaptaron a una nueva forma de vivir y actuar, que inauguró un nuevo código en las relaciones sociales.

Matilde, una extraña en aquel pueblo, se siente, de principio a fin, muy sola. Pero el personaje de María del Socarrau que, en principio, parecía que no tenía más papel que hospedar en su casa a la maestra, crece a lo largo del relato hasta convertirse en su confidente y su apoyo. Se trata así con total realismo la situación de aquellas maestras pioneras que tuvieron que afrontar muchas situaciones insólitas sin contar con el amparo familiar.

En esas circunstancias, la aparición del amor podía mitigar la soledad de estas jóvenes y Carmen Romeo no niega a la protagonista el derecho a enamorarse del médico don Valero, aunque se pasa de puntillas por el asunto y se deja a la imaginación del lector, en el final abierto, el desenlace de este asunto.

Aunque se alude constantemente a viejas costumbres y a viejos utensilios nombrados especialmente en el ajuar de las casas, no se trata en absoluto de un relato costumbrista. La novela se mueve entre la literatura verité y la novela histórica, y en su misma indefinición encuentra su propio lugar. Y una muestra de ello, entre otras, es la naturalidad con la que se hacen convivir el lenguaje administrativo traído por la maestra y el inspector, los latines del cura y la lengua coloquial sin marcas locales.

Es una narración rigurosa hasta el extremo en los datos históricos, inserta en un marco ficticio pero a la vez verosímil. Aunque es muy rica en técnica, en referencias literarias, en el uso de registros lingüístico y en recursos narrativos, logra dar la sensación al lector de haber leído una obra muy accesible, porque el lenguaje es siempre claro y los personajes atrapan desde las primeras páginas. Tiene la marca de Carmen Romeo Pemán».

De izquierda a derecha. Inmaculada Martín, Lola Gómez, Vanesa Álvaro (jueza) y Mercedes Asensio. Profesoras del Goya.

NOTAS DEL TEXTO DE FRANCISCA SORIA

1Un Real Decreto de abril de 1900 separa la educación del Ministerio de Fomento y lo crea con el nombre de Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes (1900-1937). El conde Romanones, a sazón ministro de la nueva cartera, promulgó la remuneración de los maestros con cargo a los presupuestos del Estado, así como la reforma de la enseñanza primaria. Su plan de estudios se mantuvo vigente hasta 1937.

2Estos nombres protagonizaron narraciones como María del Socarrau, 2019; Un canónigo de Las Cheblas, etc. publicados en el Blog Letras desde Mocade.

3 Teorías higienistas iniciadas en 1790 en Austria y ya muy desarrolladas en España desde la segunda mitad del siglo XIX por el prolífico autor José Monlau, que publicó con éxito Elementos de higiene pública Monlau, J., Elementos de higiene pública, s.a. dos tomos. Este autor en los años 1856 publicó una extensa obra de divulgación, Diccionario etimológico de la lengua castellana (ensayo), precedido de unos rudimentos de etimología, 1856, con el que provocó una intensa polémica.

4 Capítulo 7. “A vueltas con el tabardillo”, páginas 82-85.

5 Capítulo 12. “Amainando el temporal”, página 149.

TEXTO DE CONCHA GAUDÓ GAUDÓ

De izquierda a derecha, José Ramón Reyes Luna, alcalde de El Frago, Felipe Diaz Cano, vicepresidente de la Comarca, Carmen Romeo Pemán y Concha Gaudó Gaudó, leyendo.

Para esta segunda parte elegimos la segunda de las críticas de Concha. La primera tuvo lugar en Zaragoza, en la Diputación de Provincial de Zaragoza y Letras desde Mocade ya la publicó en su día.

https://letrasdesdemocade.com/2024/03/08/el-frago-1901-por-ensenar-a-las-ninas/

La segunda, la que publicó en el Hacedor de sueños, la pronunció en la sede de la Comarca de las Ciclo Villas, en Ejea de los Caballeros, es la que reproduzco hoy.

«Cuando yo era pequeña, en los albores de la televisión en España, había un programa titulado “Tengo un libro en las manos”. Este título se convirtió en un eslogan y muchas personas lo hemos adoptado como modo de vida.

Venir hoy a Ejea, a presentar un libro de Carmen Romeo Pemán, cumple dos de mis pasiones, el arte medieval, el románico en particular, y los libros, mejor si son de historia. Gracias, Carmen, y gracias a quienes lo han permitido y hecho posible, Felipe Díaz, vicepresidente de la Comarca de las Cinco Villas y José Ramón Reyes, alcalde de El Frago.

Mi presencia aquí es el regalo de una amiga. Pero no se preocupen, la amistad no me ciega para ser crítica y objetiva en mis valoraciones.

Seguramente, ya conocen a Carmen Romeo, vecina de una cercana localidad cincovillesa, El Frago, donde nació en 1948 y de donde, como ella dice, nunca se ha ido, pues ese es el lugar donde mora, aunque sus muchas actividades la hayan obligado a residir en otro lugares. En El Frago dio sus primeros pasos, aprendió las primeras letras en su escuela, de la mano de una buena maestra, y sólo salió de allí para seguir estudiando, mejor dicho, para titularse, porque su estudio, su conocimiento, tiene sus raíces en este lugar, donde, desde muy pequeña, iba de casa en casa para que gentes diversas le contasen historias, sus cosas, su vida… y ella iba almacenando narraciones, leyendas, construyendo su saber y, sobre todo, aprendiendo a amar sus orígenes y a su gente. Porque sin amor, sin pasión, no se pueden construir los hermosos relatos y la sabiduría que nos entrega.

Carmen estudió el bachillerato en el Colegio de Santa Ana de Zaragoza, en un internado que permitió a muchas chicas de los pueblos de Aragón acceder a una educación superior. Un lugar difícil por el que tuvieron que pasar las chicas jóvenes de pueblo que querían estudiar más.

Estudió Magisterio y Filología Románica en la Universidad de Zaragoza y, para no desaprovechar los veranos, perfeccionó idiomas en Francia y Bélgica. Su expediente académico la llevó a entrar, nada más acabar la carrera, en el Colegio Universitario de Teruel como profesora de Literatura e investigadora en el ámbito lingüístico y también, muy pronto, en historia de la educación.

Cambió la docencia universitaria por la enseñanza secundaria, donde ha ejercido su vocación docente en los Institutos Francés de Aranda de Teruel y Goya de Zaragoza durante más de 40 años, como Catedrática de Lengua y Literatura. Y digo “vocación” y no actividad docente, porque sólo desde la vocación se puede llevar una actividad profesional a la excelencia, como ella lo ha hecho.

A pesar de que los tiempos en la enseñanza secundaria están muy dominados por las clases, la docencia, Carmen nunca abandonó la investigación, ampliando sus temas de interés a la didáctica, la pedagogía y la coeducación.

Un trabajo intenso, eficaz y reconocido. Emociona ver cómo la valoran sus alumnas y alumnos, cómo la abrazan, cómo la citan. Cómo la quieren. Sus publicaciones, premios y reconocimientos, los pueden ver fácilmente en la red. Pero estas citas no recogen el día a día. Yo quiero contar aquí un ejemplo, visto con mis propios ojos, pues, además de tener el privilegio de ser su amiga, he tenido la suerte de ser su compañera de trabajo.

Carmen asumió por decisión personal el Aula de español para alumnado extranjero del Instituto Goya. No era lo habitual, en su condición de Jefa de Departamento. En un accidente doméstico se rompió una pierna y tuvo que estar de baja. Sus alumnas y alumnos, con los que se comunicaba por correo electrónico, en los primeros pasos de la informática, para hacerles practicar la lengua, se enteraron enseguida. No querían otra profesora y nos propusieron la solución. Se enteraron de que en la Seguridad Social prestaban sillas de ruedas. Ellos mismos irían a pedir una silla y, cada día, por turno, ellos o ellas irían a buscar a Carmen a su casa y la devolverían a su domicilio. Todo arreglado. Varios de estos alumnos que pasaron por las clases de español de Carmen llegaron a la universidad y son hoy excelentes profesionales.

El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. Ya he dicho que me gustan los libros de historia. Pues aquí tenemos uno, un libro de historia, historia política de España (la regencia, los ministros, el carlismo y la influencia de la Iglesia, el caciquismo, las tímidas reformas regeneracionistas) de historia de la educación (el recién nacido ministerio, los decretos, las exigencias en educación, las nuevas corrientes pedagógicas), de historia de las mujeres (acceso al trabajo, a la educación, primeros pasos de la emancipación y también la violencia, la opresión, el dolor), de historia de una comunidad, historia del pensamiento (nuevas y viejas ideas), historia de la cultura. Y una novela, novela social (las relaciones, las diferencias, la relativa riqueza y la relativa pobreza, el trabajo, el progreso, el ocio, la amistad), novela protesta, novela reivindicativa, novela utópica. Utópica, sí, porque nos invita a mejorar, a crear ese lugar que todavía no existe. Y una novela homenaje.

La autora es, en primer lugar, una investigadora. Todos y cada uno de los aspectos tratados en la obra están documentados e investigados. Son muchas las horas pasadas en los archivos históricos y es muy profundo el conocimiento que Carmen tiene de la Historia de la Educación. Con esos mimbres teje, de forma magistral, el largo camino de la educación de las mujeres. ¡Cuántos escollos por superar, cuántas ideas que rebatir, cuántas piedras en el camino, malentendidos y malas intenciones, y cuántos sufrimientos para las niñas y las maestras!, algunos conocidos por experiencia propia, incluso mucho tiempo después. El final feliz ha llegado después de un largo camino de espinas, un calvario, en lenguaje de don Mateo, aunque él diría algo peor.

Pero no sólo aborda la historia de la educación. Préstenle mucha atención al tema de la moda incluido en la novela. Las diferentes formas de vestir, las prendas tradicionales y sus usos, los cambios introducidos con el nuevo siglo, tejidos, prendas, modas… (Carmen descubrió a Pilar Lana, la primera mujer empresaria en el s. XIX en Zaragoza, propietaria de una fábrica de corsés).

Historia de la medicina y de la higiene. Las enfermedades, los tratamientos y los nuevos usos higiénicos…. También en este campo tiene la autora un profundo conocimiento a través de sus estudios sobre las Damas de la Cruz Roja.

Por último, pero tan destacado o más que el primer punto, la historia de la comunidad. Este aspecto es un auténtico tratado de etnografía. ¿Cómo es la vida cotidiana de una comunidad pequeña, rural, de montaña media, las Altas Cinco Villas, en la época del cambio de siglo, del XIX al XX, y del cambio de era, de la tradición a la modernización? ¿Cómo convive lo nuevo y lo viejo, cómo se superan las resistencias al cambio? Reconozco que, a mí, los otros temas me interesan y me gustan mucho, pero este me ha dejado abducida. Cómo cuenta la vida diaria, las necesidades, las relaciones, cómo recupera los usos, la tradición.

Carmen había escrito muchas obras de investigación; ahora nos ofrece una obra literaria, una novela, su primera novela publicada (siempre lo digo, que ha tardado en publicar literatura, pero que lleva muchos años escribiendo. Si no, no se puede hacer tan bien). ¿Qué aporta la novela a esta historia? Pues le aporta el alma. Porque todo lo que sucede es la vida misma de las personas que hacen o sufren los acontecimientos. Y sólo de esta forma conocemos la auténtica verdad histórica. No es lo mismo escribir que hubo muchas dificultades para escolarizar a las chicas que mostrar que recibían clase en un lugar lleno de boñigas en el suelo. Y así, todo.

En El País del 7 de abril último, Irene Vallejo publicó un artículo titulado “El ombligo de los sueños”. Allí recoge unas frases de la primera novela conocida, del s. XI, Genji Monogatari de Murasaki Shikibu: “Las crónicas históricas muestran sólo una parte de la verdad, y es en los relatos de ficción donde descubrimos las causas profundas de lo que sucede”.

Eso es, precisamente, lo que logra Carmen con esta novela. Contar la verdad de la historia, la historia total, la intrahistoria.

Por cierto, Carmen Romeo fue profesora de Irene Vallejo. Ella la presentó al primer concurso literario, que ganó, por supuesto, y la animó en sus primeros pasos de escritora. Irene nunca olvida citarla en sus charlas, en sus obras –ahí está en El Infinito en un junco–, y de reconocerle, con todo su cariño, todo el conocimiento que le trasmitió y le trasmite, en presente.

También dice Irene que, al leer una novela, intervienen todos los sentidos y se activan las áreas cerebrales relacionadas con el significado de las palabras. Olerán el aroma del falso café de achicoria recién hecho, sentirán el estómago ardiente con el trago de pacharán. Y temblarán ante la idea de los manejos de la Feria de Ayerbe y les dolerán las manos, como a las lavanderas cuando bajaban a lavar la ropa a las frías aguas del Arba.

Ya termino, pero no sin hablar del lenguaje. Culto y popular, en una sinergia especial, en una transición imperceptible, pero clara y lógica. No es fácil manejar con tal seguridad ambos registros.

Recordemos que la lengua, las lenguas, incluidos los latines, y la literatura son las dos aficiones y especialidades de la autora. La descripción precisa, los topónimos, el vocabulario específico y las citas literarias, elegidas a su gusto. Todo, todo está perfectamente integrado.

Pero la razón de la novela es otra. El objetivo final es la reivindicación de la EDUCACIÓN como fuente de sabiduría, como llave del conocimiento, del progreso, de la libertad. Como clave de la emancipación de las mujeres. “Otro gallo nos habría cantado a nosotras” con una maestra así, dice Dominica del Corronchal (cap. 6). “Es usted muy valiente. Al final cederán. No les quedará más remedio”, dice una voz de mujer desde la ventana (cap. 5). “Esas manicas, pronto bordarán sus ajuares con primor” (cap. 5), y aprenderán a coser la ropa interior y aprenderán higiene y, quién sabe, algunas de ellas saldrán a estudiar y se harán maestras para enseñar a las niñas.

Todas esas maestras, que Carmen tiene biografiadas en su blog Letras desde MOCADE, doña Inés, doña Simona, doña Angelita, doña Asunción, doña Nieves, todas, todas son doña Matilde. Todas ellas “entregaron su vida a las niñas de un pueblo perdido entre los montes”. Un homenaje al magisterio femenino.

Carmen ha reconocido, en varios de sus escritos y, sobre todo, en el gran libro sobre la escuela rural De las escuelas de El Frago, la gran importancia que ha tenido la escuela –las maestras y los maestros– para el gran número de fragolinos que andan por el mundo ejerciendo, de forma destacada, sus profesiones. En El Frago construyeron “a vecinal” las primeras escuelas y “a vecinal” del siglo XXI, aunque ahora usaríamos otro término, se han reabierto las escuelas hace un par de años. Tienen un gran futuro.

A don Gregorio y doña Asunción, maestros de El Frago, sus maestros, sus padres, dedica Carmen esta primera novela. Y destinó los beneficios de la primera edición a la reabierta escuela de El Frago.

Tengo un libro, una joya, en las manos: el libro de Carmen Romeo El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. Léanlo, aprendan y disfruten».

Concha Gaudó con ejeanos y fragolinos juntos.

MI PRESENTACIÓN EN EJEA

Fernando Ciudad Lacima, Concha Gaudó y Carmen Romeo, firmando.

¡Buenos tardes!

Es mi momento de acción de gracias. Y quiero que sean unas gracias de corazón. Antes de comenzar por lo menudo, gracias a todos los que habéis venido a arroparme.

En primer lugar gracias a Felipe Díaz Cano, vicepresidente de la Comarca Cinco Villas, por acoger esta presentación, precisamente aquí, en Ejea. Tengo motivos personales para decirle que me hace mucha ilusión estar en Ejea,

En 1943 vinieron mis padres de maestros a las Escuelas Graduadas. Aquí, en el paseo del Muro nació mi hermana Maruja Romeo. Y mi hijo mayor se casó con una ejeana. Así pues, tengo una extensa familia, una nuera y un nieto ejeanos

Además, el Centro de Estudios Cinco Villas, dirigido por Fernando Pellicer me publicó dos libros sobre El Frago: En 2014, De las Escuelas de El Frago, y, en 2021, De la roca nacidas, un libro de relatos ilustrado con acuarelas por la fragolina María Aguirre Romeo. Hoy, en su pueblo, quiero agradecer a Carlos Pellejero, su empeño para que esos libros vieran la luz con mucho éxito.

En torno a los años sesenta del siglo pasado, muchos fragolinos, unos muy amigos y otros de mi familia, vinieron a vivir a Ejea y a los pueblos de alrededor.

Para mí son motivos suficientes para estar realmente emocionada.

Aunque, por cuestiones de agenda, no ha podido asistir ningún representante de la editorial Comuniter, quiero darles las gracias por acoger mi manuscrito y publicar el libro con tanta rapidez.

Gracias con mayúscula a Concha Gaudó, por estar siempre a mi lado, unas veces de forma visible, como ahora, y otras entre bambalinas.

Concha además de amiga y compañera, es una excelente crítica literaria, aunque venga de historias. Es una enamorada de las lenguas. Habla alemán, inglés, francés y, está estudiando árabe. Su permanente contacto con otras lenguas la dota de una sensibilidad lingüística poco común que se refleja en su forma de leer y hacer crítica literaria. ¡Gracias, Concha!

Y, ¿cómo no? Gracias especiales al Ayuntamiento de El Frago, al que preside José Ramón Reyes Luna. José Ramón, desde la legislatura anterior me venía dando la lata para que escribiera algo nuevo sobre El Frago y sobre la escuela. Esta vez le he hecho caso y no ha sido un ensayo histórico, como fue el libro De las escuelas de El Frago. Esta vez me he atrevido con una novela. ¡Gracias, José Ramón, por tanto! Estas palabras son sólo un pequeño reconocimiento a lo mucho que te mereces.

Para acabar con los agradecimientos, nunca me olvidaré del Ayuntamiento que presidió Javier Romeo Berges. Además de apadrinarme los libros De las escuelas de El Frago y De la roca nacidas, me animó a involucrarme en conferencias y en escritos fragolinos. Y me facilitó la tarea abriéndome lasb puertas del Archivo.

Me gustaría que este acto, además de la presentación de una novela, fuera una celebración y una reivindicación por la recuperación de nuestras escuelas. Llevaban 32 años cerradas y, como por arte de magia, los fragolinos, con José Ramón en el timón, hemos logrado lo que parecía imposible. Os confieso que el día que me comunicaron su reapertura lloré. Eran lágrimas de mucha emoción.

Abrir unas escuelas es siempre un proyecto de futuro. Un proyecto de larga duración. Los fragolinos sabemos mucho de eso. Y las vamos a mimar, os lo aseguro. Pero necesitamos el apoyo de las instituciones. Sé que en la Comarca de las Cinco Villas nos apoyáis, pero no está de más recordar que necesitamos mucho fuelle para un proyecto tan ambicioso. Tener unas escuelas abiertas supone acoger a nuevas familias, prepararles casas y conseguirles contratos de trabajo. Y eso solo se consigue con el compromiso de todo el pueblo, yendo todos a una. Pero en El Frago no reblaremos, que en 1926 nuestros abuelos y bisabuelos nos dieron un ejemplo digno de figurar en los libros de los guinness. El pueblo unido apostó por la enseñanza de sus hijos y de sus descendientes. Nuestros abuelos y abuelas se unieron para construir a vecinal, crowdfunding diríamos hoy, un edificio escolar que acogiera a sus hijos y a los maestros de entonces y a los que llegaran en el futuro.

Como muchos ya habéis leído la novela y Concha ha hecho una excelente presentación, yo solo os contaré algunos secretillos.

La novela lleva un doble título. Es que no sabía cuál elegir. Los dos responden a dos regalos de mis padres. Me hicieron nacer en el Frago y me contagiaron el amor por el pueblo, por sus gentes y por su historia. Y de los dos me viene la pasión por enseñar. De ellos aprendí que la enseñanza crece y se hace más digna cuando nos entregamos a los alumnos con menos oportunidades. Sin olvidar a ninguno, claro. Tampoco a los de altas capacidades.

Mientras escribía esta novela, desplegaba las alas que ellos me dieron. Esas alas que me ayudaron a documentarme y a recrear todos los conflictos de 1901, un año muy difícil en la historia de la Educación y en la de El Frago en particular.

Repartidas por las páginas encontraréis muchas claves fragolinas. Pasaréis algún rato en el Carasol de Vicenta. En el Café de Rosendo podréis charlar con Mosén Mateo Echevería, el cura que bautizó a muchos de nuestros abuelos y bisabuelos. O escucharéis la voz dulce de Matilde, convertida en mi doña Matilde.

Es que yo he puesto a funcionar elementos en el contexto histórico de España en Aragón y en El Frago, porque es lo que mejor conozco.

He ejercido cuarenta años de profesora en Aragón y fui alumna de la escuela de El Frago hasta los trece años. Allí viví situaciones que se parecían más a las de las escuelas del XIX que a las del XX. El tesón y la lucha de mi maestra, mi madre, por defender la educación de las niñas era muy parecido al que reflejaban las maestras del siglo XIX en las memorias que publicaban en la prensa nacional.

Como en todas las novelas históricas la realidad anda  mezclada con la ficción. Y juntas forman un universo verdadero.

Para satisfacer la curiosidad de algunos lectores, al final he puesto una relación de acontecimientos y personajes que he ficcionalizado a partir de la realidad.

Espero que disfrutéis leyéndola tanto como yo escribiendo. Poque esta novela me salió de las entrañas. Y, de nuevo, gracias a todos.

PARA TERMINAR

Sivia Gómez Bosque, autora de las Primeras maestras de Zuera y compañera de Editorial, con la que compartí espacio de firmas en el Paseo de la Independencia el día del libro, me escribe lo.siguiente:

«Espero que está novela tenga muchos éxitos no sólo por lo bien que está escrita y lo a gusto que se lee, sino porque el relato aporta mucha información, poco conocida, en un momento de transición educativa y tan importante para las mujeres.

Debería leerse en las carreras de Magisterio para tener un referente histórico de las dificultades que entrañaba nuestra profesión además de la escasez de posibilidades de desempeñarla.
Me alegro mucho de que hayas escrito una novela tan especial.

Espero que sea muy leída pues daría una visión más cercana de la historia de esta profesión. Lo creo de verdad. Ojalá se lea mucho. Me parece que es un trabajo muy bonito aunar realidad y ficción para narrar en una novela ciertos hechos y que resulte tan entretenida y tenga ese gancho que te pide seguir y seguir».

Sivia Gómez. Pseudónimo: «Sivia Silviae».

Gracias, Silvia, por tus palabras y por tu gran aportación a los albores de la Educación Pública aragonesa con «Las primeras maestras de Zuera», editorial Comuniter, Zaragoza, 2024.

Cristina Berges Casabona y Carmen Romeo Pemán.

Cristina Berges Casabona, una de mis fans fragolinas, el día 23 de abril, acudió a la Feria del Libro, en el paseo de la Independencia de Zaragoza, a hacerse fotos conmigo. Un abrazo para ella y para todos mis lectores.

Carmen Romeo Pemán

El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas

En la mesa. De izquierda a derecha. Aurelio Esteban, Concha Gaudó, Carmen Romeo, José Manuel Latorre y Ramón Reyes.

El miércoles, 6 de marzo de 2024, invitada por la Diputación Provincial y por el Ayuntamiento de El Frago, presenté la segunda edición de mi novela El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. La asistencia sobrepasó todas nuestras expectativas. Un público cercano que cargó el acto de emotividad.

El próximo domingo, día 10 de marzo, en El Frago, como cierre a un programa de actos en torno al 8M, las mujeres del pueblo leerán y teatralizarán alguno de mis relatos de la serie, «Las fragolinas de mis ayeres». Al final os dejo el programa.

José Manuel Latorre Martínez, «Seve». Diputado provincial por la Chunta Aragonesista

Agradeció la presencia a todos los asistentes. Se mostró gratamente sorprendido, por la cantidad de gente que acudió al acto. Me felicitó por el libro, que había leído con placer. Lo calificó de fácil lectura y de buena calidad literaria. Confesó que había invitado a los escritores de su pueblo a que escribieran un libro como este, en el que el verdadero protagonista fuera el pueblo. Y no lo había conseguido.

Le llamó la atención la validez universal de lo particular. Y la lectura invitó 5a dar un paseo virtual por cualquier pueblo de España. Antes de cerrar la mesa, abrió un coloquio sobre la novela en el que él mismo planteó cuestiones muy interesantes.

Moderó muy bien la mesa y dinamizó la participación de la gente. Un ejemplo de cómo se lleva eficazmente una mesa, con aparente sencillez y normalidad. Y todo gracias a su buen hacer y a sus habilidades sociales.

José Ramón Reyes Luna. Alcalde de El Frago.

José Ramón me dejó unas notas. Qué se oiga su voz.

Al final del curso 2021-22, recibimos una llamada del Ministerio. Nos comunicaban que teníamos concedida la escuela. En ese momento estaba interviniendo la Consejera de Educación en televisión. Iñaki Carasa, el empleado del Ayuntamiento, y yo estuvimos hora y media pegados al televisor esperando la noticia. Con tan mala suerte que se fue la luz y no pudimos escuchar el final. Al rato vimos los informativos de Aragón: comenzaban con la noticia de que El Frago y Botorrita abrían las puertas de sus escuelas. La gente salió corriendo a la calle con champagne. Las mujeres hicieron chocolate para todo el pueblo. Fue un momento muy grande, lleno de euforia. La gente recordaba anécdotas de la escuela y se revivieron situaciones muy bonitas.

Pasé la noche en blanco. Me di cuenta de la complejidad que supone abrir una escuela. Pero desde el primer instante, contamos con el apoyo de Isabel Arbués, Directora Provincial de Educación, descendiente de casa Perico Reina de El Frago.

En este acto solicité un aplauso para ella. Su madre, una fragolina, que también nos acompañó, se emocionó y se echó a llorar.

Isabel fue una de las artífices de que la locura de un loco alcalde dejara de ser locura y se convirtiera en una apoteósica realidad.

En la escuela hay 12 niños. En estos momentos estamos esperando una niña más. Es una escuela abierta al pueblo en la que participan todos los habitantes. Se ha proyectado un huerto escolar, en la misma escuela se han impartido clases de español para adultos ucranianos y ahora se están impartiendo cursos de aragonés para todo el pueblo, a las que voluntariamente asisten algunos niños ucranianos. Hace poco, Bogdam, un ucraniano de 10 años, apareció un día y exclamó: «Ya os vale. Una año para saber qué era una ardilla y ahora es un equiruelo». La escuela ha devuelto la alegría a las calles. La gente ha vuelto a poner huertos. La plaza y los alrededores del pueblo se han convertido en campos de juego y travesuras de estos críos.

En El Frago, tenemos un gran patrimonio románico muy apreciado, pero es más grande el patrimonio que tenemos con Carmen, tan grande como el patrimonio monumental e igual de vieja.

Para despedirme, había pensado en unas palabras, pero, esta mañana, al leer el artículo de Pilar de la Vega he cambiado de idea. Con su permiso, me permito el lujo de acabar mi intervención con sus palabras, las referidas a El Frago y a Carmen.

«Esperanza en el futuro tienen los habitantes de El Frago que celebran la reapertura de su escuela. Decidir el cierre de una escuela siempre ma ha parecido el comienzo de la muerte de un pueblo. Una de las que más me entristeció fue la de El Frago, dado que conocía el papel que habían desempeñado los maestros, en posiblititar a muchos alumnos y alumnas poder estudiar. Su alcalde está feliz cuando nos recuerda que en 2017 eran 27 vecinos y ahora son 73. Han logrado reabrir la escuela 32 años después. Nos lo cuenta Carmen Romeo, fiel a su historia y su tierra, en la presentación de su libro, «El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas«. Hoy se presenta en el Palacio de Sástago.

En estos tiempos de agotamiento del interés común, de la crisis de la polis democrática y de la aún constante discriminación y violencia de género, es un ejemplo transformador y esperanzador», (Pilar de la Vega, «Esperanza en el Futuro», Heraldo de Aragón, 6 de marzo de 2024-

Aurelio Esteban Carazo. Médico escritor. Reprentó al editor de Comuniter.

Presentó a la editorial. alabó el libro y volvió a abrirme sus puertas para seguir publicando con ellos. Para justificar su presencia en la editorial, me permito recomendar dos de sus libros: El doce y El caminante de los tejados

El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas. Por Concha Gaudó Gaudó.

Catedrática de Historia con abundantes publicaciones y una sensibilidad especial para los análisis lingüísticos. Habla alemán, inglés, francés y está estudiando árabe. Con este bagaje y con sus conocimientos exhaustivos de mi obra y mi persona, era la persona más indicada para hacerme la presentación. Además, como una buena amiga, me dio mucha seguridad estar a su lado.

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Presentar un libro es siempre una alegría, y más en este foro, en este hermoso escenario. Presentarle  un libro de Carmen Romeo es un regalo que ella me hace desde su inestimable amistad. Gracias Carmen, muchas gracias,  y gracias también al Ayuntamiento de El Frago y su alcalde José Ramón Reyes, a esta Institución que nos acoge y al diputado José Manuel Latorre  y a la Editorial Comuniter y su representante, Aurelio Esteban,  por aceptarme y ofrecerme esta “predicadera”.

Carmen Romeo Pemán  nació en El Frago (Zaragoza), en 1948. Es maestra y licenciada en Filología Hispánica y  empezó su carrera profesional en la enseñanza universitaria, en el Colegio Universitario de Teruel.  Muy pronto pasó a la Enseñanza Secundaria, en el Instituto Francés de Aranda de Teruel, primero y, luego, en el  Instituto Goya de Zaragoza, donde ha sido catedrática de Lengua y Literatura durante más de 40 años.   Dar clase (enseñar) ha sido su dedicación y su vocación. Y no sin recompensa,  pues es larga, muy larga, la lista de alumnas y alumnos que la reconocen, en la calle, en los libros, en todos los foros, como su gran maestra, sean del ámbito profesional que sean. El suyo es uno de los nombres propios que Irene Vallejo escribe en el hermoso papiro ”El infinito en un junco”. Desde el aula, Carmen la animó en sus primeros pasos como escritora, ¡buen ojo! Y su recuerdo está en los cientos de alumnos y alumnas, rumanas, chinos, africanos…  a quienes acogió en sus clases de español para extranjeros y llevó hasta la Universidad.

La docencia ha sido su preocupación y actividad principal, con especial atención hacia la renovación científica, pedagógica y a la coeducación, con numerosas publicaciones en estos ámbitos. Pero ella nunca abandonó el ámbito de la investigación, lingüística y literaria, además de pedagógica y didáctica (no voy a citar sus publicaciones, la podéis encontrar fácilmente), y a un campo muy especial, la investigación en historia de la educación sobre todo la Educación Primaria y la educación de las mujeres. Aquí sí cito su libro “De las escuelas de El Frago”, un estudio de referencia sobre la historia del magisterio español, junto a numerosos artículos publicados en su blog “Letras desde MOCADE”, o en diversas revistas.

Cuando el tiempo lo ha permitido, cuando ha llegado su jubilosa situación, Carmen ha sacado del cajón su producción literaria y nos la ha dado a conocer. Por eso parece que es una escritora tardía. Pero todos estos textos ya estaban preparados e incluso escritos, hace mucho tiempo. El mismo rigor y calidad demostrada en la docencia y la investigación la encontramos en su producción literaria.

Trabajar con ella durante muchos años, en infinidad de asuntos, ha sido una fuente de conocimiento, un auténtico placer y “el origen de una gran amistad”.

¡Vamos a la obra!, la novela “El Frago, 1901. Por enseñar a las niñas”. La novela cuenta las vicisitudes de una maestra principiante en una pequeña localidad de montaña media, las Altas Cinco Villas.

Se trata de una novela, sí, pero alguna cosa más. “El Frago, 1901” es para mí, en primer lugar, un trabajo de investigación. Un gran trabajo de archivo que documenta, con sistémica precisión y referencias, toda la historia de la educación en los primeros años del s. XX, entre la crisis del 98 y la esperanza del Regeneracionismo. El funcionamiento escolar y académico, las nuevas disposiciones políticas, los políticos y los personajes destacados, las innovaciones, los Boletines oficiales, artículos de revistas, …, todo, todo está perfectamente reseñado. Un buen resumen de las novedades y los cambios educativos de la época, descritos, eso sí, de otra forma.

La historia, la historia política, contada en breves y oportunas pinceladas, sirve de marco referencial de los tiempos cambiantes y la dinámica del país.

Y es un trabajo de investigación también en otros campos, con el mismo rigor. La moda, por ejemplo. Un tema que le gusta a Carmen, descubridora de Pilar Lana, la primera empresaria, una mujer propietaria de una fábrica de corsés en Zaragoza. La moda, los cambios en el vestuario, nuevas prendas, nuevos tejidos, están estudiados con rigor y total veracidad. Y los mismo otras cuestiones, la salud y la difusión de la higiene, las nuevas tecnologías, el comercio… Nada en la novela es una fantasiosa invención.

En segundo lugar, esta novela es un tratado de etnografía. Aquí el archivo se complementa con la entrevista, la observación, el conocimiento personal, sobre todo del pueblo y de la zona. Cuenta la vida de una aldea rural, con fidelidad y claridad. Los grupos sociales, las relaciones, las afinidades, las riñas y diputas, los trabajos y los ocios, comidas, costumbres, sentimientos, duelos y alegrías, instituciones, el caciquismo, la influencia de la iglesia, los grupos políticos, las casas y sus usos.…. La vida. Les aseguro que en 1901, en El Frago, había un piano Steinway y una gramola La voz de su amo, comprada en Casa Coiduras de Ayerbe.

Pero el libro es una novela, con su estructura, su protagonista, sus personajes, su narración y sus capítulos, incluidos los amoríos, muy bien acoplados en las relaciones sociales de la época, con un final que ya descubrirán. Muy bien articulada, desarrollada y contada. También se incluyen los gustos de la autora, los latines, la literatura, Mio Cid, Cervantes, Quevedo, Espronceda, los cantes populares.

Un lenguaje, cuidado y culto, popular cuando se requiere. Vocabulario exacto y preciso, los topónimos. Aquí, de nuevo, se deja notar la predilección y conocimientos en lingüística de la autora.

¿Y por qué una novela? Pues porque es el formato que le permite a la autora contar lo que quiere contar y de la forma que lo quiere contar. ¿Cómo explicar que, aunque en El Frago no había pobres muy pobres, con el monte y el huerto todos conseguían algo que llevarse a la boca, algunos chavales robaban una vela de la Iglesia, para no ser los únicos que no llevaban cera para encerar las pizarras de la escuela? ¿O cómo denunciar las múltiples formas de opresión y violencia contra las mujeres habituales dentro de la vida cotidiana? Es la forma de contar la intrahistoria e incluso la historia  desde las vivencias personales a la trascendencia social.

Y una novela por más cosas. “El Frago, 1901. Por educar a las niñas” es un libro de agradecimiento, de reconocimiento y elogio a la EDUCACIÓN, con todas las letras en mayúscula. La educación ha sido,  y sigue siendo, desde la Ilustración, como dice hoy Pilar de la Vega en el Heraldo de Aragón, el gran motor del cambio, el cambio social, personal, político y económico del mundo moderno. Pero la educación todavía ha tenido más importancia en el espacio rural, es aquí donde el valor de ese motor de cambio se acrecienta e intensifica. Recupero la voz de Carmen en alguno de sus artículos: No es posible pensar en la larga lista de personas destacadas de El Frago en el ámbito profesional y cultural, sin tener en cuenta el papel de las maestras y los maestros de El Frago, el papel de las maestras y los maestros en las escuelas rurales.

Es también  un libro que testifica, desde lo material y desde lo emocional, el largo y difícil camino de la educación de las niñas. La lejanía y el aislamiento, la indolencia administrativa, la interesada mentalidad atávica…, han hecho todavía más difícil la educación de las chicas. Todavía estamos reivindicando la igualdad.

Es, pues, un libro reivindicativo, con energía y decisión, con implicación y compromiso. Reivindicativo de la educación, la educación rural, la educación de las niñas. Leí el pasado domingo, 3 de marzo, en la contraportada de El País una entrevista a Lola Cabrillana, maestra gitana y maestra de niñas y niños gitanos. Lola decía sobre  la educación: “hay que aferrarse a ella, porque es la llave de nuestro progreso y libertad”. Pues eso.

En mi última lectura, me quedé enganchada en algunas frases: “Pues a ver si consiguen cambiar la mentalidad de nuestros mandamases” (cap. 10), o la defensa de la educación de las hijas  que hace Dominica del Corronchal, “Otro gallo nos habría cantado a nosotras”, con una maestra así (cap. 6), “con la maestra llegaba algo de modernidad al pueblo” (cap. 15).

“El Frago, 1901” es un libro homenaje. Doña Matilde es la quintaesencia de doña Inés, doña Simona, doña Angelita, doña Asunción,  doña Nieves y muchas más. Un homenaje a todas las maestras que Carmen tiene referenciadas y bien biografiadas, en los numerosos pueblos de nuestra geografía. Porque, antes, para ser maestra en una ciudad, había habido que ejercer bastantes años en algún pueblo. Es muy hermoso ver cómo las mujeres nos acordamos, sobre todo, de nuestra maestra.

El libro se presentó en el Frago el 25 de junio de 2023. Ese día se celebraba la fiesta de fin de curso de la escuela de El Frago. El Frago cerró sus escuelas a finales del s. XX. Cerrar una escuela, cito de nuevo  a Pilar de la Vega en el Heraldo de hoy, es empezar a cerrar un pueblo. El Frago ha reabierto su escuela, inaudito, poco frecuente. Esta escuela aún tiene que consolidarse, sé que en ello se está trabajando. Pero un pueblo, que construyó su escuela “a vecinal”, que tiene como libro de referencia la historia de la escuela y como personajes destacados a las maestras y los maestros,  por la educación y por el resurgir del pueblo, lo logrará.  Cambiará, seguro, la mentalidad de los mandamases, en este caso los de más arriba.

Ayer me decía Francisca Soria, sabia y experta en este campo, que estaba disfrutando mucho con doña Matilde. Léanlo, lean “El Frago 1901. Por ensenar a las niñas”,  aprenderán y se lo pasarán muy bien.

El libro está dedicado a Doña Asunción y don Gregorio, maestros. Quien a los suyos parece,….

Gracias, Carmen, MbAESTRA.

Gratias agimo vobis. Por Carmen Romeo Pemán.

¡Buenos tardes! Ha llegado mi momento de acción de gracias. Y lo siento de corazón. No me gustaría que sonara a rito. Antes de comenzar por lo menudo, me voy a saltar el protocolo. No puedo hablar sin dar las gracias a las personas tan queridas que me acompañáis. Todos, y cada una, tenéis una relación personal, de cariño conmigo, por eso me da miedo nombrar, no quiero que nadie se sienta fuera. Aquí toda mi familia, El Frago en pleno, todo el instituto Goya, representantes de instituciones, alumnos de Zaragoza y de Teruel, amigos de muchas andanzas. Todos juntos, y por separado, sois los trocitos de corazón que he ido repartiendo a lo largo de mi vida. Vuestras caras me emocionan hasta la lágrima.

Ahora paso a la mesa. En primer lugar gracias a José Manuel Latorre, diputado provincial de Archivos y Bibliotecas, por la Chunta Aragonesista. Me consta la buena disposición del señor Latorre para acoger este acto desde el primer momento. Para mí es un honor presentar mi obra en esta casa y en este salón de la música. Un lujo. También es un orgullo, saber que el señor Latorre comenzó a amar las lecturas en la Almunia, de la mano de mi querido primo José María Pemán Martínez. Un enseñante de raza donde los haya.

Gracias a Aurelio Esteban Carazo, un médico escritor, que hoy está aquí representando a la Editorial Comuniter. No dejéis de leer sus obras, en especial: El doce, escrita a cuatro manos y publicada en Comuniter.

Gracias a Concha Gaudó, por estar siempre a mi lado, unas veces de forma visible, como ahora; y otras entre bambalinas.

Concha además de amiga y compañera, es una excelente crítica literaria, aunque venga de Historias. Es una enamorada de las lenguas y de las maneras del decir. Su intuición lingüística es un don que quiso darle el cielo. Su tesón en el estudio y el gusto por las lectura son los que complementan el anterior. ¡Gracias, Concha! Por todo, por esto y por mucho más.

Y, ¿cómo no? Gracias especiales al Ayuntamiento de El Frago que preside José Ramón Reyes Luna, José Ramón, desde su legislatura anterior, acompañado por Manolo Romeo Berges como concejal, me venían dando la lata para que escribiera algo más sobre El Frago y sobre la escuela. Y esta vez no ha sido un ensayo histórico, como fue el libro De las escuelas de El Frago. Esta vez me he atrevido ha cambiar de género y me he echado a nadar con una novela. ¡Gracias, José Ramón, por tanto! Estas palabras son un pequeño reconocimiento a lo mucho que te mereces. Y sé que no vas solo. Te has sabido rodear de un buen equipo. Gracias, pues, a Paloma; a Jesús Ángel, «Tachín»; a Jesús Beamonte, «Piquero»: y a Jesús Romeo, «Susti». Con tantos Jesusitos las esquinicas de tu cama están muy bien protegidas..

No quiero dejarme en el tintero al Ayuntamiento que presidió Javier Romeo Berges, además de apadrinarme los libros De las escuelas de El Frago y De la roca nacidas, me animó a involucrarme en escritos fragolinos y me abrió las puertas del Archivo. Allí comenzó esta gran aventura. Y, junto a Javier, no puede faltar mi reconocimiento a su hermana María José Romeo, exquisita correctora de todos mis textos. Solo quedan erratas cuando, como en este caso, por motivos técnicos, no se han incorporado sus correcciones.

Pilar de la Vega, gracias por tu oportuna reivindicación para El Frago en tu artículo de hoy. Me has sacado una sonrisa profunda cuando lo he leído por la mañana. También te doy las gracias de parte de doña Asunción, maestra de la promoción de doña María, tu madre. Una maestra carismática de la Cartuja Baja. Las dos son la quintaesencia de mi doña Matilde.

Me gustaría que este acto, además de la presentación de un libro, fuera una celebración y una reivindicación por la recuperación de nuestras escuelas. Llevaban 32 años cerradas y, como por arte de magia, los fragolinos, con José Ramón en el timón, y Manolo Romeo Berges de concejal, logramos lo que parecía imposible. Os confieso que el día que me comunicaron su reapertura no me lo podía creer. Y lloré de tanta emoción.

Abrir una escuela es un proyecto de futuro. Un proyecto de larga duración. Los fragolinos las vamos a mimar, os lo aseguro. Pero, igual que la maestra de mi novela, necesitamos el apoyo de las instituciones. Un apoyo que me atrevo a pedir esta tarde, aprovechando que estoy en la Diputación Provincial. Los mandamases, como os llamaba doña Matilde, no quedaréis defraudados.

Salón de la música desde la mesa.

Como muchos ya habéis leído la novela y Concha ha hecho una excelente presentación, yo solo os contaré algunos secretillos.

La novela lleva un doble título. Es que no sabía cuál elegir. Los dos responden a dos regalos de mis padres: don Gregorio y doña Asunción, mis maestros. Me hicieron nacer en el Frago y me contagiaron el amor por el pueblo, por sus gentes y por su historia. Mi padre sentía muy vivos sus genes fragolinos, y así nos los contagio a sus dos hijas, Maruja y Carmen. Nuestra madre, de Biel, también colaboró en nuestro amor a la tierra. Una de las pocas salidas que hace doña Matilde es un viaje a Biel a ver a su amiga Gala. ¡Cuántas veces hemos recorrido nosotros ese mismo camino para ver a mi abuelo, mis tíos y mis primos!

De los dos, de mi padre y de mi madre, me viene la pasión por enseñar. Como ellos, no podía dedicar mi vida a otra cosa. De ellos aprendí que la enseñanza se engrandece cuando nos entregamos a los alumnos con menos oportunidades, entonces se decía a los más desfavorecidos. Sin olvidar a ninguno, claro.

Mientras escribía esta novela, desplegaba las alas que ellos me dieron. Esas alas que me ayudaron a documentarme y a recrear un año muy complejo en la historia de la Educación en España y en Aragón. Y en El Frago en particular.

Repartidas por las páginas hay muchas claves fragolinas. Pasaréis algún rato en el Carasol de Vicenta. En el Café de Rosendo podréis charlar con mosén Mateo Echevería, el cura que bautizó a muchos de nuestros abuelos y bisabuelos. O escucharéis la voz de Matilde, convertida en mi doña Matilde. La voz cantarina de una joven con sonrisa permanente que se me quedó grababa para siempre. Muchos me habéis preguntado si doña Matilde realmente existió. Como personaje no. No podía existir. Yo quería que mi doña Matilde fuera un ídolo que diera sentido y transcendencia a la novela. Quería que la pudieran identificar como suya los habitantes de un pueblo perdido del Bierzo o de Andalucía. Y mi sorpresa ha sido que la han identificado como suya muchos lectores de América Latina. Si fuera de carne y hueso, un personaje real de El Frago, moriría a la vez que vamos avanzando en las páginas de la novela.

Otros me habéis preguntado por qué me fui a los 13 años de El Frago y que si he vuelto. A ver, este es un error que se deduce de mis semblanzas académicas. A los 13 años mis padres me sacaron a estudiar a un internado. Ya no podía continuar mis estudios en El Frago. Después estudié en la Universidad, comencé a trabajar y me casé. Mientras estuve soltera mi casa era la de El Frago, no tenía otra. Así que no me fui. Y como conservo la casa, aún no me he ido.

El señor diputado me pregunto: ¿por qué era doña Matilde de la parroquia de El Gancho de Zaragoza?

Pues porque la mente tiene sus obsesiones y asociaciones. Hace unos años conocí, por la prensa de 1903, el asesinado de un niño de pocos dias en la catedral de la Seo de Zaragoza. Se encontró el cadáver en la Sala de los Tapices, detrás del tapiz de la matanza de los Inocentes. Fue un caso muy comentado en el Imparcial y en el Sol. Todo había sido fruto de unas relaciones incestuosas de un canónigo de la Seo con una prima suya y con su sobrina maestra. Este caso, muy famoso en toda España, me impresionó tanto que le dedique el relato «Crimen en los tapices de la Seo». Y ahora, sin saber por qué, doña Matilde vuelve a vivir en la parroquia del Gancho y siente en sus carnes la misma amenaza que sintió la sobrina del aquel canonigo de la Seo. Y se apellida Zugasti por exigencias narrativas: tenía que llegar la última, y a tiempo, a las oposiciones de Huesca. El personaje, no, no es de El Frago, pero su nombre sí. Es el de Matilde la hija de la señora Presentación, que, durante muchos años, vino a mi casa todas las tardes a traernos leche de cabra. Con el tiempo se casó con Angelito de Moño, de Biel.

Alguien preguntó por las talas de árboles. Nunca se talaron árboles para las escuelas. La riqueza forestal del Ayuntamiento, la única, se empleaba como hucha y se cortaban los pinos que marcaba la autoridad de montes competente. No sucedió en 1901, pero sí en los anteriores y siguientes. Aprovechando el día del árbol, los maestros con los niños de las escuelas, ayudados por los vecinos, «a vecinal», repoblaron con chopos las riberas del Arba desde el Molino hasta el Sotal. Así se evitaban las mordidas del río en los escasos huertos de la vega.

Otro tema de montes, muy bien documentado en los archivos, es el de los escalios o bancales en las laderas y en los pasos de ganado. Estaban muy reguladoS. Para contextualizar el tema de los montes en la novela, lo consulté con mi primo Jesús Pemán García, un Ingeniero, profesor en la Escuela de Montes, descendiente de Biel y conocedor de esta problemática en la zona. Según él, lo tengo bien orientado, teniendo en cuenta la política de montes en 1901.

Para escribir esta novela, he puesto a funcionar elementos del contexto histórico de España en Aragón y en El Frago, porque es lo que mejor conozco. Siempre he ejercido de profesora en Aragón  y fui alumna de la escuela de El Frago hasta los trece años, donde viví situaciones que se parecían más a las de las escuelas del XIX que a las del XX. El tesón y la lucha de mi maestra, mi madre, por defender la educación de las niñas era muy parecido al que reflejaban las maestras del siglo XIX en las memorias que publicaban en la prensa nacional. Y como alumna, no como hija, recuerdo una frase que nos repetía muchas veces en la escuela: Hijas mías, no sé qué seréis de mayores ni qué ideas tendréis. Pero estéis donde estéis y penséis como penséis, nunca os olvidéis de que sois mujeres. Mientras digo esto veo la cara de asentimiento de Pili Berges, mi compañera de pupitre y amiga inseparable de correrías.

Como en todas las novelas históricas la realidad anda  mezclada con la ficción. Y juntas forman un universo verdadero.

Para satisfacer la curiosidad de algunos lectores, al final he puesto una relación de acontecimientos y personajes que he ficcionalizado a partir de la realidad. Los otros, aunque compartan algún rasgo que vosotros reconocéis es mera casualidad. O fruto de la creación. Cuando una tiene el gusanillo de escribir se fija mucho en las personas que la rodean. Y sin darme cuenta, gestos, formas, colores, voces, olores, posturas, ¡qué se yo!, van pasando al subconsciente y se escapan entre las letras de mis escritos. En los futuros también estaréis vosotros, todos los que me acompañáis esta tarde. La realidad alimenta la ficción.

Espero que disfrutéis leyendo está novela tanto como yo escribiéndola. Y, de nuevo, gracias a todos.

Salón de la música desde atrás.

La presentación de este libro tiene dos objetivos muy marcados. Solicitar apoyo de las instituciones para las recién nacidas escuelas de El Frago y ser el primer acto en torno al Ocho de Marzo. En la novela, doña Matilde se deja la piel por conseguir una enseñanza digna para las niñas. Y esto enlaza con los actos en los que las mujeres de El Frago, jóvenes y no tan jóvenes, seguimos luchando por nuestros derechos.

Cerraremos el ciclo de este año con la lectura y teatralización de unos relatos de mi serie «Las fragolinas de mis ayeres», donde se denuncia la desigualdad y la opresión de nuestras antepasadas. Esas mujeres que sufrían la opresión en sus carnes y no eran conscientes de ser las principales víctimas de un sistema patriarcal. Como decía mi maestra, nunca nos olvidemos de que somos mujeres y tenemos que vivir siempre alertas para defender nuestros derechos.

Carmen Romeo Pemán

Los mandamases y la maestra

Las fragolinas de mis ayeres.

A mi madre y a todas las maestras que han pasado por El Frago.

Aquella tarde estaba jugando al guiñote con el maestro, contra el secretario y el veterinario. Durante la partida, en el café de Rosendo, no se habló de otra cosa. De doña Filomena, la nueva maestra. La tercera en lo que iba de curso. Eran todas iguales, unas postineras. Pero esta, además de joven y presumida, era una sabelotodo que se enfrentaba al lucero del alba. Y eso yo no lo podía permitir en un pueblo de orden y la mandé llamar.

—¡Buenos días, doña Filomena! No tenga miedo que no le voy echar ninguna regañina.

—¡Buenos días, mosén! La verdad es que no sé por qué me ha llamado.

Me llamó la atención la calma con que me respondió.

—Pues verá. Me parece que no presta mucha atención a la enseñanza religiosa.

—No se confunda, mosén. Yo soy creyente y rezo con las niñas que quieren.

—Pues a eso voy. En religión hay que obligar. Estas libertades pueden traernos libertinajes.

—Yo… yo creo que si les damos un poco de libertad sus creencias se harán más fuertes.

—Espero que me haga caso. Además, le guardo mismo regalo que a las maestras anteriores. —Me giré hacia la mesa de la sacristía y tomé dos libros—. Aquí tiene El Año Cristiano y Flos sanctorum para lecturas de clase.

Antes de seguir con el asunto, me callé un momento. Esperé a que el veterinario, el maestro y el secretario levantaran la vista de las cartas.

Les conté cómo, aquella misma mañana, me había rechazado los libros. De forma altanera me dijo que solo ella se ocupaba de los asuntos de la escuela. Pero yo no lo tomé a mal, que el confesonario me había enseñado mucho en eso de la soberbia de las mujeres. Es más, para ver si la traía a buenas, a media mañana me acerqué a la escuela con La perfecta casada de Fray Luis de León. Y delante de las chicas me dijo que no pensaba leer ese panfleto.

En ese momento todos dejaron las cartas encima de la mesa. Y el maestro, que había notado que la nueva maestra solo tenía ojos para el médico, se animó.

—No llevaba aquí ni dos días cuando los chicos ya me dijeron que no querían rezar. Y uno de los pequeños fue el que se atrevió a decirme que la maestra había colgado un crucifijo pero que ella no rezaba ni obligaba a las chicas.

—Esto es motivo para echarla del pueblo —exclamó el dueño del café desde el mostrador.

Yo, como si no lo hubiera oído, seguí con mi cantinela.

—A mí no me la pega. Que cuando le he preguntado por qué se había llevado el crucifijo en la cartera y no lo había dejado en la escuela, me ha contestado: “Es que no quiero que se manché con el hollín de las paredes de ese antro que me han asignado como escuela. Además, en mi casa estará mejor guardado”.

Respiré un poco para ver las caras. Se estaba caldeando el ambiente, y seguí:

—Pues yo sé de buena tinta que los masones arramblan con las vírgenes y santos. Así que igual estaba metida en el robo del Niño Jesús de Praga, que acababa de desaparecer de la iglesia.

Al oír esto el veterinario y el maestro, que iba de pareja conmigo, se santiguaron.

—Bueno, mosén, que esto son palabras mayores. Vamos a acabar la partida y luego hablaremos —dijo el veterinario.

—¡Las cuarenta! —grité.

Entonces el secretario, que jugaba contra mí, se puso de pie.

—Espero que no se haya inventado la patraña del Niño Jesús para despistarnos y ganarnos la partida.

—Y yo espero que esto sea un arrebato de mal perdedor. —Me puse de pie y levanté la voz—. No me gustaría tener que ir a la caza de brujas y de masones.

—¡Por Dios, mosén Genaro! —me respondió el secretario y yo me volví a sentar—. No me esperaba esto de usted después de tantos años juntos.

—Tenga cuidado con lo que dice —le contesté—. Aquí sabemos de qué pie cojea cada uno. Y más cuando usted prefiere ir a confesarse con otros curas fuera del pueblo.

—Venga, sigamos con lo nuestro. Que me parece a mí que esta maestra nos está sacando a todos de nuestras casillas —dijo el maestro.

—No será para tanto. —El dueño del bar le pasó una mano por el hombro al secretario—. Todos conocemos a mosén Genaro y gracias a él van las cosas bien en este pueblo.

Rosendo se sentó a mirar en una esquina de la mesa y cuando acabamos de jugar comenzó con una de sus monsergas.

—¡Dónde se ha visto que unas alumnas manden más que la maestra! Si ustedes que tienen autoridad no tercian en el asunto, pronto se nos habrán subido a las barbas las crías, la maestra y las mujeres.

—¡Eso no lo permitiremos nunca! No dejaremos que Satanás entre en nuestras casas. —Me subía tanto calor desde el pecho que me sofocaba—. Lo mejor será que el domingo la amoneste desde el púlpito.

—¡Un poco de calma! —terció el veterinario—.No saquemos las cosas de quicio.

—A mí me va bien que sigan viniendo a mi café. Pero, si algún día me las tengo que ver con mi mujer y con mis hijas y ustedes no han hecho nada, me cagaré en sus muertos —se envalentonó el dueño del bar.

Entonces entró el médico. Rosendo volvió al mostrador a servirle un carajillo bien cargado de ron. Mientras se lo preparaba pensaba: “Con este, como con el secretario, no sé a qué carta quedarme. Unas veces la critican y otras dicen que con ella ha llegado un aire fresco. No sé, no sé, me tienen un poco mosca”.

Don Valero aprovechó la espera y me dijo al oído:

—He hablado con doña Filomena y está descontenta con lo que le ha dicho esta mañana.

Acto seguido, continuó en voz alta para que lo oyéramos todos:

—Esto se está pasando de castaño oscuro.

El medico se acercó a la estufa y mientras se calentaba las manos y me contestó:

—Pues ahora el que me voy a pasar soy yo. Quiero que sepa que a mí, y a muchos del pueblo que no se atreven a hablar, nos parece que la Iglesia no tendría que meterse tanto en estos asuntillos mundanos, como los  llaman ustedes.

—¡Quéé diice! Hasta hace unos años las escuelas estaban en manos de la Iglesia para evitar los desatinos de los liberales en la formación de las almas de los niños. Cuando nos las quitaron nos pareció mal que entraran maestros, pero luego, con las maestras, las cosas fueron de mal en peor. Y no sé adónde nos llevara el señor Romanones con el nuevo Ministerio de Educación. Algún día se acordarán de mosén Genaro.

Después de aquella tarde me pareció que la maestra se había calmado, aunque el cartero me dijo que un día sin otro enviaba cartas de protesta a la Inspección. Así que una mañana, cerca ya de Semana Santa, me presenté en el Ayuntamiento. Cuando comencé a hablar el alcalde me alcanzó una nota que acababa de escribir.

El mes que viene, con el comienzo de la Semana Santa prescindiremos de sus servicios. Ya tenemos contratada otra maestra para la vuelta de vacaciones. El Frago, 12 de febrero de 1902.

Cuando el alguacil le llevó la nota, la vi que salía de su casa hacia El Terrao. Aproveché que estaba ensimismada, escuchando el ruido del río desde la barbacana, y me acerqué. Oyó mis pasos y se volvió como una gripiona.

—Mire, mosén Genaro, por su culpa y los mandamases como usted, las mujeres de este pueblo no irán a la escuela y se pasarán la vida subiendo cántaros de agua por esta trocha de cabras.

Se dio la vuelta y se fue pisando barro con unos zapatos rojos de tacón alto.

Carmen Romeo Pemán

Relato publicado en la revista cultural de El Frago, Entre picarazones. Número III, octubre de 2922Foto de Modesto Montoto.

Los ruejos del Arba

A mi nieto Sergio, que tanto le gusta andar por los ruejos.

Estábamos comiendo en silencio, todos atentos al parte en la radio, que así se llamaba el boletín de noticias. Cuando acabó el locutor, mi padre apoyó los codos en la mesa y me dijo en tono solemne:

—Alodia, tenemos que hablar muy en serio.

Me pilló tan despistada que no sabía de dónde podían venir los tiros. Llevaba muchos días portándome bien para que no me castigara.

—¿Qué he hecho ahora?

Se me cayó cuchara al plato y la sopa salpicó el mantel. Mi madre corrió a buscar una bayeta, ronroneando: “esta Alodia es una patosa. Mira que manchar el mantel que tejió el señor Benito”.

—No, no me mires con esa cara de susto que hoy no te voy a reprender. Hoy quiero hablarte de tu futuro. —Yo me puse en guardia. Aquellas palabras me sonaban peor que un castigo.

—¿De mi futuro? ¿Ha cambiado algo? ¿Ha pasado algo?

—No, hasta ahora nada, pero vas a cumplir diez años y tendremos que pensar en llevarte interna a la ciudad.

—¿Quéé? Pero si yo he quedado con mamá que no iría a las monjas hasta los catorce años.

—Eso son cosas de tu madre que no para de darme la murga con que ella te va a echar de menos y tú vas a pasar muchos cariños.

—Por favor te lo pido —junté las palmas de las manos—. Prepárame tú para el bachillerato como haces con los chicos.

—¿Lo ves? Lo que le digo a tu madre. —Se limpió los labios con la servilleta y siguió—: Aquí no puedes seguir con esa vida de chicazo.

La verdad es que solo pensaba en bajar a pescar al río. En verano los acompañaba a cortar espliego y se lo vendíamos al esplieguero. Yo llevaba media hoz roñosa que día me encontré en el Corronchal. A la vuelta la escondía entre unas matas de ortigas. Así no me la quitaría nadie.

—A ver, levántate la falda. Tu madre me ha dicho que llevas un corte en el muslo.

Cuando se lo enseñé me saltaron las lágrimas de rabia. No por la herida, que no me preocupaba, sino por mi madre. Me acababa de defraudar: “Palabrita del Niño Jesús.   A partir de ahora, nunca, nunca le contaré ningún secreto”, me prometí en silencio.

—Y tú callada, ¿eh? Mira, me he enterado por casualidad. Se le ha escapado a tu madre. ¡Basta ya de patrañas entre vosotras!

—Ahora sí que no entiendo nada. Tú siempre me has dicho que tus alumnos son más nobles que las chichas. Y también sabes que voy con ellos pero no hacemos nada raro. Puedes preguntárselo mañana en la escuela.

—A ellos no les tengo que preguntar nada. Aquí la que mea fuera de tiesto eres tú.

—Estoy segura de que sabías que iba con ellos al espliego. Y lo de la hoz ha sido poca cosa.

—Eso de poca cosa lo dirás tú. Ahora mismo vamos a casa del médico a que te ponga una inyección contra el tétanos. Y le explicarás cómo te lo hiciste.

—¡No puedo más! Me estoy sofocando mucho.

—Eso son lágrimas de cocodrilo.

—Pues el médico lo entenderá. Que no será la primera herida de una hoz que vea en este pueblo.

—¿Pero qué formas son esas de hablar a tu padre?, ¿no te das cuenta de que solo aprendes malos modales? Nunca serás una señorita como Dios manda.

—Es que yo no quiero ser una señorita. No quiero llevar faldas de tubo ni zapatos de tacón. No me quiero pasar las tardes apoyada en las paredes del baile esperando a que los mozos me saquen a bailar.

—¡Basta ya! Lo que me faltaba, una mocosa metida entre las parejas del baile.

De unas nos fuimos a otras y la discusión subió el tono. En un momento, empezaron los gritos. Mi madre se azoró, se le cayó la sopera con las albóndigas y le salpicó la camisa.

—Y tú, podrías tener más cuidado. —Mi madre se apretaba las manos escaldadas con el delantal.

—Pues ahora voy a hablar yo —dijo mi madre—. No sé a cuento de qué has sacado esta conversación del internado si yo ya había hablado con Alodia. Y tú estabas de acuerdo en que siguiera en casa tres años más. Esto es que te han contado algún chisme nuevo o te ha dado una tarantela.

—¡Y tú no le des la razón a la niña! ¿Es que no te das cuenta de que aquí ni va estudiar ni nos podremos hacer con ella?

—Pues claro que voy a estudiar, como hacen todos los que se examinan libres. Y no sé a qué te refieres con que no os podréis hacer conmigo. ¿Acaso es malo coger renacuajos y tenerlos en casa mientras se les caen las colas y les salen las patas? ¿Es malo ir a ver cómo crecen las crías de los picatroncos?

—No, eso no es malo —dijo mi padre—, pero no es propio de una chica.

Yo había hablado muchas veces con mi madre de la desazón que sentía cada vez que pensaba en un colegio de monjas.

—Bueno, pues que este año se examine libre de Ingreso y luego volveremos a hablar. Hoy estamos demasiado acalorados los tres para tomar decisiones —dijo mi madre.

Mi padre dio un puñetazo en la mesa, se levantó y, antes de salir del comedor, se volvió hacia nosotras:

—Aquí mando yo. ¿Me habéis oído?

A los pocos días me subí al coche de línea y me senté en la última fila. Por el cristal trasero veía cómo se alejaba la roca sobre la que se asentaba el pueblo. Llevaba en el bolsillo dos piedras redondas del Arba. Me las había dado el abuelo de casa Garriancho, que estaba ciego y aún vestía calzón.

—Toma, moceta, estos ruejos que te caben en la mano. No los sueltes que así no te marearás. Y guárdalos hasta que nos volvamos a ver.

En las primeras vacaciones volví a devolverle los ruejos. Pero hacía dos meses que lo habían enterrado. Me los volví a meter en los bolsillos y aún los conservo. Esos cantos rodados desprendidos de la gran roca que me vio nacer- De tanto acariciarlos cuando escribo, se han convertido en brillantes pisapapeles.

Carmen Romeo Pemán.

María Moliner en Zaragoza

#InstitutoGoya

El sábado día 30 de marzo, María Moliner Ruiz cumplió 119 años. Fue una de las primeras alumnas del Instituto Goya, en ese momento llamado Instituto General y Técnico de Zaragoza, que durante mucho tiempo estuvo situado en la vieja Universidad de la Magdalena, un edificio hoy desaparecido.

Fachada de la Universidad

Fachada de la desaparecida Universidad de la Magdalena. En este complejo universitario estaba el Instituto de Zaragoza.  En 1933 se trasladó al edificio de los jesuitas y se llamó Instituto Goya. En 1936 estuvo un tiempo en la Escuela de Comercio y después volvió a la Magdalena. En 1959, el mismo día que el Hospital Miguel Servet, se inauguró el edificio tal y como se conserva en la avenida Goya, 45.

Movida por el honor de haber impartido clases en el instituto donde ella estuvo de alumna, quiero recordar sus andanzas por Zaragoza, y los homenajes que la ciudad le ha dedicado poniendo su nombre a edificios, organizaciones y calles. Así, María Moliner sigue presente, de forma habitual y natural, en la ciudad de su adolescencia.

María Moliner Ruiz. (Paniza, Zaragoza, 1900-Madrid, 1981). Lexicógrafa. Licenciada en Historia, archivera, bibliotecaria y una infatigable trabajadora de la lengua española. Era hija de Matilde y Enrique, un médico rural que en 1902 se trasladó a Almazán (Soria) y en 1904 a Madrid. En 1914 María regresó a Zaragoza.

Comenzó los estudios de bachillerato en la Institución Libre de Enseñanza, y se examinó, como alumna libre, en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid (1910-1915). En 1915 pasó, también como alumna libre, al Instituto General y Técnico de Zaragoza. En 1917 figuraba como alumna oficial y en 1918 obtuvo el título. Fue una de las primeras alumnas que cursó el bachillerato en el Instituto Goya de Zaragoza.

María Moliner. Certificado

Como se aprecia en la foto de 1917, la que encabeza esta reseña, ese curso solo había seis alumnas, en la foto todas están junto al profesor don Miguel Allué Salvador —en 1917 era director don Pedro Marcolaín— . María Moliner lleva trenzas y está abajo a la derecha, la quinta de la segunda fila—. Entre sus compañeros del Goya reconocemos a Luis Buñuel —arriba a la izquierda, el segundo de la segunda fila— y a Ramón J. Sender —abajo, a la derecha, el segundo de la tercera fila.

En 1921 obtuvo premio extraordinario en la licenciatura de Historia, en la Universidad De Zaragoza Unizar, que entonces tenía la sede en la Plaza de la Magdalena, en el mismo edificio que estaba el instituto.

Carnet del Goya

Carné de la Universidad de Zaragoza

Desde 1917 hasta 1921, María Moliner, además de cursar Historias en la Facultad de Filosofía y Letras, se formó como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón, dirigido por Juan Moneva. Allí colaboró en la realización del Diccionario aragonés y adquirió un método de trabajo que después le resultaría muy útil para la redacción de su Diccionario.

En 1922 ingresó por oposición en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y comenzó a trabajar en el archivo de Simancas. Desde 1924 hasta 1930 estuvo destinada en Murcia, donde conoció a Fernando Ramón Ferrando, un catedrático de Física, con quien se casó en 1925. Fue la primera mujer que impartió clases en la Universidad de Murcia. Allí nacieron sus dos hijos mayores: Enrique y Fernando. En 1930 se trasladaron a  Valencia, donde nacieron Carmen y Pedro.

Ya en Valencia, María, Fernando y otros matrimonios fundaron la Escuela Cossío, siguiendo el modelo de la Institución Libre de Enseñanza, para educar a sus hijos de forma moderna y europea. Dirigió las Bibliotecas Circulantes de las Misiones Pedagógicas y escribió unas Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas. Realizó importantes aportaciones para la política bibliotecaria de la II República.

Al acabar la Guerra Civil fueron expedientados y degradados en el escalafón. Fernando perdió la cátedra y lo trasladaron a Murcia. Y a María la rebajaron dieciocho niveles en el escalafón y la destinaron al Archivo de Hacienda de Valencia. En 1946 su marido fue rehabilitado y destinado a la Universidad de Salamanca. Finalmente, la familia se instaló en Madrid y ella consiguió entrar como bibliotecaria en la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid.

Desde 1951 hasta 1966, ella sola definió en español actual, con paciencia y con un método riguroso, una a una todas las palabras del diccionario de la Real Academia Española. Y otras que todavía no estaban admitidas.

El resultado fue el Diccionario de uso del español (1966), uno de los diccionarios más originales, renovadores y valiosos de la lexicografía española del siglo XX, reeditado constantemente desde su publicación.

Marcapáginas

Un marcapáginas para libros

 

En 1972 no fue admitida en la Real Academia Española por su condición de mujer. María Moliner, trabajadora, inteligente y utópica, fue víctima de una sociedad que no era generosa con las mujeres.

Reconocimientos en Zaragoza

El antiguo camino de las Alcachoferas, en 1935 se llamó calle del alcalde Enrique Armisén Berasategui y desde 1957 hasta 1979 calle del General Millán Astray. En 1979, siendo alcalde de Zaragoza Ramón Sainz de Varanda, se le puso el nombre de María Moliner.

Mapa de la calle

En Zaragoza, también lleva su nombre la asociación de mujeres “María Moliner”, con sede en la calle Alcalde Burriel.

El logotipo de la Asociación de Mujeres María Moliner

Logotipo de la asociación

El instituto de educación secundaria María Moliner está en el Barrio Oliver.

Instituto de Edudación secundaria en el Barrio Oliver

Y los zaragozanos le han dedicado dos bibliotecas: la Biblioteca María Moliner del Campus Universitario de la plaza de San Francisco.

Biblioteca María Moliner

Biblioteca María Moliner en el Campus de la plaza de San Francisco de Zaragoza.

Y la Biblioteca Pública Municipal María Moliner, en la plaza de San Agustín.

Blblioteca Pública Municpal en la plaza de San Agustín

Biblioteca Pública María Moliner, en la plaza de San Agustín de Zaragoza.

 

Para terminar

Cinco catedráticas del Instituto Goya, Cristina Baselga Mantecón, Pilar Fernández Llamas, Concha Gaudó Gaudó, Carmen Romeo Pemán e Inocencia Torres Martínez, y Gloria Álvarez Roche del Instituto Avempace, le hemos rendido nuestro homenaje en libros y charlas, y en una exposición sobre las Pioneras en la educación en Aragón. Por iniciativa de Pilar Fernández Llamas rescatamos su expediente del olvido, junto con los de otras alumnas. A María Moliner le hemos dedicado un espacio importante en dos libros: en La Zaragoza de las Mujeres. Callejero y en los Paseos por la Zaragoza de las mujeres.

Carmen Romeo Pemán

Goya Actual

Instituto Goya hoy

Sin escuela para las niñas

Acababan de dar las doce del mediodía en el reloj de la torre cuando el alcalde levantó la sesión. Matilde fue la primera que abandonó la sala de juntas. Al pasar por delante del secretario le dijo en voz baja:

—El cura no se saldrá con la suya. Yo conseguiré un local para las niñas.

El alcalde, el secretario y el médico, don Valero, se quedaron rezagados y se volvieron a sentar. Pensaban que con el enfrentamiento entre el cura y la maestra todos saldrían perdiendo.

—Si no nos llegan las subvenciones tendremos que cerrar las dos escuelas —dijo el alcalde.

—Pero ya ha oído a mosén Teodoro: “La enseñanza de las niñas no puede estar fuera de la Iglesia. Y menos en manos de una mujer” —dijo el secretario

—Este cura no se ha enterado de que ahora mandan los liberales y no sabe que los del Gobierno Civilno se andan por las ramas —terció el médico—Tendrán que tragarse a doña Matilde.

—Si no hacemos lo que nos dicen, nos embargarán todos los bienes. Y si no llegan los del Ayuntamiento, requisarán los de la Iglesia. —El secretario se quitó los anteojos y miró al médico —Nos tendremos que tomar en serio lo del local para dar clase a las niñas.

—En lugar de pagar multas por hacer mal las cosas, más les valdría pagar los sueldos que nos deben y construir un local nuevo para la escuela —replicó el médico con retintín.

—Ha venido usted un poco revuelto, don Valero. —le contestó el alcalde, apoyando las manos callosas en la mesa de madera renegrida.

—Es que yo no pienso abandonar el local que tanto me ha costado coseguir—contestó don Valero.

—¡Bueno, bueno! Si le decimos esto a doña Matilde se va a poner hecha un basilisco —apostilló el secretario que se estaba poniendo el guardapolvo gris.

—No se preocupen. Esto corre de mi cuenta. Yo  me encargaré de traer a buenas a doña Matilde. —El médico se removió en el sillón y se oyó cómo crujía la madera.

Don Valero se puso el sombrero de bombín y salió a la plaza con el maletín en la mano. Dudó hacia dónde ir. Pensó que antes de comenzar la visita le vendría bien despejarse oyendo correr el agua del río en el Terrao.

Cuando llegó, se encontró a Matilde asomada a la barbacana. Todos los días, a la hora de comer, descansaba la vista en la mole de San Jorge antes de entrar en casa.

—Qué sorpresa encontrarla aquí. —Don Valero dejó el maletín en el banquero y se colocó cerca de la maestra.

—Me da la impresión de que le gusta hacer teatro. —Se dio la vuelta y lo miró de frente.

—Por Dios, doña Matilde, creía que me tenía en otra estima.

—Eso era antes de darme cuenta de que usted es un traidor.

—¿No le parece una acusación un poco fuerte?

—Mire, don Valero, creo que me quedo corta. Usted me ha traicionado. Se ha aprovechado del local que yo conseguí para mi escuela. —Se refirmó en la barbacana sin dejar de dar golpecitos en el suelo con el tacón del zapato.

—Creo que es muy injusta. Sabe que ese local era necesario para luchar contra el tifus.

—No me malentienda, don Valero. No me refiero a la época de la epidemia. Yo misma se lo ofrecí. Pero ahora lo que necesita es una sala para pasar consulta. —Matilde no pudo controlar el tic del labio de abajo—. Usted tendría que luchar contra estos caciques. Igual que hago yo.

—¿No querrá comparar la importancia de la salud con la enseñanza de las niñas?

—Pues no. Y sí. —Matilde subió el tono—. Es más importante la salud cuando la enfermedad ya ha estallado. Pero antes se puede prevenir educando a las niñas en la higiene.

—Ya salió su higienismo. —Don Valero hablaba con un tono seco—. Pues sepa que la higiene es importante, pero no lo cura todo. Solo con jabón, aún estaríamos enterrando cadáveres del tifus. Si no se nos hubiera llevado a nosotros por delante.

—Pues ya que lo ha sacado le diré lo que pienso. Mire, esos cirujanos que vinieron de Zaragoza no hicieron más que el ridículo con sus caretas de pajarracos. —Matilde dejó escapar un suspiro y continuó—: Si no hubiera sido por la colaboración de las mujeres, usted no habría podido con el avance de la epidemia—continuó.

Matilde volvió a hacer otra pausa y jugaba con los botones de su rebeca azul. Con el silencio se oía el murmullo de los pinos.

—Doña Matilde, por favor, no diga tontadas. No conoce la importancia de esas máscaras. Es verdad que el jabón y el agua ayudan a curar. Pero los medicamentos y la purificación con el fuego son igual de importantes. Son remedios que se suman.

De pronto, Matilde miró el reloj de sol de la esquina de casa Legüita. Era más de la una. Recogió sus libros y se despidió con un “usted lo pase bien”. Don Valero le respondió lo mismo. Matilde tomo aire, y don Valero aprovechó para continuar.

—Espere, doña Matilde. Se me ha olvidado comentarle que ayer recibí un telegrama. No, nada importante. Pero a lo mejor se arregla el problema de su local.

—Vaya, hombre, resulta que se guardaba una carta en el bolsillo.

El médico se quedó un poco pensativo. Miró al suelo y arrancó:

—Es que no sé si sabe que llevo medio año sin cobrar. Estos del Ayuntamiento dicen que no les llega el dinero. Total, que como estaba un poco apurado solicité una plaza en el Hospital Provincial de Zaragoza y…

Matilde contuvo el aliento y se dio media vuelta sin decir nada.

Carmen Romeo Pemán

Biel, 1908. Foto propiedad de la familia Marco Bueno.

Delfina Bueno Garza (Agüero, 1882-Alagón 1953), fue maestra de Biel desde 1907 hasta 1929. Su hermano Valero Bueno Garza (Agüero, 1888-Zaragoza, 1990) estuvo de médico en El Frago en la década de 1910. Eran hijos de Valero Bueno Abad, secretario de Agüero, y de Antonia Garza Ramos, maestra de Agüero, natural de Arándiga.

Visita de inspección

De las fragolinas de mis ayeres

Para Anuncia Romeo

Anuncia de la Fábrica, así la llamábamos nosotras, sus amigas, porque vivía con sus padres y sus hermanos en una vieja fábrica de harinas, en medio de unos montes, a cuatro kilómetros del pueblo por el camino de Biel. Todos los días venía andando por unas trochas estrechas y pedregosas. Al principio la acompañaban sus hermanos, pero pronto los sacaron a estudiar a la ciudad, y , a los ocho años, tenía que hacer sola el camino dos veces al día. En invierno salía de casa antes de que se hiciera de día y volvía con la noche cerrada.

Por las mañanas no solía ser puntual y, si hacía mal tiempo, faltaba. Esos días nos poníamos nerviosas y nos preguntábamos si su madre no la habría dejado salir o si le habría sucedido algo.

Un día la maestra recibió la noticia de que la semana siguiente vendría un inspector. Nos dijo que sería una visita rutinaria, pero a nosotras nos alborotó. No parábamos de movernos de un sito a otro. Y doña Asunción nos gritaba más que de costumbre.

—Anuncia, la semana que viene no faltes ni llegues tarde ningún día.

—No se preocupe. Le diré a mi madre que me despierte antes.

—Si quieres puedes quedarte en mi casa —le dijo la maestra.

Entonces montamos una gran algarabía. Todas queríamos que se quedara en nuestras casas.

—Pues yo prefiero ir a la mía. Es que esta semana mi madre está sola, que mi padre ha ido a comprar trigo a otros pueblos —dijo Anuncia.

A los pocos días llegó el inspector, un señor alto, con traje y zapatos negros bien lustrados. La maestra lo saludó y se volvió hacia nosotras:

—Niñas, por favor, saludad como hacéis siempre.

De repente, gritamos todas a una:

—Buenos días, señor inspector.

Él, ni siquiera nos miró, hizo como si no nos hubiera oído. Entró dando pasos largos y las suelas de sus zapatos retumbaban en la tarima. Se sentó en la mesa de la maestra. Doña Asunción se quedó de pie a su lado y se tapaba las manos con los puños de la rebeca para que no viéramos que le temblaban.

Él cogió la lista y nos fue llamando una por una. Todas respondíamos lo mejor que sabíamos para no dejar en mal lugar a nuestra maestra. Intentamos recitar las tablas de multiplicar sin titubear y contestar a sus preguntas con rapidez. Pero, sobre todo, queríamos lucirnos en la lectura en voz alta. Cada una de nosotras tenía que leer una hoja de la cartilla.

A eso de media mañana, cuando ya habíamos leído casi todas, se abrió la puerta y Anuncia entró con la respiración agitada. Llevaba los pies mojados, la falda salpicada de barro y las trenzas un poco despeinadas. Nos volvimos a mirarla con un suspiro de alivio. Por fin llegaba, sin que le hubiera pasado nada.

Pero nos cayó como un jarro de agua fría que ese señor ceñudo le regañara en voz alta a nuestra maestra. Le dijo que ya veía que no se ocupaba de la disciplina de sus alumnas.

—¡Qué formas son estas de dejar entrar una alumna sin llamar y con esos modales!

La maestra intentó darle explicaciones, pero él le hizo un gesto para que se retirara hacia atrás y se callara.

—A ver, tú, la que acabas de llegar, ven aquí a leer —dijo el inspector levantando el tono un poco más.

Anuncia se puso colorada y se le enrasaron los ojos. Desde mi asiento pude ver cómo le temblaban las piernas. Pero se levanto con aplomo y se acercó muy despacio a la mesa.

—Aquí, lea esta página —le señaló la última hoja a la que aún no habíamos llegado.

Nos quedamos boquiabiertas cuando la oímos leer de tirón, con buena entonación y dando un sentido a lo que leía.

El inspector dio un respingo en el sillón y dijo:

—Es increíble cómo lee esta niña

Estábamos todas radiantes por la victoria de Anuncia, creíamos que había conseguido vengar la insolencia de un señor que se había metido en nuestra escuela y en nuestras vidas.

Pero nos quedamos petrificadas y sin entender nada cuando oímos la voz serena de doña Asunción:

—Señor inspector, para que usted vea la importancia de una maestra, esta es la única niña que ha aprendido a leer sola.

Al salir de la escuela Anuncia nos contó que, como esa noche había llovido, tuvo que cruzar varios barrancos. Y que en el último se enfangó y la ayudó a salir un hombre que iba a moler. Que le dijo él la llevaba a casa, pero ella, que no, que ese día no podía faltar a la escuela.

Cuando llegamos a nuestras casas contamos de pe a pa lo que había pasado. Y lo seguimos comentando muchos años más.

Desde aquella visita del inspector, Anuncia entró en nuestras vidas como un mito, mejor dicho, como una parte del mito que entre todas hemos ido tejiendo en torno a nuestra escuela y a nuestra maestra.

Carmen Romeo Pemán

 

Comentario a la imagen de entrada.

Anuncia Romeo Extremar (El Frago, 1949), hija de Luisa y Emeterio, era la hermana pequeña de Enrique y Abelardo. Vivían en La Fábrica y, cuando ella venía a la escuela, sus hermanos ya habían salido a estudiar.

Foto de Gregorio Romeo Berges, El Frago, 1957.

Don Juan Lanzarote, maestro de Alagón

#gentesdebiel01. Firma

Un día hablando con Inma Callén en la Biblioteca de Alagón, después de la presentación de un libro, nos dimos cuenta de la cantidad de personas conocidas que teníamos en común, algunas de las cuales habían tenido durante muchos años una gran influencia en la vida de Alagón. Además, Inma conocía mi libro De las escuelas de El Frago y me preguntó sobre él.

—Carmen, ¿cómo es que has escrito un libro sobre las escuelas de El Frago?

—Pues verás, mi padre era de El Frago y mi madre de Biel. Mis abuelos y mis padres fueron maestros de Biel, Mis padres acabaron en El Frago, y yo fui con ellos a la escuela. Por eso me interesaba tanto y recopilé mucha información para ese libro. Pero no la he agotado. Lo de Biel lo tengo sin tocar. Esa es una de mis deudas pendientes.

—Pues mira, Carmen, también en Alagón hubo un maestro que era de Biel, don Juan Lanzarote. Mi padre fue alumno suyo y siempre le he oído hablar con mucho cariño de él. La gente lo recuerda porque fue muchos años maestro aquí e incluso una de las calles de nuestro pueblo lleva su nombre desde hace más de cuarenta años.

—¡Nada! De ese maestro no tengo noticia —le contesté—. Pero es una grata coincidencia. Estoy segura de que esta casualidad es una llamada de don Juan. Entre las dos tenemos que hacer algo por recuperar su figura y su memoria.

—Espera. Aún no lo sabes todo. La salud de nuestro pueblo también estuvo durante muchos años en manos de dos médicos de Biel: don Luis Marco Bueno, sobrino de don Juan, y don Octavio Lanzarote Marco, su hijo. Eran los dos médicos de mi infancia. Aún recuerdo cuando íbamos a la consulta, o cuando venían a casa de visita si estábamos malitos en la cama.

—Pues más a mi favor. Estoy segura de que fue una figura clave en el pueblo.

—¡Claro que sí! —me respondió Inma.

—¿Te animas? —le contesté yo

—¿Buscamos? —me dijo ella.

—Buscamos —le respondí.

Y hasta aquí hemos llegado hoy con lo que hemos podido rescatar. Nos hemos servido de las memorias de los que conocieron los hechos, de las fotos guardadas en los fondos de los baúles, de las notas de prensa amarillentas y de los documentos de los Ayuntamientos de Biel y Alagón. Hemos buscado los expedientes de los alumnos de la Universidad de Zaragoza, los de la Escuela de Magisterio de Huesca, los boletines de educación y las noticias de la prensa histórica, local y nacional. Pero sobre todo, hemos llegado a los documentos y fotografías que la familia de don Juan, representada por su nieta Peña Lanzarote, conserva en su casa de Biel.

03. Calle con Placa. 1

Calle D. Juan Lanzarote.

Como no podía ser de otra manera, este artículo-homenaje está escrito con cuatro manos. Mejor dicho, con seis. Con las de Inmaculada Callén Romero, con las de Peña Lanzarote Subías y con las mías. Y usaré un narrador en primera persona del plural que nos incluya a las tres.

Inma Callén, la bibliotecaria de Alagón, me sugirió el trabajo, me dio el empuje que necesitaba y me ha acompañado en todo el proceso. Inma ha contactado con las instituciones de Alagón, ha entrevistado a los alumnos de don Juan y ha redactado parte de sus notas y recuerdos. De su mano se han llenado de vida estas páginas.

Peña Lanzarote, una de las nietas de don Juan, se ha esforzado en sus aportaciones exhaustivas y generosas. Sin su colaboración este trabajo carecería de verdadera entidad. Peña, como buena historiadora, es la fiel guardiana de los documentos, de la historia y de las esencias de la familia. Lo tiene todo. Ha sido un gozo disponer de su documentación rigurosa y ordenada.  Nos ha aportado casi todas las fotos y, además, ha escrito de su puño y letra las biografías de los tres hijos de don Juan. ¡Gracias, Peña!

1965 album Juan Lanzarote1965

1965. Don Juan Lanzarote Pemán

Don Juan llegó a Alagón el año 1933, cuando estaba en expansión la nueva línea educativa de la II República, que se basaba en los principios de la Institución Libre de Enseñanza (ILE).

Una muestra del nuevo clima en las escuelas de Alagón lo recoge el siguiente artículo de la Voz de Aragón.

04. Escuelas de don Juan. Color

Escuelas Viejas de Alagón.

Alagón. Exposiciones escolares

Lector: no por mi modesto relato, sino porque sé que eres amante de la niñez, porque anhelas que España salga del marasmo cultural y educacional en que estaba remansada, hazme acreedor de coser tu amistad por estas líneas en las que pretendo aportar mi grano de arena al homenaje popular que merecen unos maestros y unos niños que aplican sus conocimientos y su voluntad férrea a su formación en la pedagógica moderna.

Un homenaje a unos maestros y niños que aplican su interés a la elevación del nivel cultural de un pueblo que hasta hace muy pocos años era casi yermo. A 25 km de Zaragoza existe una importante villa, cuyo nombre será el Edén conocido de mis lectores: Alagón.

Está situado en el corazón de la provincia. Regado por el Ebro, el Jalón y el Canal Imperial, con cuyas aguas hacen feracísimas sus tierras. Además de sus excelentes medios de comunicación, existen una fábrica azucarera y otra harinera que asimilan y que aprovechan los productos que rinde esta hermosa vega que, asociada al rigor y a la laboriosidad de sus habitantes, constituye una gran riqueza agrícola.

05. Escuelas. Letrero . 2

Las Escuelas Viejas ocuparon el antiguo Seminario Menor de la Compañía de Jesús, incautado por Carlos III. Todavía se conserva el escudo de la Compañía.

En esta hermosa y populosa villa existen dos grupos de escuelas. Unas unitarias y otras graduadas. En estas escuelas hay unos niños que quieren a sus maestros, y unos maestros que quieren a sus niños y que se complacen en prepararlos para pasar por el borde de la vida sin caer en los vicios que los acechan. Y unas maestras que enseñan a las niñas a mirar más allá de su tocador.

Pues, bien, en estas escuelas se han expuesto durante los días 8 y 9 del corriente mes los trabajos realizados durante el curso 1933 a 1934. Dos días inolvidables para el vecindario, que ha concurrido en pleno a contemplar una exposición, en la que hemos admirado las limpias planas de escritura, los complicados cálculos de matemáticas, las intrincadas artísticas y útiles labores, un verdadero torbellino de preciosos objetos de uso doméstico diario. Y junto a ellos irreprochables adornos.

Estas muestras son fruto de una forma de enseñanza puramente intuitiva, en la que se hace dificilísimo el olvido.

La colaboración y solidaridad humana, ejercitada por estos maestros en los futuros hombres y mujeres alagoneses, nos ha sacado de los recovecos de la rutina. Enseñan al niño a ver, a observar y a concentrar su atención ante las cosas complicadas-

Consiguen unas mentes cultivadas. En pocas horas aprenden más y mejor que durante muchos días de estudios doctrinales.

La entrega del premio a Pascual Sayos se celebrará coincidiendo con uno de los días de las fiestas de septiembre. Y, con este motivo, quiero hacer una observación a nuestro Ayuntamiento: ¿No hay personas que en una u otra forma han contribuido a la consecución de este feliz resultado? ¡No hay duda!

Hay quienes, como nuestro ilustre paisano residente en Barcelona, demuestran que los años de ausencia no mitigan el amor a su pueblo. Y además está el complemento en el celo y entusiasmo que los maestros ponen en la educación de nuestros pequeños.

Y, siendo así, ¿por qué no un homenaje popular que evidencie el agradecimiento y el amor que los alagoneses sentimos por quiénes contribuyen a elevar nuestra vida al nivel de pueblo culto y civilizado?

Vaya mi modesta felicitación, desde estas columnas de la Voz de Aragón, para las maestras doña Paciencia Villacampa, doña Pilar Usón, doña Paquita Zuaza, doña Adelaida Abad, doña Guadalupe Loscos, doña Carmen, doña Amelia N y doña Dolores Serraller. Y para los maestros, don Vicente Orpi, don Francisco Villa, don Mariano Cortés, don Pedro López, don Juan Lanzarote y don Julio Ricarte.

Al Ayuntamiento, a los señores que integran el Consejo Local de Primera Enseñanza y a todos, mi modesto aliento para que sigan con el mismo empeño por el cambio emprendido, que es el camino recto de la noble causa para llegar la redención de nuestra querida España. EL CORRESPONSAL. 14 de julio de 1934.

05. Pascual Sayos. 1

Pascual Sayos, Zaragoza, 1869-Alagón, 1948.

 Pascual Sayos Cantín fue un filántropo aragonés que demostró gran amor a su tierra. Recibió la Medalla de Oro de Zaragoza, Alagón lo nombró hijo adoptivo y predilecto, y puso su nombre a una plaza, la antigua plaza del Paredor.

En 1909, don Pascual fundó el Centro Aragonés en Barcelona. En 1934, con 6000 pesetas, creó en Alagón una fundación, para premiar a los niños que se distinguieran durante el curso. En las fiestas de 1934, se repartieron entre los niños de la escuela veinticuatro cartillas de ahorro, con 10 pesetas cada una, producto de los intereses de la fundación. Correspondieron a los siguientes niños: Manuel Jarabo, Antonio Lacámara, Manuel López, Justo Álvarez, Ricardo Sánchez, Luis Laserrada, Hilario Sánchez, Eugenio Roy, Enrique Latorre, José Aparicio, Mariano Pablo, Antonio González, Josefa Ade, María Pascual, Luisa Sobreviela, Margarita Álvarez, Josefina Barca, Josefina Yela, Lucía Bona, Ángela Pascual, Carmen Laserrada y Fernanda Zamora.

Testimonios de sus alumnos

Este ambiente educativo fue el acicate que empujó a don Juan a sacar lo mejor de sí mismo y entregarlo a sus alumnos. Esa, y no otra, es la razón por la que todavía los que fueron sus alumnos lo recuerdan y nos deleitan con anécdotas enternecedoras.

Todos aquellos con los que hemos contactado hablan de él como un maestro serio, recto y con mucho interés por sus alumnos.

Los balcones de la última planta eran los de la clase de don Juan. Mientras visitamos el edificio, oímos una voz que dice: “cuando don Juan subía las escaleras de dos en dos, ese día no se oía una mosca en clase”.

Julio Callén Mora solo estuvo en su clase un curso. Don Juan le encomendó la tarea de preparar la leche en polvo que enviaban los americanos. Cada día echaba en una cuba el agua y la leche en polvo y removía mientras se calentaba. Luego la colaban para quitar los grumos. Al salir al recreo repartían la leche y la mantequilla entre los alumnos y “qué rica nos sabía”, dice él.

Don Juan era maestro en las escuelas viejas, situadas en la plaza de San Antonio, en lo que hoy es la casa de Cultura. Su clase estaba en la tercera planta, y los balcones daban al patio del recreo. Eran clases separadas por sexos. Los niños y las niñas no se mezclaban. Don Juan era maestro de niños de seis a catorce años. También impartía clases de repaso para ampliar estudios y preparar a algunos de sus alumnos para hacer estudios superiores. Eran clases muy numerosas, entre cincuenta y sesenta alumnos, en las que había niños de distintas edades.

Mi padre estuvo con él como maestro de 1950 a 1953. Las clases eran de lunes a sábado, de 9 a 12 de la mañana y de 2 a 4 de la tarde, menos los jueves, que por la tarde había fiesta. También iba a repaso después de clase, donde se hacían problemas y se recitaba poesía en voz alta. Se pagaban 30 pesetas al mes. Recuerdo la sorpresa cuando descubrí que mi padre conocía muchos poemas de memoria, como la “Canción del pirata” de Espronceda, que se había aprendido en su época de colegio y que aún recordaba.

Con otros profesores se salía a la plaza a cantar el “Cara el sol”, pero con él no. 

Escaleras de casa de don Juan

Escaleras de la escuela de don Juan, con una pintura de Goya.

Roberto Casbas, otro de sus alumnos, vivía en la misma plaza que don Juan, justo enfrente, en el Paradero. Un día por la mañana, desde su casa, don Juan vio salir a Roberto. Supuso que iba hacia el colegio, pero aquel día Roberto había decidido hacer pimienta y no asistir a clase. Don Juan, al ver que no había ido a clase, mandó aviso a la madre con algún alumno. Cuando Roberto llegó a casa su madre lo estaba esperando, conocedora de todo. Nunca más faltó a clase.

Ángel Luis Abós Santabárbara también nos cuenta sus recuerdos de la época en que fue alumno suyo:

De los dos cursos, 1949 a 1951, en que asistí a la clase de don Juan, guardo un grato recuerdo de él. Mi memoria lejana está todavía fresca por lo que me resulta fácil exponer la mayor parte de lo acontecido. Comenzaré por pergeñar algunas consideraciones que permitan hacernos una idea de cómo era la educación primaria en ese periodo en el que a don Juan le tocó enseñar.

A grandes rasgos todavía estaba en vigor la Ley Moyano que en 1857 había impulsado la enseñanza primaria obligatoria de los seis a los nueve años con un programa  que comprendía: leer, escribir, contar. Las llamadas cuatro reglas: sumar, restar, multiplicar y dividir. Y rezar. En los años treinta del siglo XX se amplió hasta los doce años y en Alagón ya funcionaban los llamados parvularios mixtos, chicos y chicas, de cuatro a siete años en que se pasaban a los cursos preceptivos con estricta separación de sexos. A petición de los padres los alumnos podían alargar su educación hasta los catorce años.

Escuelas Viejas Reformadas

Las Escuelas Viejas, hoy restauradas. Los balcones de la última planta eran los de la clase de don Juan.

Existían dos escuelas públicas: las “nuevas” o graduadas de la época de Primo de Rivera y las “viejas” ubicadas en el antiguo seminario menor de la Compañía de Jesús incautado por Carlos III que curiosamente lo había patrocinado, como muestra el escudo de la portada. Una línea imaginaria, atravesando la calle Mayor, iba desde la antigua fábrica de tejidos a la Portalada, señalando qué alumnos debían asistir a unas o a otras.

Las Escuelas Viejas estaban estructuradas en tres aulas de párvulos, en la planta baja, y seis, tres de chicas y tres de chicos, en las dos plantas superiores. Unas daban al recreo y otras a la plaza de la Alhóndiga. En esos años no se hacía ningún acto de homenaje a la bandera en las Escuelas Viejas por la sencilla razón de que no teníamos. En cambio se salía de clase en fila entonado canciones patrióticas como «Montañas nevadas, banderas al viento», «Juventud española descendiente de Fernando e Isabel» o su preferida, «Es tan hermoso ser cadete de nuestra Patria». Sin embargo, jamás escuché en los labios de don Juan el  «Cara al Sol», himno de la Falange Española.

La distribución del horario era casi prusiana: de las nueve de la mañana hasta las doce, lloviera, nevara o acantaleara. La rosada y un viento helador en invierno nos ponían las piernas moradas pues llevábamos pantalones cortos de pana. Por la tarde, de dos a cuatro. Por la mañana, las asignaturas más fuertes y por la tarde, Historia Sagrada, catecismo, dibujo y lecturas históricas. El jueves por la tarde era festivo, pero en cambio, el sábado era lectivo incluso por la tarde, que se dedicaba a explicar el Evangelio que después copiábamos de la pizarra en la que don Juan lo había escrito con una esmerada caligrafía. Recuerdo cómo despertó nuestros sentimientos al narrar la parábola del hijo pródigo que dilapidó la herencia y tuvo que comer las bellotas dadas a los cerdos como porquerizo.

El dibujo era una de las actividades que más apreciaba. De su clase salieron excelentes dibujantes que ganaron premios en competiciones escolares.  En aquellos años no había exámenes escritos. O, mejor dicho, el examen era diario pues don Juan preguntaba la lección, corregía las cuentas, la caligrafía, el dibujo y los cuadernos de clase recorriendo los excelentes pupitres bipersonales donados por los hermanos Sayos, verdaderos mecenas del pueblo, cuya placa en la plaza “El Paradero” fue sustituida por la de “Fernando el Católico” en un acto de ingratitud tan corriente en nuestra sociedad.

El sistema que nos motivaba al conocimiento era el puesto que se ocupaba después de la rueda de preguntas. Si uno fallaba pasaba al siguiente que esperaba ansioso por adelantar a su compañero  con una sonrisa malévola. Si faltabas a clase te ponías a la cola. La clase de don Juan funcionaba como una unitaria. Tenía alumnos entre siete y catorce años, en tres secciones. Cada una llevaba una enciclopedia editada por Dalmau Carles Pla: grado Preparatorio, Medio y Superior. Las hojas poco mejor que el papel de estraza y unos dibujos negruzcos y horrorosos.

A la lectura comprensiva y en voz alta formando corro se daba siempre un tiempo importante. Don Juan se acercaba de vez en cuando y hacía preguntas sobre lo leído. A veces enviaba a alguno de los mayores. Los libros de lectura eran muy interesantes. Tenían siempre un sentido moralizante. Fábulas de Esopo, de Tomás Iriarte y de Félix María de Samaniego. Recuerdo uno de la editorial Ezequiel Solana titulado “Lecturas y dibujos”, en el que aparecía una conversación entre un chico mentiroso, Melitón, y su compañero. El diálogo más o menos era el siguiente:

—Mi tío ha cultivado en su huerto una col enorme. Ha utilizado abono y ha crecido tanto que tiene una altura como la ermita de la plaza.

—Es posible, le contestó su amigo. Pues yo este verano he visto en una fundición de los altos hornos fabricar una caldera de acero tan grande que cabe la iglesia y la casa del cura juntas.

—¡Qué barbaridad! Eso no me lo creo. ¿Y para qué iban a querer una caldera tan grande?

—Pues para cocer la col de tu tío.

Recuerdo a don Juan Lanzarote frisando los cincuenta. Debió tomar posesión de su plaza como docente hacia los primeros años treinta ya que presidió la mesa electoral en la que mi padre actuó como secretario en 1933. Elegante, espigado, enjuto, cano, solía subir las escaleras de la clase de dos en dos. Nada más abrir la puerta se hacía un silencio que se podía cortar. Vestía chaleco con corbata y americana. En clase, se enfundaba en una bata grisácea, a modo de guardapolvos. Una alianza de oro siempre reluciente era su única joya en unas manos fibrosas y huesudas.

Una de las anécdotas que me quedó grabada estaba relacionada con un libro de lecturas. Estábamos leyendo en corro, como siempre, en el lateral de la clase en cuyo muro colgaba un gran reloj visible desde el último rincón. En aquellos años teníamos la risa fácil. Cualquier cosa nos hacía soltar la carcajada pero en clase procurábamos contenernos, sobre todo si don Juan lanzaba su penetrante mirada. Todavía estaba vigente el racionamiento del pan, aceite y alimentos de primera necesidad. Alagón disfrutaba de una red de acequias que fecundaba una rica huerta proporcionando abundancia de verduras, frutas y hortalizas. Muchas casas tenían su propio huerto.

Pues bien, en segundo año de primaria estábamos leyendo una poesía titulada “La tentación”. Un canto al respeto por la propiedad privada muy en consonancia con el décimo mandamiento del Decálogo o Tablas de la Ley Mosaica: “no codiciarás los bienes ajenos”. Si no recuerdo mal decía así:

«Qué linda en la rama la fruta se ve./ Si lanzo una piedra tendrá que caer./ No es mío ese huerto. No es mío lo sé./ Mas yo de esa fruta quisiera comer./ Más no, no me atrevo. Yo no sé por qué. / Parece que siempre sus ojos me ven. / Papá no querría besarme otra vez /Mamá lloraría de pena /Mis buenos maestros dirían tal vez / Que niño tan malo, no jueguen con él. / No, no me atrevo yo nunca lo he de hacer./ Llegando a mi casa sonrisas tendré, abrazos y besos y frutas también».

Unos días antes habíamos echado la habitual “barda”, es decir, saltar los setos de los huertos para comer fruta. Esta vez entramos en el “huerto del cura” y nos arrastramos por un desvío de la acequia del “Cascajo” para hurtar unos olorosos y amarillentos membrillos. La lectura de aquellos versos provocó en mi compañero de aventuras una risa desternillante que terminó por contagiarse al resto del corro. La algarabía atrajo a don Juan que nos obligó a contarle los hechos mientras él mismo esbozaba una sonrisa indulgente. Eso sí, tras el correspondiente reniego y la promesa de que no volveríamos a perpetrar tan abominable crimen. 

Antonio Higueras García nos trae una fotografía de su época de estudiante con don Juan, y su libro de escolaridad, escrito y firmado por el maestro.

Antonio Higueras GarcíaCartila de escolaridad. 1 hojaCartilla de escolaridad de Antonio Huigueras

Cartilla de escolaridad. Notas

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¿Quién era y de dónde venía don Juan Lanzarote?

08. 1902 Los lanzarote

Algunos de los hermanos Lanzarote Pemán en Zaragoza en 1902. Don Juan, abajo a la izquierda de la fotografía, con sus padres: Francisco Lanzarote Artieda, (Biel, 1852-1912), casado en 1882 con Felicia Pemán Navarro, (Biel, 1862-1926). De pie y con toca negra, «el ama seca» de casa el Moreno.

Juan Lanzarote Pemán, natural de Biel, en 1933, llegó de maestro a Alagón con el empuje de su juventud y con una familia recién creada. En 1929, estando de maestro en Pradilla de Ebro, se casó con Isabel Marco Sampietro, la hija de su maestro.

06. 1958 circa album Juan e Isabel

Juan Lanzarote Pemán, (Biel, 1895-Alagón, 1992) y su mujer Isabel Marco Sampietro, (Biel, 1895-Alagón, 1974).

Juan Lanzarote Pemán

En la villa de Biel a las once de la mañana del día 22 de junio de 1895 ante don  Fernando Sánchez, juez municipal, y don Felipe Coiduras, secretario, compareció don Francisco Lanzarote Artieda, natural y vecino de esta villa, casado, de oficio Comerciante, y que vive en la Calle del Burgo nº. 4.

07. 1902 Frco Lanzarote Artieda

Francisco Lanzarote Artieda, (Biel, 1852-1912). Zaragoza, 1902.

Presentándose con el objeto de hacer la inscripción en el Registro Civil de un niño y al objeto, como padre del mismo, declaró: Que dicho niño nació en la casa del declarante el día 22 del corriente mes a las 11 de la mañana. Que es hijo legítimo del declarante y de su mujer doña Felicia Pemán. Que es nieto por línea paterna de los ya difuntos don Mariano Lanzarote Piteus y María Artieda, esta natural que fue de Isuerre y vecina de esta Villa, de oficio pelaires que fueron. Y por línea materna de Mauricio Pemán y de Rosa Navarro. Que al expresado niño se le había puesto el nombre de Juan sin que haya expresado otras circunstancias. Todo lo cual presenciaron como testigos Celedonio Arenaz y Francisco Navarro de este domicilio. Leída la presente acta, e invitadas las personas a que la leyesen por sí mismas, deben suscribirla si así lo estimaban por conveniente. Se estampó en ella el sello del juzgado municipal y la firmaron el señor Juan, declarante, y los testigos de todo ello. Como Secretario, certifico. (Archivo del Ayuntamiento de Biel).

Estudios y destinos

Realizó los estudios primarios en Biel con don Manuel Marco Bonaluque, un maestro que tanto iba a significar en su  vida profesional y familiar.

23. Manuel Marco Bonaluque

Manuel Marco Bonaluque, maestro de maestros, (El Frago, 1858-Biel, 1927).

Don Juan estudió Magisterio en la Escuela de Maestros de Zaragoza. Ingresó en 1909 y obtuvo el título de Maestro Superior en 1917. Ese mismo año fue de interino a Fanlo, Huesca. Al año siguiente, 1918, aprobó oposiciones en Huesca. Y, como era la norma,  en 1919 lo nombraron interino por un año y lo mandaron a Ceresuela, Huesca. Al año siguiente le dieron el destino definitivo en Alforque, donde estuvo cuatro años.

En 1923 llegó por traslado a Remolinos, allí ejerció cinco años, hasta que consiguió una permuta a Pradilla de Ebro.

Desde 1927  hasta 1933, cinco años en Pradilla.

09. 1927. Alumnos Pradilla 1927_1933

1927. Don Juan con los alumnos de Pradilla de Ebro.

Se aprueban las permutas de cargos entre Juan Lanzarote, maestro de Remolinos, y don Timoteo Mustiones, de Pradilla de Ebro, Zaragoza. (El Sol. 29/4/1927).

PARTIDA DE MATRIMONIO. AÑO 1929. El 17 de junio, Juan Lanzarote Pemán, maestro, de 33 años, domiciliado en Pradilla de Ebro, hijo de  Francisco y Felicia, comerciantes, se casó con Isabel Marco Sampietro, de 34 años, hija de Manuel Marco Bonaluque, natural de El Frago, maestro propietario de Biel, y doña Isabel Sampietro Gállego, vecinos de esta localidad. (Cfr. Archivo del Ayuntamiento de Biel).

10. Libro de familia

La Voz de Aragón también recogía la noticia.

Han contraído matrimonial enlace en Biel, el culto maestro nacional, don Juan Lanzarote Pemán, con la bellísima señorita, Isabel Marco. Por el reciente luto de la familia de la novia, la boda se celebró en la intimidad. Los recién casados salieron de viaje de novios para Zaragoza, Madrid, Barcelona y París. (18/06/1929).

11, 1929. Boda de Juan e Isabel

Foto de novios.

La novia estaba de luto porque el 13 de febrero de 1927 había muerto su padre, Manuel Marco Bonaluque, y el 19 de septiembre del mismo año su hermano Marino Marco Sampietro. Lucía un vestido de crep de seda negro. Se lo hizo su amiga Ramona Longás, conocida como Montxa, (Biel, 1900-Barcelona 1985). Ramona se colocó de modista en Barcelona y, en 1938, se casó con el arquitecto Josep Luis Sert. Sus nietos conservan el vestido de su abuela como una auténtica pieza de museo.

1933-1955. Veintidós años de maestro en Alagón

13. Casa de don Juan en Alagó

Postal  antigua de Alagón. Cuando llegaron, don Juan y su familia se instalaron en la segunda casa, la de los balcones. Después se mudaron varias veces: a la Avenida de Zaragoza 3, a una casa encima del bar Avenida y, finalmente, al 23 de la misma calle.

De Pradilla a Alagón. Don Juan Lanzarote Pemán que ocupaba el grupo C, desde el 19 de mayo de 1927, fue destinado a Alagón, a la escuela unitaria número 3, serie B. (El magisterio español: junio de 1933).

Ha tomado posesión de la escuela de Alagón don Juan Lanzarote. (La Voz de Aragón: 22/09/1933).

12. Escuelas viejas. Don Juan

Al crecer el pueblo se dividieron las escuelas en dos grupos escolares: las escuelas nuevas y las viejas. Y don Juan se quedó en las viejas.

Desde 1955 hasta 1962: once años maestro en Zaragoza

Cuando su hijo Octavio iba a comenzar la carrera de Medicina, don Juan solicitó el traslado a Zaragoza, pero no se lo concedieron hasta que ya la había terminado. Lo destinaron al grupo Alférez Rojas, una sección dependiente del de Juan José Lorente, la escuela del Barrio Oliver.

A su sobrino Luis Marco le tocó la lotería

12. Luis Marco Bueno 1962 el 6 de Enero Lotería_2

Don Juan, su mujer y su hija Carmen, junto con otros familiares de Biel, acudieron a la celebración del evento y pasaron allí unos días de las vacaciones de Navidad.

13, Luis Marco con su 600

El coche del médico.

En 1965 le llegó la jubilación

Un año antes, el 27 de noviembre de 1964, Día del Maestro, recibió la Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio.

Y en 1965 se jubiló en el grupo escolar Alférez Rojas, una sección del grupo Juan José Lorente. Como premio a su trayectoria educativa, recibió el diploma de Maestro Distinguido, dotado con un premio de 10.000 pesetas. (BOE, 31/08/1965).

14. 1965 jubilacion restaurante Eliseos Zaragoza

En la comida de jubilación. Don Juan y su esposa en el restaurante Elíseos de Zaragoza.

En este punto, la familia Lanzarote nos ha facilitado un documento excepcional, que no podemos transcribir de forma completa por razones de espacio.

Se trata de una carta personal que Marino le escribió a su hermana Carmen, que no pudo asistir a los actos. En esos momentos se estaba formando para monja en Instituto Misionero Secular, en la casa de Vitoria.

La carta da noticias por lo menudo de los actos de la jubilación. Comienza con las actividades de los alumnos en el colegio. Reseña la misa en la que el cura comparó a don Juan con la figura del Evangelio. También da cuenta del vermú, en el Club Radio Zaragoza, donde se juntaron con otros maestros. Son sabrosos y originales los detalles de  la comida en el Restaurante Elíseos. ¡Hasta la disposición de los comensales!

Resulta muy jugosa la síntesis de los discursos. Don Juan fue piropeado por todos los que tomaron la palabra. El director llegó a decir que preferiría no seguir de director a no tener a don Juan. El concejal, como buen político, anduvo por las ramas.

Sus palabras fueron totalmente ególatras. No hizo más que elogiarse a sí mismo como libertador de los maestros del Barrio Oliver, que los sacó del inmundo grupo que tenían y que, gracias a él, se habían hecho tantas y tantas cosas en las escuelas de Zaragoza.

El discurso certero lo llevaba en sus labios el inspector, que conocía bien a los dos maestros sobresalientes de Biel: a don Juan y a don Constantino Pemán Otal (Biel, 1881-1968), mi abuelo materno.

El broche lo dio el señor Marín, inspector y director del grupo Escolar Gascón y Marín. Un señor extraordinario que habló poco, pero nos llegó a todos muy profundo. Lo comparó con don Constantino.

En fin, todo terminó allí, con las despedidas de rigor y las emociones por parte de todos.

Juan Lanzarote. Tarjeta comprador 1955 Zaragoza

Siguieron viviendo en Zaragoza hasta que en 1970 fijaron su residencia con su hijo Octavio, médico de Alagón, donde pasaron los últimos años.

En los veintiún años de Zaragoza, cambiaron varias veces de domicilio. Mientras trabajó vivieron cerca de la escuela. Primero en la Avenida de Madrid 116 y luego en la avenida Navarra 36. Cuando jubiló pasaron algunas temporadas intermitentes entre   Sagasta 78 y Alagón.

De nuevo en Alagón

Ya estaban jubilados, pero volvieron a vivir a Alagón con Octavio, a la Avenida de Zaragoza 3. El mismo año que murió Isabel, 1974, Octavio se casó con Olga Borges y se cambiaron a un nuevo piso, donde don Juan vivió los últimos años de su vida.

02. Placa de la calle. 2

En 1973, en la sesión celebrada en el Ayuntamiento de Alagón el día 13 de febrero, se leyó un escrito firmado por numerosos vecinos de la localidad en el que solicitaban que se le dedicara una calle a don Juan Lanzarote Pemán: En atención a los numerosísimos méritos a que se hizo acreedor durante los años que prestó sus servicios.

El merecido descanso en Biel

Cementerio de Biel

Cementerio de Biel  A la derecha las Lezas y a la izquierda, abajo, el cauce del Arba.

Cuando falleció don Juan, exhumaron el cadáver de su  mujer, que estaba enterrada en Alagón, y los llevaron al cementerio de Biel. Desde allí, con sus tres hijos, escuchan el rumor del agua del Arba y contemplan las Lezas, cerca de la casa que conserva vivos sus recuerdos.

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El entramado familiar. Hermanos, cuñados, sobrinos y sus tres hijos

A finales del siglo XIX, los padres de don Juan construyeron una casa en la calle El Burgo, 4, conocida como casa Lanzarote. Cuando la heredó su hija Julia, casada con Victorino Mallén, un veterinario destinado en Biel, pasó a llamarse casa el Veterinario, como la conocemos hoy.

Como ya hemos dicho, era hijo de Francisco Lanzarote Artieda, confitero, y de Felicia Pemán Navarro, de casa Mauricio, una familia de clase emergente.

Los hermanos

18, Casa el Veterinario. Rebajada

Aquí nacieron don Juan y sus hermanos.

De los doce hermanos solo sobrevivieron ocho. El año 1911, en el libro del Cumplimiento Pascual de Biel, podemos leer una relación de los padres y de los hermanos supervivientes.

Francisco Lanzarote 59, casado. Felicia Pemán 48, casada. María Lanzarote 29. Enrique Lanzarote 23. Mariano Lanzarote 21. Julia Lanzarote 18. Juan Lanzarote 15. Francisco Lanzarote 12. Encarnación Lanzarote 10. Valentín Lanzarote 6.

María Candelaria (1883-1884), murió al año de nacer.

María Anunciación (1884-1886), vivió dos años.

09. 1930. Biel. Lanzarote, María y Marco, Isabel. 5 de julio

 

María Magdalena (Biel, 1885-1974), se casó en 1913 con Celedonio García Alvarado (Biel, 1874-1950), secretario del Ayuntamiento. Fueron los padres de Manuel García Lanzarote (Biel, 1914-1946), un químico con un puesto importante en Bilbao.

Biel, 1930. Las cuñadas. Detrás, de pie, María, la hermana de don Juan. Delante, sentada, Isabelita, su esposa. Viste de negro porque año anterior se habían muerto su padre y su hermano.

Pedro Enrique (Biel, 1887-Argentina). Emigró y no volvió.

Mariano (Biel, 1888-Buenos Aires, cementerio de las Chacaritas, 1955).

Francisco (Biel, 1890-1891). Murió al año. Después, para recordarlo, según la costumbre, llamaron Francisco a otro de sus hijos.

Esquela Julia Lanzarote 1982

Julia (Biel, 1892-1982). Se casó con Victorino Mallén Moreno (Murillo de Gállego, 1892-Biel, 1959), un veterinario destinado en Biel.

Fueron los abuelos de los hermanos Duque Mallén. Desde aquí mi recuerdo a las que fueron mis alumnas en el instituto Goya de Zaragoza.

Antonia Moreno, de Mallen

Antonia Moreno (Alagón, 1868-Murilo de Gállego, 1929), Madre de Victorino.

 

 

Gracias a Ricardo López Mallén, sabemos que la madre y la abuela de Vitorino Mallén, cuñado de don Juan, fueron maestras en ejercicio y nacieron en Alagón.

Victorino Mallén. Cuadro recortado

 

Juan (Biel, 1895-Alagón, 1992). Maestro. Se casó con Isabel Marco Sampietro (Biel, 1894-Alagón, 1974).

31. 1925 Juan y Francisco Lanzarote. Victorino Mallén y otro.

 

Biel. 1925, En el centro está don Juan con su hermano Francisco y con su cuñado Victorino a la derecha. No reconocemos a los otros de la foto.

 

 

 

Francisco, «don Paco», (Biel, 1898-Huesca, 1996). Se casó con Josefina Lasheras Navarro (Biel, 1907-1990), de casa Manolete. Tuvieron tres hijos: Francisco, María Pilar y Rosario. Estuvo de maestro en Biel en dos ocasiones. En su última etapa sustituyó a Constantino Pemán Otal cuando se jubiló.

Esquela Francisco (Paco) Lanzarote

Ana Felicia (Biel, 1900-Zaragoza, 1901). Murió al año.

Encarnación (Zaragoza, 1902-Biel, 1919), murió soltera.

Valentín (Biel, 1903-¿?), falleció en el Seminario de Jaca, donde estaba estudiando.

La casa de Manuel Marco

En 1898 Manuel Marco Bonaluque  le compró una casa a Daniel Dieste Morlans, de casa Perico Matías, en la calle Mayor, 24. La tiró y construyó una nueva. Así nació la casa de Manuel Marco, en su momento una de las más altas de Biel.

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Casa de Manuel Marco, 1898. Entre el balcón de casa Caudevilla que atraviesa la calle y la carnicería vieja

Después, en 1909, su hijo Marino, con motivo de su matrimonio, la amplío con la carnicería. Y así la he conocido yo siempre. En esta casa de la calle Mayor, 24, nacieron los tres hijos de don Juan.

22. 1912 JManuel Marco 1912 circa

Casa de Manuel Marco. Calle Mayor 24, Biel.

La familia de su mujer: Isabel Marco Sampietro

20. 1930. Isabelita Marco

Isabelita en 1930.

 

Era hija de Manuel Marco Bonaluque (El Frago, 1858-Biel, 1927), maestro, recaudador de impuestos y juez de paz, y de  Isabel Sampietro Gállego, (Biel, 1863-1938).

De los nueve hijos de Manuel Marco Bonaluque, solo sobrevivieron Marino e Isabel Manuela Pabla.

En 1884, ya casada y residente en Fuencalderas, se matriculó en la Escuela de Maestras de Huesca. Ese mismo año nació su primogénito, Marino, y abandonó los estudios.

Cuñados y sobrinos

Marino Marco Sampietro se casó con Delfina Bueno Garza maestra titular de Biel y fueron padres de sus cinco sobrinos:

Rosario (Biel, 1911-Alagón, 1966), Teresa (Biel, 1913-Madrid, 1977), José Manuel (Biel, 1916-Sabadell, 1978), Marino (Biel, 1918-Zaragoza, 1973) y Luis (Biel, 1919 -1982).

24. 1910 Marino y Delfina 1910 Boda

Boda de Marino Marco Sampietro (Biel, 1884-Biel, 1927) y Delfina Bueno Garza (Agüero,1882-Alagón, 1963).

25. Delfina y sus cinco hijos

Biel, 1923. Doña Delfina con sus cinco hijos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El pequeño, casado con Escolástica Marco Marco (Biel, 1922-Alcañiz, 2005), ejerció de médico en Alagón desde 1944 hasta que falleció a los 62 años.

Escolástica y sus amigas de Alagón

Escolástica, con abrigo blanco, y un grupo de amigas de Alagón.

Luis Marco Marco, el hijo de Luis Marco Bueno, nos comentaba:

Mi padre estuvo en Ansó y se trasladó a Alagón porque mi tío Juan le dijo que allí había mucho trabajo y se ganaba bien. Todavía no existía la Seguridad Social. Lo importante eran  las «igualas» y la actividad privada. Me acuerdo perfectamente de nuestro tío Juan rellenando los recibos que se cobraban a las familias según su poder adquisitivo.  El que más pagaba, 25 pesetas al mes, era un tal «Santos el Gitano», tratante de ganado, porque eran muchos de familia. Estas cosas se las oía comentar a mi padre con mi tío Juan, mientras yo ponía un sello con la firma de mi padre.

Los tres descendientes de don Juan

Sus tres hijos nacieron en Biel, atendidos por Amado Mínguez Biel, (Sos, 1897-Biel, 1984). Llegó de médico en 1923 y en 1926 se casó con Luisa Pemán Coiduras (Zaragoza, 1905-Biel, 1981), de casa Mauricio, es decir, con una prima hermana de don Juan.

Este es un buen momento para recordar a la saga de parteras de Biel, todas bien experimentadas, que acompañaban, o sustituían, a los médicos en los partos. Eran las que inscribían a los expósitos y a los hijos de padres desconocidos en el registro civil. En 1898, a los ochenta años, falleció la primera de la que tenemos noticia, María Salias Gastón, hija de los maestros Francisco Salias, natural de Jaca, y Ramona Gastón, de Ansó. En 1892 su hija Dionisia Muñoz Salías ya aparece en algunos partos como sustituta de su madre. Y en los años cuarenta, una de las últimas fue Melchora de Matiero.

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Octavio (Biel, 1930-Zaragoza, 1992), Marino (Biel, 1932-Zaragoza, 1999) y Carmen (Biel, 1935-Barcelona, 2015). Foto de 1940.

Octavio Lanzarote Marco nació en la casa de sus abuelos maternos. En la partida de nacimiento consta así:

Hijo de don Juan Lanzarote Pemán y doña Isabel Marco Sampietro de 35 años ambos de edad. Él Maestro Nacional y ella dedicada a sus labores, naturales de esta villa y vecinos de Pradilla de Ebro (Archivo del Ayuntamiento de Biel, nacimientos de 1930).

Estudió Medicina, entre 1947 y 1953. Se casó en 1974 con Olga Borges Barreto (Máguez, Lanzarote, 1939), una joven que había sido la madrina en la Inauguración del Campo Fútbol Máguez, una aldea de Haria, en el norte de la isla de Lanzarote. En 1972, Olga vino de excursión a la Península, conoció a Octavio en Zaragoza, en la plaza de la Seo. Se casaron en Las Palmas de Gran Canaria y fijaron su residencia en Alagón.

La historia laboral de Octavio resultó un poco movida. En 1954, comenzó en el Hospital Militar de Melilla. Pero al año siguiente, 1955, ya estaba en Torres de Berrellén.

30. 1959 Octavio Lanzarote en la consulta Castejon de Valdejasa

1959, Octavio Lanzarote Marco (Biel, 1930-Zaragoza, 1992), en la consulta de Castejón de Valdejasa.

En 1957 aprobó las oposiciones a Médico Titular y estuvo dos años en el Sanatorio de Agramonte, donde ejerció de forma privada. En 1959 lo nombraron Médico Titular de Castejón de Valdejasa.

Diez años después ejerció en Pradilla de Ebro, como su padre, y durante muchos años, hasta que murió su primo Luis, compartieron la consulta la Avenida de Zaragoza de Alagón.

En 1979 le concedieron la titularidad de Alagón. Y durante un tiempo tuvo agregado Cabañas de Ebro.

Marino Lanzarote Marco. También nació en la casa de sus abuelos maternos. En 1952, aprobó el grado de Perito Mercantil en la Escuela Profesional de Comercio de Zaragoza. Desde 1944 su padre lo preparó en casa y se examinó como alumno libre.

A la vez que estudiaba comenzó a trabajar de recadista en la La Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja (CAZAR) de Alagón. En 1949 ingresó de auxiliar, por oposición, en el Cuerpo de Empleados de la CAZAR. De los 138 candidatos, y de los 15 aprobados, obtuvo el número uno.

En 1954 se licenció del servicio militar y lo nombraron comisionado para aclarar la campaña de remolacha. Por su buena gestión, lo eligieron delegado de la sucursal de nueva creación en Fuentes de Ebro. En 1958 se trasladó a Graus, Huesca, como delegado de comarca. Allí se casó con María Peña Subías Borgoñó y fueron los padres de: Peña, Isabel, Pilar, Marino y Javier Lanzarote Subías

35, 1960. Marino y Peña

Marino Lanzarote Marco (Biel, 1932-Zaragoza, 1999) y María Peña Subías Borgoñó (Graus, 1939).

En 1969 ascendió a jefe de la Cuarta y lo trasladaron a Calatayud. Allí fue director de la sucursal de Calatayud y zona.

En 1972 pasó a la sucursal de la Plaza de La Seo de Zaragoza. Precisamente allí conoció a su futura cuñada Olga Borges.

Y posteriormente a la Avenida de Madrid donde su hija Isabel, siguiendo sus pasos, encontró a muchas personas que lo recordaban con mucho cariño

En 1992, se jubiló en la Central de la Plaza de Basilio Paraíso.

Carmen Lanzarote Marco (Biel, 1935-Barcelona, 2015). Maestra Nacional y Guía Turística de Mallorca.

33, 1941 Comunion de Carmita

1941. Primera Comunión de Carmen, conocida como «Carmita».

En marzo de 1957 aprobó las oposiciones en Huesca y en septiembre de 1958 se incorporó a la escuela de Biscarrués. En 1959 estuvo en Aladrén y en 1960 en Alcubierre.

En 1962 solicitó una excedencia de tres meses para estudiar Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Volvió a acabar el curso a su escuela y solicitó una excedencia voluntaria para incorporarse al Instituto de Misioneras Seculares (IMS). Desde 1963 hasta 1965 siguió estudiando en el Centro de Cultura Religiosa de Vitoria y obtuvo el título de profesora de Religión Católica.

En 1966 la admitieron a participar en el examen de Guías de la provincia de Mallorca, con la condición de que presentara el título de Maestra Nacional y que el Consejo Nacional de Educación equiparara dicho título al de Bachiller elemental.

Desde 1969 hasta 1974 en el Patronato de Villacarlos, Baleares. En mayo de 1969 reingresó en los Patronatos Diocesanos. A través del Centro Fernando el Católico de Zaragoza, se incorporó en el Patronato de Villacarlos, donde estuvo hasta 1973. Ese año la destinaron a un patronato de Manacor, también en Baleares, sin consumir la plaza. Así que su destino seguía siendo Villacarlos hasta agosto de 1974

11. Carmita. La segunda. Lleva las trenzas

Carmen, la segunda por la derecha, lleva coletas.

Como su madre se encontraba muy débil, intentó acercarse a Zaragoza. En 1974, siempre con el Patronato, consiguió colegio nacional «Onésimo Redondo», actualmente CP Gaudí, de Barcelona. Y en enero de 1979 ganó la plaza por concurso.

Para complementar su carrera, estudió catalán y francés. Realizó algunos cursos oficiales con la Generalitat y obtuvo el Certificado de Nivel que le permitía dar clases en catalán en asignaturas de primaria. Además, había cursado hasta tercero de francés en la Escuela Oficial de Idiomas.

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Hoja de servicios de Carmen Lanzarote.

En 1995 se jubiló. Pero su vida siguió con una actividad frenética. Trabajó como voluntaria social en las cárceles de mujeres de Barcelona y en la casa de acogida Lligam, destinada a las mujeres maltratadas y a las presas para reinserción.

Jubilación de Carmita en Biel

Jubilación de Carmen en la sala del piano de su casa de Biel. Junto a ella, sus compañeras de piso Justa y Covadonga, su hermano Marino, su cuñada Olga y la familia. Biel, 1995.

Y, sin desaliento, se siguió formando para obtener todos los requisitos que exigía su nueva labor. Al mismo tiempo, se involucró en la vida de su barrio de La Sagrera. Entre otras cosas, asistía a la coral de padres que tenía la escuela del barrio.

1940 Juan Lanzarote_0003 Tres hijos Escuela 1940

Los hermanos Lanzarote Marco  fueron a las escuelas públicas de Alagón.

Para terminar

Don Juan llegó a Alagón en plena efervescencia de una educación influida por el modelo de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y supo conjugar los principios educativos institucionistas con su preocupación social y su bondad natural. Era un hombre machadiano, “en el buen sentido de la palabra bueno».

Nunca olvidó sus raíces rurales ni la buena preparación que recibió en la escuela de Biel. Y quiso repetir, de forma renovada, el modelo de su maestro, don Manuel Marco Bonaluque, de quien fueron dos alumnos destacados él y su buen amigo, Constantino Pemán Otal. Precisamente los dos juntos fueron recordados y elogiados por el inspector en la jubilación de don Juan.

Además de un buen maestro, ejerció de mentor, dio clases particulares y preparó a muchos de sus alumnos para que obtuvieran el premio Pascual Sayos y a otros para que salieran a estudiar fuera. Incluso preparó a su hijo Marino en los estudios de Perito Mercantil, que los realizó como alumno libre desde Alagón.

Su última etapa la dedicó a alfabetizar el Barrio Oliver, y recibió el diploma de Maestro Distinguido.

Junto con otros maestros contribuyó a elevar el nivel cultural de Alagón. Sus ideas calaron muy hondo. Hoy los hijos de sus alumnos, al calor de Inma Callén, hija de Jesus Callén Bazán, un alumno de don Juan, han hecho un nido de gran altura humana y cultural en la Biblioteca de Alagón.

Carmen Romeo Pemán

 

Nota sobre la foto del comienzo. 1934. Don Juan Lanzarote con sus alumnos de Alagón.

Don Bruno y doña Angelita. Los maestros de nuestros padres

 

Los recuerdos son eslabones de una larga cadena que une el pasado con el presente y tienden un puente de plata por el que gustamos andar con el mayor desembarazo hasta confundir las dos orillas…

Bruno Gracia Sieso, Maestro de El Frago, “Recuerdos”, 1933.

Cartel de la Historia que nos une

Lo que os voy a contar ya lo conocen los fragolinos que lo vivieron y otros que me han ayudado a preparar estas notas. ¡Gracias a todos por esta colaboración tan entusiasta! Y es que en El Frago se hacen las cosas así. Hacen falta unas escuelas, pues las haremos entre todos. Si Carmen prepara algo, pues todos le ayudaremos.

Recuperar los casi 175 años de vida de las escuelas supone desempolvar las vidas de todos los maestros y maestras que pasaron por sus aulas. Todos se dejaron la piel y una parte importante de sus vidas a los niños de El Frago.

En este artículo me centraré en Bruno Gracia Sieso y Ángela García Alegre, don Bruno y doña Angelita, como siempre los oí nombrar en mi casa. En 1926, este matrimonio logró embarcar a todo el pueblo en los gastos de la construcción de unas escuelas hechas “a vecinal”, crowdfunding diríamos hoy. Con motivo de la inauguración del edificio don Bruno pronunció una charla: “El niño, la escuela, el maestro y los padres de familia”; y doña Angelita otra: “La enseñanza de la mujer”. Hoy solo conservamos los títulos, pero su espíritu moderno nos llega con los testimonios orales de los que fueron sus alumnos.

Además de conseguir escuelas con viviendas para los maestros, elevaron el nivel cultural del pueblo. Estimularon a muchas familias a que sacaran a sus hijos a estudiar y potenciaron la enseñanza de adultos. Y, además, nos dejaron una significativa obra literaria escrita desde, o sobre, El Frago.

Doña Angelita García Alegre

Doña Angelita fue la maestra de nuestras madres, es decir, de las niñas nacidas entre 1909 y 1924; y don Bruno de los niños nacidos entre 1912 y 1926. Entre otros, de mi padre.

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1933. Calatayud. Ángela Garía Alegre. Foto de Gregorio Romeo Berges

Zaragoza, 1894–Ronda, Málaga, 1971. Era hija de Carlos, empleado de Correos y Telégrafos, y de Ángela, natural de Gurrea de Gállego. En unos tiempos en los que no era habitual que las mujeres estudiaran, convenció a sus padres y comenzó Magisterio a los 19 años. En 1918 aprobó las oposiciones en Huesca. Estuvo un año en Casbas y al año siguiente llegó a El Frago.

Maestra de El Frago: 1919–1929

Entre 1921 y 1935 nacieron sus hijos: Angelina, María Rosa, Blanca, Gabriel, Ana María, Carlos, Miguel Ángel y María del Carmen.

Maestra de Calatayud: 1929-1935. Y de Ronda: 1935–1964

En 1929 murieron su hermana Carmen, de una hernia inguinal, y su hijo Gabriel, de difteria. Estas muertes trágicas, unidas a la deficiente atención médica de El Frago, influyeron en su decisión de abandonar el pueblo. Se presentó a unas oposiciones y le dieron Calatayud. Su marido no consiguió traslado y siguió en El Frago dos cursos más.

Cuando ella se despidió de El Frago, don Bruno le dejó al alcalde varias fotografías y algunas tarjetas postales del pueblo con la siguiente nota.

Querido amigo Manuel: ahí le mando una colección de las fotografías obtenidas para que el Ayuntamiento haga con ellas el uso que estime oportuno. Las restantes, menos otra colección que nos quedamos nosotros, las he mandado al Heraldo, a una revista madrileña y a otra zaragozana. Saludos de su buen amigo, B. G. Sieso Hoy 19-X –929.

Desde 1935 hasta 1964 ejerció en Ronda, donde había sido destinado su marido en 1931.

Don Bruno Gracia Sieso

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1933. Calatayud. Bruno Gracia Sieso. Foto de Gregorio Romeo Berges

Zaragoza, 1893–Ronda, Málaga, 1968. Este hombre, paciente, tolerante y “en el buen sentido de la palabra bueno”, era hijo de Francisco y Carmen, un matrimonio de clase media. Su hermana Pilar lo emparentó con las familias de importantes científicos aragoneses, con los Loscos y con los Pardo Sastrón.

Su primer trabajo: dependiente de sederías

Su padre lo destinó al floreciente mundo del comercio zaragozano y lo colocó en la Sedería de Santiago Sorrosal en la calle Torrenueva. Después estuvo en la de Monreal en la calle Pignatelli.

Estudios y destinos. Berrioplano, Gallipienzo, Las Fraguas y El Frago

En 1910 empezó Magisterio en Zaragoza. En 1914 obtuvo plaza en Berrioplano Navarra; de allí pasó a Gallipienzo, Navarra. En 1923 ya estaba en Las Fraguas, Soria, y en 1925 se trasladó a El Frago por el turno de consortes. Allí ejerció seis años, hasta que en 1931 le dieron traslado a Ronda (Málaga).

En 1930 obtuvo un premio del Patronato de Mutualidades de Aragón por su labor educativa.

De la larga y fructífera etapa de Ronda resaltaré su colaboración con la Institución Libre de Enseñanza (ILE). En 1934, participo en las Misiones Pedagógicas y ese mismo año realizó un viaje de ampliación de estudios con otros compañeros de las Misiones.

Maestros escritores

Titulo Maestra Ángela García Alegre - Anverso

Sin romper los estereotipos que la crítica literaria había impuesto a las mujeres, consiguió una voz literaria propia. Así lo recordaba su hija Blanca:

En Calatayud, mi madre se forjó una gran personalidad como escritora y como conferenciante. Era la única mujer que daba conferencias con los Académicos de la Lengua en la Biblioteca Gracián de Calatayud.

Obra y premios de Ángela García Alegre

Publicó abundantes relatos en periódicos, ganó un accésit y dos premios literarios, y colaboró en La novela de viaje aragonesa.

Destacamos los relatos: Blanca (1924), Isabel (1930), La tía Julia (1930), España, flor (1931), De fino encaje (1934), Entereza (1934).

En 1924, recibió un premio por el relato “Blanca” en un certamen literario de Calatayud. Ese mismo año otro premio en Zaragoza, cuyo nombre no figura en la estatuilla que conserva su familia. En 1926, un premio por “Gabrielín” (inédito). En 1935, accésit a “Y por enseñar a otros niños perdí a mi niño”, en el Certamen Pedagógico Nacional. En 1947, un premio de 5000 pesetas por “Consejo de amor”.

Publicaciones de Bruno Gracia Sieso

Trabajos literarios de Don Bruno

Trabajos literarios de don Bruno

Fue un versificador precoz. En Zaragoza se relacionó con los escritores y periodistas del círculo de: Luis López Allué, el patriarca de la literatura regionalista, Manolo Casanova, Fernando Castán Palomar, Arturo Gil Losilla, Tomás Royo Barandiarán, Anselmo Gascón de Gotor Giménez, Pedro Galán Bergua, Ramón Lacadena Brualla y Ramón Celma Bernal.

Más de ciento cincuenta artículos en varios periódicos

Divulgó con entusiasmo la Novela de viaje aragonesa, de la que fue co-fundador. Colaboró de forma habitual en: El Heraldo de Aragón, El Avisador Numantino, El Heraldo de Madrid, La Tierra de Huesca, El Diario de Almería, El Diario de Córdoba y de El Noticiero Gaditano.

Aunque fue contemporáneo del Novecentismo y de la Generación del 27, su prosa lleva el sello postmodernista. En ese momento las vanguardistas intentaban abrirse paso entre un modernismo que había arraigado con fuerza en medio de unos gustos regionalistas que renacían.

En 1927 le dedicó elocuentes palabras a Arturo Gil Losilla, en un homenaje en el Casino Mercantil, cuyo testimonio fotográfico recogió la revista Blanco y Negro. Además, presidió el homenaje al escritor Luis Franco de Espés, barón de Mora.

En 1929 fue reportero de la inauguración del grupo escolar Costa de Zaragoza. En 1928 con el artículo, “Goya. En torno a un centenario”, estimulaba a estudiar a sus alumnos recreando los orígenes rurales de Goya.

Se reveló como un perspicaz lector, muy atento a las novedades literarias aragonesas. De la fama y prestigio de don Bruno dan fe las caricaturas que de él se hicieron en la prensa

Un idilio en Cesárea, en colaboración con Arturo Gil Losilla

En 1927 publicaron Un idilio en Cesárea, una novela ambientada en “Cesárea”, el nombre literario de Zaragoza, a la manera de los realistas del siglo XIX.

En una trama de novela rosa iban incardinando acontecimientos épicos del pasado zaragozano y personajes célebres de la Zaragoza contemporánea.

Para terminar

Hará unos cien años, llegaron a El Frago los Reyes Magos, disfrazados de maestros. Y se hicieron realidad las ilusiones muchos niños. Esos que hoy son nuestros padres y abuelos.

El año 2007, el pregonero de la Feria de Ronda se enorgullecía de haber tenido como primer maestro a don Bruno. Y los fragolinos nos enorgullecemos de que don Bruno y doña Angelita fueran los maestros de nuestros padres. Gracias a ellos las generaciones siguientes nos hemos beneficiado de sus semillas.

No para desmerecer su labor, sino para entender mejor su calado, quiero resaltar encontraron un terreno abonado. Simona Paúles y Pedro Uhalte, también matrimonio, fueron maestros de El Frago desde 1884 hasta 1913 y alfabetizaron a nuestros abuelos. Mi propia abuela, sólo con lo que aprendió en la escuela, y no asistía regularmente porque desde niña trabajaba como pastora, tenía una letra primorosa –con faltas de ortografía, claro- y llevaba las cuentas de la casa en sus “cuadernos de apuntaciones”.

50. 1932-Cuaderno Antonia

Cuaderno de Antonia Berges Beamonte (El Frago, 1885-1951)

Fuentes documentales

Archivo del Ayuntamiento de El Frago.

Archivo de la familia Gracia García.

Prensa histórica local y nacional.

Carmen Romeo Pemán, Los maestros de nuestros padres. Conferencia impartida en el Ayuntamiento de El Frago, el 9 de noviembre de 2013.

Carmen Romeo Pemán, De las escuelas de El Frago, IFC, Zaragoza, 2014. Presentado en El Frago, el 24 de enero de 2015.

Javier Arenzana Romeo, De ronda por las escuelas de El Frago. En instinto lógico, el 1 de febrero de 2015.

Carmen Romeo Pemán, A todas las maestras. A las 35 que pasaron por El Frago. En Letras desde Mocade.

Carmen Romeo Pemán, A todos los maestros. A los 25 que pasaron por El Frago. En Letras desde Mocade.

Fuentes orales

Conversaciones y entrevistas con los alumnos de don Bruno y las alumnas de doña Angelita. Anécdotas de estos maestros que se han mitificado en el pueblo.

De las escuelas de El Frago-1

 

Carmen Romeo Pemán

 

 

Laurentina Frías. Una alcaldesa de la que todos se olvidaron

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Laurentina con sus alumnas. De Sandra Abad Orós

Laurentina Frías Gil con sus alumnas. Alforque, 1928. Foto cedida por Sandra Abad Orós.

A finales de enero de 1933 cesaron a todos los integrantes de los viejos ayuntamientos, de aquellos que habían sido elegidos por el artículo 29 de la Ley Maura, que todavía estaba vigente. En España afectó a 2500 pueblos y en la provincia de Zaragoza a 129. Uno de ellos, Alforque.

A principios de febrero se nombraron unas comisiones gestoras, que durarían solo dos meses y medio, hasta las elecciones de abril de 1933. Con la intención de preparar unas elecciones limpias y transparentes.

En esas gestoras, en la provincia de Zaragoza, entraron 18 alcaldesas y 34 concejalas.

De la elección de 17 alcaldesas se dio noticia en todos los periódicos locales y en muchos nacionales. Se habló del recibimiento que les hizo el gobernador y del banquete que les ofreció. Pero por alguna razón, de Laurentina Frías Gil, la alcaldesa de Alforque no se habló en ningún momento.

Yo la encontré por casualidad cuando estaba rastreando las comisiones de todos los pueblos. En realidad buscaba a las concejalas, de las que nadie se había ocupado. Y de repente la vi. Allí estaba ella, presidiendo una gestora.

La comisión Gestora y el nuevo ayuntamiento de Alforque

Presidente, Laurentina Frías Gil, de 49 años, calle Horno 4. Vocales, José Tesán García, de 27 años, carpintero, calle Mayor, y Agustín Lucea Lanuza, de 24 años, labrador, calle Barriete.

Como alcaldesa cumplió con rigor la principal función para la que fue nombrada: lograr que las elecciones de abril de 1933 fueran limpias y transparentes. Y así recogía su actuación La Voz de Aragón:

Presidió las elecciones y estuvo en la constitución del nuevo ayuntamiento. Después de unas elecciones tranquilas y dignas, con las formalidades de rigor previas, fueron posesionados de los cargos de concejales los señores siguientes:

Mariano Lucea García, 45 años, labrador, calle Barriete; Miguel Clavero Giménez, 60 años, retirado, calle Mayor; Martín Tesán García, 27 años, carbonero, calle Mayor; Julián Clavero Jiménez, 46 años, herrero, calle Mayor; Francisco Artal Giménez, 59 años, del campo, calle Alta; y Bernardino Pertusa Artal, 31 años, jornalero, calle Barriete;. Mediante elección se nombró alcalde a Mariano Lucea. (Cfr. La Voz de Aragón, 08/06/1933).

Laurentina Frías Gil

Navaleno, Soria, 3/2/1884-Alforque, 28/1/1952. Hija de Pedro Frías y Juiana Gil.

Partida de nacimiento proporcionada por su nieto Mariano Giménez.

Recordarotio Laurentina

Tenemos pocas noticias de su familia. Algunos datos sueltos, que nos van apareciendo aquí y allá.

En 1890, Afrodisia Gil Beltrán, quizá una hermana de su madre, vivía en Monteagudo de las Vicarias, Soria, de donde procedían los Gil Beltrán, y falleció en Zaragoza el 30/10/1962. Su hermana María Frías Gil (Monteagudo, 1893-Zaragoza, 20/10/1968), se casó con Valeriano Pascual Condado, (¿?-Zaragoza, 28/12/1950.) un guarda de seguridad, y vivían en la calle López Toral 12, de Zaragoza. Su hermano Antonio A. Frías Gil fue secretario de varios pueblos de Soria. En 1929 estaba destinado en Moral de Calatrava, Ciudad Real, y pertenecía a la Unión Patriótica de Primo de Rivera.

Estudios y primeros destinos en Soria

Laurentina, hija de Pedro y Juliana, cursó Magisterio en la Escuela de Maestras de Soria. Acabó a los 18 años y comenzó su carrera profesional en tierras sorianas.

En 1902 la nombraron maestra interina de Villaciervitos. En 1904 seguía en Villaciervitos, con un sueldo de 200 pesetas, y solicitó entrar en las listas maestras del Rectorado de Valladolid, pero la excluyeron por ser menor de 21 años. En 1905 estaba en la escuela mixta de Mazarovel. Desde 1906 hasta 1908, en Vilviestre de los Nabos, un pueblo de 110 habitantes, agregado a Orteruelos.

1907 le habían dado por concurso de traslado Santa Cruz de Moncayo, Zaragoza. Pero María Yerobi Olaechea, con el número 94 de la clasificación general, reclamó su derecho a la escuela de Santa Cruz de Moncayo. Y Laurentina, con el número 101, tuvo que continuar un año más en Vilviestre.

Destino definitivo: Alforque: desde 1908 hasta 1952

En marzo de 1908, por concurso único, consiguió Alforque, Zaragoza. En este traslado le cambió su vida para siempre.

Ha quedado vacante la escuela de Vilviestre de los Navos por haberse posesionado doña Laurentina Frías en la de Alforque, en la provincia de Zaragoza. (El defensor escolar, 21 de marzo de 1908)

Al poco tiempo de llegar se casó con Mariano Giménez Cristóbal (Alforque, 02/06/1877-Ídem, 14/02/1947), un labrador emparentado con casi todo el pueblo. Su hermano Cristóbal Giménez Cristóbal era el carpintero de la calle Mayor, 36. Y en el expediente de responsabilidades políticas contra Gabriel Sena Lucea (Alforque, 21/03/ 1909-Ídem, 14/02/1984). se le  acusa  de haber ayudado a Mariano Giménez a salir de la cárcel. (Cfr. Responsabilidades políticas de la provincia de Zaragoza. Expediente, 4562, contra Gabriel Sena Lucea de Alforque)

Laurentina y Mariano fueron los padres de:

Recordartorio Mariano, su Marido

Manuel (Alforque, 11/03/ 1912-Zaragoza, 20/01/1981). Siguiendo una costumbre aragonesa, al primer hijo que nació después de su muerte le pusieron su nombre.

Afrodisio (Alforque, 11/03/ 1912-Zaragoza, 20/01/1981), cuyo nombre se lo debía a su familia materna. Se casó con Carmen, era contable, aunque en el censo de 1934, figuraba como jornalero. Según los datos que  Manuel Ballarín Aured obtuvo en el AHGC de Salamanca y de la Causa General.

Afrodisio Giménez Frías fue secretario general de la UGT en 1937. Se afilió al PCE el 1-8-1937 y fue secretario general del PCE en 1937 y primeros de 1938. Al parecer, no fue asesinado por los rebeldes, ya que, según la Causa General, «se encontraba en el Ejército».

Herminio Lafoz Rabaza también recoge el dato de la UGT en la Fundación Bernardo Aladrén.

Manuel, (Alforque, 14/10/1916-Zaragoza, 28/01/1932). Está en cementerio de Torrero, en el mismo nicho de su hermano Afrodisio.

José Luis, (Alforque, 31/12/1921-Zaragoza, 22/01/2005). Licenciado en Químicas, trabajó en el Servicio Comercial de Urruzola. Se casó con Amparo Pérez Plo (Zaragoza, ¿?-Madrid, 4/10/1986) y no tuvieron hijos. Amparo está enterrada en el cementerio de Torrero de Zaragoza, con sus hermanas Julia y María Pilar.

Maestra de Alforque

En los 44 años que ejerció allí, pasaron varias generaciones de niñas. Sabemos que profesionalmente era muy activa y que recibió felicitaciones de la inspección. A continuación, de unas notas ordenadas cronológicamente, que son como la punta de un iceberg, se desprende su talante activo y comprometido.

  1. La Asociación de maestros del partido de Pina decidió admitirla entre sus miembros (Cfr. El magisterio español, 8/8/1914).
  2. Laurentina y Manuela Blasco Pardillos, la futura alcaldesa de Torrellas, solicitaron participar en unas oposiciones restringidas. Estas oposiciones servían para ascender en el escalafón y aumentar el sueldo.
  3. Las niñas de la escuela y su maestra hicieron sendos donativos para las obras del templo del Pilar.
  4. Se dio de alta en la Confederación Nacional de Maestros, en la Sección de Socorros.
  5. Recibió alabanzas del inspector que visitó su escuela.

Visita de inspección. El 26 del pasado mes, realizó la visita reglamentaria el culto señor inspector de la zona, don Emilio Moreno Calvete, a las escuelas nacionales de niños y niñas, desempeñadas por los competentes profesores de Primera Enseñanza, don Generoso Hernando Borreguero y doña Laurentina Frías Gil, quedando altamente satisfecho del estado de la cultura que poseen los niños y las niñas, alentándolos para que sigan ampliando sus conocimiento a fin de ser mañana hombres útiles al pueblo y a la patria que los vio nacer.

Rogó a las autoridades, maestros y niños que procuren poner de su parte para que la asistencia sea más normal, inculcando en los padres los perjuicios que originarán a sus hijos al retenerlos en casa en lugar de enviarlos a las escuelas, según la ley y su conciencia les ordenan. (La Voz de Aragón, 08/06/1933).

1952. Falleció antes de jubilarse y en su necrológica ya solo figuraban dos de sus cuatro hijos Afrodisio y José Luis.

Compromiso político

Dos hechos nos sirven para hacernos una idea de sus inquietudes.

El 28 de enero de 1938 se afilió a la FETE (Cfr. Herminio Lafoz Rabaza).

En 1939 estaba en una lista con 93 maestros de la provincia de Zaragoza, propuestos para ser depurados. Junto a ella figuraban: José María Velilla Membrado, maestro de Alforque, Rosa Arilla Albar, maestra de Gelsa, que había sido concejala de Quinto de Ebro, e Isabel Pemán Cardesa, parvulista de La Almolda, que, en 1933, había sido alcaldesa de Magallón. El 7 de mayo de 1938, Segundo Año de la Victoria. El presidente de la comisión de depuración, Miguel Allué Salvador. (Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, 10/05/1938).

A la vez que Laurentina, ocuparon la escuela de niños, entre otros: Tarsicio Vega, que había llegado de interino en 1907. Joaquín García Miguel, en 1931, se trasladó a Carballiño (Orense). Ese mismo año llegó Generoso Hernando Borreguero, procedente de Caniego de Mena (Burgos), un activo asociacionista de la prensa de Magisterio. En 1935 Generoso permutó con José María Velilla Membrado (Castelserás, Teruel, 26/2/1871-Zaragoza, (5/12/1962), que estaba en Juslibol. Y en 1938, estando en Alforque, lo depuraron.

Para terminar

Laurentina Frías fue una brillante maestra de Soria, pasó la mayor parte de su vida en Alforque, donde se casó con un labrador, y se comprometió con los ideales de la II República. Fue alcaldesa en 1933, en 1938 se afilió a la FETE, y ese mismo año fue depurada.

Con este artículo he querido rescatar la memoria de esta mujer valiente. Sacar a la luz la figura de una alcaldesa republicana de la que se olvidaron hasta los periódicos de su época.

En la recuperación de los datos de Alforque he contado la inestimable colaboración de Sandra Abad Orós, gran conocedora de los archivos y de la vida del pueblo.

Estoy segura de que, con su vida humilde y con su gran vocación por la enseñanza, entregó lo mejor de sí misma a las niñas de Alforque. Y también estoy segura de que algunas lograrían hacer estudios superiores gracias al empuje y al modelo de su maestra. De esto tendrían que hablarnos las que fueron sus alumnas.

Carmen Romeo Pemán

Siete años después, he recibido un mensaje de Mariano Giménez Minguillon:

Hola,Carmen, soy nieto de Laurentina Frias Gil. Gracias por el cariño que has puesto en el articulo sobre mi abuela y por darnos a conocer muchos datos que desconocía. Y de los que no me trasmitieron. Murió cuando yo tenia dos años.

Soy hijo de Afrodisio Gimenez Frias y de Carmen Minguillon Tremps, La verdad es que de esa epoca no se hablaba en casa. Y Afrodisio tampoco hablaba de ello.

Te adjunto una foto que le hace mas justicia, las lápidas del cementerio y un carné de Laurentina. Y gracias por tu dedicación.

En el cementerio de Alforque está enterrada junto a su marido.

Gracias, Mariano, tú has sido el broche. Tú le has dado sentido pleno a mi investigación.

Zaragoza, 6 de octubre de 2024.


Escuelas dedicadas a maestras

#nuestrasmaestras

A Gloria Álvarez Roche, Cristina Baselga Mantecón, Concha Gaudó Gaudó e Inocencia Torres Matínez. Mucho más que amigas. A ellas les debo parte de este y de otros trabajos.

Entrega Premios.1

El caso de Zaragoza

En el siglo XIX y principios del XX las escuelas recibían el nombre de la calle que las acogía. Así la escuela de la calle de las Armas, angular con la calle de la Golondrina, se llamó Escuela de las Armas, y también de la Golondrina, y a sus alumnas las golondrinas. Y lo mismo ocurría con la del Buen Pastor, en la calle del mismo nombre, y con la del Castillo, en un espacio que había pertenecido al Castillo de Palomar.

En Zaragoza, esta costumbre empezó a cambiar con el nacimiento de los grupos escolares de enseñanza graduada y la desaparición de las escuelas unitarias.

En 1914 el Ayuntamiento condecoró a Eulogia Lafuente, a Rosa Arjó y a Marcelino Lopez Ornat, y acordó poner sus nombres a tres grupos escolares de la ciudad. En 1919, a propuesta del concejal señor Faci, eligieron el nombre de dos maestras, Andresa Recarte y María Díaz, para dos escuelas.

A lo largo de un siglo se han ido bautizando los grupos escolares de la ciudad, pero solo siete han llevado el nombre de una maestra. A las anteriores les siguieron Ana Mayayo en 1969, Gloria Arenillas en 1981 y Patrocinio Ojuel en 2019.

En la mayoría de los centros optaron por nombres de maestros, como Cándido Domingo o Joaquín Soler, o por nombres de hombres célebres como Gascón y Marín, Joaquín Costa o Miguel de Cervantes.

A continuación expongo las semblanzas de las siete maestras que merecieron las placas en las puertas de las escuelas. La historia de estas mujeres, destacadas en su tiempo, se ha ido diluyendo con los años y, por eso, hoy nos cuesta recuperar las trayectorias de sus vidas y la memoria de sus trabajos.

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Gloria Arenillas Galán (Zaragoza, 18 de noviembre de 1910-Zaragoza, 25 de febrero de 2005).

Gloria Arenillas.

El periódico La Voz de Aragón se hacía eco del triunfo obtenido por la asilada señorita Arenillas en los Cursillos de Magisterio de 1932. El presidente daba cuenta de su  éxito en las oposiciones, fue el número uno, y proponía que se le concediera el derecho a ocupar la primera vacante que se produjera en el Hospicio, cuando se renovara la enseñanza en el centro. (La Voz de Aragón, 18/12/1932).

En 1948 estaba destinada en la escuela de San Juan de Mozarrifar, cuando se adscribió al barrio del Cascajo. Posteriormente fue directora del Colegio Cándido Domingo, en el Arrabal, hasta que se jubiló.

En 1974 el Ministerio le concedió el ingreso en la orden de Alfonso X, en atención a los servicios de mérito extraordinario prestados como maestra nacional.

Colegio Gloria Arenillas

Gloria Arenillas en la Antigua Azucarera.

El actual Colegio Gloria Arenillas se construyó a finales de los años 70 en los terrenos de la Azucarera del Gállego, en el Arrabal. Al principio se llamó Colegio Nacional Mixto Urbanización Ríos de Aragón. En 1981, según Ángel López Folgar, que fue director del centro. se le puso el nombre de Gloria Arenillas, en recuerdo de la que fue directora del colegio Cándido Domingo, el otro grupo escolar del barrio. (Cfr. BOE, 7/10/1981)

Placa. Foto buena

Foto realizada en septiembre de 2019. Propiedad de Esther Carbó Carbonel, profesora del colegio Gloria Arenillas.

En 1919 las viejas escuelas del Arrabal, convertidas en un grupo escolar graduado, recibieron el nombre de Cándido Domingo, un célebre maestro.

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Rosa Arjó Pérez (Huesca, 1876-Zaragoza, 1918)

Rosa Arjó-1

Doña Eulogia Lafuente nos habla de las satisfacciones que le ha dado la enseñanza. El día 6 de abril de 1914 le impusieron la Medalla de la Ciudad. En aquel acto le impusieron la Cruz de la Beneficencia a una discípula suya llamada Rosa Arjó, malograda en plena juventud, por su comportamiento heroico con unas niñas atacadas de tifus, entre las que se encontraba una hermana del actual jefe de la Guardia Municipal, señor Lloré. (Cfr. A. Ruiz Castillo, “Figuras zaragozanas. Entrevista a Eulogia Lafuente”. La Voz de Aragón, 03/09/1930)

Rosa Arjó Pérez era hija de Esteban Arjó Fraguas, un militar nacido en 1846, y de Amalia Pérez Mayo, nacida en 1852. Su hermano Esteban cursó el bachillerato en el Instituto Ramón y Cajal de Huesca, estudió Medicina en Zaragoza y fue médico titular de Alcampel, (Huesca). En 1934. Amalia Pérez, su madre de 82 años, María Arjó, una hermana de 56 años y profesión sus labores; y María Josefa, otra hermana, maestra nacional de 53 años, vivían en Zaragoza, en la calle Sobrarbe, 59.

Rosa estudió Magisterio en Zaragoza y comenzó a trabajar como auxiliar con Patrocinio Ojuel, la parvulista que introdujo el método Montessori en Zaragoza. En 1906, con la carrera recién acabada, la destinaron a Almazán (Soria), en 1907 aprobó las oposiciones y en 1908 llegó a la escuela El Castillo en el barrio de las Delicias, donde era directora cuando murió a los 32 años, víctima de la gripe.

En 1914 se casó con Julio Gargallo un contratista de obras de San Sebastián, que, en 1913, junto con Arturo Nicolás, llevó a cabo la construcción del edificio de la Caja de Ahorros de la calle San Jorge. El proyecto era de los arquitectos Ramón Cortázar y Luis Elizalde, también de San Sebastián. Julio Gargallo, además, era copropietario y consejero La Voz de Guipúzcoa, un periódico que vivió desde 1885 hasta 1928.

En 1915 nació su hija Ignacia. Y la niña aún no había cumplido tres años cuando murió su madre. Ignacia Gargallo Arjó se casó con Mateo Lacarte Álvarez, de una conocida familia de industriales zaragozanos. En 1933 Julio Gargallo residía accidentalmente en Zaragoza en casa de su hija.

Don Julio Gargallo está enfermo en casa de sus hijos los señores Lacarte Gargallo. (Cfr. La Voz de Aragón, 04/01/1933)

Rosa Arjó y las colonias escolares de verano

Desde 1912 tenemos noticias de su participación en las colonias escolares de verano. Ese año estuvo de directora de las de Biescas, y con ella fue de auxiliar su hermana Pilar Arjó, (Cfr. Gaceta de instrucción pública y bellas artes, 28/8/1912).

En 1913 fue a las de Segura de Baños (Teruel) con 30 niñas. A los pocos días de llegar se declaró una epidemia de tifus. Se evacuaron las niñas no afectadas, pero Rosa se quedó en Segura con las enfermas. Durante todo el tiempo que estuvieron allí las cuidaba y todos los días mandaba una crónica al Heraldo de Aragón para mantener informados a sus padres.

En 1914 el Ayuntamiento de Zaragoza, en el mismo acto que otorgó la medalla de oro de la ciudad a Marcelino López Ornat y a Eulogia Lafuente Querejeta, le impuso a Rosa Arjó Pérez las insignias de la Cruz de Beneficencia por su comportamiento en Segura de Baños. Ese mismo año, el ministro Francisco Bergamín, que había asistido al acto de Zaragoza, les concedió a los tres la Cruz de Alfonso XII.

El Colegio Rosa Arjó

Colegio Rosa Arjó

En 1914 el Ayuntamiento puso el nombre de Rosa Arjó a la escuela del Castillo, donde ella estaba destinada.

Durante la II República se construyó una nueva escuela nacional mixta, llamada Pablo Iglesias, al final de la calle de San Antonio. Esta escuela, junto con la de Andrés Manjón, venía a sustituir a las antiguas escuelas del Castillo.

Al comenzar la Guerra Civil. se quitó el nombre de Pablo Iglesias y se recuperó el nombre de Rosa Arjó para el nuevo edificio.

El año 2000 se cerró el colegio por falta de alumnos, pero el edificio se siguió llamando Rosa Arjó.

Allí están ahora el Consejo Escolar de Aragón (CEA), el Centro Aragonés de Recursos para la educación inclusiva (CAREI) y la Prevención de Riesgos Laborales, Junta de Personal y Confederación San Jorge (FAPAR).

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María Díaz Lizardi (1856-¿?)

María, hija de Rafael Díaz y Narcisa Lizardi, era la mediana de seis hermanos. Pero, hasta ahora, he encontrado pocos datos sobre sus orígenes y su formación inicial.

María Díaz Lizardi. FOTO.1

Los comienzos profesionales

En 1890 estaba destinada de maestra en Zaragoza, con título superior, sueldo 2.000 pesetas, 8 años, 7 meses y 18 días de servicios, cuatro oposiciones. En 1891 iba la sexta en una lista de maestras propuestas para cubrir una vacante en una escuela de niñas de Madrid. Después estuvo destinada en Teruel, en Barcelona y en Tarragona, como maestra de la Escuela Normal.

1905-1926: veintiún años en la Escuela Normal de Zaragoza

En 1905 volvió a Zaragoza como Maestra de la Sección de Ciencias de la Escuela Normal de Maestras, donde ejerció veinte años, hasta que se jubiló en 1926.

Había asentado su vivienda en la plaza de Lanuza 20, cercana a la escuela del Buen Pastor, que lleva su nombre. Después de su jubilación mantuvo gran actividad en la Acción Católica de la Mujer de Zaragoza, donde figuraba como presidenta de la Sección de Magisterio.

Un incidente en 1908

No se sabe por qué motivo, en 1908 fue agredida por unas alumnas de la Escuela Normal. Y así se contaba en la Gaceta de Instrucción Pública:

SOBRE LA NORMAL DE ZARAGOZA Tenemos gusto en notificar a La Educación, nuestro estimado colega zaragozano, algún detalle de lo que ocurrió en la Normal de Maestras de Zaragoza en el mes de junio pasado. Doña María Guadalupe del Llano y Doña María Díaz Lizardi fueron dos profesoras agredidas. La primera en la calle al dirigirse a la Normal. La segunda dentro de la Escuela. Las citadas profesoras pueden informar a La educación, nuestro colega zaragozano, en lo relativo al nombre y número de las alumnas ofensoras. (Cfr. Gaceta de instrucción pública y bellas artes, 25/9/1908, p. 4).

Guadalupe del Llano Armengol, una profesora de la Escuela Normal de Maestras que, desde 1928 hasta 1931, fue directora de la Normal y jefe de la escuela de prácticas.

La Escuela María Díaz Lizardi

En 1919 se puso su nombre a la escuela de niñas de la calle el Buen Pastor. En una placa con su efigie aún podemos leer:

Homenaje de gratitud a la excelsa maestra que con gran abnegación guió a centenares de niñas hacia el bien y la instrucción. Sus discípulas perpetúan el nombre de quien les iluminó el corazón y la inteligencia con sus sabias enseñanzas y ejemplares virtudes. Zaragoza 21 de octubre de 1919. DOÑA MARÍA DIAZ LIZARDI

En 1929, se modificó el sexto grupo de la escuela nacional  María Díaz Lizardi. Hasta entonces tenía con cinco grupos grados. Y un sexto en régimen unitario.  Ese año pasó también al régimen graduado. (Cfr. La Voz de Aragón, 10 Marzo 1929)

En 1987 desaparecieron el colegio y el nombre. Hoy el edificio alberga el Centro de Formación de Profesores Juan de Lanuza.

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Eulogia Lafuente y Querejeta (Roncal, Navarra, 1863-Zaragoza, 1932)

1930. Eulogia Lafuente. 1

Figuras zaragozanas. Doña Eulogia Lafuente, la mujer que estuvo 47 años al servicio de la enseñanza.

—¿Dónde ha ejercido los 47 años de profesión?

—En Zaragoza, todos en Zaragoza. He sido directora del Colegio de la calle de las Armas y del grupo escolar Gascón y Marín. ¡La de niñas que han pasado ante mí! ¡La de mujeres a quienes he enseñado de niñas! ¡Qué satisfacción tan intensa me proporciona pensar en esto! En mis primeros años de maestra solo existían en Zaragoza cinco o seis escuelas unitarias de niñas y teníamos una matrícula que no descendía de 130 y 140 alumnas. Y en estas condiciones, poco se podía hacer. (Cfr. A. Ruiz Castillo, “Figuras zaragozanas. Entrevista a Eulogia Lafuente con motivo de su jubilación”. La Voz de Aragón, 03/09/1930. De esta entrevista voy desgranando más cita en las líneas de este artículo).

Eulogia Lafuente se casó con Pedro Gómez Cuartero (Tabuenca, Zaragoza, 1857-Zaragoza, 1943), también maestro condecorado con la Medalla de Oro de la ciudad. Era hijo de una familia de agricultores y tiene dedicada una calle en su pueblo natal.

Pedro y Eulogia establecieron su domicilio en la calle San Miguel 52 y fueron padres de tress hijos: Eulogia y Pedro, profesores de la Escuela Normal de Zaragoza, y Mariano, médico. Y abuelos de cuatro nietos.

El día 6 de abril de 1914 Eulogia recibió la Medalla de Oro de la ciudad por ser maestra ejemplar y, ese mismo año, la de Alfonso XII:

Aquel acto fue brillantísimo y emocionante. También impusieron la misma distinción a aquel maestro de maestros que se llamó Marcelino López Ornat. Y la cruz de la Beneficencia a Rosa Arjó.

En abril de 1919, La escuela moderna publicaba el siguiente artículo:

Doña Eulogia Lafuente Querejeta ocupa la dirección de la graduada “Las Armas”, con título de Maestra  Superior. Ingresó por oposición. Posee muchos votos de gracias y comunicaciones laudatorias; está propuesta por la Junta Provincial para una recompensa especial por sus brillantes servicios docentes. Ha obtenido Medalla y Diploma de primera clase en Exposiciones, y la Medalla de Oro de la ciudad de Zaragoza en recompensa a su excelente labor profesional. Tomó parte como vocal en oposiciones y coadyuvó en exposiciones, conferencias, fiestas escolares.

Se jubiló en 1930, a los 67 años, sin cumplir la edad reglamentaria, por motivos de salud. En ese momento era la directora del Gascón y Marín.

He cumplido 67 años y la gente dice: doña Eulogia, se conserva muy bien. Y es que muchos de los que me conocen creen que tengo bastantes más años. ¡Qué se le va a hacer!

Doña Eulogia. Por Juan Moneva

Juan Moneva y Puyol (1871-1951), catedrático de Derecho de la Universidad de Zaragoza, fue un escritor de prestigio. Si tenemos en cuenta que don Juan no se prodigaba en este tipo de alabanzas, debió ver grandes virtudes en doña Eulogia. Por razones de espacio, solo reproduzco algunos fragmentos y he omitido el signo convencional (…) de corte, para facilitar la lectura. En ningún caso los fragmentos quedan descontextualizados.

Mi primera memoria de maestras y maestros de la escuela pública de Zaragoza son doña Estefanía Castaños, aragonesa, notabilidad en su tiempo, pensionada por la Diputación. Don Epi- y doña Boni-, él –fanio y ella –facia, abnegada conyugia, que consumió su vida en educar párvulos. Doña Eugenia Azcoaga y Tellería, baska, creo que bergaresa, de faz sin pizca de hermosura, pero que se le iluminaba frecuentemente con una sonrisa de santidad y de una voz dulce, como acaso no he oído otra. La infeliz Paca Carnicer, si es infeliz quien muere joven, aunque muera piadosamente.

Doña Eulogia, si no de mis años, pues tenía algunos más que yo, era contemporánea mía. Del Roncal, su patria, en donde había usado el traje bello y rico, de las mujeres de allá, y el peinado de trenzas largas atadas al final con cintas de colores. Vino muy pronto a Zaragoza, maestra por oposición de una escuela pública. La señalaban como sobresaliente en su carrera. Desde las primeras veces que hablé con ella, noté que tenían razón.

No recuerdo dónde fue su primera escuela, ni cuándo se casó, sí cuándo tuvo cada crío, que hoy una es docente de Magisterio y otros dos son doctores. Ni me interesan esos datos del registro parroquial o civil. Voy a hablar aquí de cómo era, de cuerpo y alma. Pero, sobre todo, de aquello suyo que no perece, porque es inmortal.

Era alta, lo más que sirve para realzar la gallardía de una figura robusta en proporción. Erguida, de faz en óvalo prolongado, grandes ojos serenos, buen color, andar tranquilo, el decir como el andar, y una seguridad en los conceptos muy conforme a su andar y a su decir.

No era una purista del decir. Sabía hablar gratamente, correctamente, sin poner aristas vivas en las palabras esdrújulas, sin propender a los polisílabos eruditos, sin sacar el armario reservado de la Gramática los exotismos de algunos verbos irregulares. Y precisamente aquella señora era una especialista en Gramática.

Yo la traté mucho y en intimidad. Nunca la noté asustada por una osadía de concepto, ni deslumbrada por una frase brillante. Contestaba siempre tranquila, siempre a tono, cuando no con razones teóricas con atestados de experiencia.

Presencié su jubilación De aquella sesión recuerdo el discurso, todo emoción y afecto bondadoso de la inspectora Leonor Serrano.

Supe tiempo después, como el cuerpo de mi compañera y amiga era trabajado por una enfermedad horrible. (Cfr. La Voz de Aragón, 1932)

El Colegio Gómez Lafuente

En 1858, en la esquina con la antigua calle de la Golondrina se abrió la primera escuela de niñas del barrio, llamada de la Golondrina, dirigida por Antonina Vicente. Posteriormente la dirigió Eulogia Lafuente Querejeta (1863-1932), una eminente maestra que, junto a su marido Pedro Gómez Cuartero (1857-1943), dan nombre a la escuela desde 1933. Hablamos del centro de educación de personas adultas Gómez-Lafuente.

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Ana Mayayo Salvo, “Doña Anita” (San Telmo, Argentina, 1880-Zaragoza, 1968).

Ana Mayayo

Ana era la cuarta de los siete hijos de Andrés Mayayo Aguirre (Layana, 1832-Layana, 1905) y Ana Salvo Aguerri (Sádaba, 1845-1914), que emigraron a .Argentina como muchos de las Cinco Villas.  Los hermanos fueron; Guadalupe, Esteban, Candelaria, Ana, Teodoro, Andrés y María. Ana y los tres pequeños fueron bautizados en San Pedro Gonzales Telmo, San Telmo, Distrito Federal de Argentina, y fallecieron en Zaragoza.

Su hermana Guadalupe (Layana, 1862-Buenos Aires, 1895), se había casado en 1883 con Tomás García Rubio (Covaleda, Soria, 1849-La Coruña, 1932), con residencia en Zaragoza.  Esteban (Layana, 1870 -Rivas, Ejea de los Caballeros, 1916) se casó con Ana Aznárez. Candelaria  nació en Layana, la bautizaron en San Telmo y falleció en Zaragoza, donde era religiosa del Convento de Jerusalén. Teodoro (San Telmo, 1885 -1936) se casó con Manuela Abós Génova. Andrés y María..

Ana Mayayo nació en 1880, pero no fue bautizada hasta el 12 de marzo de 1882. Se cas con Pablo Punsac Cansi (1878-1933), Causi en algunos documentos, un comerciante, delegado de La Ibérica, una firma de seguros de incendios, que en 1910 ya estaba instalado en Zaragoza, en la calle San Carlos. En 1903, Pablo era alumno de la Escuela de Arte de Zaragoza y fue premiado en el Taller de Fotografía.

Ana y Pablo vivieron en la calle Cinco de Marzo, 4, y tuvieron tres hijos: María, Teresa (1915-1998) y Jesús (¿?-1975). Su hija María se licenció en Letras en 1935 y en 1938, la hermana María Punsac del Sagrado Corazón de Jesús, profesó en las hermanas Carmelitas de la Caridad. Su hija Teresa desde 1941 hasta su jubilación fue bibliotecaria de la Universidad de Zaragoza. Teresa Punsac Mayayo, a los licenciados de mi generación, nos inculcó el amor a los libros y nos enseñó las sendas de la investigación.

Pablo Punsac Causi

La Voz de Aragón, 28/12/1933

Trayectoria profesional

Ana Mayayo obtuvo el título de Maestra Superior en la Escuela Normal de Maestras de Zaragoza a los diecisiete años. Desde 1902 hasta 1907 estuvo destinada en Zaragoza. En 1907 se trasladó a Madrid y en 1909 regresó a Zaragoza.

En esos años obtuvo el título en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio de Madrid, donde se formaban los profesores de las Escuelas Normales y los Inspectores. En 1913 la nombraron directora del grupo escolar Los Graneros, así llamado por ocupar el antiguo almudí de la ciudad. En ese edificio está hoy el centro de personas adultas Concepción Arenal.

En 1923 pasó a dirigir  la escuela aneja a la Normal de Maestras. En 1929 también le adjudicaron la de los chicos cuando se quedó vacante. Y fue directora de las dos anejas hasta su jubilación en 1950. Como reunía la doble condición, maestra nacional y profesora de Escuela Normal, demostró una extraordinaria valía como directora de las escuelas anejas, donde tenía que enseñar a los niños y formar a las maestras en prácticas.

Otros cargos

Formó parte de la Junta Municipal de Primera Enseñanza. Desde allí impulsó el ropero escolar, la cantina y las colonias escolares. Como presidenta de la Asociación de Huérfanos de Magisterio, en los años 40, consiguió la construcción del Colegio de Huérfanos de Nuestra Señora del Pilar, edificio en el que hoy está el Instituto Miguel Catalán.

Ana Mayayo fue la “Habilitada” de Magisterio para los partidos de Sos, Ejea y La Almunia. En su época la figura del habilitado era muy importante. El habilitado, un intermediario con la administración, pagaba las nóminas a los maestros en las cuestiones económicas. Además, el habilitado en clases pasivas asesoraba y tramitaba las pensiones. En esta cuestión, los maestros estaban organizados por distritos judiciales y cada distrito tenía su habilitado, que era un cargo electivo y requería una preparación específica. En 1957 Ana Mayayo fue destituida porque se retrasó en el pago a algunos maestros. (Cfr. BOE, 03/06/1957)

Colegio Ana Mayayo

Se llama así desde 1969 el grupo escolar del Parque Palomar. Es el primero que se construyó después de su muerte. En el obituario que le dedicó Pedro Orós solicitaba que se pusiera su nombre al primer Grupo escolar que se construyera en Zaragoza.

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Patrocinio Ojuel Pellejero (Zaragoza, 1877-1961)

Patrocinio Ojuel. 2

Mi abuela paterna, Patrocinio Ojuel, era maestra especializada en párvulos. Estudió en Francia y se trajo, entre otras cosas, el método Montessori. No te dabas cuenta de que estabas leyendo y a los tres años lo encontrabas tan natural como hablar, reír o llorar. (Cfr. Guillermo Fatás Cabeza, Pregón de la feria del libro de Zaragoza, 2013).

Guillermo y su yaya Patro

Mi abuela era una maestra fantástica. Ignoro cómo, pero había logrado estudiar en Nantes, de soltera. Nació en 1877 y en alguna foto que hay por casa parece que tendría como veinte años. Su padre, José Ojuel, era médico y no tuvo más que hijas de su mujer, Juana Pellejero. Imagino que intentó darles una buena educación, más allá de la consabida “cultura general” con la que se adornaba a las jovencitas de clase media. No sé cómo lo hizo, porque yo no tenía conciencia de estar aprendiendo nada, pero a los tres años me había enseñado a leer y a contar. Ella debía de tener unos setenta, era el colmo de la dulzura y de la paciencia. Tenía buen humor, hacía bromas, cantaba canciones muy graciosas y tocaba el piano. Ejerció muchos años como maestra especializada en párvulos, Insistía mucho en que se dotase a las aulas de mobiliario adecuado, móvil, para poder adaptarlo según momentos del día y del año, variar la disposición de los peques para que no se cansasen por la rutina, dar la clase en el exterior si hacía buen tiempo.

La Montessori era solo un poco mayor que mi abuela Patrocinio Ojuel, se llevaban unos siete años, así que la yaya Patro fue muy pionera, debió de enterarse enseguida de esa renovación. La Montessori empezó a ser famosa hacia 1910, o cosa así. Lo que no sé es dónde conectó la abuela con esas enseñanzas. (Entrevista a Guillermo Fatás Cabeza. Por Juan Domínguez Lasierra)

De su familia

José Ojuel Vela (1848-1908) médico y propietario y Juana Pellejero (¿?-1906) tuvieron varias hijas: Encarnación (¿?-1955), Pilar (¿?-1958) y Patrocinio (1877-1961). En 1874, don José ejercía en el hospital del Burgo de Osma, pero en 1892, ya estaba instalado en Zaragoza en la calle Cerdán, 10.

Patrocinio se casó con Guillermo Fatás Montes (1869-1940), también maestro. Vivieron en la calle Ramón y Cajal, 38. Precisamente en la escuela de esa calle ella ya era directora de la Escuela de Párvulos en 1908, es decir, antes de que aparecieran los grupos escolares. Y su marido fue director del grupo Escolar Ramón y Cajal desde 1913 hasta 1919, que pasó a dirigir el Gascón y Marín. Su hijo Guillermo (1919-1989) fue un destacado fotógrafo y director de cine, que en 1967 se quedó incapacitado por una operación quirúrgica. Su hija María, en 1941, como única heredera en este derecho, solicitaba la fianza que su padre prestó para garantizar su cargo de habilitado. (Cfr. BO, 02/11/1941)

De su profesión

En 1895 obtuvo el título de maestra en la Escuela Central de Maestros de Madrid. Además, se formó en Nantes donde aprendió el método Motessori.

En 1897 aprobó las oposiciones y le adjudicaron una escuela de Zaragoza. Justo al año siguiente también llegó a Zaragoza el que después sería su marido. En 1900, con menos de dos años de servicios, había aprobado dos oposiciones y tenía varios votos laudatorios.

Directora de la Escuela Maternal de Zaragoza

Este centro se había creado en 1896 en la plaza de la Libertad, donde había escuelas de primera enseñanza. Muchas maestras de las escuelas municipales se ofrecieron a dar clases gratuitas. Eran estudios de dos años. Desde el principio se encargó de dar las clases de francés Patrocinio Ojuel. María Díaz se ocupó de la caligrafía y dibujo. D. Dehesa, maestra de escuela privada, daba Régimen, gobierno y economía de la familia. Y la maestra Avelina Roque, costura, remiendo y bordado.

La directora de la Escuela Maternal de Zaragoza, doña Patrocinio Ojuel nos remite la siguiente nota: Queda abierta la matrícula de esta escuela en los locales de la de párvulos de Ramón y Cajal, todos los días laborables de 10 a 12 hasta el 22 del actual. Podrán ingresar como alumnas las jóvenes mayores de 12 años que posean los conocimientos de la primera enseñanza.

La tendencia de este centro es procurar la cultura necesaria a toda mujer, y muy especialmente a las madres, para dirigir la educación y la instrucción de los niños de 2 a 6 años. Serán pues objeto preferente de estudio la higiene infantil y demás enseñanzas, ya teóricas, ya prácticas, relacionados con la vida de los niños. Al terminar estos estudios las alumnas tendrán derecho a solicitar de la administración un certificado de aptitud que justificará su competencia para dedicarse al cuidado de la infancia. (Cfr. La Voz de Aragón, 15/12/1931).

La cantina de la Escuela Maternal

Ojuel. Cantina. 1

Hoy queda clausurada la cantina de la escuela maternal que funciona en el grupo de Ramón y Cajal. Ha sido servida con esmerado cariño por la bondadosa maestra señora Cruz y bajo la dirección de la cultísima y competente directora, doña Patrocinio Ojuel.

No puede pasar desapercibida esta escuela maternal y debe ayudarse a su directora con locales a propósito para que pueda desarrollar con menos esfuerzo todo su afán y todos sus desvelos que, en unión de sus jóvenes maestras, manifiesta para el bien de estas tiernas criaturas que algunas no han cumplido los cuatro años. (Cfr. La Voz de Aragón, 01/07/1931)

En 1932 doña Patrocinio dejó de ser la directora de la Escuela Maternal, que pasó a depender del grupo Joaquín Costa. La nueva directora fue Carmen Mayayo Borbón que, a su vez, era la directora de graduada de niñas y de la escuela de párvulos del Costa. Pedro Arnal Cavero dirigía la graduada de niños.

Parvulario de Santa Isabel; Patrocinio Ojuel

En mayo del año 2019 se puso el nombre de Patrocinio Ojuel al parvulario del barrio de Santa Isabel que pertenece al grupo escolar Guillermo Fatás Montes.

Se aprovechó la celebración del cincuenta aniversario del grupo escolar para unir los nombres de Guillermo Fatás Montes y Patrocinio Ojuel Pellejero, que a principios del siglo XX estuvieron juntos en las escuelas de la calle Ramón y Cajal, Guillermo como director del grupo escolar y Patrocinio como directora del parvulario, hasta que el año 1919 Guillermo pasó a dirigir el Gascón y Marín.

¡Al fin, como al principio!

rayaaaaa

Andresa Recarte y Amezqueta (Villafranca de Navarra, 1834-Madrid, 1923),

Doña Andresa Recarte, —Andresa, en habla de Aragón, como Miguela, solo aquí las hay—, figura un tanto apaisada por su mediana estatura, la falda amplia y el mantón poco ceñido de las señoras formales de su tiempo. Sentada producía la impresión y el respeto de una buena imagen de Santa Ana. Y hablando no desmerecía eso. (Cfr. Figuras zaragozanas. Por Juan Moneva y Puyol, 1932)

De su familia

Era hija de Esteban Recarte y Josefa Amezqueta. En 1875, durante la Tercera Guerra Carlista, su hermano Cándido y otros vecinos de Caparroso enviaron hilas para socorrer a los heridos. Era el año que Julio Lacambra, un reconocido carlista y  marido de Gregoria Brun, fue hecho prisionero.

Andresa Recarte casó con Santiago Díaz García (1844-1898) y establecieron su vivienda en la Plaza del Pueblo, 9, hoy Plaza del Carmen.

Ha fallecido en Zaragoza el digno empleado de la Diputación Provincial don Santiago Díaz y García esposo de nuestra distinguida amiga y compañera doña Andresa Recarte, regente de la escuela Normal de Maestras. Era auxiliar de contaduría y encargado del negociado de apremios. (Cfr. El Diario de Huesca, 21/07/1898. Y El Magisterio Español, 02/08/1898).

Andresa se jubiló el 8 de agosto de 1890. (Cfr. HMZ, La Consecuencia, 20/11/1891)

Con motivo de su defunción, el 13 de noviembre de 1923, el diario La provincia publicó una nota del Ayuntamiento de Zaragoza.

Recuerdo a una maestra. Pasado mañana se celebrará una misa en sufragio de doña Andresa Recarte, figura relevante del Magisterio zaragozano. El Ayuntamiento le dedica este recuerdo a tan benemérita maestra, a cuyo acto invitó  el alcalde a todos los profesores de Primera Enseñanza.

En 1896 su hija Luisa Díaz Recarte, natural de Villafranca (Navarra), aprobó las oposiciones en Zaragoza y fue nombrada maestra del patronato de beneficencia de Maquirriain. (Cfr. El Aralar, diario católico fuerista, 02/06/1896). En 1899 se trasladó a Escuela Normal Guadalajara y en 1900 a la de Guipúzcoa.

En 1912, su hijo Santiago Díaz Recarte era maestro de Tudela.

De su profesión

Obtuvo los títulos de Maestra Elemental y Superior en Pamplona. Comenzó de maestra en Falces y en 1876 estaba en Villafranca, su pueblo natal, cuando consiguió una plaza de maestra en Zaragoza. Ese mismo año, durante unos meses, sustituyó a Gregoria Brun Catarecha en el cargo de directora de la Escuela Normal.

En 1880 llegó a la escuela aneja de la Normal de Maestras de Zaragoza. En 1886 se presentó a las oposiciones para directora de la Escuela Normal de Zaragoza, pero las ganó Encarnación del Águila Sánchez.

Se han presentado a las oposiciones para directora de la Escuela Normal de Maestras de Zaragoza, doña Andresa Recarte, doña María del Remedio Torroella Prats, doña María Diáz y doña Encarnación del Águila. (Cfr. La unión. Periódico de Primera Enseñanza, 28/03/1886).

Andresa fue regente de la escuela de prácticas de la Normal desde 1880 hasta su jubilación en 1904.

La regente de la escuela de prácticas, Andresa Recarte, era la única persona con una formación y unas prácticas calificadas de innovadoras. (Cfr. Agulló Díaz, Carmen y Molina Beneyto, Pilar: Antonia Maymón, anarquista, maestra naturista, 2014, Virus Editorial, p. 18)

Además de ser regente de las escuelas anejas, dirigía una escuela en su propia casa:

Hoy a las diez de la mañana habrá finalizado el primer ejercicio práctico de la escuela pública de niñas que dirige doña Andresa Recarte, situada en la plaza del Pueblo. (Cfr. La Crónica, Huesca, 29/09/1892)

En 1892, era la única mujer en la Junta de las Conferencias Pedagógicas que organizó la Escuela Normal de Maestras de Zaragoza. Y su actuación fue muy aplaudida.

A las nueve y media disertará doña Andresa Recarte y, como es tan conocida y tan ilustrada maestra, puede asegurarse que la concurrencia será muy numerosa, no solo de profesores sino de las personas que se interesen por la educación de la niñez. La conferencia, que se referirá a las labores, llamará, sin duda alguna, la atención de las señoras. (Cfr. La Crónica, Huesca, 26/08/1892)

En 1898, el Ayuntamiento premió a Andresa Recarte Amezqueta, a don Marcelino López Ornat y a doña María Díaz Lizardi, tres maestros que se distinguieron por sus resultados en la enseñanza. Recibieron los premios en sus escuelas con la presencia de los alumnos.

De la escuela aneja Andresa Recarte al Colegio Recarte y Ornat

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El Colegio Recarte y Ornat se formó con la fusión de las dos escuelas anejas, en las que se hacían las prácticas de la Escuela de Magisterio. La escuela femenina se llamaba Andresa Recarte, que había sido regente. La escuela masculina se llamó Marcelino López Ornat (1848-1923), un maestro muy reconocido en la ciudad. Cuando se unificaron las dos escuelas anejas, conservaron los apellidos de estos dos maestros renovadores. Con el nuevo nombre se encubrieron las figuras de dos grandes figuras de la enseñanza zaragozana.

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En nuestro libro Paseos por la Zaragoza de las mujeres, damos cuenta de las maestras que han dejado alguna huella en nuestra ciudad. Allí y en La Zaragoza de las mujeres, recogemos once calles dedicadas a maestras. Están todas en los barrios, donde hasta fechas muy recientes seguían las escuelas unitarias. Es decir, todos los niveles en la misma aula y con un maestro o una maestras.

Con las placas de las calles los vecinos quisieron reconocer la labor de unas maestras que, además de enseñar a las niñas, dinamizaron la cultura y prepararon a muchas alumnas para que  pudieran acceder a estudios superiores.

A continuación, como un nuevo homenaje, las nombro a ellas y los barrios en los que están sus calles.

En el Actur, Pilar Cuartero Molinero. En el Arrabal, Matilde Sangüesa Castañosa, En Garrapinillos, Águeda Centenera Gómez. En Juslibol, Pilar Figueras Talamas y doña Manolita Marco Monge. En Montañana, María Teresa Giral Pérez, En Movera, Pilar Almenar Bases y Pilar Gea García. En el Picarral, María Sánchez Arbós. Y en Santa Isabel, Agustina Rodríguez Rodríguez y Avelina Tovar Andrade.

Este fenómeno no se repitió en el centro de la ciudad, donde en 1913 se pasó de las escuelas unitarias a las graduadas, es decir, se graduó la enseñanza.

En las unitarias los niños de todas las edades estaban juntos con un solo maestro o una sola maestra.  En las escuelas graduadas los alumnos, como ahora, se agrupaban por cursos o grados.

Había escuelas graduadas de niños, con un director, y escuelas graduadas de niñas, con una directora. Y comenzó la costumbre de bautizar a los grupos escolares con los nombres de los directores y de los hombres ilustres. Entre ellos, en cien años, solo siete directoras se han hecho un hueco en Zaragoza.

Eulogia Lafuente Querejeta, Rosa Arjó Pérez, Andresa Recarte.Amezqueta, María Díaz Lizardi, Ana Mayayo Salvo, Gloria Arenillas Galán y Patrocinio Ojuel Pellejero.

De esas siete, el nombre de María Díaz ha desaparecido. Y los de Eulogia Lafuente y Andresa Recarte están escondidos en su apellido. Es más, cuando nos referimos a los grupos Gómez Lafuente y Recarte y Ornat, muchos piensan que son los dos apellidos de un maestro.

El colegio de Rosa Arjó, a pesar de los avatares del edificio, mantiene su nombre.

La conclusión es demasiado evidente. Sabemos que el caso de Zaragoza no es único y que la enseñanza fue, y es, una profesión feminizada. Y que sobre las maestras pesó, y aún pesa, un grueso techo de cristal

Carmen Romeo Pemán

PS. La imagen principal: Patrocinio en la escuela de Párvulos Ramón y Cajal, la he tomado del Museo pedagógico de Aragón.

Santa Isabel, el barrio con más calles de mujeres

A mediados de marzo Vanesa Rodríguez Pascual y Mar Hevia Díaz nos invitaron a presentar nuestro libro La Zaragoza de las mujeres en el club de lectura del Centro Cívico. Y allí fui con Inocencia Torres y Concha Gaudó. Pero no pudieron acompañarnos ni Gloria Álvarez ni Cristina Baselga, las otras dos autoras.

Mar Hevia, la bibliotecaria, nos guardaba una sorpresa. Nos esperaba con Pilar Almenar Bases, una maestra nacida en Santa Isabel, que tiene dedicada una calle en el cercano barrio de Movera. No podía comenzar nuestro encuentro con mejor augurio. De la mano de Mar y de Pilar, y con la animada participación de los tertulianos, hablamos y hablamos de las calles con nombres de mujeres y de mucho más. Sobre todo de la activa participación de las mujeres en la vida socio cultural, animadas por la Asociación de Mujeres Río Gállego, que desde el año 2010 tiene dedicada una calle.

El caso de Pilar Lapuente

La intensa y extensa conversación comenzó por nuestros primeros pasos hacia lo que acabó siendo La Zaragoza de las mujeres. Les contamos que empezamos haciendo una lista con las calles dedicadas a las mujeres y que nos parecía que esos inicios iban a ser pan comido, pero que enseguida surgieron las dificultades.

Los callejeros al uso escribían las iniciales en lugar de los nombres propios completos. Y nos surgían preguntas de este tipo: «¿Quién se esconde detrás de una P?» Pues nada más ilustrativo que el caso de Pilar Lapuente, una profesora universitaria, nacida en Santa Isabel.

Pilar Lapuente

Pilar Lapuente Mecadal, 1959.

En unos callejeros encontrábamos P. Lapuente y en otros Pedro Lapuente. Un día, por casualidad, alguien nos comentó que hacía unos años que le habían dedicado una calle a Pilar Lapuente. ¿Cómo era posible que en Zaragoza no se le hubiera ocurrido a nadie que detrás de una P había más Pilares que Pedros? Así comenzamos una búsqueda, casi policial, hasta que llegamos a Pilar. Cuando le contamos nuestras aventuras, nos respondió que ella tuvo que escribir varias veces al Ayuntamiento hasta que logró que apareciera su nombre.

Pilar Lapuente estuvo muy dispuesta a colaborar con nosotras y nos escribió su biografía, en la que resaltó que pertenecía a la familia de los Esquiladores. También hablaba de sus logros académicos y del orgullo que sintieron sus vecinos cuando le concedieron una medalla de joven investigadora. Tanto que insistieron en que le dedicaran una calle.

El magisterio de Agustina Rodríguez

Pilar Almenar se llenaba de gozo cada vez que hablaba de su maestra, Agustina Rodríguez, que había nacido en una familia de labradores de un pueblo de Zamora. Después de varios destinos, llegó a Santa Isabel donde se jubiló.

Agustina Rodríguez

Agustina Rodríguez, 1915.

En el año 1948 Agustina Rodríguez obtuvo el traslado a Santa Isabel. Cuando llegó no tenía local para dar clases ni tampoco vivienda. Construyó, con su marido, una casa escuela y la alquiló al Ayuntamiento. Dedicaron la planta baja a vivienda y usaron la primera como aula. Agustina fue un ejemplo más de los muchos maestros que dejaron lo mejor de sus vidas enseñando a los niños, aunque para ello tuvieran que realizar actos heroicos que nada tenían que ver con su profesión. Pero es que, además, la labor de Agustina dio grandes frutos. Desde su escuela unitaria preparó a muchas niñas para estudiar bachillerato. Con su buen hacer se convirtió en la maestra carismática del barrio.

El peso de la educación en Santa Isabel

Avelina Tovar

La semilla de Agustina germinó pronto y los vecinos quisieron rendir un homenaje a más maestras en sus calles. Entendieron lo importantes que son las genealogías para que la enseñanza cale en las gentes con buenos resultados. Por eso eligieron dos maestras de dos generaciones anteriores a Agustina.

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Concpeción Gimeno Gil, 1850

Concepción Gimeno Gil, nacida en Alcañiz en 1850, estudió Magisterio en Zaragoza. Ya era una periodista famosa cuando le dedicó un gran elogio a su maestra, doña Gregoria Brun.

Avelina Tovar, una maestra de maestras, nació en Pontevedra en 1878, pero pronto arraigó en Aragón. La labor de esta directora de la Escuela Normal de Huesca fue decisiva para las generaciones siguientes.

Mujeres de otros campos culturales

Ana Belén Fernández

Ana Belén Fernández, 1974

El barrio de Santa Isabel, volcado en la cultura, eligió mujeres significativas de varios campos.

Rosa María Aranda representa a las escritoras aragonesas y Pilar Delgado a las mujeres que se han dedicado al teatro.

Ana Belén Fernández, una joven judoca, es un modelo de deportividad y esfuerzo para los jóvenes del barrio.

La acción y el compromiso social

Rigoberta Menchú

Rigoberta Menchú, 1959

Santa Isabel, un barrio joven y dinámico, se caracteriza por su compromiso social y lo refleja en el nombre de dos de sus calles. Una dedicada a la pacifista Rigoberta Menchú, nacida en Guatemala en 1959,  y otra a la Asociación de mujeres del barrio.

Las santas

En los callejeros tradicionales no faltaban las santas, que eran excelentes modelos de comportamiento para las mujeres católicas. Sus biografías las escribieron varones cultos, casi siempre clérigos, con la intención de exaltar y salvaguardar los valores y las leyes del patriarcado.

Por eso, en La Zaragoza de las mujeres, hemos reescrito sus vidas desde un punto de vista no androcéntrico. Y hemos comprobado que sus modelos siguen siendo válidos, porque advierten de los excesos que se cometieron con ellas y que se siguen cometiendo, siempre por las mismas razones.

Nunilo y Alodia. S. Salvador. Leyre. Yesa. Navarra

Santa Alodia y Santa Nunila. Detalle del retablo de San Salvador. Leyre (Navarra)

Aquí, además de Santa Isabel de Aragón, tenemos a dos santas mudéjares: las hermanas Alodia y Nunila, hijas de un musulmán y una cristiana.

Santa Isabel, princesa de Aragón y reina de Portugal, es la santa por excelencia y el modelo para mujeres mediadoras y pacifistas. El barrio debe su nombre a la estancia que pasó en un palacio de la zona. También le han dedicado una avenida y una urbanización. Y una calle como Reina de Portugal.

Alodia y Nunila fueron dos santas oscenses, nacidas en Adahuesca y martirizadas en Alquézar. Como no aceptaron el matrimonio que les impusieron sus padres, las encerraron en una casa de prostitución, donde se mantuvieron vírgenes. Rechazaron la religión musulmana, que les imponía la ley, y las decapitaron por apostasía. Fueron víctimas de malos tratos y de la intolerancia religiosa. Las castigaron ejemplarmente para que otras mujeres no se rebelaran contra las leyes ni contra los pactos androcéntricos.

Para terminar

En estas líneas me he limitado a subrayar los valores de las moradoras en las placas de las calles de Santa Isabel. Sus biografías ocupan un largo capítulo en nuestro libro La Zaragoza de las mujeres.

Pilar Almenar

Pilar Almenar, 1953

Santa Isabel es el barrio periférico que tiene mayor número de calles con nombres femeninos.

La sensibilización con la cultura y la gran labor social de las mujeres hunde sus raíces en los tiempos de Agustina Rodríguez y creció con sus alumnas. Buen ejemplo es Pilar Almenar, una hija de agricultores, que, como su maestra y como Pilar Lapuente, se esforzó en sacar lo mejor de sí misma y entregarlo a sus alumnos.

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Santa Isabel, 08/06/2019

Como prometimos en nuestra visita de marzo, cuando salió nuestro libro Paseos por la Zaragoza de las mujeres volvimos a Santa Isabel. Ahora el encuentro con las mujeres iba a ser en las calles, haciendo un paseo por las huellas que las mujeres han dejado en los espacios públicos del barrio.

En la plaza de Serrano Berges nos esperaban Vanesa Rodríguez Pascual, de la Junta Municipal, y Mar Hevia Díaz, la bibliotecaria, acompañadas por sus compañeras del club de lectura. Me gustaría nombrarlas a todas, porque ellas fueron la clave del éxito del nuestro paseo, pero no tengo todos sus nombres. Por supuesto, no faltaron ni Pilar Almenar Bases ni Pilar Gea García, dos maestras que ya están inmortalizadas en el callejero.

Desde aquí les doy las gracias. Todas ellas hicieron posible el milagro, todas consiguieron que esa  mañana de junio fuera inolvidable y  entrañable.

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Poco a poco íbamos llegando a la plaza de Serrano Berges

Asistimos Cristina Baselga, Concha Gaudó, Carmen Romeo e Inocencia Torres. Por distintos motivos no pudieron acompañarnos ni  Gloria Álvarez ni Aurora Verón, las otras autoras del libro.

Con paso sosegado y hablar menudo, recorrimos todas las calles, disfrutamos de los olores de una naturaleza primaveral, y nos calentó un sol que ya anunciaba el  verano.

Concha Gaudó dirigía el recorrido. Las otras, es decir, las demás, escuchamos atentas sus explicaciones sobre los tipos de urbanismo que iban apareciendo y sobre la transformación de un barrio de origen rural.  Nos paramos delante de las placas dedicadas a mujeres. En esos momentos de descanso, unas a otras nos quitábamos la palabra en una animada charla de preguntas y respuestas.

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Santa Isabel, 17/06/2019

Y como dice el refrán: «no hay dos sin tres». A los pocos días de presentar Los paseos por la Zaragoza de las mujeresTelevisión Aragón nos propuso participar en la serie La primera mujer, en el capítulo dedicado a las maestras. Y nosotras decidimos grabar nuestra colaboración con las maestras que tienen su protagonismo en Santa Isabel.

¿Por qué elegimos este barrio? Simplemente, porque es un caso paradigmático. En sus calles están representadas todas las generaciones de maestras.

Delante de la placa de Concepción Gimeno Gil (Alcañiz, 1850–Madrid, 1919), maestra, periodista y escritora, leímos un capítulo de su obra La mujer española (1877) en el que alababa a su primera maestra, Gregoria Brun Catarecha (1833-1885), que también fue la primera directora de la Escuela Normal de Maestras y la primera maestra que regentó una escuela del Ayuntamiento. Fue un momento oportuno para hablar de las primeras maestras.

A continuación nos dirigimos a la calle de Avelina Tovar y Andrade (Pontevedra, 1878-Huesca, 1973), una maestra gallega que tuvo gran peso en la formación de las maestras aragonesas. Fue directora de la Escuela Normal de Huesca y estuvo un tiempo en la de Zaragoza.

Y de allí, con paso sosegado, a la calle de Agustina Rodríguez Rodríguez (Quintana de Sanabria, pedanía de Coberos, Zamora, 1915-Barcelona, 2008), de la generación siguiente a la de Avelina. De la vida de Agustina y de su significado en el barrio nos habló Pilar Almenar. Ella y Pilar Gea nos acompañaron durante todo el recorrido.

Pilar Almenar Bases, nacida en Santa Isabel en 1953 y Pilar Gea García en Zaragoza, en 1953, son dos maestras que representan a las nuevas generaciones y que tienen dedicadas sendas calles en el barrio de Movera, muy cercano al de Santa Isabel.

Acabamos la grabación con una visita al parvulario que, desde mayo, lleva el nombre de Patrocinio Ojuel Pellejero (1876-1961), la primera parvulista que introdujo el método Montessori en Zaragoza. El parvulario pertenece al grupo escolar Guillermo Fatás Montes (Huesca 1869-Zaragoza, 1941), el que fue marido de Patrocinio y que que tiene dedicado el grupo escolar desde hace cincuenta años.

A medida que íbamos hablando de las maestras de Santa Isabel íbamos recordando a las de sus mismas generaciones. A otras que, como ellas, se habrían merecido placas en las calles y en las escuelas.

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De izquierda a derecha: Mar Hevia Díaz, Vanesa Rodríguez Pascual, Encarna Nuez García, Pilar Gea García, Concha Gaudó Gaudó, Carmen Romeo Pemán, Inocencia Torres Martínez, Cristina Baselga Mantecón y Lidia Pérez Oliveros.

Terminamos nuestra visita en la plaza de Serrano Berges, donde la habíamos comenzado, con las siguientes consideraciones.

En los barrios de Zaragoza se han dedicado once calles a maestras de escuelas unitarias. A unas maestras que además de enseñar a las niñas, prepararon a muchas jóvenes para que salieran a estudiar y animaron la vida cultural de los barrios.

En el centro de la ciudad no se han dedicado calles a las maestras, porque desde que en 1913 comenzaron a desaparecer las escuelas unitarias, las maestras pasaron a formar parte de los claustros de los grupos graduados, su función social cambió y perdieron el protagonismo.

Hasta 1914 las escuelas unitarias llevaban el nombre de la calle en la que se ubicaban. Pero ese año comenzó la costumbre de dar un nombre propio a los grupos escolares. Y se eligieron nombres de maestros famosos, como Marcelino Lopez Ornat o Cándido Domingo.  Otras veces se prefirió el nombre de algún personaje célebre, como Gascón y Marín.

Al lo largo de cien años, solo seis maestras, todas directoras, han merecido el nombre de un grupo escolar. Andresa Recarte Amezqueta, Eulogia Lafuente Querejeta, María Díaz Lizardi, Rosa Arjó Pérez, Ana Mayayo Salvo y Gloria Arenillas Galán. A ellas se suma desde este año Patrocinio Ojuel Pellejero.

Todas se merecen que hablemos de ellas con más detenimiento en una nueva ocasión.

Carmen Romeo Pemán

Enlace para entrar al capítulo «Las primeras maestras» de la serie «La primera mujer» en TVA.

http://alacarta.aragontelevision.es/programas/la-primera-mujer/cap-6-mujeres-maestras-14072019-1311

 

Doña Patro

A Natalia Sanmartín, una niña de la guerra

Todos los días me despertaba con la sirena que anunciaba la llegada de los obreros a la fábrica de maderas. Entonces acercaba la máquina de coser al balcón y abría las contraventanas. Sin dejar de darles a los pedales, respondía a los saludos de las vecinas.

—Hala, hala, Patro, que a ti no se te pegan las sábanas —me dijo un día la del piso de arriba.

—Es que corren malos tiempos y tengo tres bocas que alimentar.

Me levanté a cerrar el balcón y me pasé la mano por la frente, como para despejarme, pero en realidad necesitaba sacar fuera todo lo que me torturaba. Entonces acaricié la Singer de forma voluptuosa y comencé a hablarle, como si fuera mi marido.

¡Ay, mi Arturo! ¡Cuánto me ha costado levantar cabeza! Y todo por culpa de aquellos cabrones insaciables. Esos que se creían los dueños del pueblo y si hubieran podido nos habrían arrancado las entrañas. ¿Te puedes creer que a los cuatro años del chandrío seguían mandando malos informes de tu comportamiento como si estuvieras vivo? ¿Para qué? Al principio no me aclaraba, pero luego comprendí que lo que intentaban era destruir tu memoria y aniquilarnos a todos.

—¡Acabaremos con la semilla de Caín! —gritaban con voz engolada.

¿Qué sabían ellos de Caín? Si solo habían visto estampas pintarrajeadas en las que, como una mancha de carmín, yacía al lado de su hermano Abel. Ellos, como las aves carroñeras, lo único que querían era apoderarse de nuestros despojos.

Bueno, Arturo, que de una me voy a otra. Es que me cuesta mucho reconstruir los hechos y aún lo mezclo todo.

Cuando nos fuimos del pueblo se montó mucho alboroto. Lo sé porque un día vino a verme la mujer del alcalde, que también se quedó viuda en el treinta y seis. Unos decían que todos los vecinos confiaban en ti. Y otros que solo te relacionabas con los de la ugeté y que fuiste el verdadero apoyo del Frente Popular. Y que tu carácter reservado aún te hacía más sospechoso. Anda que decir eso. ¡Con lo famoso que eras en las rondas con tu violín!

Intentaba darle al pedal, pero no podía dejar de confesarme con Arturo. ¡Cuántas horas había pasado cosiendo a su lado mientras él preparaba trabajos para la escuela! La Singer era como una prolongación de su cara.

No sé si te conté que el otro día una de las alcahuetas del carasol se presentó en casa a darme el pésame y me dio un soponcio cuando escuché lo que me dijo. Óyelo bien, que no te lo vas a creer.

—Mira, Patro, acabemos de una vez. Tu marido se metió en muchos líos y de una manera tan secretuda que mereció que lo fusilaran.

Le contesté que no tenía entrañas y la puse de vuelta y media.

—¡Sois todos unos mentirosos! —Y la empujé para que saliera de nuestra casa—. Todos sabéis que a mi marido no lo fusilaron. Pero os calláis la verdad y decís que no sabéis nada. ¡Claro que sabéis!

—¡Zorra, eres una zorra! Así agradeces a los que te venimos a compadecer. —Bajaba las escaleras y de vez en cuando volvía la cabeza para escupirme.

Arturo, cuando se llevaron tu cadáver creí que sería para hacerte la autopsia. Pero, cuando tu cuerpo no apareció por ninguna parte, caí en la cuenta de que así serías un desaparecido. Que yo nunca sería tu viuda ni tus hijos huérfanos. Y después, vino la patraña de hacerte un expediente de responsabilidades políticas como si estuvieras vivo. Y todo el pueblo declaró en el juzgado. Unos no se atrevieron a defenderte. Solo dijeron que no sabían si estabas afiliado a la ugeté. Otros fueron más duros y te acusaron de llenar las paredes de la escuela con carteles de propaganda política y de no atender a los alumnos. ¡Menos mal que no te enteraste!

Pero lo que más revuelo montó fue la radio. Dale que te pego con que todos venían a casa a oír los mítines de Indalecio Prieto y las emisoras rojas.

El peor de todos fue el cura. Llamaron al párroco de Salcedo, que no nos conocía de nada. Y no quieras saber lo que largó. Que no aparecíamos por la iglesia y que incitábamos a la gente a que no fuera a misa. Es que me pongo mala, Arturo. Que en los libros parroquiales consta que bautizamos a nuestros tres hijos.

Y, después del proceso contra ti, arremetieron contra los que quedábamos. Como no me encontraron a mí, buscaron a tu madre, que ya se iba de la cabeza y no supo darles razones seguras. En cambio, ellos le dijeron que, al comienzo de la Guerra, nos habíamos escapado por la noche y nos dejamos la puerta abierta. Que por eso entraron los del pueblo y vaciaron la casa.

Pero se callaron lo principal. No le dijeron que a los pocos días de llegar del pueblo nos localizaron en Calcedonia.

Que derribaron la puerta con machetes y te acuchillaron por la espalda, delante de los niños. Yo me quedé alelada. Y tardé más de cuatro años en escribir esta carta:

Patrocinio Cañada, de 32 años, viuda del maestro Arturo Samper, ante el Tribunal de Responsabilidades Políticas, expongo:

Que el Alzamiento Nacional me sorprendió en Aguilar, donde residía con mi difunto esposo y mis hijos.

Que a los pocos días de morir mi marido me embargaron dos mesas y seis sillas, varias camas con los colchones, un violín, un gramófono, un aparato de radio Philips, una máquina de coser Singer y todos los utensilios de la casa.

Ruego que me devuelvan esas pertenencias, el único patrimonio que tienen mis hijos, que ahora se hallan en la indigencia.

Mira, Arturo, todo fue muy difícil. No sabes lo que tardé en recuperar esta máquina que nos regalaron tus padres el día de nuestra boda.

Carmen Romeo Pemán

Imagen principal. Una postal antigua.

Amparo, la burrera

De las fragolinas de mis ayeres

“La letra con sangre entra”

Acañices. Grupo de niñas

Grupo de niñas de Aliste.

Cuando se murió el último dulero, el que llevaba a pastar las cabras de todos los vecinos del pueblo, las chicas convertimos el corral de la dula en el lugar secreto de nuestros juegos. Allí guardábamos los trozos de vasijas rotas, en los que hacíamos las comiditas, y las muñecas de trapo que nos cosían nuestras madres. A las cinco en punto se acababa la escuela y nosotras corríamos a nuestras casas a buscar la merienda. A continuación, sin perder tiempo, bajábamos por la parte trasera del pueblo a nuestro dominio. Lo primero que hacíamos era comprobar si nuestros juguetes seguían como los habíamos dejado el día anterior.

En esas fechas estaban construyendo la carretera de El Frago a Biel. Con las obras llegaron muchas familias con hijos y se alojaron en corrales y parideras. Un día nos encontramos con que una familia de burreros había ocupado el corral de las Eras Badías, donde teníamos nuestro escondite. Delante de la empalizada había dos grandes reatas de burros con serones, en los que transportaban la grava del río a la carretera. Un poco apartadas, en medio de una era, unas niñas jugaban con nuestras muñecas y con unos pucheritos de barro que habíamos comprado en un mercadillo de la plaza, a cambio de hierros que habíamos recogido por los caminos.

Al día siguiente llegamos a clase dispuestas a contarle nuestras desdichas a la maestra, que daba la casualidad de que además era mi madre. Pero doña Asunción entró con una niña nueva de la mano y no nos escuchó. Sin darnos tiempo a que le habláramos de nuestras trapacerías, nos la presentó:

—Mirad, esta chica se llama Amparo. Supongo que ya la conocéis porque lleva más de una semana viviendo en El Frago. Desde hoy vendrá todos los días a la escuela. Y vosotras, las pequeñas, tenéis que ser sus amigas.

También nos pidió que jugáramos con ella y que le dejáramos nuestros muñecos. Como vio que hacíamos muecas y momos, se dirigió a mí y me dijo con un tono muy enérgico:

—Esto es una orden.—Se volvió a las de la mesa de al lado—. No quiero ver más gestos en vuestras caras.

Yo bajé la cabeza sin rechistar porque, aunque era mi maestra y mi madre, no pensaba hacerle caso, que lo primero eran mis amigas.

Así continuamos unos días. Amparo llegaba a clase a la hora en punto. No quería estar con nosotras cuando íbamos a esperar. Es que no le hablábamos ni jugábamos con ella, es más, siempre que podíamos le propinábamos algún empujón y les decíamos a los chicos que no fueran con su hermano. Pero ellos pasaban de nosotras. Jugaban con el hijo de los burreros y él, a cambio, los dejaba montar en los serones cuando iban de vacío a buscar la grava.

Aún no había pasado una semana desde la regañina de la maestra, cuando se presentó la madre de Amparo en la escuela. Abrío la puerta y, sin entrar, en voz alta, de forma que todas pudiéramos oírla bien, le dijo a la maestra que su hija no quería venir a clase y que por las noches no paraba de llorar. Que no estaba dispuesta a que se repitiera lo mismo que en otros pueblos en los que habían estado antes. Que en El Frago las cosas aún pintaban peor porque entre las niñas que más se metían con su hija estaba yo, que manipulaba a las demás, aprovechándome de que era la hija de la maestra.

—Vengo a pedirle que usted haga algo. —Se dirigió a doña Asunción, sin dejar de mirarnos—. Si esto no se arregla por las buenas, tendré que decírselo al alcalde.

La maestra se puso de pie y la escuchaba con atención. Le temblaban las manos y se le vidriaron los ojos. Para que no le notáramos los nervios, cogió la regla que tenía encima de la mesa y comenzó a agitarla. Y con una voz enérgica se dirigió a nosotras, las más pequeñas.

—¿Se puede saber por qué no queréis jugar con Amparo?

Se hizo un silencio total. Como ninguna contestaba, repitió la pregunta. El mismo silencio. Noté que el calor me subía por la nuca y que todas las miradas se dirigían a mí. La maestra seguía preguntando. A mí me faltaba la respiración. De repente, me levanté y con voz serena le respondí:

—No se empeñe usted, doña Asunción, que no le pensamos hablar, ni jugar con ella. —Mis amigas levantaban el dedo gordo con disimulo y yo me envalentoné—. Al fin y al cabo es una burrera. Y nosotras no estamos dispuestas a ir con burreras.

No sé de dónde sacó aquella fuerza. Sin encomendarse a Dios ni al diablo se acercó a mi mesa y comenzó a golpearme en la cabeza con la regla que llevaba en la mano. Dejó de pegarme y me volvió a preguntar:

—¿Jugaréis con Amparo?

—¡No! ¡Y no! —Le contesté como cuando me daba una rabieta en casa.

Me lo preguntó varias veces y le respondí lo mismo. En uno de los nuevos golpes se le rompió la regla y con las astillas me hizo una brecha. Cuando vio que me salía sangre les dijo a dos chicas de las mayores.

—Llevadla a que la cure el practicante. Si hace falta que le dé un par de puntos. Luego acompañadla a su casa y quedaos con ella hasta que acabe la escuela.

Yo no sé qué pasó en la escuela cuando yo me fui. A mí me dio cinco puntos el practicante y me dejó una señal que toda mi vida he intentado ocultar con un flequillo. Con ayuda de las chicas mayores, me metí en la cama. No podía controlar los temblores de las piernas. Mi madre se había pasado y esa brecha de mi frente iba a ser el recuerdo permanente de que estábamos en guerra.

—No, no y no. Nunca se lo perdonaré. —Grite con rabia.

A mí no se me había calmado la rabieta cuando, pasadas las cinco, todas mis amigas vinieron a verme con Amparo. Me traían los juguetes que habíamos guardado en la paridera.

—Doña Asunción tiene razón —dijo una de la que nos burlábamos muchas veces por su cojera de la polio.

Al final, un poco a regañadientes, yo le regalé la mejor de mis muñecas a Amparo. Y desde ese momento ya no volvímos a llamarla la burrera.

Mi madre, o mi maestra, no sé cuál de las dos o si las dos a la vez, se quedó en un rincón observándonos en silencio con una sonrisa y yo me sentí derrotada. Pero puder ver que Amparo tenía unos ojos verdes, muy verdes, que le iluminaban toda la cara. Muchos años después pensé que su tez morena y su pelo ensortijado inspiraron los mejores cuadros de Julio Romero de Torres.

Plaza del Mercado Uncastillo. Años 30

Plaza de Uncastillo, en las Cinco Villas Aragonesas, Postal antigua.

Carmen Romeo Pemán

María del Socarrau

Nadie había cruzado nunca el umbral de casa el Socarrau. Si alguien les llevaba algún recado voceaba desde la calle y Nicolás se asomaba a la ventana. Ni siquiera dejó entrar a la partera el día que María malparió. A las pocas horas, Nicolás bajó a casa del carpintero y le contó que el niño había nacido muerto. Volvió con una caja, lo envolvió en una sábana blanca y lo metió dentro. Que la criatura era inocente, que no le había atado el ombligo porque no estaba muy seguro de que fuera su hijo. Qué él se pasaba la vida en el monte y, aunque cerraba la puerta, cualquier mozo podría haber subido por la ventana. Que María aún tenía las carnes prietas.

El carpintero se puso la caja en la cabeza y Nicolás lo siguió con la azada en una mano y la boina en la otra. María los despidió desde la ventana. Cuando llegaron al cerro de Santa Ana, cavaron una fosa junto a la pared del cementerio, que, como el recién nacido no estaba bautizado, no lo podían enterrar en sagrado.

Ese día María abandonó el lecho conyugal y se fue a dormir a la sala de las alcobas, la que reservaban para los huéspedes. Y, aunque Nicolás se lo rogara, no pensaba volver a la cama de matrimonio, que ella sabía que la pobre criatura se había desangrado por su culpa, y no se lo perdonaría nunca. Y que no le viniera con el cuento de que tenía urgencias de hombre, que no, que no lo pensaba complacer. Antes de acostarse, le rezó una oración a santa Librada, la patrona de los partos, para que sacara a su hijo del Limbo.

Se metió en la cama, pero no pudo conciliar el sueño. Lo intentó varias veces. En cuanto apoyaba la cabeza en la almohada, veía al niño que se apretaba la tripa con las manos para que no se le salieran los intestinos, y a su padre que lo perseguía con una hoz levantada. Con los gritos acudía Nicolás desde la otra punta de la casa.

—¡Joder, María! No me dejas pegar ojo. Mira a ver si te callas de una puta vez. No vaya a ser que también te tenga que cortar el ombligo con la navaja.

rayaaaaa

 Aún no habían pasado dos años de la muerte del niño, cuando un buen día oyó la voz de una vecina que la llamaba a gritos desde la calle:

—¡Maríaaaaaa, corre, baja! Han encontrado a tu marido muerto en el campo. Dicen que le ha dado un cólico miserere.

De repente, María se encontró viuda, sin un mendrugo de pan que llevarse a la boca. Y empezó sacarse algún jornal lavando en río para los ricachones. Un día oyó que los del Ayuntamiento estaban buscaban alojamiento para la nueva maestra y se presentó a ofrecerles su casa. Salió contenta cuando le dijeron que sí y frotándose las manos pensó: “No me vendrán mal unas perrillas solo por tener una alcoba ocupada”.

rayaaaaa

A los pocos días llegó la nueva maestra, a lomos de una yegua blanca. A Pascuala, que así se llamaba, la acompañaba el alguacil, que la había ido a buscar a Ayerbe. Pascuala hizo todo el trayecto con la cabeza caída hacia un lado, como si estuviera dormida. Estaba tan nerviosa que no tenía ganas de hablar. Que una cosa era la ilusión de enseñar y otra lo que se podía encontrar en el pueblo. Que ya le había dicho su profesora de Pedagogía que tendría que enfrentarse con los caciques y con los hombres del pueblo que sus hijas fueran a la escuela. También le advirtió que tendría que ponerse de parte de las madres que no querían que las chicas se quedaran en casa, como ellas, a esperar un matrimonio sin amor y a llorar en silencio la muerte de muchos hijos recién nacidos. Y que anduviera con ojo, que era mejor quedarse soltera que caer en las redes de algún montaraz.

Como el viaje fue largo, le dio tiempo a hacer un repaso de su vida. No sabía muy bien adónde la llevaba su tozudez por enseñar y, cuando vio pueblo encima de una roca, pensó que era un lugar para almas solitarias y no para una chica joven y activa,. También pensó en el mundo que había dejado atrás y sintió una punzada en la boca del estómago. Se acordó del bullicio de su barrio de San Pablo de Zaragoza. En sus oídos todavía resonaban los gritos de los tenderos mezclados con el tañido de las campanas. Ella, que estaba hecha al bullicio de la ciudad, no sabía cómo iba a soportar aquel silencio. Pero  por nada del mudo se echaría atrás. Nunca más dependería de su tío.

—Bueno, pues ya estamos. —El alguacil le ayudó a descabalgar en la puerta del Ayuntamiento.

Allí estaba el alcalde esperándolos. La hizo pasar dentro. Después de la bienvenida, le dijo que se instalara en su nueva casa y que descansara un rato. Que por la tarde se verían en la reunión de la Junta de Enseñanza para darle la bienvenida. Que también asistirían los concejales y el médico, por eso de cuidar la salud en la escuela. Además, como estaba un poco solo, se pasaba a menudo a ver si podía echar una mano en algo.

Salieron del Ayuntamiento, el alguacil cogió los baúles y la acompañó hasta una casa con las paredes renegridas.

—Esta es la casa. En el pueblo todos la llamamos casa del Socarrau y, a la que va a ser su casera, señora María del Socarrau.

En la puerta los esperaba una vieja, con una toca negra anudada debajo de un moño. Al verlos, se adelantó a besar a Pascuala, pero antes se limpió las manos en un delantal parduzco que le tapaba unas sayas marrones de arpillera.

—¿Qué tal, señora maestra? ¡Bienvenida a mi casa! Ya le habrán dicho que vivo sola. Así que me vendrá muy bien su compañía.

Pascuala venció el asco, le acercó la mejilla y se dijo para sus adentros: “Más que compañía le harán falta los duros que le voy a pagar. Me parece que no tendremos muchas cosas que contarnos”. Cuando notó las babas de una boca desdentada, sintió que le bajaba un escalofrío por la espalda.

A continuación, subieron unas escaleras de piedra empinadas y llegaron a una cocina llena de humo en la que se adivinaba un hogar, rodeado por dos cadieras cubiertas con pieles de cabras. En la pared del fondo, junto a un ventanuco sin cristales, estaba la puerta que daba paso a una sala.

Antes de entrar, Pascuala se quedó un poco rezagada. Le entraron ganas de escaparse y bajar corriendo las escaleras. Carraspeó un poco, como si le molestara el humo en la garganta. En realidad se tragó las lágrimas y siguió a la señora María.

—Ninguna casa del pueblo tiene una sala tan limpia como esta —le comentó la señora María señalando las baldosas de cuadros que brillaban con el único rayo de sol que entraba por un ventanuco.

En la pared de la izquierda, como si fueran capillas de una iglesia, se abrían dos alcobas sin ventilación. Cada una estaba cerrada por una cortina de flores. Pascuala se asomó y en las dos encontró lo mismo. Una cama de hierro pegada contra la pared.

En el lado del cabecero, una estampa grande con la figura de un santo, un crucifijo, una mesilla con una palmatoria y una silla de anea. En los pies de la cama, una percha y una jofaina para lavarse las manos. Por debajo de las colchas de ganchillo se adivinaban las asas de los orinales. En la pared de la derecha, enfrente de las alcobas se alineaban los baúles de la casa en los que se guardaban los ajuares y las ropas de domingo.

Después de enseñarle la habitación, colocaron los baúles de Pascuala enfrente de su alcoba.

—¡Es la hora de comer! —exclamó la señora María, cuando oyó que el reloj de la torre daba la una.

—¿Tan pronto? —le preguntó Pascuala incorporándose.

—A esta hora comemos todos los del pueblo.

—Pues en Zaragoza a la una solo comen los obreros.

La señora María se mordió los labios y colocó bien recto el cuadro de santa Librada:

—Hoy la invitaré, pero ya sabe que en adelante tendrá que prepararse usted la comida, que yo por el día me saco un jornal lavando en el río. —le contestó con voz pausada.

Cuando se sentaron junto al fuego, Pascuala se ensimismó mirando las llamas y le volvieron más imágenes de su vida pasada. Se acordó de los días que había comido sola desde que se quedó huérfana. De las pocas caricias que recibió de su tío, el canónigo. De las noches que había pasado desvelada, contemplando los tapices bordados en oro fino que decoraban su habitación. De los reflejos de las velas que movían las carnes de un Eros juguetón. Se acordó de que todas las noches soñaba con las aventuras amorosas campestres del día que llegara a ser maestra de un pueblo.

—¿Qué le pasa? ¿Le ha dado algún mareo? —La señora María se acercó y le tocó la frente—. ¿No ve que ya tiene la sopa en la escudilla?

—Es que creo que estoy muy cansada del viaje. Se me pasará.

Mientras tomaban la sopa de ajo, la señora María le contó su vida. Y cuando notó que Pascuala se limpiaba una lágrima con el puño de la rebeca le dijo.

—Me da a mí que usted va a tener más suerte que yo con mi Nicolás, que en paz descanse. —Se santiguó—. Mire, hace poco que llegó un médico muy joven, don Valero Arbigosta se llama. Y lo veo todo el día buscando compañía por estos andurriales. Nunca se sabe.

Carmen Romeo Pemán

rayaaaaa

Imagen principal. En el Pirineo a principios del siglo XX. Autor y lugar desconocidos. Publicada en Facebook por Lorién La Hoz.

Cándida. Los agitados comienzos del feminismo en España

#demibauldelecturas

El viernes, 8 de febrero de 2019,  asistí en Facultad de Educación de Zaragoza al seminario, Las mujeres votan por la paz, que se inscribía en el proyecto europeo Programa Europa de la ciudadanía.

Lo convocaba La liga internacional de las mujeres por la paz y la libertad  (WILPF), con el apoyo del Observatorio de igualdad de la Universidad de Zaragoza.

En una de las sesiones se presentó el libro De Madrid a Ginebra. El feminismo español y el VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer, escrito por Isabel Lizarraga y Juan Aguilera.

En ese mismo acto tuve la oportunidad de presentar Cándida, la novela con la que Isabel da vida a todo el ambiente en el que se gestó el Congreso de Ginebra de 1919

El interés que me despertó la lectura, las palabras de su autora y la buena acogida entre el público me han animado a escribir este artículo con la intención de contagiaros mi entusiasmo.

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Cándida es la historia de una maestra riojana, cuyo periplo vital se teje con los convulsos orígenes del feminismo en España.

De su mano conocemos las trayectorias de la marquesa del Ter, de María Lejárraga, de María Espinosa y otras mujeres famosas entre 1918 y 1921.

Utiliza con gran acierto la ficción literaria para revivir unos entresijos históricos difíciles de contar. Con los trajines de los personajes, reales y ficticios, entendemos los bastidores en los que se fueron urdiendo los movimientos feministas.

Antes de la lectura, ¿quién recordaba a la marquesa del Ter, a María Lejárraga, a Celsia Regis, a María Espinosa, a Carmen de Burgos, a María de Echarri, a María de Lluria, a Magda Donato, a María de Maeztu, a Amparo Cebrián de Zulueta, a Benita Asas Monterola o a las hermanas Ana y Amalia Carvia? ¿Y quién conocía a Paulina Luisi, Mary Sheepshanks, Anna Wicksell, Carrie Chapman Catt, Chrystal MacMillan, importantes mujeres europeas relacionadas con Alianza Internacional por el Sufragio?

Cuando cerramos el libro, nos quedamos pegados a ese elenco de mujeres que brillaron en los salones, en las tertulias y en los despachos de Madrid y que a los pocos años cayeron en el olvido.

El título

Cándida es un título irónico.

Me llamo Cándida, Cándida Sanz Pedriza, se dijo en voz baja. Aún no hace frío en este día 15 de septiembre de 1918 y estoy sola en la estación del tren de Logroño.

Con este arranque novelesco, desde la primera página nos damos cuenta de que esa maestra, que está en la estación de Logroño esperando el tren de Madrid, no es ni ingenua ni inocente. Que abandona al novio y el ambiente provinciano para luchar contra una sociedad que considera injusta con sus escritos, como corresponsal del diario La Rioja, en la sección “Los Jueves de la Mujer”, que mantiene al día a las mujeres riojanas. Pero, a los pocos días de su estancia en Madrid, y de la mano de María Lejárraga, se involucra en las intrigas de los nuevos círculos feministas.

Cándida era el nombre de una abuela de Isabel Lizarraga, pero en la novela funciona como el espejo en el que se desdobla María Lejárraga. De esta forma, el personaje de ficción profundiza e inmortaliza a los personajes reales  Si conocemos estas referencias, la lectura adquiere una nueva dimensión.

Además, este título apunta a una intertextualidad con el de Cándido de Voltaire. En las dos novelas la objetividad histórica, respaldada por los datos documentales, es un potente recurso contra la intolerancia, el fanatismo y los abusos del poder.

El contenido novelesco: el argumento

En una trama simple en torno a las relaciones de Cándida y Beatriz, se engarzan todos los entresijos del naciente feminismo español.

Cándida, a sus veinticuatro años, decide cambiar el rumbo de su vida. Va a Madrid a sustituir a su antigua profesora de Magisterio, Pilar, actual corresponsal del diario La Rioja, que siente que su tiempo se ha acabado y quiere dejar paso a las nuevas generaciones. Cándida lleva en el bolsillo una carta de recomendación del párroco para María Lejárraga, quien la acoge como a una hija: le busca alojamiento y la introduce en los círculos en los que las ideas feministas están en plena efervescencia.

De esta forma, entra en contacto con las fundadoras de la Unión de Mujeres de España (UME), con las de la Asociación Nacional de Mujeres de España (ANME), con las de la Liga Española para el Progreso de la Mujer, la primera asociación feminista que se fundó en Valencia, en torno a la revista Redención y con las de la Alianza Internacional para el Sufragio (International Woman Suffrage Alliance), que publicaban la revista Ius Suffragii. Cándida conoce de primera mano a todas las feministas, con sus grandezas y sus miserias, con sus nobles aspiraciones y con las rencillas entre ellas.

En Madrid se hace amiga de Beatriz, la hija de Louisa Grapple de Modeiras, con quien vive momentos felices y atroces. Hasta se la lleva unos meses a Logroño para alejarla de un grave problema familiar.

Este primer regreso a Logroño va precedido de un interludio: el diario de la marquesa del Ter, la fundadora de la UME. Estas memorias son un remanso narrativo que amplía, en olas concéntricas, el contexto histórico, y siembra nuevos datos con los que aumenta la tensión de la trama.

Cuando Beatriz se repone, regresa a Madrid con Cándida, y se reencuentra con su novio Fermín, que le cuenta el verdadero motivo por el que se truncaron sus relaciones. Después, las dos amigas asisten al congreso de Ginebra. Al acabar, Beatriz se va a Londres y Cándida regresa a Logroño, donde sigue trabajando como maestra.

La acción narrativa termina en 1921, con una manifestación feminista organizada por María Lejárraga y la marquesa del Ter.

Y todo se acaba en un epílogo. Lo cuenta una cuidadora de Cándida, después de su muerte a los ciento cuatro años. Sintetiza el rumbo posterior de los acontecimientos, cierra las vidas de los personajes principales y explica las claves narrativas de todo el relato.

El feminismo

Es el tema central de la novela. Así se lo explicaba Isabel Lizarraga a Pilar Laura Mateo en una entrevista para el “Club de lectura Palabra de Mujer”, cuando publicó La canción de mi añoranza. Isabel Oyarzábal. Embajadora de la República:

Pilar Laura Mateo. Tus dos novelas son una exhaustiva investigación sobre la vida de mujeres intelectuales poco o nada reconocidas por la historia oficial. ¿Piensas que queda mucha historia por recuperar de las mujeres de este periodo?

Isabel Lizarraga. Indudablemente. Todas ellas han sido silenciadas por un doble motivo: por ser mujeres y por ser las perdedoras de una guerra que les arrebató todo aquello por lo que habían luchado. La historia oficial las ha ignorado tanto por motivos políticos (la gran mayoría tuvo que exiliarse) como por la secular negación y ocultamiento de la mujer a lo largo del tiempo.

P. LM. Las asociaciones de mujeres de principios del XX desplegaron mucha actividad pero obtuvieron pocos resultados. ¿Cuál crees que fue su error?

I. L. Las mujeres de principios del siglo XX hicieron todo lo que pudieron, pero tenían muchas cosas en su contra: las leyes, la costumbre, la falta de educación en relación con el hombre… El principal error que cometieron fue el de no ser capaces de aunar sus fuerzas en una asociación común a todas las mujeres que deseaban lo mismo.

P. LM. una cosa que quizá puede chocar a las lectoras/es de hoy, y es que casi todas estas mujeres pertenecían a las clases acomodadas, algunas incluso tenían título nobiliario, ¿cómo valoras esta cuestión?

I. L. Me parece normal que las pioneras pertenecieran a las clases acomodadas. Las mujeres pobres tenían suficiente con sobrevivir.

Para reclamar algunos derechos hace falta saber que existen (o que existen en otros lugares), saber leer, saber escribir, y tener tiempo y fuerzas como para luchar por ellos. El hecho simple de fundar una asociación donde reunirse requiere tener dinero para alquilar el local, para editar una simple hoja reivindicativa o revista o para prever cualquier actividad, y no hay que olvidar que en esa época las mujeres casadas ni siquiera tenían la potestad de gestionar su propio dinero.

P. LMEllas fundaron el Comité Nacional de Mujeres contra la guerra y el fascismo en vísperas de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué opinas de esto?

A mí me conmueve el hecho de que las mujeres de esa época se proclamasen pacifistas. Estaban horrorizadas por los efectos de la Primera Guerra Mundial y suponían ingenuamente que, si las mujeres llegaban a gobernar, serían capaces de evitar las guerras, ya que, siendo madres, no consentirían que sus hijos murieran en ellas.

El tempo lento

Hay novelas que respiran como gacelas y otras como ballenas, o como elefantes. (Umberto Eco, Apostillas al Nombre de la rosa).

Isabel, interesada por el trasfondo histórico, escribe una novela de respiración lenta. El lector se va recreando en el ambiente y en las noticias de los periódicos que la autora intercala con gran acierto y oportunidad en la trama. Nosotros, como don Ramón Cabrera, el marido de la marquesa del Ter, leemos sin prisa. De vez en cuando, volvemos a releer en voz alta y lo comentamos. Porque, en esta novela hay encerradas muchas horas con la prensa de principios de siglo. Y la prensa se comenta con los cercanos.

Este tempo lento se refleja en la estructura y en la aparente falta de proporción entre las partes narrativas. Pero todo está en función de la historia y de la trama, de las vivencias y de los acontecimientos

La disposición cronológica

Ocupa tres años de la larga vida de Cándida (San Millán, 1894-Logroño, 1998). Justo el tiempo en el que Beatriz entró en la vida de Cándida. La acción avanza en tres bloques temporales, pero no se corresponden exactamente con los años.

1919-1919. Crónica de un amanecer. Un amanecer lleno de anhelos y deseos, de titubeos y frustraciones. El nacimiento de la amistad entre las protagonistas coincide con el de los movimientos feministas y con la ruptura con sus novios.

1918-1920. El diario olvidado de la marquesa del Ter. Completa los acontecimientos de 1920 desde un nuevo punto de vista. Y progresa con una información muy detallada sobre el octavo Congreso de la Alianza, celebrado en Ginebra del 8 al 12 de junio de 1920.

1920. Fulgor opaco de mediodía. (marzo-junio). Es el desenlace novelesco, en tres tiempos y en tres lugares.

Las dos amigas se refugian en Logroño, después del desastre de la familia de Beatriz. Cuando Beatriz cumple veintitrés años se convierte en mayor de edad y vuelven a Madrid para arreglar los asuntos que quedaron pendientes. Finalmente,  llega la semana del Congreso de Ginebra y la separación de las amigas. Beatriz se va a Londres. La marquesa del Ter desaparece y se deja el diario en el hotel. María Lejárraga y Cándida regresan juntas a Madrid.

1921. La sonrisa triste. Encontramos a Cándida en el tren que va a Logroño donde de nuevo ejerce de maestra. Vuelve de Madrid, de una manifestación feminista que han organizado la marquesa de Ter y María Lejárraga. Sus aventuras madrileñas le han dejado un poso de tristeza.

1984-1998. Epílogo nocturno: cola de cometa. Los últimos años de Cándida en una residencia en Logroño.

El juego de narradoras

Todo lo ha contado una narradora omnisciente que conoció los hechos a través de los documentos que encontró y de lo que la propia Cándida le contó.

Día a día, con mi insistencia, conseguí rescatar una parte de ese pasado, y así he sabido que la Marquesa del Ter murió en Madrid en abril de 1936 y que su esposo, arruinado, la sobrevivió hasta 1940.

Que María Lejárraga fue abandonando paulatinamente su labor de escritora para comprometerse cada vez más en la vida política.

Que Carmen de Burgos conservó su carácter combativo y resuelto durante toda su vida: murió en octubre de 1932, mientras pronunciaba una conferencia en el Círculo Radical Socialista.

Que Clara Campoamor, después de distintos trabajos y oposiciones, comenzó los estudios de Derecho y se licenció a los 36 años.

De Consuelo González, la Celsia Regis de los años veinte, Cándida no sabía nada, y tampoco de Magda Donato.

Cándida apenas me quiso hablar de Beatriz, pero entre sus papeles leí que marchó a Londres, se casó y tuvo cuatro hijos. Nunca volvió a España. (P. 199 y ss.)

Esta narradora, encontró en el armario una caja en cuyo interior había:

Recortes de periódico apilados en un escrupuloso orden cronológico, cartas con fechas antiguas, un viejo diario de tapas gastadas con la letra de Cándida, un cuaderno de la Marquesa del Ter y, al fondo del todo, en testimonio nebuloso de lo que no pudo ser, una fotografía con la firma de un amigo. (P. 198).

Y de forma abierta confiesa cómo ha construido la novela.

La historia que antecede a estas páginas ha nacido de la revisión de los documentos que Cándida guardaba en su caja escondida, que muchas veces recojo en su forma textual, a partir de las noticias de los periódicos de la época y, especialmente, a partir de los manuscritos de su propio diario y del texto de la Marquesa del Ter. (P. 198).

Isabel ha bebido en fuentes clásicas para construir esta novela: ha reescrito desde un nuevo punto de vista el viejo tópico del manuscrito encontrado que tan famoso se hizo con El Quijote.

Una novela histórica

Está contada como una historia de vida y enmarcada con abundantes digresiones documentales. La atmósfera feminista es el cañamazo sobre el que se teje la vida de Cándida, el alter ego de María Lejárraga. Y todo sembrado con abundantes detalles del vivir cotidiano que le confieren la impresión de historia verdadera.

María Espinosa de los Monteros y Díaz de Santiago. Todo el mundo sabe que es la representante de la Casa Yost en España desde hace veinte años y que el Consejo de Instrucción Pública le concedió la Cruz de Alfonso XII. … con su traje negro ceñido con una banda en la cintura y la famosa Cruz en el pecho. También llevaba un collar de perlas y un moño bastante discreto. (P. 12).

Las páginas están salpicadas de juicios hechos desde una cercanía y un conocimiento profundo de los personajes.

La cocinera, adusta, miraba a Anita, con la toca de doncellita prendida sobre su pelo moreno, pensaba en la dueña de la casa, la Marquesa feminista, y en el fondo no comprendía nada de la vida moderna. (P. 19).

Para terminar

Isabel Lizarraga combina con acierto la documentación histórica con los elementos narrativos. En esta novela prima el docere, enseñar, sobre el delectare, deleitar, pero en ningún momento descuida los elementos literarios. Cándida cuenta los orígenes del feminismo en España de una manera hermosa y didáctica y se convierte en una referencia imprescindible para los estudios de los movimientos anteriores a 1921. Aquí están los moldes y patrones de comportamientos posteriores.

Antes de esta novela escribió un ensayo pensado para un público especializado. Con Cándida divulgó esas ideas y consiguió que muchos lectores vibraran con las aspiraciones de unos ideales feministas que todavía no se han cumplido.

Isabel Lizarraga es una escritora que se documenta exhaustivamente. Es una ávida lectora de periódicos de la época para reconstruir con fidelidad los hechos, los ambientes y los escenarios. En fin, es una escritora a la que le rebosa el saber por los poros de cada letra.

20190208. Isabel Lizarraga. Al iniciar la biografía

Isabel Lizarraga y Carmen Romeo visitando la exposición «Cien años de feminismo pacifista». Zaragoza, Facultad de Educación, 8 de febrero de 2019.

Isabel Lizarraga (Tudela, 1958). Profesora, investigadora y escritora. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y en Derecho por la Universidad de La Rioja. Ha sido profesora del instituto de Teror, Gran Canaria, en el de Lodosa y en el Escultor Daniel de Logroño. Es autora de un gran número de publicaciones académicas, de abundantes relatos literarios y de cinco novelas. Su nombre va indisolublemente unido al de María Lejárraga a quien descubrió en varios estudios y a la que quiso inmortalizar en la novela Cándida. Esta unión viene reforzada por la paronomasia de los apellidos: Lejárraga-Lizárraga.

De su extensa producción destacaré algunas obras representativas.

Investigaciones académicas

María Lejárraga, pedagoga. Cuentos breves y otros textos, IER, Logroño, 2004. En colaboración con Juan Aguilera Sastre.

De Madrid a Ginebra. El feminismo español y el VIII Congreso de la Alianza Internacional para el Sufragio de la Mujer, Icaria, Barcelona, 2010. En colaboración con Juan Aguilera Sastre.

Federico García Lorca y el teatro clásico. La versión escénica de la dama boba. Universidad de La Rioja, Logroño, 2009.

El derecho de rectificación, Aranzadi, Pamplona, 2005.

Textos de creación literaria

“Estos últimos tiempos he abandonado los estudios enjundiosos para probar con algo que me resulta mucho más divertido y me devuelve a los primeros años de amor sencillo por las letras: he comenzado a componer literatura de ficción”. (Autobiografía del blog literario de Isabel Lizarraga)

Novelas

  1. Escrito está en mi alma. Finalista del VII Concurso de Narrativa Femenina “Princesa Galiana”, del Ayuntamiento de Toledo.
  2. Cándida. Finalista del V “Premi Delta de narrativa escrita per dones”, en 2009. Publicada en Buscarini, Logroño, 2012. Reeditada en 2018.
  3. La canción de mi añoranza. Isabel Oyarzábal. Embajadora de la República. Siníndice, Logroño.
  4. La tierra era esto. Las aventuras de Austin y Amalíss. Ciencia ficción. Editorial Atlantis, Aranjuez.
  5. La escuela de la vida. Siníndice, Logroño.
  6. Pájaros de cuenta. La Cabaña del Loco, Zaragoza-Logroño,

Cuentos

Corazón loco, Asamblea de Mujeres y Ayuntamiento de Estella-Lizarra, 28 de noviembre de 2008 (edición no venal).

Escorzo en el aire, en La inauguración, Ayuntamiento de Logroño y Fundación Caja Rioja, Logroño, 2009.

Imago hominis, Ayuntamiento de Zaragoza, 2010 (edición no venal).

Había una vez…, en Cuentos con el mismo papel, Ayuntamiento de Logroño, 2010.

Venturoso viaje de vuelta, De Buena Fuente, 15 de julio de 2011,

Las letras y las voces, en Miradas y letras II en el Camino de la Lengua castellana, Fundación Camino de la Lengua Castellana, Logroño, 2011.

La rosa de los tiempos, en Antología de Ciencia Ficción 2099, edición de Miguel Ángel de Rus y Félix Díaz González, Madrid, Ediciones Irreverentes, 2012.

Mitad y mitad, igual a medio, en Cuando quieras mirar a las nubes, Miami USA, La Pereza Ediciones, 2013.

“El viejo factor”, en Turia, revista cultural, núm. 113-114, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, marzo-mayo de 2015, pp.72-79.

Premios Literarios

Este nuevo camino no le ha ido mal. Desde el año 2008 ha cosechado numerosos premios.

Premio del XII Certamen Literario “María de Maeztu” de Estella, en 2008. Con el cuento Corazón loco.

Premio del XIV concurso de Relatos “8 de marzo Día Internacional de la Mujer”, Ayuntamiento de Zaragoza, en 2010. Con Imago hominis.

Premio en el XXIV Premio de Narración Breve “De Buena Fuente” de Logroño, en 2011. Con Venturoso viaje de vuelta.

Carmen Romeo Pemán

A nuestros maestros. A los 26 que pasaron por El Frago

Y sigo dedicando mis desvelos a las Escuelas de El Frago, donde estudié desde los seis hasta los trece años, cuando mis padres estaban allí de maestros. Esas escuelas fueron mi casa desde que nací. Allí inicié mis primeros juegos y mis primeras travesuras. Allí recibí las semillas de lo que desarrollé en mi vida adulta. Siempre me sentiré en deuda con mis primeros amigos y con todas las gentes de El Frago.

Enfrente de la Escuela de Niñas estaba la de Niños, separada por un pasillo muy pequeño. Cuando la maestra se ausentaba, dejaba abiertas las puertas de las dos escuelas para que nos vigilara el maestro. A mí me parecía una clase muy grande, con los chicos en el lado que daba a Santa Ana, donde hoy funciona un bar de jóvenes, y las chicas en el de la plaza. A nosotras esos momentos nos gustaban mucho. Nos levantábamos a sacar punta a los lapiceros, a borrar la pizarra o a rellenar el tintero. Cualquier excusa era buena para conseguir que nos miraran los chicos. Entonces iba subiendo el murmullo en las dos escuelas hasta que oíamos el grito del maestro:

—¡Silenciooooo!

Esa voz potente nos amilanaba y nos quedábamos muy quietas con las risitas congeladas, esperando la hora del recreo para defendernos de los que nos habían acusado.

Desde mediados del siglo XIX hasta final de los años 60, El Frago tenía dos escuelas unitarias, una de niños, con un local propio, y otra de niñas, sin local. Las maestras daban sus clases en las habitaciones o las cocinas del pueblo que cada año alquilaba el Ayuntamiento. Todo cambió en 1928 cuando se inauguraron las Nuevas Escuelas. Las que fueron mi casa. Estas sí que tenían un local para los chicos y otro para las chicas. Y además viviendas para los maestros. Se hicieron en la época de don Bruno y doña Angelita, y se construyeron “a vecinal”, crowfunding diríamos hoy. Pero esta es otra historia, muy muy emotiva y muy larga.

En mi época, el maestro se encargaba de los chicos desde los seis hasta los catorce años. Y la maestra de las chicas. En los pueblos vecinos, si tenían menos de quinientos habitantes, una maestra se encargaba de una escuela mixta. Eso es lo que pasó unos años después, cuando se murió mi padre y se quedó mi madre con la escuela mixta.

Como toda la vida me ha picado el gusanillo de las Escuelas de El Frago, les he dedicado muchas horas de estudio. Consultando los archivos del Ayuntamiento, me enteré de que en 1838 ya teníamos una escuela dotada con 1.600 reales, pero no encontré el nombre del primer maestro hasta 1848. Y no me topé con ninguna maestra hasta 1874. Eso sí, me encontré con nombres de alumnos, y alumnas, que a los pocos años de haberse fundado la escuela ya tenían títulos de Magisterio. Eso me llevó a pensar que desde el principio también se daba clase a las niñas y que a lo mejor hubo una escuela parroquial anterior a la pública.

En otras ocasiones he rendido mi homenaje a las maestras. Hoy quiero completarlo con el de los maestros. Con todos los que, como ellas, entregaron lo mejor de sus vidas a los niños de El Frago. Además, ellos se implicaron en la vida cultural del pueblo. Unos ejercieron de secretarios, otros de concejales, y todos se ocuparon de las clases de adultos. Enseñaron a leer a los hombres cuando volvían del monte por las noches. Casi todos aprendieron a firmar y a llevar las cuentas de sus menguadas haciendas.

Manuel Marco, Felicia, Isabel...

Manuel Marco Bonaluque (El Frago, 1859–Biel, 1927). Fotografía cedida por la familia Marco.

Siglo XIX. Los comienzos de la escuela pública

1847-1872. José Sánchez Murillo. (Castiliscar, 1828–El Frago, 1872). El primer maestro. En 1855 ya era Secretario del Ayuntamiento. En 1871, cuando se inauguró el registro civil, se nombró secretario a Casiano Romeo Soteras. Pero José Sánchez, con residencia en la calle Mayor número 4, fue testigo de todas las actas de ese año.

Era hijo de Domingo Sánchez, labrador, y Manuela Murillo, naturales y vecinos de Castiliscar. Se casó con María Ardevines Boned (El Frago, 1840-Ídem, 1902), de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos: Paulino, Generoso, Juliana y Vicenta. En septiembre de 1872 falleció su hija Vicenta (1868–1872) de tosferina y al poco tiempo don José fue víctima de una epidemia de tifus. En 1874, su viuda, María Ardevines se casó en segundas nupcias con el también viudo Valero Callau Beamonte (1843–1902), de cuyo matrimonio no quedó ningún hijo.

En El Frago se casaron sus hijos Generoso y Juliana. Generoso Sánchez Ardevines (1866- ¿?) con Luisa Laguarta Bonaluque (1879-¿?), hija de Juana Bonaluque Gállego (1850–1889), maestra que fue de El Frago. Y Juliana Sánchez Ardevines (1867-1925) con Silvestre Ara Cuartero (Lacasta, 1858 –El Frago, 1922).

1872-1872. Mariano Sánchez Barrio. (El Frago, 1851–Bayona, Francia, 1899). Estudió bachillerato en el Instituto Ramón y Cajal de Huesca y en 1872 ingresó en la Escuela Normal. Ese año, cuando falleció de forma inesperada don José, el Ayuntamiento lo contrató para que se ocupara de la escuela hasta final de curso.

Por la prensa de Madrid, sabemos que Mariano Sánchez Barrio llegó a ser un importante funcionario de Correos de Madrid. “Por la presente llamo y emplazo a Mariano Sánchez Barrio, natural de El Frago, provincia de Zaragoza, hijo de don Segundo y doña Ana, de 47 años, casado con Cristobalina Pueyo, oficial del Correo Central de Madrid. (Diario oficial de avisos de Madrid, 04/10/1898, p. 1). Al año siguiente el cónsul de España en Bayona comunicaba el fallecimiento del súbdito español Mariano Sánchez Barrio, empleado de Correos de Madrid y residente en Bayona desde el 14 de febrero de 1899. «Comunican de la capital de Guipúzcoa que ayer puso fin a sus días en Bayona, disparándose dos tiros en la sien derechas, el funcionario de correos con destino en Madrid don Mariano Sánchez Barrio (La Derecha, 4 de marzo de 1899)

1872-1877. Diego Laporta Soler. (Bailo, ca. 1836-Ejea de los Caballeros, 23 de septiembre de 1885). En 1850 comenzó los estudios en la Escuela de Maestros de Zaragoza. Estaba casado con Inés Cervera Blanco, natural de Luesia,  la primera maestra de El Frago que hasta ahora conocemos. Una de sus hijas que falleció en El Frago. Así lo recoge el registro civil: “A las 6 de la mañana del 9 de junio de 1876, ante don Serapio Les Giménez, juez municipal, y don Casiano Romeo Soteras, secretario, comparece Manuela Biescas, soltera, natural de El Frago, domiciliada en la calle de los Infantes 10, manifestando que Avelina Laporta Cervera, natural de Asín, provincia de Zaragoza, de cinco años de edad, domiciliada en El Frago, en la calle de los Infantes 18, falleció a las 4 de la mañana del día de ayer de una fiebre subsiguiente a la superación del sarampión. Que la finada era hija legítima de don Diego Laporta, natural del pueblo de Bailo, provincia de Huesca, y doña Inés Cervera, natural de Luesia, provincia de Zaragoza, mayores de edad, maestros de Instrucción Primaria de este pueblo”. Manuela Biescas (1857–1928), de casa Presijo, declaraba en su calidad de sirvienta.

Diego e Inés fueron padres de varios hijos. Miguel Laporta Cervera, (Triste, 1867-Jaca, 1885) falleció de gastroenteritis en el Seminario de Jaca, el año que cursaba cuarto de Teología. Está enterrado en el cementerio de Jaca.  Avelina Laporta Cervera (Asín,, 1869-El Frago, 1874). Marino Laporta Cervera (Ejea de los Caballeros, 1878-¿?) que se casó con Juana Romeo Espés, (Erla, 1883-1883), hija de Mariano Romeo Llera y Mariana Espés Herrera. Marino y Juana  fueron los padres de los cuatro nietos de Diego Laporta e Inés Cervera:  Marino, Antonio y Juana. Y Juana Laporta Cervera, que nació en Ejea y en 1880 comenzó los estudios de Magisterio en Huesca y en 1886 llegó al rectorado de Zaragoza su título, proveniente de la Normal de Huesca.

El día 23 del corriente falleció el maestro de primera enseñanza de Ejea de los Caballeros, Diego Laporta. (Diario de avisos 25 de septiembre de 1885), Aún no se había jubilado.

1877-1879. Medardo Ros Vallés. (Benabarre, Huesca, 1856–Épila, 1915). Estudió en los Escolapios de Madrid y en 1874 obtuvo el título en la Escuela Normal de Huesca. En 1875 fue destinado a Fet, cerca de Benabarre, y en 1877 en Loscorrales (Huesca). Ese mismo año lo destinaron a El Frago y se alojó con su familia en casa del maestro Manuel Marco Bonaluque, en la calle Zaragoza, 1. Después ejerció en Mainar, Fuendetodos y en Plasencia de Jalón.

Estaba casado con Joaquina Lapuente Maza de Lizana (Apiés, Huesca, 1852–Lupiñén, 1941). Estando de maestro en El Frago nació y murió su hijo Pedro. Según consta en el registro civil era nieto por línea paterna de José Ros, natural de Latas (Huesca), y de Francisca Vallés de Benabarre (Huesca). Por línea materna de Guillermo Lapuente, de Arrudi (Francia) y de Nicolasa Maza de Lupiñén (Huesca).

Hijos:  Carmen (¿?-¿?), Medardo (Fuendetodos, 1882–1936), Silvestre (1887-¿?) y Joaquín (1888–Paterna, Valencia, 1945).

1877-1881. Manuel Marco Bonaluque

1926. Marco Bonaluque, Manuel

Manuel Marco Bonaluque con pajarita, en el centro, primera fila. Virgen de la Sierra, Biel, 1929. Fotografía cedida por la familia Marco.

(El Frago, 1859–Biel, 1927). Maestro y secretario del juzgado. Era hijo de Francisco Marco Ceballos (La Almolda, 1825-¿?) y Manuela Bonaluque Giménez (El Frago, 1830–Ídem. 1878), dueños de un comercio en la Calle Zaragoza, 1. Estudió Magisterio en la escuela Normal de Huesca. En 1878 compareció en el juzgado de El Frago para declarar la defunción de su madre: “Ante el juez don Sebastián Ángel y el secretario don Casiano Romeo Soteras, compareció Manuel Marco, hijo de la difunta, natural de El Frago, domiciliado en la calle Zaragoza 1, mayor de edad, soltero, maestro de instrucción primaria, e hizo la declaración en los siguientes términos: Manuela Bonaluque Giménez, de 47 años, estuvo casada con Francisco Marco, dedicado al comercio. Tuvieron tres hijos: Manuel, Elías y Elías, de los cuales fallecieron los dos últimos, viviendo el primero en compañía de su señor padre. Manuela era hija legítima de Juan Francisco Bonaluque natural de El Frago de y Bárbara Giménez, natural de Orés, domiciliados en El Frago.

«Han sido nombrados maestros interinos,  Manuel Marco, de El Frago, y Juana Bonaluque, del mismo pueblo». (Cfr. HMZ, Diario de Avisos de Zaragoza, 07/03/1877).

En 1881 Manuel Marco obtuvo la plaza de la Escuela de Niños de Biel y en 1882 se casó con Isabel Sampietro Gállego (Biel, 1863–Ídem, 1938), hija de Juan Sampietro Torres (Sallent de Gállego, 1813–Huesca, 1899), maestro de Instrucción Pública, y de su segunda mujer Mariana Gállego Pétriz (Murillo de Gállego, 1836-Biel, 1918). Manuel e Isabel fueron los padres de Marino Marco Sampietro (1884–1927), casado con Delfina Bueno Garza (Agüero, 1882–Alagón, 1953), maestra propietaria de la Escuela de Niñas de Biel. Y de Isabel Marco Sampietro, que comenzó los estudios de Magisterio en Huesca, y se casó con Juan Lanzarote Pemán, (Biel, 1895-Alagón, 28/06/1992) un maestro muy reconocido.

1881-1883. Manuel Romeo Beamonte. (El Frago, 1863–Ídem, 1891). De casa Romeo, falleció de una herida en el pecho. Era hijo de Casiano Romeo Soteras (1828–1904), secretario del Ayuntamiento, y de Nicolasa Beamonte Larroy (1830–1892). En 1885 se casó con Carmen Les Biesa (1865-¿?), de casa Juan de Les, de cuyo matrimonio tuvieron dos hijas, Amadea (1886-¿?) y María de los Milagros Baltasara (1889-¿?). En 1881 el Ayuntamiento contrató a este “instructor no titulado”, porque no se cubrió la vacante que dejó Manuel Marco Bonaluque y porque no había ningún maestro ni ningún estudiante de Magisterio en el pueblo a los que se les pudiera conceder un certificado de aptitud.

1883-1910. Pedro Uhalte Alegre. (Villarreal de la Canal, Huesca, 1851–Petilla de Aragón, 1917). Este hijo de Gabriel Uhalte, de Transvillar (Francia), de profesión carpintero, y de Joaquina Alegre de Martes (Huesca), en 1877 obtuvo el título de Magisterio en la Escuela Normal de Huesca.

Desde 1872 hasta 1880 fue maestro, con certificado de aptitud, de las escuela «incompletas» de Mojones (Huesca) y Cubel (Zaragoza). En ese momento los pueblos de menos de 500 habitantes tenían escuelas llamadas “incompletas” a cargo de un maestro con un certificado de aptitud, que solía otorgar el municipio. El aspirante se había formado como «pasante» de otro maestro. Las escuelas denominadas “completas”, a cargo de un maestro titulado por una escuela Normal, eran obligatorias en los pueblos de más de 500 habitantes. La ley de 1857 recomendaba que todas las escuelas incompletas se transformaran en completas.

En 1880, la escuela incompleta de Cubel ascendió a completa y se hizo cargo Pedro Uhalte, que en esa fecha ya tenía el título de Maestro Elemental por la Escuela Normal de Huesca. En 1883 llegó a El Frago por concurso y en 1910 se fue a Petilla de Aragón (Navarra), también por concurso, donde ejercía de practicante su hijo Pedro.

Según consta en su hoja de servicios, en los veintisiete años de maestro de El Frago lo felicitó la Inspección en dos ocasiones por la educación que daba a sus alumnos y la Junta Local le otorgó tres premios: uno el cinco de junio de 1885, otro el 6 de marzo de 1886 y otro el 8 de junio de 1890.

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Examen de Caligrafía. Archivo Histórico de Huesca.

Estaba casado con Simona Paúles Bescós (Aísa, Huesca, 1843-Petilla de Aragón, ca. 1939), también maestra de El Frago, vivían en el local de la ruinosa Escuela de los Niños y participaron activamente en la vida del pueblo. Dieron clases de repaso, prepararon a muchos de sus alumnos para que salieran a estudiar fuera. Don Pedro, además, se ocupó de la Secretaría del Ayuntamiento en varias ocasiones. Y formó como secretario a su antiguo alumno, Benjamín Biescas Guillén (El Frago, 1874–Bata, Guinea, 1952).

De su matrimonio con Simona nacieron tres hijos: María Teresa (Villarreal 1874–Sádaba, 1918), en 1897 obtuvo el título de Magisterio en Huesca y en 1899 se casó con Bonifacio Guillén Luna, (El Frago, 1975-¿?) de casa Pichón. Pedro (El Frago, 1884–Petilla de Aragón, Navarra, 1951), practicante, casado con Juana Arilla Aguas. Y María Esperanza (El Frago, 1888–Ídem, 1889), que falleció a los seis meses de una gastroenteritis.

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Escuelas Nuevas de El Frago. Foto de Bruno Gracia Sieso, 1929.

Siglo XX. Hasta 1936: las Escuelas Nuevas

1910-1911. Perfecto Cárdesa Cardesa. (Biel, 18/05/1890-Zaragoza, 10/051925). Este maestro interino cubrió la vacante que dejó don Pedro Uhalte.

1923, Constantino y Perfecto. Recortada

Perfecto, con sombrero, su mujer y su hija Felisa, sentada encima de su madre. Al lado la niña Asunción Pemán Marco, que se casó con Gregorio Romeo y fueron dos maestros carismáticos de El Frago. Foto de Carmen Romeo Pemán. Biel, verano de 1923.

Perfecto se casó con Felisa Arambillet Oficialdegui (Artajona, 21/02/1893-Zaragoza, 16/08/1992) en Zaragoza el 14 de febrero de 1921 y tuvieron una hija, Felisa, (Zaragoza, 1922), religiosa Escolapia.

En su expediente de estudios, en la Escuela Normal de Maestros de Zaragoza, consta como Perfecto Cardesa Aguas.

En 1910, su primer destino fue El Frago. En 1912 y 1915 echó instancia para las oposiciones de turno libre.  Aprobó las de 1917. En 1921, el año que se casó,  ejercía en Erpiol (Huesca), y consiguió el traslado a Zaragoza como consorte. Su mujer, Felisa Aramillet, era hermana de Delfina, la mujer del maestro Pedro Arnal Cavero, estaba en las escuelas del Buen Pastor. A Perfecto le dieron las Anejas a la Escuela Normal de Maestros, donde ejerció hasta que falleció a los treinta y cinco años.

1911-1924. Manuel Olivares Muñoz: primera etapa fragolina. (Pobeda de la Obispalía, Cuenca, 1888–El Frago, 1950). Fue maestro de El Frago en dos ocasiones: interino (1910-1924) y propietario (1944–1950). Estudió Magisterio Elemental en Cuenca. Estuvo destinado en Rosalén del Monte (Cuenca) y en Abanades (Guadalajara). Se casó con Inocencia Romeo Alvarado (El Frago, 1882–Ídem, 1963), viuda, y no tuvieron hijos. Vivían en la Plaza, en la casa que actualmente ocupa el bar “4 Reyes”. En 1950, estando en activo, falleció de un infarto.

En 1911 llegó a El Frago donde, además de su labor docente, desarrolló una intensa activad pública. Desde 1911 hasta 1914 fue recaudador de contribuciones, en cuyo cargo le sucedió su padre, Eusebio Olivares Muñoz de las Heras (Belmontejo, Cuenca-El Frago, 1916), viudo de Eusebia Muñoz. Entre 1913 y 1915 fundó la Mutualidad Escolar “La Fragolina”. En 1918 fue elegido concejal, siendo alcalde Segundo Romeo Navarro. En 1924 aprobó las oposiciones y fue destinado a Córdoba.

En 1933, cuando salió a concurso la escuela de El Frago, quiso volver, pero le pisó la plaza Francisco Celma. En 1944 consiguió regresar y en 1945 fundó el Coto Escolar “Guion”, en el paraje de La Fuente.

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Segunda etapa de Manuel Olivares en El Frago. En 1948, en la puerta del Coto Escolar con un grupo de alumnos. Foto de Gregorio Romeo Berges.

1924-1925. Constantino Cristóbal Rabinal. (Mozota, 1896–Uncastillo, 1936). Estuvo de interino un año. Después ejerció en varios pueblos hasta que llegó a Uncastillo, donde fue nombrado director de la Escuela Graduada en 1935. Su nombre figura entre los maestros afiliados a la UGT fusilados en 1936.

1925-1931. Bruno Gracia Sieso.

55. 1929. Niños

Bruno Gracia Sieso con sus alumnos de El Frago, 1929.

(Zaragoza, 1893–Ronda, Málaga, 1962). Maestro y escritor. En 1925 llegó a El Frago por derecho de consorte. Entre 1926 y 1928, con permiso del Gobierno Civil y de la Inspección de Primera Enseñanza, él y su mujer abandonaron la escuela porque no encontraron vivienda en el pueblo y porque los locales en los que tenía que dar clase amenazaban ruina. Volvió en 1928, cuando las Nuevas Escuelas estaban a punto de terminarse. Y siguió hasta 1931, año en que se trasladó a Ronda (Málaga). En 1930, siendo maestro de El Frago, recibió un premio nacional por su labor educativa. Fue un escritor reconocido entre los costumbristas aragoneses de la época. Junto con Gil Losilla fundó la “Novela de viajes aragonesa”. De su etapa fragolina son muy interesantes los artículos sobre educación y las estampas fragolinas.

1926-1928. Benjamín Biescas Guillén. (El Frago, 1874–Bata, Guinea Ecuatorial, 1951). Secretario del Ayuntamiento desde 1901 hasta 1936. Había estudiado Magisterio y sustituyó a Bruno Gracia Sieso, desde 1926 hasta 1928, cuando tuvo que abandonar el pueblo.

Era hijo de Mariano Biescas Asín y Gregoria Guillén Casabona. En la escuela de El Frago fue alumno de Manuel Marco, Manuel Romeo y Pedro Uhalte, que lo preparó para su ingreso de Magisterio. Se casó en Zaragoza con Elisa Carrascón, en 1900, y se establecieron de comerciantes en El Frago, porque Benjamín no encontraba trabajo de maestro. Durante sus años de Secretario del Ayuntamiento firmaba con la siguiente coletilla: “de profesión Maestro de Primera Enseñanza y de oficio Secretario”. En El Frago nacieron todos sus hijos, Guadalupe (El Frago, 1902–Ídem, 1902), Gregorio (El Frago, 1904–Ídem, 1907), Clara Alicia (El Frago, 1905-Luna, 1991), Valeriana (El Frago, 1907– Zaragoza, 1980), y Segundo Benjamín (El Frago, 1911–Ídem, 1912).

Desde 1899 hasta 1936 dio repasos en su casa, enseñó a leer a los adultos y preparó a los alumnos que querían salir a estudiar. Dada su quebrantada salud, tuvo varias licencias por enfermedad en las que siempre dejó un sustituto pagado de su propio sueldo. Cuando estalló la Guerra Civil se encontraba en Madrid por motivos de salud, y no pudo regresar “hasta la completa liberación de España”, por cuyo motivo le fue incoado un expediente y no le permitieron volver a ocupar la Secretaría de El Frago. En 1939, desde su residencia accidental en Guaro (Málaga) solicitaba la jubilación por “una anemia cerebral que lo incapacitaba para el ejercicio de su profesión”. Sobre 1950 llegó a Bata acompañado de su hija Valeriana y con sus cuatro nietos, Juan, Luis, Pilar y Elisa. Murió en Bata, donde su yerno Juan Sánchez Mariscal era el Secretario del Ayuntamiento. En 1957 el Ayuntamiento de El Frago le concedió a su viuda una pensión de viudedad de trescientas pesetas al mes.

1931-1933. Gonzalo López García.

Gonzalo López García

Gonzalo López García (Clares de Ribota, ca. 1909–Sanatorio de Pineta-Bielsa, 1936). Foto de Gregorio Romeo Berges, 1932.

(Clares de Ribota, ca. 1909–Sanatorio de Pineta-Bielsa, 1936). Estudió Magisterio en la Escuela de Maestros de Soria. Estando en El Frago aprobó los cursillos de 1933 y lo destinaron a Caspe.

En 1933, participó en el homenaje a la vejez. Ocupaban la presidencia del acto el alcalde, el juez municipal, el cura párroco y los maestros de las respectivas escuelas con el Ayuntamiento en pleno. Los niños de las escuelas entonaron el himno de Riego y los himnos Ama a los viejos, La legión, En ruta por la vida, La mariposa y la flor y A trabajar. La maestra Raimunda Casabón pronunció el discurso Amemos a los viejos y el maestro Gonzalo López García, Los viejos y el asilo. Varias niñas de la escuela representaron el sainete La Pordiosera, y cierto número de niños el sainete La flauta mágica. Después de los discursos de las autoridades, para terminar, los niños de las escuelas entonaron nuevamente el himno de Riego. (La Voz de Aragón, 1 de junio de 1933).

1932-1932. Gregorio Romeo Berges.

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Gregorio Romeo Berges, 1931.Saliendo de clase. Zaragoza. Plaza de la Magdalena. Foto de Carmen Romeo Pemán.

(El Frago, 1912–Ídem, 1969). Estudiante en prácticas, sustituyó a Gonzalo López García en una baja por una larga enfermedad. Esta interinidad nunca constó en su hoja de servicios, pero la inspección la hizo constar en un certificado. Fue maestro propietario de El Frago desde 1951 hasta 1969.

1933-1936. Francisco Celma Felipe. (Brieva de Cameros, Logroño, 1905-Zaragoza, 1936). Era hijo de Joaquín Celma Giner, también maestro, y de Patrocinio Felipe. Comenzó los estudios a los quince años, cuando todavía regía el plan de 1914 y aprobó las oposiciones en 1930. En 1931 fue nombrado propietario provisional de Cenzano (Logroño), y en 1933 llegó a El Frago por traslado. Estaba casado con Juanita Gracia del Río, natural de Calatayud, y tuvieron tres hijos, Joaquín (Cenzano, 1932), María Pilar (El Frago, 1934), cuya madrina de bautismo fue la maestra Ángela Romeo Idoipe, y Blanca Fe (El Frago, 1935), a quien también amadrinó otra maestra: Isabel Peribañez Sánchez.

Colaboró con el Ayuntamiento del Frente Popular y con la UGT. Estaba bien integrado en el pueblo y tenía buenas relaciones con todo el mundo: “Las fiestas acabaron con un banquete en la “Peña de Amigos”, compuesta por el médico, Bernardino Pérez, el cura párroco, don Teodoro Jiménez Coli, el maestro nacional, don Francisco Celma Felipe, el secretario del Ayuntamiento, don Felipe Soria Ransanz y otros jóvenes entusiastas” (La Voz de Aragón, 11 de octubre de 1933). Cuando estalló la Guerra Civil desapareció de El Frago. Unos meses más tarde fue fusilado en su casa de Zaragoza, en la calle Borao número 8.

La Guerra Civil: sin maestros

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1936-1936. Restituto Ara Romeo. (El Frago, 1893–Ídem, 1960). Practicante y barbero, domiciliado en la calle Infantes 18. Era hijo de Juan Ara Cuartero (Lacasta, 1843–El Frago, 1922) y de su segunda mujer Pascuala Romeo Ardevines (1850 – 1942). Se casó con Josefa Morlans Tolosana (1889-1967).

El Ayuntamiento lo contrató como “instructor no titulado” para sustituir a don Francisco Celma Felipe. “Habiendo quedado vacante la escuela, se acuerda que don Restituto Ara Romeo, como practicante titular, se haga cargo provisionalmente de la Escuela de Niños, hasta tanto sea promovida por el rectorado universitario de forma legal” (Acta del Ayuntamiento, 14/11/1936. Archivo Municipal de El Frago)

1936-1938. Ángela Sarasa Lasierra. (Alcalá de Gurrea, Huesca, 1908–Zaragoza, 1991). Fue nombrada para cubrir la vacante de la escuela de niños.

1938-1943. Ángela Falo Piazuelo. (Alcalá de Gurrea, Huesca, 1914-¿?). Acabó los estudios de Magisterio en 1933 en Zaragoza. Fue nombrada maestra de El Frago para cubrir la vacante de la escuela de niños. En 1936 pertenecía a la UGT.

1941-1941. Mecedes Laguarta Dieste. (El Frago, 1921–Valencia, 2009). Realizó sustituciones en la escuela de las chicas y en la de los chicos.

13. 1951-Exposición productos

Gregorio Romeo Berges (El Frago, 1912-Ídem, 1969) con sus alumnos en una exposición de productos del huerto escolar en el Fosal, en 1953.

Después de la Guerra Civil: vuelven los maestros

1942-1943. Félix Armendáriz Virto. (Corella, 1916–Ídem, 1997). Hijo de Jesús Armendáriz Arrivillaga y de Josefina Virto. En 1943 se fue por traslado a Corella, donde se jubiló.

1943-1944. Luis Alós Falcón. Solo estuvo unos meses, porque ese año el concurso de traslado se resolvió en diciembre

1944-1950. Manuel Olivares Muñoz: segunda etapa fragolina.

1950-1951. Bonifacio Gómez Barrio. Estuvo unos meses y fue cesado por haber sido nombrado para otra escuela de la provincia de Segovia.

1951-1951. Diego José Lorenzo Germán. Estuvo unos meses de propietario provisional.

1951-1951. Mariano Marco Gota. (Alcubierre, Huesca, 1911–Huesca, 1978). Estudió Magisterio en la Escuela Normal de Huesca. Se casó con Candelaria Palacio Domec y tuvieron dos hijos, Antonio y Jaime.

1951-1969. Gregorio Romeo Berges.

19670608. Ordesa.7

1967. Excursión escolar a Ordesa. Gregorio Romeo Berges con un grupo de alumnos de El Frago.

(El Frago, 1912–Ídem, 1969) El último maestro propietario. Estuvo un año de sustituto (1932), y dieciocho como propietario (1951–1969). Era hijo de Francisco Romeo Palacio (1855-1926) y de Antonia Berges Beamonte (1885–1950). Estudió Magisterio en Zaragoza (1929–1933) y aprobó las oposiciones de 1941. Fue maestro interino de El Frago (1932), Fuentes de Ebro (1937) y Biel (1938–1940). Propietario provisional de Biel (1940 –1943) y propietario definitivo de las escuelas graduadas de Ejea de los Caballeros (1943–1945), de la de niños de Erla (1946–1950) y de la de El Frago (1951–1969).

En 1943 se había casado con Asunción Pemán Marco en Biel, donde ambos estaban en propiedad provisional. Tuvieron dos hijas: Concepción “Maruja” (Ejea de los Caballeros, 1944) y Carmen (El Frago, 1948). En 1969, con la emigración a la ciudad, se estaban vaciando las escuelas y, a su muerte, la escuela de El Frago se convirtió en mixta.

Desde 1969 hasta 1990. Solo maestras

La Escuela Mixta y la Guardería de la Diputación Provincial de Zaragoza fueron las dos últimas etapas de una escuela que agonizaba y que estaba a cargo de maestras. Pero encontramos dos excepciones: un maestro sustituto de Nieves Escartín y otro nombrado para la guardería.

1978-1979. Alfonso Ortiz Herrera. De la etapa de la Escuela Mixta. Sustituyó a Nieves Escartín desde octubre de 1978 hasta febrero de 1979.

1985-1987. Antonio Berdor Bailo. El único maestro de Guardería de la Diputación Provincial de Zaragoza. Estuvo tres meses en el curso 1985–86 y todo el curso 1986 –1987.

Para terminar

Algunas maestras y maestros echaron raíces, se implicaron en la vida del pueblo, consiguieron erradicar el analfabetismo y lograron que las gentes valoraran la enseñanza como un bien muy preciado.

José Sánchez Murillo, el primer maestro que conocemos, llegó como propietario en 1847, se casó con María Ardevines y ejerció veinticinco años, hasta que se lo llevó una epidemia de tifus en 1872. Gregorio Romeo Berges, el último propietario, estuvo diecinueve años, y también se lo llevó un accidente casual en 1969. José y Gregorio, el primero y el último, son dos de los veintiséis eslabones de esta cadena de relevo que duró ciento veintidós años.

Pedro Uhalte vivió veintisiete años en El Frago. Entre 1883 y 1910, preparó a muchos alumnos para que salieran a estudiar fuera. En sus clases de repaso consiguió que casi todos los hombres de El Frago aprendieran a firmar. Después recogió el testigo su alumno Benjamín Biescas, el gran protector de la cultura fragolina.

La década dorada de los años 20: Ángela García Alegre y Bruno Gracia Sieso. Este matrimonio de maestros-escritores estimuló la cultura y consiguió que se levantara un edificio escolar con dos escuelas y viviendas para los maestros. Todo el pueblo colaboró en este proyecto, unos con su trabajos y otros con sus ahorros. De la mano de estos maestros salió una generación de licenciados fragolinos.

Durante la Guerra Civil, con el maestro titular fusilado y sin maestros disponibles, porque unos habían muerto y otros estaban en el frente, el rector, que era el encargado de la Educación Primaria, recurrió a Restituto Ara, una persona del pueblo no titulada. Y luego, de forma excepcional, nombró maestras para cubrir las vacantes de la Escuela de Niños.

En la posguerra, dos maestros recuperaron el pulso. Los seis años de Manuel Olivares, casado con la fragolina Inocencia Romeo, y los dieciocho de Gregorio Romeo, natural de El Frago, dieron como fruto una nutrida generación de titulados universitarios.

Los años de la escuela mixta coincidieron con el momento en que los pueblos de España se estaban vaciando del todo. Y esa fue la razón por la que se cerró una escuela que se había levantado y mantenido con tanto esfuerzo y entusiasmo. Sirvan estas líneas para que nunca muera del todo.

Camen Romeo Pemán

Imagen principal. 1929. Bruno Gracia Sieso en la Escuela de Niños de El Frago.

Presentación libro

A todas las maestras. A las treinta y cinco que pasaron por El Frago

 

 

falo-piazuelo-angelita.-1932

Hace tiempo que dedico mis afanes a las “Escuelas de El Frago”, donde aprendí las primeras letras y donde recogí las semillas de casi todo lo que he llegado a ser de mayor. Entonces El Frago tenía dos escuelas unitarias. Una de niños y otra de niñas. Un maestro se encargaba de los chicos desde los seis hasta los catorce años. Y una maestra, de las niñas. En los pueblos más pequeños, por debajo de quinientos habitantes, había una sola escuela mixta, regentada por una maestra.

Como muchas hijas de maestras, tuve la suerte de ir a la escuela de mi madre. Ella fue mi primera y mi única maestra desde los seis hasta los trece años, que me llevaron a estudiar a un colegio de monjas a la ciudad. En ese difícil equilibrio de madre y maestra, me transmitió el rigor en el estudio, el amor por la enseñanza y la pasión por la lectura y la escritura, que me han acompañado siempre. Y supo hacerlo con mis compañeras de pupitre.

Mi caso, como el de Lázaro de Tormes, es solo para que “vuesas mercedes” lo conozcan  como ejemplo de lo que entonces era moneda común en las escuelas rurales. Mi madre fue solo un eslabón de una larga cadena. Antes y después, otras maestras entregaron lo mejor de sus vidas a las niñas de muchos “fragos” repartidos por la España Vacía. A todas ellas les rindo este homenaje. Y lo hago recuperando los nombres y las biografías de las treinta y cinco que pasaron por las aulas fragolinas en ciento dieciséis años, desde 1874 hasta que en 1990 se cerraron sus puertas para siempre.

Muchas escuelas públicas se crearon en 1838, pero la enseñanza de las niñas tardó en regularizarse. Las maestras llegaron más tarde que los maestros. En 1848 ya conocemos el nombre del primer maestro fragolino, José Sánchez. Pero hasta 1874 no aparece ninguna maestra.

Siglo XIX

Inés Cervera Blanco, hasta ahora la primera maestra de El Frago con nombre conocido. Según Enrique Campos Chaure, bisnieto de Cecilia Aruej, doña Inésb cursó los estudios primarios en Luesia, con la maestra Dolores Aruej Barnechea (1824-¿?), que aparecía como maestra de niñas en el censo de 1857. Teresa Aruej estaba casada con Manuel Campos Fernández (1818-¿?), también maestro. Estos maestros excepcionales, padres de Jacoba, Petra y Cecilia, contribuyeron a elevar el nivel cultural de Luesia.

Inés Cervera Blanco, una maestra brillante, en 1874 se trasladó desde Asín a El Frago, donde ya estaba su marido, Diego Laporta Soler (Bailo, ca. 1836-Ejea de los Caballeros, 1885). A Inés le ofrecieron un buen sueldo, la vivienda y las “retribuciones de los niños no pobres”, es decir, lo que se acordaba cada año que tenían que pagar los hijos de las familias más acomodadas por ir a la escuela. Hasta 1901, los ayuntamientos pagaron los sueldos, que estaban relacionados con el número de habitantes. Y cobraba más el maestro que la maestra. En 1874 la escuela de niños estaba dotada con 625 pesetas y la de niñas con 442.

Conocemos su estancia en El Frago y el nombre de su marido por la partida de defunción de su hija Avelina. Así lo recoge el registro civil: “A las 6 de la mañana del 9 de junio de 1876, ante don Serapio Les Giménez, juez municipal, y don Casiano Romeo Soteras, secretario, comparece Manuela Biescas, soltera, natural de El Frago, domiciliada en la calle de los Infantes 10, manifestando que Avelina Laporta Cervera, natural de Asín, provincia de Zaragoza, de cinco años de edad, domiciliada en El Frago, en la calle de los Infantes 18, falleció a las 4 de la mañana del día de ayer de una fiebre subsiguiente a la superación del sarampión. Que la finada era hija legítima de don Diego Laporta, natural del pueblo de Bailo, provincia de Huesca, y doña Inés Cervera, natural de Luesia, provincia de Zaragoza, mayores de edad, maestros de Instrucción Primaria de este pueblo”. Declaraba Manuela Biescas (1857–1928), de casa Presijo, en su calidad de sirvienta. En 1891, seis años después de morir su marido, seguía en activo en Ejea de los Caballeros.

Tuvieron varios hijos. Miguel Laporta Cervera, (Triste, 1867-Jaca, 1885) falleció de gastroenteritis en el Seminario de Jaca, el año que cursaba cuarto de Teología. Está enterrado en el cementerio de Jaca.  Avelina Laporta Cervera (Asín,, 1869-El Frago, 1874). Marino Laporta Cervera (Ejea de los Caballeros, 1878-¿?) que se casó con Juana Romeo Espés, (Erla, 1883-1883), hija de Mariano Romeo Llera y Mariana Espés Herrera. Marino y Juana  fueron los padres de los cuatro nietos de Diego Laporta e Inés Cervera:  Marino, Antonio y Juana. Juana Laporta Cervera nació en Ejea y en 1880 comenzó los estudios de  Magisterio en Huesca. Blasa Laporta, en 1891 era maestra interina de Pintano y, según el periódico  La Derecha, en diciembre de 1892. era maestra interina de Castiliscar. En 1897, Teresa Laporta Cervera tomó posesión como maestra auxiliar de párvulos de Alagón,

Inés Cervera, ya viuda, se trasladó a Castiliscar dónde estaba su hija y allí se jubiló el 18 de septiembre de 1890 (Cfr. HMZ, La Consecuencia, 20/11/ 1891),

Juana Bonaluque Gállego: 1877–1881. (El Frago, 1850–Ídem. 1889). Estudió Magisterio en Huesca. Juana, Bárbara, Justa y Ramona eran hijas de Martín Bonaluque Giménez y de María Gállego Pérez, natural de Santa Eulalia de Gállego. Y primas hermanas de Manuel Marco Bonaluque, maestro de Biel. Se casó con el fragolino Florentino Laguarta Ardevines, labrador, y tuvieron cinco hijos: Sebastián, Carlos, Luisa, Juan y Estanislada. Su hija Luisa se casó con Generoso Sánchez Ardevines, hijo de José Sánchez, el primer maestro cuyo nombre conocemos.

«Han sido nombrados maestros interinos,  Manuel Marco, de El Frago, y Juana Bonaluque, del mismo pueblo». (Cfr. HMZ, Diario de Avisos de Zaragoza, 07/03/1877),

Leonor Herrero Alvira: 1881–1883. (Fustiñana, 1859-¿?). Era hija de Domingo y Concepción. Estuvo de interina hasta que Simona Paúles ocupó la plaza por oposición. Embid de Ariza, Biurrun, (Navarra) y  Larrasoaña (Navarra) fueron algunos de sus destinos posteriores.

Simona Paúles Bescós: 1883–1913.

Simona. Solicita permiso para ejercer-2

Archivo Provincial de Huesca. Escuela Normal de Maestras.

(Aísa, Huesca, 1849-Petilla, Navarra, ca. 1939). Esta hija de Romualdo y Jacinta obtuvo el título de Magisterio en Huesca en 1870 y en 1883 llegó a El Frago de maestra titular, junto con su marido Pedro Uhalte Alegre (Villarreal de la Canal, Huesca, 1851–Petilla, Navarra, ¿?), también maestro, y vivieron en el local de la ruinosa Escuela de Niños. En esos años no había local para las niñas ni viviendas para los maestros. Y era difícil encontrar casas de alquiler en un pueblo en el que las casas tenían que ser compartidas por varias familias.

Doña Simona se jubiló en El Frago en 1913 y se fue a Petilla donde estaban su marido, desde 1910, y su hijo Pedro de practicante.   Así me cuenta José Antonio Hualte Sevilla el final de su bisabuela: «Vivió muchos años en Petilla y murió antes de la guerra. Compró algunas tierras para sus hijos y a veces bajaba a Sádaba en caballería».

En los treinta años que estuvo en El Frago, ella y su marido prepararon a muchos de sus alumnos para que salieran a estudiar y dieron clases de repaso a los adultos. En la primera etapa de la escolarización del pueblo, lograron una estabilidad y una continuidad educativas que favorecieron la disminución del analfabetismo. Por ejemplo, mi propia abuela tenía una letra primorosa –con faltas de ortografía, claro, y llevaba las cuentas de su casa en sus “Cuadernos para Apuntaciones”. Todo se lo había enseñado doña Simona.

Tuvieron tres hijos: María Teresa (Villarreal 1874–Sádaba, 1918), maestra, casada con Bonifacio Guillén Luna. Pedro (El Frago, 1884–Petilla de Aragón, Navarra, 1950), practicante. Y María Esperanza (El Frago, 1888–Ídem, 1889), que falleció de una gastroenteritis cuando solo tenía seis meses.

Siglo XX. Hasta 1936

Teresa Lacueva Gresa: 1913–1913. Estudió Magisterio en Teruel. Su primer trabajo consistió en cubrir la vacante que quedó en El Frago por la jubilación de Simona Paúles.

Felisa Medina Pérez: 1913–1917. (1846-¿?). Esta maestra de Guadalajara pasó a depender del rectorado de Zaragoza en 1908, cuando la destinaron a Villar de los Navarros en esta provincia. Llegó a El Frago por traslado, donde se jubiló.

Ignacia Brígida Lazcano Torres: 1917–1918. (Matute, Logroño, 1878-¿?). Estudió Magisterio en Huesca. Llegó por traslado, procedente de Torrente de Cinca (Huesca) y, también por traslado, se fue a Viniegra de Abajo (Logroño). Protestó enérgicamente cuando se encontró con problemas de alojamiento y sin local para la escuela. Consiguió que el Ayuntamiento alquilara una casa en la que vivía y en cuya cocina daba las clases.

1921-Escuela de El Frago

Ángela García Alegre con sus alumnas

Ángela García Alegre: 1918–1930. (Zaragoza, 1894–Ronda, Málaga, 1971). En 1918 aprobó las oposciones en Huesca. Estuvo un año en expectativa de destino y en 1919 le dieron en propiedad la Escuela de Niñas de El Frago. Cuando llegó no salía de su asombro. Como el Ayuntamiento no tenía un local para las niñas, le acondicionaron la Herrería Vieja, que todavía conservaba la fragua y las paredes llenas de hollín. Se negó a entrar y abandonó el pueblo. El Gobernador Civil le puso una multa de 250 pesetas y la obligó a volver. Entonces el Ayuntamiento le buscó una habitación de alquiler y, a partir de ese momento, dio las clases en la cocina de su casera, la señora María del Socarrau.

En 1925 su marido, el maestro Bruno Gracia Sieso, llegó desde un pueblo de Soria por el turno de consortes.  Como formaban una familia, con tres hijas, le pidieron al Ayuntamiento que les buscara una casa, pero nadie les alquiló una vivienda. Lo comunicaron a la Inspección de Enseñanza Primaria y al Gobernador Civil, que de nuevo tomó cartas en el asunto. En esta ocasión multó al Ayuntamiento, se llevó a los maestros del pueblo hasta que resolvieran el problema y no permitió que contrataran a otros. Ángela y Bruno, con su decidida actuación, obligaron a que el Ayuntamiento se planteara la necesidad de construir un nuevo edificio escolar. En 1928, Benjamín Biescas y Elisa Carrascón les prestaron su propia casa hasta que se acabaran las obras de las escuelas.

Entre 1921 y 1935 nacieron sus ocho hijos: Angelina (Zaragoza, 1921-Granada, 2008), María Rosa (Zaragoza, 1922–Ronda, 2009). Blanca (Zaragoza, 1924), Gabriel (Zaragoza, 1926–Ídem, 1929), Ana María (Zaragoza, 1928-Ronda, 2016), Carlos (Zaragoza, 1930-Ronda, 2018), María del Carmen (Ronda, 1935–Ronda, 1936) y Miguel Ángel (Ronda, 1935).

Ángela García fue una maestra escritora. Colaboró en varios periódicos, recibió premios literarios y escribió artículos y cuentos dedicados a la educación de las niñas. El día de la inauguración de las escuelas pronunció una conferencia titulada “La educación de la mujer”.

Dolores Álvarez: 1923-1924. Sustituyó a Ángela García en uno de sus permisos por maternidad, durante un trimestre.

Elisa Carrascón Pitarque: 1926-1928. (Zaragoza, 1883-Ídem. 1959). Era hija de Joaquín Carrascón y de Catalina Pitarque. No era maestra de profesión. Tenía estudios de piano. Sustituyo a Ángela García mientras construyeron las escuelas.

Estaba casada con el fragolino Benjamín Biescas, que había estudiado Magisterio en Zaragoza. De recién casada llegó a El Frago donde su marido se estableció como comerciante. Además del comercio, desde 1904 hasta 1936, fue secretario del Ayuntamiento. En 1926, pusieron a disposición del Ayuntamiento el comedor de su casa para dar clase a las niñas.

En 1928, ella y toda su familia se fueron a compartir la vivienda del hermano de su marido y ofrecieron su casa, con sus muebles, para que volvieran Ángela y Bruno.

En 1936 se fueron a Madrid por un asunto de enfermedad de Benjamín y no pudieron regresar. Después de la Guerra Civil no le permitieron que se reincorporara a la Secretaría. Desde 1957 Elisa recibió una pensión de viudedad de trescientas pesetas al mes, pagada por el Ayuntamiento de El Frago.

En El Frago nacieron todos sus hijos, Guadalupe (El Frago, 1902–Ídem, 1902), Gregorio (El Frago, 1904 – Ídem, 1907), Clara Alicia (El Frago, 1905-Luna, 1991), Valeriana (El Frago, 1907 – Zaragoza, 1980), y Segundo Benjamín (El Frago, 1911 – Ídem, 1912).

Piedad Ruiz Lapuerta: 1930–1932. (Valtueña, Soria ca. 1915-Zaragoza, 1992) era  hija de Luciano y Josefa y hermana de Consolación y Telesforo. Falleció soltera y sin descendencia. En un expediente judicial se declaró herederos a sus sobrinos José Eliseo Enrique y Jesús Alejandro Ruiz Sanjoaquín. 

Estudió Magisterio en Huesca. Aprobó las oposiciones de 1932 y la destinaron a Cerveruela. En 1933 le dieron Borja.

Raimunda Casabón Girón: 1932–1933. (Zaragoza, 1909–Huesca, 2003). Era hija de Teodoro Casabón y Pilar Girón y estudió Magisterio en Huesca. De El Frago se trasladó a una escuela unitaria de Ayerbe y después a Huesca.

19340719. Exp. Escolar. FOTO

Asunción Rodrigo, la maestra, vestida de blanco.

Asunción Rodrigo Molins: 1933–1934. (Aguaviva, Teruel, 1911-Francia, ¿?) estudió Magisterio en Zaragoza desde 1924 hasta 1930. En 1931, recién titulada, figuraba en las listas de aspirantes a interinos y le dieron Cetina.

Aprobó los cursillos de 1932 en Zaragoza y en 1933 le dieron El Frago.  Era soltera y llegó acompañada de su hermana. Estaban emparentadas con varias casas del pueblo y eso les facilitó el alojamiento con la familia de «casa Martina». Fue la madrina de bautismo de su sobrina Purificación Beamonte Lafuente. Como el calendario escolar había cambiado con la II República, tuvo que conciliar la supresión de algunos días festivos con las tradiciones del pueblo.

Exposición escolar en El Frago. Celebrada a final de curso y organizada por la maestra Asunción Rodrigo que desarrolló «una gran labor pedagógica y educadora en el poco tiempo que lleva en esta escuela, un curso». (La Voz de Aragón, 20/07/1934)

Desde el comienzo de la Guerra Civil fue militante socialista, colaboró con la resistencia republicana y estuvo de miliciana en el Frente de Teruel. Cuando acabó la guerra se exilió a Francia y no regresó.

Anunciación Ángela Romeo Idoipe: 1934–1935. (El Frago, 1914–Ídem, 1996). Conocida como Angelita de «casa Cecilia». Primero estuvo un año de interina y después, en 1942, volvió como propietaria.

La Guerra Civil (1936-1939)

Las maestras cubrieron las plazas que quedaron vacantes en las Escuelas de Niños por falta maestros. Unos habían muerto, otros estaban represaliados y otros en el frente.  En estos años, de manera excepcional, encontramos a la vez dos maestras en El Frago.

Isabel Peribáñez Sánchez: 1935-1940. ´(Teruel, 1883-Zaragoza, 1968). Propietaria. Maestra de chicas. Llegó a El Frago con 52 años y sus alumnas la recuerdan como una persona mayor, de trato muy afable.

En 1907 era una de las alumnas de Plácida Madariaga,  de la Escuela Centro de Teruel, que colaboraban para socorrer a los soldados que volvían enfermos de Cuba y Filipinas. (Cfr. La unión). En 1917 se presentó a oposiciones en Zaragoza. En 1923 estaba de interina en Romanillos, en 1929 tenia una auxiliaría en Villamayor y de allí la destinaron a Barués-Sos, una pardina de Sos del Rey Católico, en la confluencia de los Barrancos de Barués y Vandunchil.  Y en 1935, se trasladó de Barués a El Frago. Se jubiló en Zaragoza en 1953.

Ángela Sarasa Lasierra: 1936–1936. (Alcalá de Gurrea, Huesca, 1908–Zaragoza, 1991). Maestra de chicos. Estudió Magisterio en Huesca. En 1958 reingresó en el Magisterio, después de un periodo de excedencia voluntaria. En los últimos años estuvo destinada en Zaragoza. Aurelio Casabona la recuerda como una excelente maestra, aunque estuvo poco tiempo. 

falo-piazuelo-angelita.-1932

Foto propiedad de la autora. De la orla de su padre Gregorio Romeo Berges.

Ángela Falo Piazuelo: 1938–1940. (Alcalá de Gurrea, Huesca, 1914-¿?). Estudió Magisterio en  Zaragoza entre 1929 y 1932. En 1938, fue nombrada maestra de chicos de El Frago. Dejó muy buen recuerdo entre sus alumnos. «Yo aprendí a leer con ella» (Ángel Ardevines, nacido en 1933).

En 1936 estaba afiliada a la UGT. Aprobó las oposiciones en Burgos, en 1944. En 1966 se trasladó de Dos Hermanas (Sevilla) a Castelbisbal (Barcelona). En 1964 servía en la provincia de Teruel. Sus hermanos Emilio y Fernando están enterrados en Zaragoza.

Mercedes Laguarta Dieste: 1940–1942. (El Frago, 1921–Valencia, 2009). Era hija de Miguel Laguarta Giménez y Petra Dieste Charles. En El Frago todos la conocían como María de «casa Buchorno». Obtuvo el título de maestra por el llamado “plan bachiller”. Sustituyó a Ángela Falo en la escuela de los chicos; y a Isabel Peribáñez y a Ángela Romeo en la de las chicas.  Realizó todas las sustituciones que se produjeron desde que acabó los estudios hasta que se casó con Vicente García Aznar. Después ejerció en Trasmoz y Maluenda. Tuvo tres hijos, José (Leciñena, 1943), Mari Flor (Estartit, Gerona, 1946) y Javier (Valencia, 1964).

 

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Ángela Romeo Idoipe, la segunda por la izquierda, fue la primera maestra propietariaa de la posguerra. Raimunda Casabón, la quinta, había estado el curso 1932-1933. Foto propiedad de la autora, de su álbum familiar.

1940-1969. La posguerra. Hasta la escuela mixta

Anunciación Ángela Romeo Idoipe: 1942–1945. (El Frago, 1914–Ídem, 1996). «Angelita de casa Cecilia», como la llamaban, era hija de Basilio Romeo Romeo y de Nicasia Idoipe Cortina. En 1941 aprobó las primeras oposiciones de la posguerra y obtuvo la escuela de El Frago en propiedad. En 1945 se fue a Lérida por concurso de traslado y se jubiló en Barcelona. Se casó con Rafael Sender Garcés (Huesca, 1915-Barcelona, 1996) y tuvieron dos hijos, Rosa María (Lérida, 1946) y Rafael (Lérida, 1950).

Natividad Josefina Magallón Pastor: 1945–1945. (Calanda, Teruel, 1902–Ídem, 1974). Sustituyó a Ángela Romeo en un permiso por asuntos propios. En 1934 estaba de maestra interina en Alfajarín, Zaragoza,

Escolástica Marco Marco: 1945–1945. (Biel, 1922–Alcañiz, Zaragoza, 2005). Fue la segunda sustituta de Ángela Romeo. Era hija de Francisco Marco Arenaz y María Marco Campos, estudió Magisterio y se casó con Luis Marco Bueno (Biel, 1919–Alagón, 1982). Luis era hijo Delfina Bueno, maestra de Biel, y nieto de Manuel Marco Bonaluque, natural de El Frago, uno de los primeros maestros fragolinos que desempeñó casi todo su ejercicio profesional en Biel.

Asunción Pemán Marco: 1946–1972. (Biel, 1916–Zaragoza, 2003). Era hija de Constantino Pemán Otal, maestro de Biel, y de Pascuala Marco Castán, también maestra. Cuando murió su madre, la llevaron con una tía para que estudiara Magisterio en la Escuela Normal de Valencia (1931-1935). Había aprobado los dos primeros ejercicios de las oposiciones que se estaban celebrando en 1936 y que se suspendieron con la sublevación militar. Pasó la Guerra Civil en Biel, sin trabajar, y aprobó las oposiciones de 1941. Fue maestra propietaria provisional de Orés (1941-1942) y de Biel (1942-1943). Propietaria definitiva de las escuelas graduadas de Ejea de los Caballeros (1943–1945). Por traslado obtuvo la Escuela de Niñas de El Frago (1945–1972)- Llegó siete años antes que su marido y allí permaneció hasta su traslado a Zaragoza.

En 1943 se había casado con Gregorio Romeo (El Frago, 1912-Ïdem, 1969) en Biel, donde los dos ejercían de maestros. Después fueron maestros de Ejea y El Frago. Tuvieron dos hijas: Concepción “Maruja” (Ejea de los Caballeros, 1944) y Carmen (El Frago, 1948).

A la muerte de su marido se cerró la Escuela de Niños y ella se convirtió en la primera propietaria de la recién creada escuela mixta (1969–1972). En 1972 se trasladó a Zaragoza, a la escuela “Andrés Manjón”, donde se jubiló a los 67 años.

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Valencia, 1930. Saliendo de la Escuela Normal. Asunción Pemán Marco, la de la derecha, fue la última maestra de la Escuela de Niñas de El Frago y la primera de la Escuela Mixta. Folo propiedad de la autora. De su álbum familiar.

1969-1984. Escuela mixta

Mari Nieves Pérez Tolosana: 1969–1970. (Luna, 1949). Hija de Leoncio y Victoria. En 1967 obtuvo el título de Magisterio en Zaragoza. Se estrenó de maestra en El Frago, sustituyendo a Asunción Pemán, en un permiso por enfermedad. Acabó su carrera profesional en la provincia de Gerona, donde también ejercía su marido de veterinario.

Flora Relancio Sanz: 1970–1971. (Ejea de los Caballeros, ¿?). La segunda sustituta de Asunción Pemán.

Consolación Lajusticia Villabona: 1972–1973. Llegó como maestra propietaria en el mismo traslado que Asunción Pemán se fue a Zaragoza. Al año siguiernte conisguió el traslado a Cataluña.

Nieves Escartín Cobo: 1973-79 (Barluengua, Huesca, 1948) Estudió Magisterio y Filosofía y Letras (Historia) en Zaragoza. Está casada y tiene una hija. En 1973 llegó a El Frago como maestra propietaria y, salvo en los dos paréntesis de licencia por estudios, dedicó sus afanes a la educación y a las actividades culturales del pueblo. Desde 1973 hasta 1975, tuvo una licencia por estudios y la sustituyó Leonor Auría Biesa. Posteriormente realizó un curso de Educación Especial de cuatro meses y la sustituyó Alfonso Ortiz Herrera.

El día 17 de enero de 1979 salió en el BOE la supresión de la escuela de El Frago y la cesaron por escuela suprimida. A pesar de tener la escuela suprimida, siguió dando clases todo el curso. El año siguiente lo pasó como propietaria provisional en Zaragoza. Después dos cursos destinada en Quinto de Ebro y acabó su vida profesional en Zaragoza. Como no se llegó a cumplir la orden del BOE con la que se había cesado a Nieves, la última propietaria de El Frago, la escuela siguió unos años más.

En una conversación reciente me decía: «Durante mi estancia viví una relación muy personal con mis alumnos y sus familias y unas experiencias muy gratas y afectivas con la Sociedad Cultural y Recreativa La Fragolina de la que me hice socia». Además asistió a las reuniones que se celebraron en el colegio, presididas por el ingeniero de ICONA, para estudiar un proyecto agrícola-ganadero que pretendía dinamizar el campo y se integró bien en la vida del pueblo. Sus alumnos guardan un buen recuerdo.

Leonor Auría Biesa: 1973–1975. (Luna, ¿?). Sustituyó a Nieves Escartín. Es hija de José Auría Castillo y Humildad Biesa Otal, natural de Biel, y está casada con Satur Tarragüel Liso. En 1990 se trasladó de Uncastillo a Ejea de los Caballeros.

Gema Tomás Valzagón: 1979–1981. (Puebla de Híjar, Teruel, ¿?). La nombraron interina como consecuancia del traslado a Zaragoza de Nieves Escartín.

Ángela Gómez: 1981–1982. (El Barco de Ávila, ¿?). Los alumnos habían disminuido, solo quedaban diez.

Concepción Martínez: 1982–1983. (Fuendejalón, ¿?). Ese año descendió la matrícula a seis alumnos.

Ángeles Domínguez: 1983–1984. (Ejea de los Caballeros, ¿?). Al acabar el curso, dado el escaso número de alumnos, se propuso cerrar la escuela.

1984-1990. Guardería de la Diputación Provincial de Zaragoza. Asociada a Luna

Para evitar el cierre, el alcalde, Alejandro Ardevines,  adoptó la fórmula de guardería de asociada a Luna. Pero se impartían todos los niveles de Educación Primaria.

Carmen Laplaza Idoipe: 1984–1985. (El Frago, 1958). Es hija de Pablo y de Natividad. Estudió Magisterio en Zaragoza. Está casada con Bernardo Palacio Bernués. “El Ayuntamiento me propuso como maestra el primer año que funcionó la escuela-guardería. Sólo estuve un año porque en septiembre nació mi hija Sonia”. (Conversación con Carmen Laplaza, 23/04/2013). Al año siguiente le sucedió un maestro, Antonio Berdor Bailo: 1985-1986.

Ascensión Lamarca Laborda: 1986–1987. (Biota, ¿?) El curso 2017-2018 la encontramos de  profesora de infantil en el CEIP «San Juan de la Peña» de Jaca.

Maria Soledad Berges Asín: 1987–1988. (Zaragoza, 1962). Es hija de José María Berges Laguarta, de El Frago, y de María Sierra Asín Jiménez, de Biel. Estudió Magisterio en Zaragoza. Se casó con Francisco Vives. Tiene dos hijos, Javier y Sonia. Actualmente trabaja en el campo sanitario.

Ana Cristina Domínguez Frago: 1988–1989. (Ejea de los Caballeros, ¿?). Llevó la escuela en colaboración con Pilar Abadías (Ejea de los Caballeros, ¿?). En el contrato del Ayuntamiento figuraba como titular Ana Cristina.

Dolores Garde: 1989–1990. (Luesia, ¿?). Se cierra el ciclo. En 1874 llegó Inés Cervera natural de Luesia, de cuya vida tenemos pocos datos. En 1990 Dolores Garde fue la última, también natural de Luesia. Hasta la fecha, no he localizado datos para biografiarla.

Para terminar

El elevado número de licenciados y la buena escolarización de El Frago se debieron al clima cultural creado por varios matrimonios de maestros que se asentaron allí desde fechas tempranas: Inés Cervera y Diego Laporta estuvieron tres años. Simona Paúles y Pedro Uhalte, treinta años. Ángela García y Bruno Gracia, once años. Asunción Pemán y Gregorio Romeo, veinticinco años. Y el caso excepcional de Benjamín Biescas y su mujer Elisa Carrascón que, aunque no eran maestros propietarios, colaboraron con los maestros y dieron clases de repaso desde 1904 hasta 1936. Don Benjamín se propuso alfabetizar a todo el pueblo. Y lo consiguió. Muchas niñas aprendieron a tocar algunas canciones en el piano de doña Elisa.

En este ambiente, la gente realizó verdaderos esfuerzos por sacar a estudiar a sus hijos. La cantera de maestros fragolinos permitió que, cuando la Administración no cubría las vacantes, el Ayuntamiento recurriera a los titulados del pueblo. En el siglo XIX, a Mariano Sánchez Barrio, a Juana Bonaluque Gállego y a Manuel Marco Bonaluque. En el siglo XX, a Benjamín Biescas Guillén, a Gregorio Romeo Berges, a Ángela Romeo Idoipe, a María Mercedes Laguarta Dieste, a Carmen Laplaza Idoipe y a María Soledad Berges Asín.

Solo así se entiende que las escuelas se construyeran “a vecinal”, la versión antigua del actual crowdfunding. Y que los gastos de las obras se pagaran con un préstamo avalado por los vecinos que tenían alguna renta o un jornal fijo.

El Frago no fue una excepción. Hubo otros “fragos” de los que salieron alumnos bien formados y en los que se erradicó el analfabetismo gracias a la esforzada labor de sus maestros.

En este artículo me he centrado en las maestras. A ellas les corresponde la lucha titánica por conseguir que todas las niñas fueran a la escuela y que recibieran una enseñanza de calidad. El primer derecho hacia la igualdad.

Ellas son una parte importante de nuestras genealogías. Si conocemos bien nuestras raíces y si valoramos el esfuerzo de las mujeres que nos precedieron, nos sentiremosmás seguras de nuestro lugar en el mundo y tendremos más fuerza para defender nuestros derechos.

Me gustaría que otras os animarais a sacar a la luz a todas las mujeres de vuestros pueblos y ciudades. Que entre todas tejiéramos una tupida red para poder caminar con pasos más firmes.

Carmen Romeo Pemán

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Datos de la Imagen Principal. Orés, 1942. Asunción Pemán Marco en la fachada de las Escuelas con sus alumnas. Foto de Gregorio Romeo Berges. Propiedad de la autora.
Identificación de las alumnas por Ángeles Otal Jaqués, natural de Orés. 1 Milagros Idoipe,  2 ¿?. 3 Sarita Villa.  4 Adela Lana.  5 Elisa Larraga-  6 Evarista Mena. 7 Victoria Cortés.  8 Herminia Larraga, 9 Feli Ferrández

Referencia bibliográfica. Carmen Romeo Pemán, “De las Escuelas de El Frago”, Institución Fernando El Católico, Zaragoza, 20014.

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